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Safo de Lesbos



Safo de Mitilene, también conocida como Safo de Lesbos o simplemente Safo, (en griego, Σαπφώ; en eolio, Ψάπφω) (Mitilene, Lesbos, ca. 650/610-Léucade, 580 a. C.) fue una poetisa griega de la época arcaica. Más tarde los comentaristas griegos la incluyeron en la lista de los «nueve poetas líricos». Platón la catalogó como "la décima Musa".[1]

Acerca de la vida personal de Safo solo hay conjeturas. La mayoría de ellas provienen de interpretaciones de su obra poética, de la cual se cree que nos ha llegado menos del diez por ciento.

Nació en Ereso, en la isla de Lesbos. Su padre, según Heródoto, era Escamandrónimo y su madre, Cleis. Estuvo brevemente casada con un rico comerciante de Andros que murió pronto, y del que tuvo una hija, Cleis, aunque esto pudo ser inventado para aumentar su leyenda.Tuvo tres hermanos, uno de los cuales fue elegido copero del pritaneo de Mitilene, cargo que solo era ejercido por las familias nobles.[2]

Su acmé coincidió con el surgimiento de las polis griegas. En Lesbos gobernaba el tirano Mirsilo, y su subida al poder debió causar su destierro en Siracusa (Sicilia) entre los años 605 y 591 a.C.[2]

Hay tres interpretaciones de la Casa de las servidoras de las Musas: una sociedad llamada tíaso (θίασος) o asociación religiosa y cultural en honor de Afrodita y otros dioses; un lugar donde se educaba a las jóvenes nobles de Lesbos o un lugar de libertinaje, interpretación hecha desde un punto de vista moral ante la lectura de sus poemas.[3]​ Allí sus discípulas aprendían a recitar poesía, cantar, confeccionar coronas y colgantes de flores... A partir de sus poemas se interpreta que Safo se enamoraba de sus discípulas y mantenía relaciones con algunas de ellas.[4]​ Todo esto la ha convertido en un símbolo del amor entre mujeres.

Hay una leyenda, surgida a partir de algún fragmento de la propia poetisa, en donde narra la historia de Faón, un hombre bello del que se enamoró la propia diosa Afrodita. Según esa leyenda, Safo, inducida por la diosa, se suicidó lanzándose al mar desde la roca de Léucade cuando su amor por Faón no se vio correspondido. Esta roca de la isla de Léucade era, al parecer, desde donde se lanzaban con frecuencia los enamorados para suicidarse. Otra versión afirma que Safo lo escribió como metáfora de una decepción amorosa, ya que en uno de sus fragmentos se describe como alguien que ya ha llegado a la vejez, y es «incapaz de amar». El tema fue popularizado por el poeta latino Ovidio. Así convirtió a Safo en una de sus Heroínas, como autora de una carta de amor dirigida a Faón.[5]​ De todas las heroínas de Ovidio, Safo es la única mujer cuya existencia se ha comprobado.[6]​ Esta imagen de Safo atormentada por un amor no correspondido fue representada a menudo por los grandes pintores europeos del siglo XIX, que reflejan una visión romántica de Safo con el cabello suelto apoyada en la roca.[7]

No existen muchos datos biográficos sobre ella, y solo se conocen algunos poemas y fragmentos extraídos de citas tardías (tradición indirecta) y de papiros. De hecho, prácticamente todo lo que se sabe de su vida se dedujo de sus poemas. El contenido amoroso de sus poemas propició toda clase de habladurías y rumores sobre su vida.

Safo y su compatriota Alceo son considerados los poetas más sobresalientes de la poesía lírica griega arcaica, de la que Terpandro y Arión son precedentes. Son, además, los únicos representantes de una producción literaria lesbia.

Su obra estaba compilada en la biblioteca de Alejandría en nueve libros, que eran copiados, traducidos y usados para la enseñanza hasta que el papa Gregorio VII en 1073 ordenó quemar todos los manuscritos por considerarlos inmorales.[8]

Escribió en dialecto eolio y creó, o al menos popularizó, una estrofa, la sáfica. Se han conservado también ejemplos de lírica popular en algunos epitalamios, cantos nupciales —adaptaciones de canciones populares propias de los amigos del novio y de la novia que se improvisaban en las bodas—. Estas canciones se diferenciaban del resto de sus poemas, más intimistas y cultos, para los cuales creó un ritmo propio y un metro nuevo, la estrofa sáfica. Su tema principal eran sus sentimientos y el amor, propiciado por la diosa Afrodita. La sensibilidad y delicadeza son las protagonistas de sus poemas; sentimientos encontrados con su círculo de mujeres, como los celos, el amor, la decepción, la alegría y la rivalidad, son plasmados en su total extensión. El mundo sáfico es un mundo femenino.[8]

El trabajo de la décima musa[9]​ es el producto de la derivación de la lírica tradicional, popular o preliteraria griega de los siglos VII y VI a. C. que se convertiría en la lírica literaria. Esta distinción se debe a las diferencias del carácter oral y tradicional de la primera y el carácter escrito de la segunda que surgió, a propósito, a la par con la difusión de la escritura en el siglo VII a. C. Por otra parte, las características y temas a tratar que adopta la lírica literaria de la tradicional son esencialmente las mismas solo que esta vez se hallan más concentradas en los motivos de un yo individual. El éxito, en gran parte, de la poesía de Safo radica en la adopción del amor como tema personal. Por lo tanto, las situaciones creadas serían temporalmente cercanas a sí y a la audiencia. De ahí que fue necesario crear una forma de expresión adecuada para expresar sus sentimientos más íntimos, de manera que sus composiciones podían distinguirse por una fuerte presencia del yo que canta y ese yo autorreferencial que está frecuentemente situado en el tiempo y en el espacio.[10]

Safo habla en sus poemas de la pasión amorosa que se apodera del ser humano y se manifiesta en diversas formas, como los celos, el deseo o una intangible nostalgia. Ejemplo de esto se encuentra en el Himno en honor a Afrodita, el único poema que nos ha llegado completo de toda su obra. Podría considerarse como una oración, una súplica dirigida a la diosa del amor para conseguir su ayuda y lograr así el amor de su enamorada. Parece que no es la primera vez que Safo invocaba a la diosa para esto mismo, en el poema Afrodita habla directamente a Safo y le pregunta por los motivos por los que la llama de nuevo. La descripción de la diosa bajando del cielo en su carro rodeada de alegres gorriones, sonriendo responde a una de las imágenes más evocadoras de la diosa.

En 2004 fueron hallados nuevos fragmentos de Safo,[11]​ que amplían y mejoran sustancialmente uno de los que ya se existían de ella. En este nuevo fragmento ampliado, Safo se lamenta del paso de tiempo y plasma de forma magistral los efectos de la vejez en su cuerpo y carácter utilizando el mito de Titono, el enamorado de Eos, la Aurora, la diosa de dedos rosados, quien pidió a los dioses que convirtieran a Titono en inmortal, pero olvidando pedir para él la eterna juventud. Como consecuencia de ello, Titono es el eterno viejo, no se muere nunca, pero siempre se va haciendo más viejo. Se trata de un símil con el que Safo se identifica, puesto que en su calidad de educadora se ve como Titono frente a sus alumnas siempre de la misma edad, siempre inmortales de alguna forma.[12]

Casi todos sus poemas nos han llegado lamentablemente de forma fragmentaria por vía indirecta, es decir, gracias al testimonio de otros autores que los mencionan. Uno de entre ellos es aquel en el que describe lo que podrían considerarse «síntomas de la enfermedad del enamoramiento», aplicable a todo enamorado, del que contamos con una maravillosa versión del poeta latino Catulo, y el fragmento en el que dice que no hay en el mundo nada más maravilloso que el ser a quien uno ama.

En De compositione Verborum XXIII-173, Dionisio de Halicarnaso afirmó que era la mejor exponente de la poesía lírica griega. Gracias a él conservamos el Himno a Afrodita.[13]​ A esta oda, solo le falta un pequeño pedazo al inicio del tercer verso de la quinta estrofa.[8]

Desde un punto de vista formal, la obra está compuesta de siete estrofas sáficas. La estrofa sáfica, denominada así en honor a Safo, se compone de cuatro versos, los primeros tres son endecasílabos sáficos, mientras que el último es un pentasílabo que recibe el nombre técnico de adónico. La métrica grecolatina es diferente a la métrica española, por eso no es posible traducir estos versos de una forma adecuada. En griego, había vocales cortas y largas y los versos tenían cierta cantidad de sílabas largas y breves. Si leyéramos la oda a Afrodita en griego, notaríamos como todos los versos inician con una sílaba larga seguida de una sílaba breve.

El contenido de la oda es sencillo, básicamente consiste en un ruego que la escritora le hace a la diosa Afrodita, con el fin de que atraiga hacia ella un amor renegado.

El poema inicia con una invocación. Safo llama a la diosa Afrodita y le ruega que acuda en su ayuda. Luego viene una larga digresión en la que la autora rememora una ocasión anterior en que la diosa la ayudó. En aquel momento Afrodita, llevada por un carruaje de oro tirado por gorriones, descendió y atendió el ruego prometiéndole que la renegada «pronto» estaría completamente enamorada de ella. El poema cierra con una estrofa en la que se reitera la solicitud de ayuda en la «guerra del amor», concepto antiguo que aún hoy conservamos y supone que el establecimiento de una relación amorosa es similar a una batalla.


(Editorial Mondadori. Traducción de Juan Manuel Rodríguez Tobal)

Inmortal celeste, de ornado trono,

dolotrenzadora, Afrodita, atiende:

no atormentes más con pesar y angustias

mi alma, señora,


sino ven aquí, si mi voz de lejos

otra vez oíste y me escuchaste

y dejando atrás la dorada casa

patria viniste,


tras uncir el carro: gorriones lindos

a la negra tierra tiraban prestos

con sus fuertes alas batiendo el aire

desde los cielos.


Y llegaron pronto, y tú, dichosa,

con divino rostro me sonreías

preguntando qué me pasaba, a qué otra

vez te llamaba


y que qué prefiero que en mi alma loca

me suceda ahora: "¿A quién deseas

que a tu amor yo lleve? Ay dime, Safo,

¿quién te hace daño?


Pues, si huyó de ti, pronto irá a buscarte;

si aceptar no quiso, dará regalos;

te amará bien pronto, si no te ama,

aun sin quererlo".


Ven también ahora y de amargas penas

líbrame, y otorga lo que mi alma

ver cumplido ansía, y en esta guerra,

sé mi aliada.


Hija de Zeus, inmortal, dolosa:
No me acongojes con pesar y sexo
Ruégote, Cipria!

Antes acude como en otros días,
Mi voz oyendo y mi encendido ruego;
Por mi dejaste la del padre Zeus
Alta morada.

El áureo carro que veloces llevan
Lindos gorriones, sacudiendo el ala,
Al negro suelo, desde el éter puro
Raudo bajaba.

Y tú ¡Oh, dichosa! en tu inmortal semblante
Te sonreías: ¿Para qué me llamas?
¿Cuál es tu anhelo? ¿Qué padeces hora?
—me preguntabas—

¿Arde de nuevo el corazón inquieto?
¿A quién pretendes enredar en suave
Lazo de amores? ¿Quién tu red evita,
Mísera Safo?

Que si te huye, tornará a tus brazos,
Y más propicio ofreceráte dones,
Y cuando esquives el ardiente beso,
Querrá besarte.

Ven, pues, ¡Oh diosa! y mis anhelos cumple,
Liberta el alma de su dura pena;
Cual protectora, en la batalla lidia

παῖ Δίος, δολόπλοκε, λίσσομαί σε
μή μ᾽ ἄσαισι μήτ᾽ ὀνίαισι δάμνα,
πότνια, θῦμον.

ἀλλά τυίδ᾽ ἔλθ᾽, αἴποτα κἀτέρωτα
τᾶς ἔμας αὔδως αἴοισα πήλγι
ἔκλυες πάτρος δὲ δόμον λίποισα
χρύσιον ἦλθες

ἄρμ᾽ ὐποζεύξαια, κάλοι δέ σ᾽ ἆγον
ὤκεες στροῦθοι περὶ γᾶς μελαίνας
πύκνα δινεῦντες πτέῤ ἀπ᾽ ὠράνω αἴθε
ρος διὰ μέσσω.

αῖψα δ᾽ ἐξίκοντο, σὺ δ᾽, ὦ μάκαιρα
μειδιάσαισ᾽ ἀθανάτῳ προσώπῳ,
ἤρἐ ὄττι δηὖτε πέπονθα κὤττι
δηὖτε κάλημι

κὤττι μοι μάλιστα θέλω γένεσθαι
μαινόλᾳ θύμῳ, τίνα δηὖτε πείθω
μαῖς ἄγην ἐς σὰν φιλότατα τίς τ, ὦ
Ψάπφ᾽, ἀδίκηει;

καὶ γάρ αἰ φεύγει, ταχέως διώξει,
αἰ δὲ δῶρα μὴ δέκετ ἀλλά δώσει,
αἰ δὲ μὴ φίλει ταχέως φιλήσει,
κωὐκ ἐθέλοισα.

ἔλθε μοι καὶ νῦν, χαλεπᾶν δὲ λῦσον
ἐκ μερίμναν ὄσσα δέ μοι τέλεσσαι
θῦμος ἰμμέρρει τέλεσον, σὐ δ᾽ αὔτα


Sus poemas se recitaban y conocían en la Atenas del s. V a. C. Platón la llamó la décima musa. Dionisio de Halicarnaso la nombrará como el mejor exponente de la lírica. Más tarde, en Roma, los poetas latinos alaban sus poemas. Su poesía sirvió de fuente de inspiración a poetas, como los latinos Catulo y Horacio. A partir de la época alejandrina se intentó conservar su obra y descubrir nuevas partes. Catulo dirige sus poemas a su amada Lesbia, en clara alusión, y utilizará la estrofa sáfica en su poesía. El discurso de Cicerón contra Verres, acusado de robar un busto de Safo, muestra también su popularidad.

A partir de finales del siglo XVI el endecasílabo sáfico comenzó a utilizarse como estrofa independiente, así es usado por Luis de Góngora en la Fábula de Polifemo y Galatea.[8]

En 1840 se estrenó en el Teatro del Circo de Madrid la ópera Saffo de Giovanni Pacini, que dio lugar a una semblanza de la poeta por el Semanario Pintoresco Español, que contribuyó a popularizar su figura.[14]​ La imagen de una heroína romántica que se suicidaba por amor fue ampliamente difundida en el Romanticismo. Las escritoras románticas se escudaron en ella para validar la autoría femenina,[15]Gertrudis Gómez de Avellaneda, que le dedica una estampa literaria en su serie Galería de mujeres ilustres,[14]Carolina Coronado en sus Cantos de Safo, en los que quería recuperar su memoria[16] y Rogelia León en un poema en que el yo lírico es Safo lamentándose de la predilección que los hombres muestran hacia las mujeres bellas y sin talento.[17]​ La dramaturga María Rosa Gálvez escribió una tragedia en que recreaba los últimos momentos de la poeta antes de su suicidio.[18]

Con las aportaciones de los papiros hallados a finales del siglo XIX y siglo XX, Safo vuelve a ser leída. Así Hilda Doolittle y Ezra Pound la utilizaron como modelo de concisión propia del imaginismo. Doolittle escribió en fragmentos a la manera sáfica. En Italia sirvió como modelo para los poetas herméticos, que buscaban la esencialidad en la poesía. La edición canónica de los poetas lesbios fue publicada en 1955 por Lobel y Page: Poetarum lesbiorum fragmenta. Esta edición y traducción conformó una visión diferente de la poeta. Perdió su leyenda para convertirse en una autora real.[19]

Textos de Safo o sobre ella:



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