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Sagrada Orden Militar Constantiniana de San Jorge



La Sagrada Orden Militar Constantiniana de San Jorge es una orden de caballería dedicada a San Jorge y consagrada a la glorificación de la Cruz, la difusión de la Fe y la defensa de la Iglesia (católica). Así como la promoción de la libertad religiosa en territorios de conflicto, fundamentalmente en los lugares donde las minorías cristianas y de otras confesiones son perseguidas.[1]

Existe una leyenda que atribuye su origen en tiempos del emperador Constantino en la batalla del Puente Milvio (año 312) contra el emperador Majencio. La tradición cristiana cuenta, que Constantino luchó bajo el símbolo de la cruz en la batalla, que se le reveló en un sueño. En el año 615, los caballeros constantinianos en Oriente, guiados por el emperador Heraclio, consiguieron derrotar a Cosroes II, emperador de Persia, que le sustrajeron el madero de la Cruz y lo restituyeron en Jerusalén.

Más allá de estas leyendas, su fundación fue otorgada por Isaac Ángelo emperador de Constantinopla (I de los Ángeles), en 1190, quien quería imitar las órdenes militares de caballería que se habían creado para defensa y recuperación de la Tierra Santa. Entre los primeros caballeros se encontraron Federico I de Hohenstaufen, Ricardo I de Inglaterra, Felipe II de Francia, Alfonso II de Aragón, Guillermo II de Sicilia, Sancho VI de Navarra y Alfonso IX de León.

En 1550 el papa Julio III reconoció la «Sagrada Orden Militar Constantiniana de San Jorge» con la bula Quod Aliasla, donde se le confirió el título y la dignidad de Gran Maestre de los caballeros Constantinianos por don Andrés Ángelo y Comneno.

El último descendiente de los emperadores de Oriente en Nicea, Juan Andrés Láscaris-Paleólogo, no tuvo descendencia, por lo que transfirió en 1697 el gran maestrazgo al duque Francisco Farnesio y a sus sucesores, acto de cesión confirmado por el emperador Leopoldo I de Habsburgo y por el papa Inocencio XII, en lo que se conoce como la bula Sincerae Fidei 1699. Al morir sin descendencia don Antonio Farnesio, duque de Parma, en 1727, se llamó a la sucesión a don Carlos de Borbón, Infante de España, hijo de su hermana Isabel de Farnesio y del rey Felipe V de España. Carlos III de España dio a su tercer hijo, el infante don Fernando I de las Dos Sicilias, el 6 de octubre de 1759, todos sus bienes italianos, y lo invistió como Gran Maestre Constantiniano, dignidad transmisible a todos los varones primogénitos. Con el tiempo quedó dividida en dos ramas conocidas como hispano-napolitana y franco-napolitana.

El actual Gran Maestre[2]​ reconocido como tal por el rey de España, es S.A.R. don Pedro de Borbón-Dos Sicilias y Orleans, duque de Calabria. En 2001 contrajo matrimonio con una persona de linaje no real, es decir, en matrimonio morganático, por lo que quedarían excluidos de la sucesión él y sus descendientes, como así rezan las leyes del reino de las Dos Sicilias.

Existen otros dos pretendientes, que se basan en la renuncia por escrito de su bisabuelo, Carlos de Borbón-Dos Sicilias, en lo que se ha denominado como «Acta de Cannes»,[3]​ a sus posesiones en Italia, a sus derechos, por sí y por sus descendientes, al eventual trono de las Dos Sicilias, ya que contrajo matrimonio con la princesa Mercedes de Borbón y Austria. Así pues, junto a esta, entraría en funcionamiento la real pragmática de Carlos III de España, en la que, al renunciar al trono de las Dos Sicilias, este abdicaría en favor de sus hijos. Pero al nacer Alfonso XIII, dicha acta quedó anulada y, por tanto, se convertiría en el jefe de la casa real Borbón-Dos Sicilias.

Entre los pretendientes, se distinguen dos ramas principales de la orden, una napolitana (con dos grandes maestros en pretensión) y otra parmesana:

El Gran Prior (de la rama hispano-napolitana) era, hasta su fallecimiento el 17 de mayo de 2018, el cardenal Darío Castrillón Hoyos, estando el cargo vacante actualmente.[4]

En los últimos tiempos la Santa Sede ha afirmado que ya no reconoce más órdenes que las suyas propias, la Soberana Orden de Malta, la Orden de caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén y las de los estados. No significa ello que sea contraria a las órdenes dinásticas (o.m.) consagradas por la historia. Simplemente, no las reconoce, sin afectar ello a su estatus o personalidad jurídica.[5]



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