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Sant Gervasi-La Bonanova



Sant Gervasi-La Bonanova es un barrio del distrito de Sarriá-San Gervasio de la ciudad de Barcelona. Antiguamente fue junto con Sant Gervasi-Galvany un municipio independiente denominado San Gervasio de Cassolas.

El barrio está dividido principalmente en dos sectores diferenciados: el sector de Sant Gervasi, donde se encuentra el núcleo más antiguo del municipio de San Gervasio de Cassolas, y otro sector, el de «la Bonanova», nacido cuando se construyó la vía que comunicó San Gervasio con Sarrià hacia la década de 1890. Este último sector, el de la Bonanova, se configuró con el pretexto que alrededor del paseo homónimo se empezarían a edificar casas lujosas de señores que habían vuelto de América con grandes fortunas. Se edificaron torres y chalés, por esta razón se puede ver bastante diferencia arquitectónica entre el sector de la Bonanova y Sant Gervasi.

En los años 70 y 80 se derruyeron cerca del 40 % de las torres que había entonces, pero actualmente todavía quedan algunas. Lo mismo pasa con el barrio de Sant Gervasi, puesto que hay casas que en dintel de las puertas tienen indicado el año de construcción —o más probablemente el de remodelación—, como son la casa de a pie de San Gervasio de Cassolas nº 119 dónde en el dintel de la puerta lleva el año 1845. Esto hace pensar que en la década de 1840 como mínimo se remodelaron muchas casas.

El sector de la Bonanova toma el nombre de la Virgen María de la Bonanova, que es el nombre popular de la Virgen María de los Afortunados, a la cual se dedicó un altar el siglo XVIII a la antigua iglesia de los santos Gervasio y Protasio situada dónde ahora está la iglesia de la Bonanova, y que acabó despertando más fervor que los patrones originales. El nombre de «la Bonanova» es de origen bíblico y significa la buena noticia, del mismo modo que lo es el barrio vecino del Tibidabo —que en latín significa «yo te daré» (Mateo 4, 9).

La conexión entre el desarrollo urbanístico de la Barcelona Moderna y Contemporánea con el negocio del tráfico (ilegal) de esclavos. Y Sant Gervasi-La Bonanova no es una excepción.

Podemos encontrar figuras tan relevantes como José Carbó[2]​, José Baró, Pedro Manegat, la familia Vidal Ribas, Miquel Oliver, Juan Güell Ferrer, al Familia Goytisolo o Antonio López y López (nombrado por Alfonso XII “Marqués de Comillas”) como inversores importantes de distintos negocios de inmuebles en los barrios de: Raval (antiguo barrio acogedor de la nueva burguesía catalana), el naciente Eixample, financiado por dinero público e inversiones privadas (de José Carbó, por ejemplo), la zona de Sarrià, Vallvidrera y, como no podía ser de otra forma, La Bonanova[2]​. Este anexo nacido durante el siglo XVIII en los alrededores de Sant Gervasi de Cassoles surgió, en parte, gracias a este negocio de tráfico de esclavos (aún y ser ilegal desde 1837[3]​), que también bañaba todas las demás industrias, creando así una red de conexiones muy férrea entre la producción textil (de algodón), la industria inmobiliaria, el negocio de tabaco y este mercado triangular (Barcelona, costas africanas – en puntos distintos – y costas/islas centro/sudamericanas – Cuba, principalmente).

La representación literaria del barrio de Sant Gervasi y la Bonanova no es escasa. Este ha sido el protagonista de muchas novelas contemporáneas del siglo XX, sobre todo.

Autores como Eduardo Mendoza - en sus novelas Sin noticias de Gurb[4], La ciudad de los prodigios - han ambientado sus obras en la ciudad de Barcelona, y particularmente, en el barrio del que hablamos, entre edificios modernistas y alta burguesía catalana. Eduardo Mendoza, con su lenguaje humorístico, retrata una Barcelona cotidiana y cercana al absurdo y lo ridículo como núcleo del carácter urbano de una ciudad que se vende como cosmopolita, pero su historia se aleja de este mismo concepto.

Paralelamente, autoras españolas de lo que conocemos por la Generación del 27, llamadas también las Sinsombrero por su carácter revolucionario, se han situado en La Bonanova para crear sus personajes e historias. Un ejemplo de este fenómeno sería Elisabeth Mulder[5]​, junto con Carmen Laforet en su novela Nada, quien relató el desarrollo de la ciudad de Barcelona durante durante los inicios del siglo XX. En particular, en forma de prosa y poesía, Mulder centró su atención en la burguesía catalana de la parte alta de la ciudad.

En conjunto con estas autoras, alrededor del mismo tiempo, personajes como Federico García Lorca y Salvador Dalí también se interesaron por este barrio donde las clases altas de Barcelona huían en busca de un escape de la angustiosa ciudad. en clave crítica, los textos vanguardistas surrealistas de estos autores atacan a las clases pudientes.

También autores posteriores, de gran éxito en nuestros tiempos cercanos, han habituado a sus lectores a una narrativa especialmente urbanística, con una literatura que se podría enclavar como amante de Barcelona.

Juan Marsé nos ha deleitado con innumerables obras sobre la ciudad, con un tono ciertamente directo y realista. En Ronda de Guinardó, Esa puta tan distinguida, Últimas tardes con Teresa, La oscura historia de la prima Montse y Un día volveré, Marsé nos presenta personajes tangibles dentro de un ambiente barcelonés asfixiante, donde la hipocresía, los extremismos y las segregaciones no dejan a nadie indiferente. El Eixample, Sarrià, Sant Gervasi y la Bonanova se convierten así en protagonistas añadidos a una historia cruda de una posguerra desgarradora.

Juan Marsé nos presenta en sus escritos una Barcelona opaca, dividida y elitista, donde existen catalanes de verdad - conocidos también como la burguesía que ha adueñado ya de la parte alta de la ciudad - y los xarnegos, personas habitantes de Barcelona que se ven relegados a barrios menos pudientes por este mismo adjetivo otorgado de inmigrante. La crítica de Marsé a la sociedad barcelonesa es feroz y directa[6]​. A través de la ridiculización, los personajes secundarios se dejan a sí mismos de pedantes y soberbios en escenas que expulsan, de nuevo, a los protagonistas del ambiente urbano al que tampoco quieren pertenecer[7]​.

Por último, un escritor que ha desarrollado su obra a través de las calles y edificios de Sarrià, Sant Gervasi y La Bonanova ha sido Carlos Ruiz Zafón, que en gran parte de su producción literaria ha tratado Barcelona como el escenario de una obra de teatro lúgubre y misteriosa, oscura y con tantos recovecos que no se pueden cubrir todos.

En su saga El Cementerio de los Libros Olvidados, la familia Sempere y Amigos caminan por las callejuelas de nuestra ciudad para desentrañar tramas que envuelven a personajes del siglo pasado y cubren generaciones largas, fundadoras de la Barcelona por la que nos movemos. En esta saga de novela histórica, las mansiones y torres de la Avenida Tibidabo no dejan a nadie indiferente. En La Sombra del Viento, El juego del ángel, El prisionero del cielo y El Laberinto de los Espíritus[8]​.

Anteriormente, la pasión de Zafón la ciudad ya se había dejado entrever en su novela juvenil Marina, donde Marina y Óscar, los protagonistas, descubren Sarrià, La Bonanova y toda la ciudad detrás del rastro de la ciudad sumergida de las cloacas y de las cenizas de una casa y un teatro teñidos de leyenda.

También, la autora Isabel Allende también mencionó de forma residual la situación de privilegio que las burguesías catalanas de los barrios altos de la ciudad ostentaban durante la Guerra Civil Española y la dictadura posterior en su novela Largo Pétalo de Mar, donde unos refugiados republicanos de la clase media barcelonesa deben de encabezar su huida hacia América del Sur después del conflicto, sin tener la oportunidad de regresar durante más de 50 años.

El Liceo Francés de Barcelona tiene su campus pre-escolar en Bonanova.[9][10]



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