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Secuestrado



Un secuestro, también conocido como delito contra la libertad,[1]​ es un delito que consiste en privar de la libertad de forma ilícita a una persona o grupo de personas, normalmente durante un tiempo determinado, con el objetivo de obtener un rescate o el cumplimiento de otras exigencias en perjuicio del o los secuestrados o de terceros. Las personas que llevan a cabo un secuestro se conocen como secuestradores o plagiadores (a veces también denominados raqueteros).[2]

Muchas veces la libertad es "vendida" a cambio de otras situaciones, lo cual es conocido como secuestro extorsivo. El secuestro da pauta a la comisión de otros delitos, como el tráfico de menores y la trata de personas. En este contexto, la lucha contra el secuestro parte del intercambio de información que se establece entre las diferentes instancias policiales, en relación con las estructuras, redes de comunicación y formas de operación de las organizaciones delictivas existentes, así como de las que vayan surgiendo, coordinándose con respecto a estas la investigación llevada a cabo por distintas instituciones hasta determinar si los indiciados o los detenidos pertenecen a la delincuencia organizada. El secuestro también se presenta por envidia, tomando en la mayoría de los casos a los niños como rehenes, generalmente vinculados a intentos de venganza.

Los secuestradores, generalmente, y previo al secuestro de su víctima, siguen sus movimientos cotidianos durante días anteriores al evento, con la finalidad de conocer sus rutas de tránsito y horarios habituales para así lograr con mayor éxito su empresa delictiva. El momento en que se lleva a cabo el rapto de la víctima es en el 95,3% de las veces cuando se transita a bordo de su vehículo por algún lugar despoblado o de poca confluencia de personas,[cita requerida] así como al momento de salir de sus domicilios o al momento de llegar al mismo. Cuando se trata de bandas organizadas para cometer este tipo de delitos, se organizan en células, es decir, hay sujetos que se encargan de realizar las negociaciones telefónicas con los familiares de la víctima para exigir el pago del rescate, otros se encargan de proveer de alimentos y vigilar a la persona secuestrada durante el tiempo que dura en cautiverio, así como que otros intervienen al momento de someter a la víctima al momento de interceptarla y trasladarla al lugar donde se mantendrá en cautiverio, lugar que en ocasiones es cambiado con el fin de distraer la atención de las autoridades en caso de que se haya denunciado el hecho.

Es el delito en el cual se sustrae o retiene a una persona por medio de la fuerza, intimidación o fraude, con la intención de menoscabar su integridad sexual.

El secuestro simple es el caso de arrebatar, sustraer retener u ocultar a una persona, pero con fines o propósitos diferentes a la extorsión. Un ejemplo es el de las muchachas que vienen de los pueblos buscando oportunidades de trabajo y que se emplean como domésticas, y que al no conocer a nadie en las ciudades llegan a caer en manos de gente sin conciencia que no solo las explota en los horarios de trabajo, sino que en ocasiones no les dan “permiso” de salir y las tienen encerradas, dejándolas bajo llave, “por temor que estas les roben algo”, negándoles el derecho de usar su libertad como deseen.

El secuestro exprés se puede definir como la retención de una o más personas por un período corto de tiempo (horas o días), durante el cual, los delincuentes exigen dinero a los familiares de las víctimas para su liberación. Otra modalidad de extorsión que frecuentemente se confunde con secuestro exprés es aquella en la que los delincuentes retienen a la víctima y la someten a sacar su dinero de los cajeros electrónicos. También le roban el vehículo y sus pertenencias de valor como las joyas y el teléfono celular y luego la dejan abandonada en algún sitio.

Frecuentemente los autores del secuestro exprés son individuos con antecedentes penales en la adolescencia. Probablemente robaron vehículos o cometieron delitos menores. También se observan delincuentes fármaco dependientes cometiendo este crimen. En algunos casos los autores son personas conocidas por las víctimas, como meseros de un restaurante visitado frecuentemente o el portero del edificio donde se habita. Es un delito que se ejecuta sin estrategias previas. Dos o tres individuos salen a la calle en busca de una víctima distraída que lleve puesta ropa y artículos de valor (joyas, celular) o que se encuentre en un carro lujoso. Buscan a sus víctimas en las gasolineras, estacionamientos de centros comerciales o personas saliendo de un local, oficina o residencia, donde las encañonan con armas de corto alcance y las presionan con amenazas fuertes. Posteriormente, trasladan a la víctima de vehículo y comienzan a circular por la ciudad al tiempo que realizan llamadas telefónicas a los familiares exigiéndoles el pago del rescate. Estos delincuentes tratan de ejecutar el delito, cobrando el dinero, en el menor tiempo posible, ya que no están preparados para mantener por mucho tiempo a la víctima en cautiverio. Después de cometido el ilícito, la víctima presenta características psicológicas somatizadas tales como angustia, irritabilidad, mal humor, insomnio.

En los últimos casos aparece la extorsión a los padres por medio del autosecuestro, organizado por alguno de los hijo(as), amigo(as), y a los que exigen a los padres cantidades para su propia satisfacción de necesidades inmediatas (dinero para gastarlo en viajes, drogas, fiestas, etcétera). Este hecho delictivo va desde aquel que se autorroba, transportistas, empresarios, hombres y mujeres , comerciantes, estudiantes, parejas en conflicto y jóvenes que solicitan cantidades de dinero a sus padres para buscar venganza o solventar gastos extras.

Este recae enteramente sobre bienes materiales y debe diferenciarse del robo, por cuanto su propietario se le exige cierta cantidad de dinero para su devolución. Secuestro de aviones, esta modalidad delictiva del terrorismo aéreo expone al peligro a un número mayor de personas. Su ejecución siempre ha estado bajo la autoría de grupos extremista

Por regla general, la legislación de todos los países dicta penas muy elevadas para este tipo de delitos, llegando en algunas ocasiones a la pena de muerte. En Estados Unidos han sido ejecutados varios secuestradores a lo largo de su historia.

En multitud de ocasiones, las penas por secuestros están asociadas al hecho de que hayan terminado en el asesinato de las víctimas. En cualquier caso, un secuestro siempre acarrea graves secuelas psicológicas a las víctimas, lo que es causa de que sea considerado un delito de gravedad.

Por ejemplo, en el estado de Chihuahua, México, el secuestro es penado con prisión perpetua, y hasta el momento alrededor de 30 personas han sido condenadas por ese delito.

Uno de los trastornos psicológicos que pueden derivarse de un secuestro es el llamado síndrome de Estocolmo. Se trata de una reacción psíquica en la cual la víctima de un secuestro, o persona retenida contra su propia voluntad, desarrolla una relación de complicidad con quien la ha secuestrado. En ocasiones, dichas personas secuestradas pueden acabar ayudando a sus captores a alcanzar sus fines o a evadir a la policía.

Debe su nombre a un hecho sucedido en la ciudad de Estocolmo (Suecia). En 1973 se produjo un atraco en el banco Kreditbanken de la mencionada ciudad sueca. Los delincuentes debieron mantener como rehenes a los ocupantes de la institución durante 6 días. Cuatro personas —tres mujeres y un hombre— fueron tomadas como rehenes, pero una de las prisioneras se resistió al rescate y a testificar en contra de los captores. Otras versiones indican que esa mujer fue captada por un fotógrafo en el momento en que se besaba con uno de los delincuentes. Y se negaron a colaborar en el proceso legal posterior.[3]



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