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Servicios ecosistémicos



Los servicios del ecosistema, servicios ecosistémicos o servicios ambientales son recursos (bienes y servicios) o procesos de los ecosistemas naturales que benefician a los seres humanos. Incluye productos como agua potable limpia y procesos tales como la descomposición de desechos. Mientras que los ecólogos y otros científicos han discutido los servicios del ecosistema durante décadas, estos servicios se han popularizado y sus definiciones fueron formalizadas por la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio (EM) organizada por las Naciones Unidas en 2005. Un estudio de cuatro años que involucró a más de 1300 científicos del mundo entero.[1]​ Con esto se agruparon los servicios de ecosistemas en cuatro categorías amplias: aprovisionamiento (como la producción de agua y de alimentos), regulación (control del clima y de las enfermedades), apoyo (para los ciclos de nutrientes y la polinización de cultivos) y cultural (beneficios espirituales y recreativos).

Los efectos del calentamiento global y otras actividades que destruyen y dañan los ecosistemas (como la deforestación) degradan los servicios ambientales.[2]​ Existen muchas propuestas políticas para frenar, mitigar o contrarrestar estas actividades y sus efectos. Algunas propuestas incluyen la asignación de un valor económico a los servicios de los ecosistemas, en general con miras al establecimiento de algún sistema de acuerdo entre los actores privados y los estados para compensar a aquellos propietarios privados cuya tierra preste servicios ecosistémicos. Los ejemplos incluyen los mercados de biodiversidad o los pagos por servicios ambientales.

Los sectores económicos también se benefician de los servicios ambientales, especialmente en las actividades agrícolas, en la industria forestal y la pesca. Estos sectores también son los que más impactos negativos tienen sobre los servicios ambientales.[3]

La noción de la dependencia humana de los ecosistemas de la Tierra se remonta hasta el inicio de la existencia de la especie humana, ya que ella se benefició de los productos de la naturaleza para su alimentación y para su protección contra los rigores climáticos. El reconocimiento de cómo los ecosistemas pueden proporcionar servicios complejos a los seres humanos data de Platón (c. 400 a. C.), quien entendió que la deforestación podría conducir a la erosión de la tierra y el secado de manantiales.[4]​ Sin embargo, las ideas modernas de los servicios del ecosistema probablemente comenzaron con Marsh en 1864,[5]​ cuando desafió la idea de que los recursos naturales de la Tierra son ilimitados, señalando los cambios en la fertilidad del suelo en el Mediterráneo. Sin embargo, sus observaciones y precauciones pasaron desapercibidas en su momento y no fue hasta la década de 1940 que el asunto nuevamente llamó la atención. Durante esta época, los tres autores principales —Osborn,[6]​ Vogt,[7]​ y Leopold[8]​— despertaron y promovieron el reconocimiento de la dependencia humana del medio ambiente, con la noción del «capital natural». En 1956, Sears[9]​ llamó la atención sobre el papel fundamental de los ecosistemas en el procesamiento de los desechos y el reciclado de los nutrientes. Un libro sobre las ciencias del medio ambiente[10]​ llamó la atención sobre «la amenaza más sutil y peligrosa para la existencia del hombre... la destrucción potencial, por las propias actividades del hombre, de los sistemas ecológicos de los que depende la especie humana». El término «servicios ambientales» fue eventualmente introducido en un informe sobre el Estudio de problemas ambientales críticos,[11]​ que mencionó servicios como la polinización por insectos, la pesca, la regulación del clima, y el control de inundaciones. En los años siguientes, se utilizaron algunas variaciones del término, pero con el tiempo la denominación «servicios del ecosistema» se convirtió en la definición normalizada para la literatura científica.[12]​ Ampliaciones modernas del concepto de servicios del ecosistema incluyen objetivos socioeconomías y Conservacionistas que se analizarán a continuación. Para una historia más completa de los conceptos y la terminología de los servicios del ecosistema, véase Daily (1997).[4]

El término fue introducido por Robert Costanza y sus colaboradores en trabajos científicos orientados a valorar el medio natural en un lenguaje compatible con el de la Economía estándar, que rechaza hablar de valor si no es en términos estrictamente monetarios y relativos a transacciones. Regularmente, los servicios ambientales son gratuitos para la gente que disfruta de ellos, mientras que los dueños y poseedores de las tierras donde estos se dan, que los proveen, no son compensados en forma alguna por ello.

Detrás del concepto de servicio natural hay análisis que demuestran que la Naturaleza ofrece algo más que valores estéticos, como la belleza del paisaje o un hábitat para las fieras. Aunque el valor recreativo es el más fácil de reconocer, y es el fundamento de actividades económicas importantes como el turismo rural y el ecoturismo, los mayores beneficios (y perjuicios) no son apreciables sin una visión integrada de la naturaleza y de la inserción de la humanidad en ella. Los servicios ambientales son directamente dependientes del funcionamiento "saludable" de los ecosistemas y de la biodiversidad que estos contienen. Cuando los ecosistemas se degradan también lo hacen los servicios que prestan; pero mientras que los ingresos monetarios derivados de acciones dañosas para la naturaleza son contabilizados, los costes a que se refiere este concepto son sistemáticamente ignorados por indirectos o diferidos, es decir, son externalizados. El problema tiene que ver con la decisión por la economía académica, de raíz neoclásica, de considerar improcedente cualquier concepto de valor que no derive de las preferencias de los agentes económicos tal como se expresan en las transacciones del mercado. Mientras que los costes y beneficios pueden estar más o menos claros, a pesar de la asimetría en la información, para quienes voluntariamente realizan una transacción, los costes indirectos para otros, es decir las externalidades, son ignorados sistemáticamente de manera más o menos deliberada.

El informe de la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio (EEM) de 2005 define los servicios del ecosistema como «los beneficios que los seres humanos obtienen de los ecosistemas» y distingue cuatro categorías, de las cuales los llamados servicios de apoyo son considerados como la base para los servicios de las otras tres categorías.[1]​ Las listas siguientes representan muestras de cada uno:

Servicios del ecosistema «que son necesarios para la producción de todo los demás servicios del ecosistema»[13]

«productos obtenidos de los ecosistemas»[13]

«Los beneficios obtenidos de la regulación de los procesos de los ecosistemas»[13]

«beneficios no materiales que las personas obtienen de los ecosistemas a través del enriquecimiento espiritual, el desarrollo cognitivo, la reflexión, la recreación y las experiencias estéticas»[13]

Ejemplos de servicios naturales son:

Los siguientes casos pueden facilitar el entendimiento de las relaciones entre los seres humanos y los ecosistemas naturales a través de los servicios derivados de ellos:

La comprensión de los servicios del ecosistema requiere una base sólida en ecología, la ciencia que describe los principios básicos y las interacciones de los organismos y el medio ambiente. Dado que las escalas en las que estas entidades interactúan puede variar de microbios a paisajes, milésimas de segundo a millones de años, uno de los grandes desafíos pendientes es la caracterización descriptiva del flujo de materiales y energía entre ellos. Por ejemplo, la superficie del suelo del bosque, el detritus sobre ella, los microorganismos en el suelo y las características del propio suelo, todos contribuirán a la capacidad del bosque de prestar servicios ecosistémicos como la captura de carbono, purificación de agua, y prevención de erosión a otras áreas dentro de la cuenca. A menudo servicios son agrupados, y cuando se logra asegurar los beneficios de objetivos específicos, es probable que haya beneficios adicionales, por ejemplo, el mismo bosque puede ofrecer hábitat para otros organismos, así como ofrecer espacio para la recreación humana, que son también servicios del ecosistema. La complejidad de los ecosistemas de la Tierra constituye un reto para los científicos que tratan de entender cómo las relaciones se entretejen entre los organismos, los procesos y sus alrededores.

Porque se relaciona a la ecología humana, el programa de investigación propuesto para el estudio de los servicios de los ecosistemas incluye los siguientes pasos:[19]

Para mejorar y normalizar la evaluación de la funcionalidad de los PSE, se desarrolló una metodología que permite cuantificar la importancia relativa de las diferentes especies en términos de su eficiencia y abundancia.[23]​ Estos parámetros proporcionan indicaciones sobre la forma en que las especies responden a cambios en el medio ambiente (por ejemplo, los depredadores, la disponibilidad de recursos, el clima) y son útiles para la identificación de las especies que son desproporcionadamente importante en la prestación de servicios ecosistémicos. Sin embargo, esta técnica tiene la desventaja que no toma en cuenta los efectos de las interacciones, que son a menudo complejas y fundamentales para el mantenimiento de un ecosistema y que pueden incluir a especies que no son fácilmente identificadas como importantes. No obstante, la estimación de la estructura funcional de un ecosistema, combinada con información sobre las características de las especies individuales, puede facilitar el entendimiento de la resiliencia de un ecosistema en medio de cambios ambientales.

Muchos ecologistas piensan que la prestación de servicios ecosistémicos puede ser estabilizada con una biodiversidad mayor. El aumento de la biodiversidad también beneficia a la variedad de servicios ecosistémicos. La comprensión de la relación entre la biodiversidad y la estabilidad de un ecosistema es esencial para la gestión de recursos naturales y sus servicios.

El concepto de la redundancia ecológica se refiere a veces a compensación funcional y supone que más de una especie realiza una determinada función dentro de un ecosistema.[24]​ Más específicamente, se caracteriza por una especie particular que aumenta su eficiencia al proporcionar un servicio cuando las condiciones están estresadas, con el fin de mantener la estabilidad general en el ecosistema.[25]​ Sin embargo, esta creciente dependencia de una especie estabilizadora ejerce presión adicional sobre el ecosistema y con frecuencia aumenta su susceptibilidad a disturbio posterior. La hipótesis de la redundancia puede resumirse como «la redundancia de especie aumenta la resiliencia del ecosistema».[26]

Otra noción, conocida como el efecto cartera, compara la diversidad biológica a la tenencia de una cartera de valores, en la cual la diversificación reduce la volatilidad de la inversión, o en este caso, reduce el riesgo de inestabilidad de los servicios ecosistémicos.[27]​ Esto está vinculado a la noción de la diversidad de respuesta, en la cual un conjunto de especies exhibirán respuestas diferenciales a una cierta perturbación ambiental, creando conjuntamente una función estabilizadora que preserva la integridad de un servicio.[28]


Aunque la conciencia ambiental está creciendo rápidamente, la comprensión de la noción del capital ecosistémico y su flujo sigue siendo deficiente, las amenazas ambientales continúan imponiéndose, y sufrimos de la llamada «tragedia de los comunes».[29]​ Muchos de los esfuerzos por informar a los tomadores de decisiones de los costos y beneficios actuales versus futuros, involucran traducir el conocimiento científico en términos económicos, articulando las consecuencias de nuestras decisiones en unidades comparables de impacto sobre el bienestar humano.[30]​ Un aspecto especialmente desafiante de este proceso es que la interpretación de la información ecológica recogida en una escala espacio-temporal específica, no significa necesariamente que se puede aplicarla a otra escala; el entendimiento de la dinámica de los procesos ecológicos relativos a los servicios ecosistémicos es esencial en la toma de decisiones económicas.[31]​ Se puede también asignar un valor económico a factores de ponderación, como la imposibilidad de sustituir a un servicio o paquete de servicios, de tal manera que el logro de objetivos se vuelve más eficiente.

La valoración económica de servicios ecosistémicos implica también la información y comunicación social, áreas que son particularmente desafiantes y que son el foco de mucha investigación. Aunque los individuos pueden tomar decisiones por una variedad de razones, las tendencias generales revelan las preferencias agregadas de una sociedad con respecto a ciertos servicios, de las que se desprende la posibilidad de asignar un valor económico. Los seis principales métodos para valorar servicios del ecosistema en términos monetarios son las siguientes:[32]

Aunque la fijación de precios monetarios continúa con respecto a la valoración de los servicios ecosistemicos, los retos en la gestión e implementación de políticas son importantes y multitudinarios. La administración de recursos comunes es un tema que recibe amplia atención académica.[33][34][35][36][37]​ Desde la definición de los problemas a la búsqueda de soluciones que se pueden aplicar de manera práctica y sostenibles, hay mucho para superar. La evaluación de las opciones debe equilibrar las necesidades humanas presentes y futuras, y los encargados de tomar decisiones a menudo deben trabajar con información válida, pero incompleta. Las políticas legales existentes a menudo se consideran insuficientes, ya que frecuentemente se refieren a las normas basadas en la salud humana, las cuales no coinciden con las medidas que son necesarios para proteger la salud del ecosistema y los servicios ecosistemicos. Para mejorar la información disponible, se sugirió la aplicación del «Marco de Servicios Ecosistémicos» (en inglés: Ecosystem Services Framework, ESF)[38]​), que integra las dimensiones socioeconómicas y biofísicas de la protección del medio ambiente y que está diseñado como guía para que las instituciones puedan superar el flujo de información y la jerga multidisciplinaria, ayudando a orientar las decisiones estratégicas.

Se necesitan métodos nuevos y expeditos para manejar la gestión de los servicios ecosistémicos de la Tierra. Los esfuerzos de gestión colectivo local hasta regional podrían considerarse apropiado para servicios como la polinización de los cultivos o para recursos como el agua.[19][33]​ Otro enfoque que se volvió más popular en la última década es la comercialización de la protección de los servicios ecosistémicos. El pago y el comercio de servicios es una solución a pequeña escala emergente en el mundo entero, a través de la cual se puede adquirir créditos para actividades como el patrocinio de la protección de las fuentes del secuestro de carbono o la rehabilitación de los proveedores de servicios del ecosistema. En algunos casos, se han establecido bancos para el manejo de este tipo de créditos y algunas empresas de conservación, incluso salieron a bolsa en los mercados bursátiles, definiendo un creciente vínculo paralelo con los esfuerzos económicos y oportunidades para atar las percepciones sociales.[30]​ Sin embargo, para la implementación es crucial la existencia de derechos de tierras bien definidos, lo que a menudo falta en muchos países en desarrollo.[39]​ Muchos países en desarrollo ricos en bosques que sufren la deforestación, experimentan conflictos entre los diferentes actores del ámbito forestal.[39]​ Además, la preocupación por este tipo de transacciones globales incluyen la compensación inconsistente por servicios o recursos sacrificados en otros lugares y justificaciones erróneas para el uso irresponsable. Otro enfoque se ha centrado en la protección de focos de servicios ambientales. El reconocimiento de que la conservación de muchos servicios del ecosistema se alinea con los objetivos de conservación más tradicionales (como por ejemplo la biodiversidad) ha llevado a la propuesta de fusionar los objetivos para maximizar su éxito mutuo. Esto puede ser particularmente estratégico al utilizar redes que permiten el flujo de servicios a través de paisajes, lo que también podría facilitar la obtención de los medios financieros para proteger los servicios mediante una diversificación de los inversores.[40][41]

Por ejemplo, en los últimos años hubo un interés creciente en la valoración de los servicios ecosistémicos proporcionados por la producción y restauración de mariscos.[42]​ Como una especie clave, con una posición baja en la cadena alimentaria, los crustáceos bivalvos, como las ostras, apoyan una compleja comunidad de especies mediante la realización de una serie de funciones esenciales para la variedad de especies que las rodean. También existe un creciente reconocimiento de que algunas especies de moluscos pueden influir o controlar muchos de los procesos ecológicos; tanto así que fueron incluidas en la lista de «ingenieros del ecosistema», organismos que física, biológica o químicamente modifican el entorno que los rodea de tal manera que tiene influencia sobre la salud de otros organismos.[43]​ Muchas de las funciones ecológicas y procesos realizados o influidos por los mariscos contribuyen al bienestar humano, proporcionando un flujo de valiosos servicios ecosistémicos a lo largo del tiempo mediante la filtración de materiales particulados y potencialmente mitigando los problemas de calidad del agua mediante el control del exceso de nutrientes en el agua.



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