Shejiná es una palabra hebrea que significa ‘la radiancia’ o ‘la presencia’ de Dios (Yahveh, Jehová). En la Cábala, misticismo judío.
El sustantivo shejiná se deriva del verbo shakán o shaján (שכן), que en el idioma hebreo bíblico significa literalmente ‘residir’, y es usado con frecuencia en la Biblia hebrea (el Tanaj, conocido en el cristianismo como Antiguo Testamento). En hebreo rabínico antiguo, la palabra se usa con frecuencia para referirse a los nidos y a la costumbre de las aves de habitar en ellos. De la misma manera, en el pensamiento judío clásico, la shejiná se refiere a la morada de la presencia divina, hasta el punto de que en la proximidad a la shejiná se percibe con mayor fuerza la comunión con Dios.
La palabra hebrea mishkán (el tabernáculo del templo, donde mora Dios), se deriva de la mencionada raíz shakán. También se usaba como la bendición del shabat (sábado) en el Templo de Jerusalén. Se cree que la palabra griega skene (‘habitar’) está relacionada con shejiná y shakán.
El concepto shejiná, la presencia divina de Dios, ha cambiado con los siglos. Su origen se remonta a las tradiciones orales que se transmitían de generación en generación refiriéndose a la luz del lucero de la mañana (que ahora se conoce como el planeta Venus. Así como en Egipto la estrella más brillante del firmamento, la estrella Sirio, era considerada como la presencia del dios Osiris, en varias regiones del Oriente medio la luz del planeta Venus ―que en Canaán se llamaba Ashera― se consideraba la presencia de Yahveh. Sin embargo, el nombre shejiná parece haberse utilizado cuando la luz del planeta Venus estaba en su mayor esplendor, en particular durante el solsticio de invierno (21 de diciembre).
En tiempos precristianos los que conocían las posiciones y los movimientos de las estrellas eran considerados conocedores de los dioses y por tanto sacerdotes, y como tales eran entrenados. Ellos eran los encargados de investigar y anunciar, por ejemplo, en qué posición del zodíaco se encontraba el Sol. Para tal efecto estaban pendientes en observar las estrellas antes del amanecer. Entre los luceros que se veían antes de salir el sol estaba el planeta Venus y el planeta Mercurio, estos con la cualidad de estar siempre cerca al Sol tanto en la mañana como al anochecer. Cuando está a un lado del Sol se ve en la mañana y cuando está al otro lado se ve al anochecer. La aparición de Venus en el este era la anunciación de días especiales, en particular si había una conjunción con el planeta Mercurio. Si el evento se realizaba en uno de los equinoccios o de los solsticios este adquiría mayor relevancia. Para los sacerdotes del antiguo pueblo judío era en el equinoccio de invierno cada 40 años, según el libro Unlocking the Secrets of the Hiram Key (1996), de Chris Knight y Robert Lomas.
Los sacerdotes establecían sus oráculos de manera que la luz de Venus, es decir la shejiná, radiara sobre ellos antes del amanecer. Más tarde los templos se construían de manera que esta luz penetrara por alguna ventana oriental hecha para tal efecto. La consagración de los reyes se realizaba durante este evento especial, era quizá única forma para que un rey fuera considerado como legítimo representante de Dios en la tierra, pues la luz de Dios debía brillar sobre ellos. Es posible que haya habido el requisito, o al menos el deseo, de que el candidato a monarca hubiera nacido en el solsticio de invierno (el 21 de diciembre) y que para tal efecto los reyes trataban de concebir sus hijos nueve meses antes de este solsticio, es decir en el equinoccio de primavera (el 21 de marzo). Cuando la shejiná no se hacía presente no se podía celebrar un evento especial. La shejiná podría estar cubierta por un día nublado, podría no presentarse en la mañana por estar al occidente del sol, o algunas veces no se hacía presente como se esperaba cada cuarenta años debido a que la conjunción de Mercurio y Venus no sucede siempre con la regularidad esperada de 40 años, en tal caso su "alejamiento" era considerado como consecuencia de un pueblo pecador.
Siguiendo esta línea de pensamiento, cuando la luz shejiná brillaba con todo su esplendor en el solsticio de invierno, algunos afirman que los sacerdotes astrólogos esperaba el nacimiento de un nuevo rey.
En tiempos actuales la asociación de la shejiná con el planeta Venus ha desaparecido pero se ha mantenido sus atributos como conceptos espirituales.
Ver también Génesis 9:27, Génesis 14:13, Salmos 37:3, Jeremías 33:16.
Muchos sostienen que la shejiná representa los atributos femeninos de la presencia de Dios (donde Shejiná es una palabra femenina en hebreo), con base especialmente en el Talmud.
Además de las diferentes indicaciones de la presencia o gloria de Dios registradas en la Biblia Hebrea, muchos cristianos consideran que la Shejiná también se manifiesta en diferentes lugares del Nuevo testamento.
El Diccionario bíblico Easton, publicado en 1897, presenta la siguiente definición:
En el Nuevo testamento, la shejiná se asemeja con frecuencia a la presencia del Espíritu Santo en el creyente, constituyendo un paralelo a la presencia de Dios en el Templo de Salomón. La shejiná está vinculada a la profecía en el cristianismo de la misma manera que en el judaísmo:
En el cristianismo existen diferentes referencias a la shejiná, donde se manifiestan la presencia y la gloria de Dios como sinónimos, como se ilustra en el siguiente ejemplo del libro del Éxodo:
También se encuentran numerosas referencias en el Nuevo testamento, tanto de manera literal como «espiritual». (Ver, por ejemplo, Juan 17:22, donde Jesús dice: «Y yo, la gloria que me diste les he dado; para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa»).
Raphael Patai establece que Shejiná se refiere a una diosa, al comparar y contrastar documentos judíos cabalísticos y de las Escrituras. Se hace una distinción histórica entre Shejiná y Matronit.
El poeta estadounidense Gustav Davidson definió Shejiná como la encarnación femenina del ángel Metatrón.
El Corán menciona la sakina (‘tranquilidad’), refiriéndose a las bendiciones del consuelo y la ayuda sobre los hijos de Israel y sobre Mahoma. Notablemente, Sakina ―o Sakina binte Hussain― fue también el nombre de la hija más joven de Husayn ibn Ali. Ella fue la primera mujer en la historia registrada a la que se le dio ese nombre.
Algunos religiosos comparativos han sugerido una comparación de la Shejiná hebrea con Shaktí, la energía femenina de los dioses hinduistas.[cita requerida]
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