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Sonia Rescalvo Zafra



El 6 de octubre de 1991, la mujer transexual Sonia Rescalvo Zafra fue asesinada de una paliza brutal por un grupo de neonazis en el Parque de la Ciudadela, en Barcelona. Su asesinato adquirió gran relevancia por ser «el primer crimen de una transexual por el mero hecho del serlo del que se tiene información y constancia en España».[1][2]

En 1991 la transexualidad era marginada y reprimida, ignorada como objeto político. En consecuencia, las personas transexuales estaban prácticamente fuera de la ley y, sobre todo las mujeres transexuales, se encontraban cercanas al mundo de la prostitución, a menudo la única posibilidad de encontrar trabajo y sobrevivir.[3]

Sonia, a veces también en catalán Sònia, huyó de su familia a los 16 años de su Cuenca natal, para refugiarse en el anonimato de la gran ciudad, en Barcelona. Durante un tiempo le fue bien y consiguió incluso actuar en el teatro Arnau, en el Paralelo de Barcelona. Sonia, que en 1991 tenía 45 años, había caído en la prostitución y la indigencia, lo que la obligaba a dormir al raso.[1][4]

La noche del 6 de octubre de 1991, después de una noche de juerga, seis neonazis de ideología ultraderechista se colaron en el Parque de la Ciudadela de Barcelona por un agujero de la verja, dirigiéndose a la glorieta de los Músicos, lugar habitual de reunión de homosexuales y transexuales.[1][2]

Allí propusieron «tocar el tambor», forma en la que llamaban el dar patadas con sus botas reforzadas con punta de hierro en la cabeza de sus víctimas. Sonia y su compañera de trabajo Dori o Doris Romero dormían esa noche al raso, en el parque, y fueron identificadas por el grupo como «bultos» con «aspecto de travesti». La paliza que recibieron Sonia y Dori fue de tal violencia que uno de los agresores se rompió una uña del pie, a pesar de que su bota estaba protegida con un refuerzo de acero. Los primeros informes periodísticos confundieron a Sonia con una persona negra, tal como lo explica el magistrado José Joaquín Pérez Beneyto, pues «Fue tal la paliza que le dieron que era todo moratones». Dori consiguió sobrevivir «por mera casualidad» según la misma sentencia, pero Sonia falleció «de una lluvia de patadas en la cabeza y de un trastazo en el pecho con un palo de escoba».[1][2][5]

Tras dejar a ambas moribundas en el suelo, dieron una paliza a un indigente tuerto, Miguel Pérez Barrieras, que se encontraba cerca. Como consecuencia, Miguel perdió el único ojo con el que veía, quedándose ciego.[1]

Posteriormente los seis agresores se dirigieron al bar Vis a Vis.[1]​ Al día siguiente se reunieron con un amigo, Óscar Lozano, para contarle los hechos.[5]

La prensa de la época mostró poco respeto y comprensión por Sonia, empleando su nombre de nacimiento, tratándola con el artículo masculino y de «homosexual travestido».[2][5]

El juez de instrucción, José Joaquín Pérez Beneyto, encargó a los Mozos de Escuadra la primera investigación por asesinato realizada por el cuerpo. La investigación fue dirigida por Carles Molinero, subinspector de los Mozos, y su equipo, formado por siete personas. En febrero de 1992 escucharon la siguiente conversación de Héctor López Frutos, uno de los sospechosos que estaba siendo vigilado, con una chica:[1]

La conversación permitió detener a siete jóvenes de entre 16 y 17 años: Pere Alsina Llinares, David Parladé Valdés, Héctor e Isaac López Frutos, Andrés Pascual Prieto, Oliver Sánchez Riera y Óscar Lozano. Los registros de sus viviendas produjo numerosa documentación neonazi, armas blancas, como bates de béisbol y puños americanos, y carnés de los Boixos Nois.[1]​ Diversas personas relacionadas con la investigación, entre ellas el subinspector Molinero, señalaron «el nivel de desafío, beligerancia, prepotencia y chulería» mostrado por los detenidos y su entorno familiar.[1][3]

Tres años más tarde, los detenidos fueron condenados a 310 años de cárcel.[5]​ Posteriormente, el Tribunal Supremo rebajó las penas a la mitad.[4]​ En 2011, a excepción de dos de ellos, todos estaban en libertad.[1]

La investigación sirvió de punto de inflexión para el trato de los crímenes de odio y de la discriminación en Barcelona, que finalmente llevó a la creación de una fiscalía especializada.[1]​ Los hechos, junto con la persecución que realizó el Ayuntamiento de Barcelona de las trabajadoras del sexo del Camp Nou con motivo de las Olimpiadas de 1992, también fueron uno de los puntos de inflexión de la lucha por los derechos de los transexuales en Barcelona y España.[3]

En 1993, la Coordinadora de Frentes de Liberación Homosexual del Estado Español colocó en el quiosco de música que preside la glorieta en la que fue asesinada Sonia una placa conmemorativa.[6]​ En 2011 se colocó en la glorieta el Monumento en memoria de los gais, lesbianas y personas transexuales represaliadas, precisamente por haber sido el lugar del asesinato de Sonia.[7]​ En 2013 se renombró la glorieta como «Glorieta de la Transsexual Sònia», colocándose un nuevo cartel más visible:[8][9]



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