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Túbulos seminíferos



Los túbulos seminíferos son pequeños tubos (entre 150 a 250µm de diámetro y 30 a 70 cm de largo) que se hallan dentro de los testículos,[1]​ los cuales se encargan de producir espermatozoides, y la hormona testosterona masculina[2]​.

Sus paredes están cubiertas de espermatogonias, que son las células germinativas que, al dividirse por mitosis y meiosis, generan espermatozoides que se liberan en la luz del túbulo por un proceso denominado espermiación.

En túbulos seminíferos se desarrolla la espermatogénesis.[3]​ Desarrollan una pared gruesa y compleja llamada epitelio seminifero, compuesta por 2 tipos de células: las células germinativas (espermatogonias), que proliferan y se diferencian en espermatozoides; y las células de Sertoli, que sostienen a las células germinativas e intervienen en su nutrición. Una lámina basal separa el epitelio seminífero del tejido conectivo circundante en donde se encuentran las células de Leydig que producen testosterona.[4]

Cerca del medianismo (vértice de los lobulillos), los extremos de cada túbulo seminífero se enderezan y forman los llamados tubos rectos, que ingresan en el mediastino y desembocan en una red de canalículos denominada rete testis. A su vez, de la rete testis parten de 12 a 14 tubos muy delgados conocidos como conductillos eferentes, cuyos extremos distales convergen en un conducto muy largo y enrollado llamado epidídimo. En el epidídimo se origina la espermiohistogénesis que es el periodo en que los espermatozoides obtienen el acrosoma (vital para la fecundación) y una capa que lo protege del ph de la vagina (glicolema). Los tramos de la vía excretora que siguen son: el conducto deferente, el conducto eyaculador y la uretra.[5]



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