Tanatopraxia (del griego θάνατος ‘muerte’ y πράξις ‘acción’) es el conjunto de prácticas que se realizan sobre un cadáver desarrollando y aplicando métodos tanto para su higienización, conservación, embalsamamiento, restauración, reconstrucción y cuidado estético del cadáver, como para el soporte de su presentación..
El proceso se realiza de acuerdo con las normas higiénico-sanitarias realizando las extracciones que formalmente se le soliciten, respetando los diferentes ritos religiosos y manejando las técnicas y habilidades en relación. La persona tanatopractora es aquella calificada para desarrollar las técnicas utilizadas en la tanatopraxia.
El ritual funerario ha sido y es uno de los exponentes del nivel cultural y grado de desarrollo social, de las ideas filosóficas e inquietudes metafísicas de una comunidad. En una ojeada por diversos focos de culturas, podemos apreciar las relaciones entre grado de cultura y los ritos póstumos. Puede diferenciarse dos organizaciones socioculturales elementales:
Resumen dividido en eras o períodos:
En la prehistoria llama la atención, que en lugares de diversos orígenes y muy alejados entre sí, existe el propósito de conservar los cadáveres en las más variadas culturas.
La idea de la continuidad de la vida eterna en otra vida más allá es la que ha impulsado el progreso de las técnicas de conservación. Las ideas religiosas establecían que el cuerpo era necesario para el alma, (o el espíritu del muerto), pudiera gozar de la otra vida, naciendo con ello la necesidad de que el cuerpo fuese conservado.
En la Prehistoria propiamente dicha, al menos no se han encontrado en las momias restos de sustancias conservantes, (aunque algunas momias llevaban envolturas y vendas de lino), sino que más bien se trataba de procesos de momificación natural, por agentes físicos atmosféricos, naturaleza de los terrenos (porosos y secos, con sustancias salinas, o aires muy secos y cálidos, o bien temperatura ambiente muy fría, etc.., como en unas momias encontradas en Dinamarca, que datan de unos 8.000 años A.C.
Los restos momificados del Neolítico que se han encontrado embadurnados con una pasta encarnada, se piensa que más que conservación, se trataba de intentos de purificación ritual del cadáver. De estas épocas, existen hallazgos de inhumaciones con sus armas y utensilios (para servirse en la otra vida), en posición de cúbito lateral, otras en posición fetal o sentados, otros en círculo; y otros incluso dentro de vasijas de cerámica, o en cajas de piedra.
En poblados palafíticos, se han encontrado momias envueltas en tramas de tejido o envueltas en papiro empapadas en sustancias resinosas, habiéndose favorecido el proceso de momificación por el ambiente húmedo, por la transformación grasa o adipocira, propia de los terrenos pantanosos.
Las ideas animistas, aparecidas en estos pueblos posteriormente, adjudican a todo lo que les rodea, sea persona, vegetal o animal, un espíritu que puede ser bueno o malo y a los cuales hay que tener contentos y no ejerzan influencia maligna, siendo esta una idea básica que impulsa al hombre a efectuar la conservación, que realiza con los burdos procedimientos de que dispone, para contentar al “tótem”, y así realizaban:
En las sociedades más primitivas, se efectuaba:
En las antiguas culturas históricas, la religión ejercía una gran influencia, lo que explica la extensión y perfección que llegaron a alcanzar los embalsamamientos.
Los sumerios, en Asia occidental, 5000 años a.C. que gozaban de una civilización muy importante para aquella época, nos han dejado en Ur, en la antigua Caldea, las tumbas reales, con enormes tesoros, principalmente la de la reina Shundart. Igualmente, se han encontrado tumbas reales en el territorio de Asia menor, ocupado por los tertesios, que datan de 3500 años a.C. Usaban una escritura jeroglífica de 560 signos. Estas momias estaban embalsamadas con aceites, perfumes, esencias vegetales, mirra, azafrán, etc.. previa evisceración, envolviendo después el cuerpo con gasas. Indudablemente, esto influyó en los rituales faraónicos posteriormente.
Las colonias norteafricanas, como Cartago, empleaban técnicas de embalsamamiento y sarcófagos, similares a los de los egipcios, poniendo el nombre del difunto a la cabecera del mismo, para que el alma no tuviese dificultad en encontrar su cuerpo.
Entre los antiguos judíos, no se efectuaban embalsamamientos. Únicamente lavaban los cadáveres y los aromatizaban y envolvían en una mortaja fajándoles brazos y piernas, previa unción con mirra y áloes, así como hierbas diversas, pero más como ritual que como idea de conservación.
Los persas utilizaban la cera, recubriendo totalmente el cadáver.
Los etíopes lo hacían con goma transparente.
Los griegos prehelénicos no usaban la conservación, sino la cremación, aunque en el caso de Alejandro Magno, su cuerpo fue conservado en miel, así como el de Argesialo. Y a veces, copiando a los persas, envolvían el cuerpo con cera. Si conservaban el cadáver era por disponer de más tiempo para rendir honras fúnebres, o para trasladarlo.
Los antiguos romanos tenían muchos puntos de contacto con los griegos. Los Patricios lavaban el cadáver, lo perfumaban, lo vestían con sus galas y eran expuestos en el camino, para que los amigos pudieran verlos y despedirse de ellos. En la época de la República se ordenó la cremación y las cenizas se colocaban en columbarios.
Era tal el galimatías religioso en Roma, según las castas sociales, e incluso dentro de una misma familia, que cada uno tenía sus dioses y cada uno rendía honras fúnebres de distinta manera.
En los pueblos euroasiáticos, los ocupantes de las llanuras de Asia Central, embalsamaban a sus reyes, como los escitas, rellenando sus cavidades con plantas aromáticas, azafrán, incienso y enebro, cosiéndolo y recubriéndolo con cera. A los lacayos, que enterraban con el rey, los rellenaban de paja, así como a los caballos, como se han encontrado en los Kurganes (enterramientos esteparios).
En Altái, en tumbas que datan de muchos siglos antes de Cristo, se ha podido constatar una conservación con embalsamamiento trepanando y vaciando el cráneo y relleno de sustancias aromáticas vegetales, reponiendo el hueso, cosiendo la piel con pelo de caballo o camello. Evisceraban las cavidades por cortes longitudinales y descarnaban todo lo posible, porque pensaban que para la resurrección sólo eran precisos los huesos y la piel, cosiendo luego por planos.
En las civilizaciones clásicas, culturas mediterráneas, culturas asiáticas y la América precolombina, el nivel sociocultural era muy superior. Sobre todo en Egipto, y dentro del país, las ciudades costeras, el nivel cultural fue extraordinario, en costumbres, modas, artículos de uso, intercambios comerciales, hábitos religiosos, etc. Existía el censo de población, e incluso la declaración de la renta, el contrato y su registro, etc..
Egipto carecía de arbolado, la madera era materia preciosa, que en un principio requería guerras para conseguirla (hasta que el desarrollo del comercio en el delta la hizo menos costosa). Por eso, los egipcios fueron los mejores constructores en piedra, los mejores canteros que jamás hayan existido. Las grandes construcciones rectas o escalonadas, templos y edificios públicos, palacios, etc.. eran solemnes y monumentales.
La religión daba sentido a todos los actos de la vida egipcia, infundía a las gentes la noción del deber, engendraba manifestaciones artísticas y justificaba la potencia real. Así concebida, la vida de los egipcios alcanzó un alto nivel intelectual.
Todo el ritual religioso-funerario se inspiraba en el mito de Osiris, dios del agua (más preciada que el oro), de las inundaciones, de la Vegetación y de la vida (terrenal y la del más allá), de la resurrección, porque Osiris fue asesinado por su hermano Seeth, siendo resucitado por el amor de su esposa Isis y vengado por su hijo Horus, y acompañó después al gran Dios creador Ra, participando también de su poder creador.
Y así, todos los egipcios querían seguir el mismo camino y resucitar también como Osiris. El medio para conseguirlo es que el principio vital que ellos admitían (Ka), pudiera unirse al cuerpo (conservado para ello) volviendo a construirse una personalidad consciente, un alma: el BAA (KA + cuerpo = Baa). Y como así continuaba la vida en el más allá, se hacían las ofrendas al difunto, de todas las clases, incluso de sus animales domésticos.
Una de las causas de la caída del Antiguo Imperio fue que el pueblo exigió el embalsamamiento para poder gozar en la otra vida, cosa que hasta entonces estaba reservada a reyes y magnates, sacerdotes, etc.. lo que produjo verdaderas revoluciones y luchas internas. Al fin lo consiguieron, pero como el embalsamamiento era caro, los pobres siguieron como antes.
Se trataba de una conservación permanente, en la que desarrollaban gran arte y habilidad, habiéndose descubierto momias, como la de Ramses II, Seti o Sesostris, que mantenían la misma forma y volumen, e incluso las cejas y únicamente cierta desecación de las facciones. Había verdaderos especialistas, de varias categorías, maestros y oficiales con sus peones, tanto para la conservación general, sino también especializados en la de ciertas partes: vísceras, cabeza, tórax, etc..
El embalsamamiento era de diversas categorías; había de pagarse por adelantado, e incluso había pólizas de seguro para momificar, que en vida se iban pagando poco a poco. Las operaciones se efectuaban en la Casa de los Muertos. En el embalsamamiento más caro, de primera clase, se repetían las oraciones durante los trabajos, las mismas que Horus, Anubis, Tot y otros dioses habían pronunciado durante el embalsamamiento de Osiris, lo cual daba mucha garantía para encontrar la felicidad.
Sumergían el cadáver 30 días en un baño de natrón (carbonato de sosa) y sal, para lixiviación (lixium = lejía), lo sacaban, lo colocaban orientándolo cabeza al sur y extraían cerebro y cerebelo con ganchos, previa rotura del techo nasal, fracturando el etmoides y esfenoides. Extraían vísceras torazo-abdominales, por medio de incisiones longitudinales en un costado del cadáver. Rellenaban las cavidades (tronco y cabeza), con mirra, casia resinas aromáticas diversas, así como aceites. El incienso estaba prohibido. Se cosían las aberturas y todo ello se hacía rezando plegarias y recitando fórmulas religiosas. Sumergían de nuevo el cadáver en un baño de natrón con sal, durante 60 días, en aljibes especiales. Cada día era vaciado el aljibe que acababa el plaza, volviendo a llenarlo con los recién llegados.
El cuerpo salía con una pérdida extraordinaria de masa muscular y grasa. Secaban el cuerpo, rellenaban el vientre con serrín de madera empapado en esencias aromáticas y embadurnaban la piel con resinas, aceite de cedro y esencia de cinamomo. Vendaban cruzando los brazos y juntando las piernas, completamente, con vendas en goma o betún (de ahí deriva momia), consagrando cada venda a una divinidad, espolvoreando al mismo tiempo con pedacitos de natrón, con hierbas olorosas y aceite de palma, poniendo anillos y el escarabajo sagrado. Y entre las vueltas ponían hojas de papiro con copias de pasajes del Libro de los Muertos, mientras el sacerdote rezaba la plegaria adecuada y al final daba instrucciones al oído, para que recorriese bien el camino hasta Osiris.
Las vísceras se ponían en los Canopi o vasijas, junto al cadáver, en el sarcófago, con el Libro de los Muertos que le servía de guía. El sarcófago era doble y en la cubierta superior, tenía la imagen del difunto, sonriente y feliz, reflejando la dicha que se conseguía en el otro mundo con esta versión de lujo.
En la segunda categoría, más barata, después del primer baño se disolvían las vísceras por medio de aceites especiales, se taponaban todas las cavidades y orificios naturales, secado, vendaje, etc.. Y en la tercera categoría, la más barata, se empleaban múltiples lavativas de agua salada (salmuera); lo adobaban en natrón treinta días solamente, secado y vendado, sin sarcófago, enterrándole de pie en huecos del terreno próximo. Se embalsamaban animales considerados divinos, que se colocaban en las tumbas, e incluso había cementerios para cada clase de animal.
En el Imperio bizantino, se sustituyeron las esculturas de los sarcófagos, por la pintura del rostro, un retrato del difunto. Estas iconografías eran verdaderas obras de arte policromado.
En la edad media se llega a practicar conservaciones, pero no en forma habitual, sino a reyes o magnates eviscerando y rellenando cavidades con resinas, al método clásico, imitando burdamente las prácticas egipcias y sin la dedicación y esmero que ponían aquellos maestros.
En la época moderna o actual, que establecemos un poco arbitrariamente, desde el Renacimiento hasta hoy, el progreso humano se lanza y no podemos establecer unos límites y una comparación como en las antiguas culturas. La conservación cadavérica pierde el carácter meramente religioso, preparatorio para la vida del más allá, adoptando un carácter social, político, cultural o científico, aparte como es natural del motivo familiar. Existen también razones de Higiene preventiva, como retraso en inhumaciones, traslados, etc..
Ya las fricciones, bálsamos, ungüentos, resinas, etc.. ni las fórmulas celosamente guardadas y transmitidas por los profesionales de una generación a otra, se emplean. La impregnación con bálsamos, origen del embalsamamiento, se deja de usar, entrándose en período propiamente dicho de la conservación, aunque por costumbre sigamos empleando este término, embalsamamiento, cuando nos referimos a conservaciones de larga o indefinida duración.
El empleo de sustancias químicas introducidas en la circulación por una corriente intravascular, similar a la que el propio organismo utiliza en vida, es el sistema usado, con diversas variantes, por medio de esas sustancias, de elevado poder fijador de la materia orgánica, sin alterar las relaciones de los órganos ni su aspecto macroscópico normal.
El formol, cuya solución al 40% (formalina), fue el logro más importante para obtener una conservación más racionada y científica, pudiendo considerar a Hunter como el primero que logró hacerlo científicamente y racionalmente, ya que las propiedades de este cuerpo lo hacen ideal para estas técnicas.
Se emplean múltiples fórmulas, en diversas mezclas, pero que son muy similares, según los métodos, pero siempre sus componentes responden al común denominador de ser antisépticas, deshidratantes y astringentes.
En 1964 se hizo un esbozo para el estudio y aplicación de la energía nuclear en la conservación cadavérica. El uso de los isótopos radioactivos se ha generalizado en agricultura, medicina, bioquímica, higiene pública, etc. Los procedimientos de esterilización y pasteurización de alimentos, para su conservación, se han realizado empleando una fuente radioactiva de cobalto-60, con emisión de rayos gamma, para la prevención de enfermedades transmisibles por alimentos. Y también en sanidad pública, irradiando cadáveres de animales muertos de enfermedades epidémicas fácilmente transmisibles. En este caso, por la acción de la fuente radioactiva, en las dosis variables según se quiera una conservación temporal o a un plazo indefinido, se impiden los procesos putrefactivos y se consigue una conservación eficaz de la máxima garantía.
Se han ensayado en EE.UU. procedimientos de este tipo, con una sola fuente radioactiva, cerca de la cual se hace el pase del cuerpo (cadáver) las veces que se requieran; o bien por medio de pequeñas fuentes que se distribuyen por las paredes de una pequeña cámara. El cobalto-60, puede adquirirse en ciertos países, a poca concentración, a precios muy módicos. Su empleo en procedimientos de conservación, tiene hasta ahora un pequeño inconveniente: Que el cadáver se matiza de un tinte violáceo, que le hace “poco presentable”.
Es una profesión bastante atípica, puesto que las funciones de un tanatoestético no es más que preparar al difunto de forma estética y cuidando que no sufran ni descomposición ni deterioro. Estas funciones estéticas son el maquillaje, la vestimenta o el peinado, además de todos los cuidados de reconstrucción que sean necesarios.
A esto hay que añadirle que se deben de tener un contacto especial con los familiares del fallecido, porque debemos tratar con las peticiones a la hora de embellecer a la persona. La principal misión es que se realice un trabajo lo más cercano posible a la realidad para así poder ofrecer la mejor imagen del difunto, sin cambiar la apariencia de la persona en su pasado. A veces, por el efecto que hace la muerte en el cuerpo de una persona, es necesaria la utilización de yesos y ceras para moldear el cuerpo. En resumen, para poder desarrollar esta profesión, las principales cualidades son la empatía, la responsabilidad y el respeto.
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