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Teoría de la literatura



La teoría literaria o teoría de la literatura es, en sus términos específicos, o sea los propios de la Ciencia de la literatura, la disciplina general, constructiva, descriptiva y teorética, que estudia la Literatura. Constituye el criterio teórico junto al diacrónico de la historia de la literatura y el aplicativo de la crítica literaria. En su primordial sentido fuerte, la teoría literaria se identifica con la techne milenaria y tradicional tratadísticamente iniciada para Occidente por Aristóteles mediante sus tratados de retórica y poética, es decir las teorías constructivas del discurso y la obra literaria.[1]​ En este sentido, la teoría en tanto que techne literaria es definible como la serie de principios, normas y saberes acerca de qué es y cómo se construye la literatura, configurando, pues, una teoría explícita o a priori, doctrinal, prescriptiva y, en sentido propio, ideológica. Por su parte, la teoría literaria en tanto que implícita define, a posteriori, la perspectiva de esa serie de ideas o pensamientos en cuanto inferidos o reconstruibles mediante la reflexión y el análisis sobre el objeto literario dado.[2]​ El núcleo de la teoría de la literatura está formado, pues, por la Retórica y la Poética.

La teoría de la literatura en general no es sino parte de la filología en su aspecto amplio y propio relativo a la elaboración de la obra verbal, y por otra parte se vincula de manera natural con la hermenéutica y, en especial, la estética. Esta última representa el horizonte más general y filosófico en el cual queda subsumida la teoría de la literatura, ya en su sentido normativo destinado a la consecución de un proyecto o un ideal poetológico, ya en su sentido de reconstrucción y, sobre todo, de estudio del pensamiento que rige y produce la creación de la Literatura. La Estética es de notar que nace, especialmente como formación disciplinar moderna y autónoma, relacionada con la Teoría literaria,[3]​ y por principio con la retórica y la poética, tal como testimonian las obras fundacionales de Alexander Gottlieb Baumgarten.

La teoría literaria es en Occidente una creación característicamente producida en el ámbito del llamado humanismo filológico que nace del saber tanto técnico (techne) como especulativo de la Antigua Grecia. De ello participan de una u otra manera todas las grandes mentes creadoras del pensamiento occidental, especialmente Platón y Aristóteles, y en la proyección inmediata y brillantísima de esa genial tradición, los helenísticos 'Longino' y Dionisio de Halicarnaso, los latinos Horacio, Cicerón, Quintiliano y demás grandes maestros, notablemente los rétores. Aristóteles fundó la poesía clásica, Horacio y 'Longino'[4]​ mientras la Retórica en los de Aristóteles, Cicerón y Quintiliano. Este último establece una base general para la Edad Media, en la cual una amplia Gramática, fundada por Donato y su discípulo Prisciano, conducirá una intersección con la Retórica y una difuminación de la Poética. La Gramática de los 'tradicionalistas' y los 'especulativos' sólo en el siglo XIII dejará espacio a unas Poetrias (Garlande, Vinsauf, Aberardo el Alemán...) que comienzan a pergeñar cierto tratamiento poetológico aun en forma de comentario, habitualmente de Virgilio, y 'enarratio poetarum'.[5]​Sólo Dante alcanzará a vislumbrar en De Vulgari Eloquentia un nuevo orden de cosas alejado de la Escolástica.

La Edad renacentista, que encuentra en el Cuatrocientos el genial momento de las artes plásticas y su teoría (Da Vinci, Alberti, Brunelleschi), obtendrá en el Quinientos su extenso y maduro ciclo poetológico en los grandes comentarios tratadísticos de Minturno, Escalígero y Castelvetro.[6]​ La Retórica, de producción más profusa, tuvo como eje la visión ciceroniana de la disciplina.[7]​ En España, la amplitud Retórica oscila entre la tradicionalidad de Nebrija y la flexibilidad de Juan Luis Vives, encontrando en Sebastián Fox Morcillo su construcción más sólida.

El Barroco, que técnicamente puede ser tomado como Conceptismo e incluso Manierismo en materia retórica y poética, especialmente desarrollado en España e Italia, tiene su creación fundamental en el Agudeza y arte de ingenio (1642 y 1648),[8]​ de Baltasar Gracián, momento cenital, brillante y crítico del clasicismo áureo que tiene sus correspondientes menores italianos en las obras de Pellegrini y Tesauro.

La nueva crítica contiene una dimensión moral implícita, y a veces incluso religiosa[cita requerida]: un nuevo crítico puede leer un poema de T.S. Eliot o de Gerard Manley Hopkins por su grado de honestidad en la expresión de las contradicciones del mundo moderno. Mientras tanto, un crítico literario marxista puede encontrar más juicios ideológicos que críticos; el marxista diría que la Nueva Crítica no guardaba suficiente distancia de las posturas religiosas para comprender el poema. Un crítico post-estructuralista puede simplemente evitar el asunto por entender el significado religioso de un poema como una alegoría de significados, considerando la naturaleza referencial de Dios más que cualquier otro tema.

Una distinción crucial entre teorías es la intencionalidad, el peso otorgado a las opiniones de los propios autores. La nueva crítica fue la primera escuela en repudiar el papel del autor en los textos interpretativos, prefiriendo centrarse en el texto en sí mismo. A pesar de las muchas controversias entre las escuelas, casi todas están de acuerdo en que el trabajo del autor no es inherentemente más significativo que cualquier otra interpretación.

La ambición de este autor es la universalidad y la atemporalidad de sus principios: son y serán siempre los mismos. Estas son ambiciones cuestionables porque los métodos explicativos de una disciplina como ésta no está sujeta a principios fijos, no es nada exacto, sino que pueden cambiar.

Por tanto, la perspectiva de Genett es muy amplia, pero siempre se encontrará amenazada en los límites del tiempo en que se hizo: su modelo es aplicable a gran cantidad de narraciones, pero está limitado[cita requerida].

La teoría de la literatura tiene que tener la siguiente ambición: atemporalidad. Los críticos de los años 20 estaban convencidos de que sus teorías iban a ser siempre válidas. Además, la teoría de la literatura no puede ser una. En su propia variedad está su relatividad. No habrá principios sólidos ni fijos que estén aceptados por todo el mundo, por eso no se puede conseguir la universalidad.

No hay teoría de la literatura sin obras concretas. La teoría de la literatura surge como consecuencia de la existencia previa de fenómenos creativos.

Toda teoría que escamotee o ignore la realidad de las creaciones literarias produce desconfianza y desprecio.



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