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Teoría de la transición demográfica



La transición demográfica es una teoría demográfica que explica el paso a la tecnología de un régimen demográfico preindustrial, presidido por altas tasas de mortalidad y natalidad, a otro industrial con un fuerte incremento de la población y posteriormente postindustrial, con tasas muy bajas de mortalidad y natalidad. Aunque esta teoría, en principio y en lo fundamental, tenía básicamente como propósito dar cuenta de los cambios demográficos provocados por la revolución industrial, su utilización, aunque con críticas y limitaciones, tiene en muchos sentidos, vigencia aún hoy día, ya que puede señalarse e interpretarse que ha constituido un paradigma en la demografía de buena parte del siglo XX.[1][2]

Inicialmente la transición demográfica pretendía explicar la relación entre los cambios demográficos y los cambios socioeconómicos que se produjeron en el siglo XVIII en los países desarrollados de Europa y por lo tanto establecer una relación de causalidad entre población, desarrollo y crecimiento demográfico.

La teoría de la transición demográfica tiene su inicio en los estudios iniciados por el demógrafo estadounidense Warren Thompson en el año 1929. Thompson observó los cambios que habían experimentado en los últimos doscientos años las sociedades industrializadas de su tiempo con respecto a las tasas de natalidad y de mortalidad.

Kingsley Davis (1908-1997) -quien acuñaría los términos. explosión demográfica y crecimiento cero-, desempeñó un papel importante en la conceptualización y desarrollo del modelo de transición demográfica.

Frank Wallace Notestein en 1953[3]​ utilizó el concepto de transición demográfica (demographic transition) para explicar cambios demográficos desde una alta mortalidad y natalidad a una baja de la mortalidad y posterior baja de la natalidad así como el aumento de la población y los problemas económicos de dichos cambios. Abdel Omran, desde la teoría de la transición epidemiológica resaltó la importancia de la baja de la mortalidad como estímulo para la reducción de la fecundidad.[1]

Sin embargo, las conclusiones negativas, en relación con la mortalidad, del Proyecto Europeo de Fecundidad (promovido por Ansley Coale en la Universidad de Princeton, 1963) llevaron a Francine Van de Valle a señalar que no podía concluirse que el declive de la mortalidad contribuyera al de la natalidad. Además John Knodel[4]​ descubrió que en algunos landers de Alemania el declive de la fecundidad matrimonial cayó antes que la mortalidad infantil.

Autores como Simon Szreter, apoyándose en los planteamientos de Dennis Hodgson, consideran que existen dos períodos muy distintos e incluso contradictorios en la Teoría de la Transición Demográfica (TTD): el primero constituye lo que se conoce como la teoría clásica de la TTD y es anterior a los años 1950, el segundo se corresponde con planteamientos más institucionales y posteriores que pretenden corregir ciertos postulados que se habían comprobado erróneos acerca de que el control o reducción del crecimiento de la población era fruto del desarrollo económico y social -en este sentido, en Francia y ciertas regiones de Europa del Este la relación fue justamente la inversa-.[5]

La institucionalización de la TTD o remodelación de la TTD se produjo en un contexto político nuevo -la posguerra posterior a la Segunda Guerra Mundial-. Fue Notestein quien centró la TTD y el control de la fecundidad en los nuevos factores de carácter cultural social y de valores que se estaban produciendo. Notestein junto a Kingsley Davis promovieron la aplicación de políticas de planificación familiar en aquellos países que se consideraban en fase demográfica pretransicional con el objeto de provocar el cumplimiento de la teoría remodelada -en clara contradicción con los principios de la TTD clásica-; ahora, según la nueva TTD, el control de la población debía provocar un desarrollo económico. [6]

La teoría de la transición demográfica pretende explicar conjuntamente dos fenómenos:

La transición demográfica, por cuanto implica un fuerte crecimiento de la población, puede denominarse 'revolución demográfica' o 'explosión demográfica', especialmente durante su fase inicial, caracterizada por la disminución de la mortalidad que produce altas tasas de crecimiento. No debe confundirse con el concepto de explosión de natalidad (baby boom) que se produce en periodos de posguerra con efectos en cierto modo similares, pero por causas opuestas.

Suele utilizarse la expresión explosión blanca para el periodo de transición demográfica que los países europeos sufrieron durante la revolución industrial de los siglos XVIII y XIX (comenzando por Inglaterra y siguiendo por los países de Europa noroccidental, siendo más tardía en Europa meridional y oriental) y que coincidió con fuertes tasas de emigración hacia América y los respectivos imperios coloniales.[7]​ No debe confundirse con el término revolución blanca, que se da a distintos conceptos políticos.

La teoría de la transición demográfica señala la existencia de un desfase notorio entre la disminución de la mortalidad como una consecuencia del crecimiento de la población urbana y de la mejora del nivel de vida por el desarrollo de la tecnología (alimentación, industria, condiciones sanitarias, transporte, medicina, etc.) y la disminución de la natalidad, como consecuencia de varios fenómenos asociados a los anteriores (tasa de urbanización e industrialización aceleradas, aumento de la escolaridad, especialmente del sexo femenino, el proceso de liberación femenina, etc.). El resultado es el ajuste en el tiempo que se produce entre las tasas de natalidad y mortalidad elevadas y estas mismas tasas a un nivel mucho más bajo. Este proceso se ha venido acelerando con el tiempo, desde casi cien años durante la revolución industrial hasta unos 25 años en épocas recientes en algunos países subdesarrollados.

En el primer estadio -típico de las sociedades preindustriales- las tasas de natalidad y de mortalidad son muy altas, por lo cual el crecimiento natural o vegetativo de la población es muy lento.

Este estado es el que ha caracterizado la historia de la humanidad desde sus orígenes hasta el siglo XVIII. A modo de ejemplo: en la edad media y la edad Moderna las tasas de natalidad y mortalidad se situaban cerca del 40‰ o 50‰, es decir, nacían muchos niños pero, al mismo tiempo, la mortalidad era muy elevada incluso en los años ordinarios (por la inseguridad vital, la deficiente alimentación, higiene, sanidad, etc.), y mucho más en los años de mortalidad catastrófica suscitada por una coyuntura de crisis (mortalidad provocada por guerras, hambrunas o epidemias).

El crecimiento vegetativo es reducido, pero positivo en los años normales, mientras que las variaciones cíclicas ligadas a la mortalidad catastrófica de los años críticos hacen disminuir drásticamente la población; con lo que a largo plazo la población no suele crecer mucho.

Es propio de países en vías de desarrollo. Los índices de mortalidad bajan de forma repentina gracias a las mejoras en las técnicas agrícolas (que aumentan los rendimientos), las mejoras tecnológicas, los avances en medicina y alfabetización. Estos cambios contribuyen decisivamente a alargar la esperanza de vida de las personas y a reducir la mortalidad.

Por el contrario, en este segundo estadio las tasas de natalidad se mantienen muy altas (puede incluso elevarse si las mejoras económicas incentivan una disminución de la edad del matrimonio), razón por la cual se produce un desequilibrio que se traduce en un incremento muy importante de la población.

La tasa de mortalidad desciende, la tasa de natalidad se mantiene elevada; como consecuencia, el crecimiento vegetativo es cada vez mayor.

Los índices de natalidad indican un importante descenso motivado por: el acceso a la contracepción, la incorporación de la mujer a la educación y al mercado laboral, el acceso al estado del bienestar, el proceso de urbanización, la sustitución de la agricultura de subsistencia por la agricultura de mercado, junto con otros cambios sociales.

La tasa de mortalidad continúa la tendencia bajista iniciada ya en el estadio 2 y, por esta razón, el crecimiento demográfico en esta tercera fase continúa siendo relativamente alto.

La tasa de natalidad desciende, la tasa de mortalidad ya ha alcanzado cifras bajas, con lo que el crecimiento vegetativo se ralentiza.

Este último estado es típico de las sociedades postindustriales y se caracteriza porque la tasa de mortalidad se reduce hasta alcanzar mínimos históricos y la de natalidad se iguala prácticamente con ella. Al estar las tasas de mortalidad y natalidad en cifras similares y bajas el crecimiento natural de la población se ralentiza hasta hacerse mínimo o prácticamente nulo pero por razones totalmente opuestas a las del Antiguo Régimen Demográfico en las que las altas cifras de mortalidad impedían el crecimiento de la población.

Si bien el modelo original de Transición Demográfica descrito por Warren Thompson presenta sólo cuatro estadios o etapas, el paso del tiempo ha permitido la adición de una quinta fase en la cual la tasa de natalidad se mantiene baja, mientras que la mortalidad aumenta ligeramente debido al envejecimiento de la población. En esas circunstancias el crecimiento natural puede llegar a ser negativo, como ha ocurrido en los países de Europa Central. Así en los países más desarrollados de Europa Occidental, como Alemania e Italia, el crecimiento natural negativo se ha compensado con cifras positivas del saldo migratorio, produciendo un estancamiento de la población. La expresión crecimiento cero había sido una denominación propuesta por las previsiones neomalthusianas del Club de Roma de 1970, durante ese período.

El cuadro de abajo permite captar la evolución de la transición demográfica en el año 2016 en 20 países -con las tasas de natalidad y mortalidad correspondientes al mismo año 2016- que ponen de manifiesto los diferentes ritmos existentes a la hora de completar las 5 fases del proceso.

Hay que señalar, sin embargo, que en la actualidad no hay ningún país que se encuentre todavía en la fase 1 ya que las tasas de mortalidad próximas al 40 o 50‰ hace décadas que no se registran.

Hasta 2015, en bastantes países de Europa, así como EE. UU. y Canadá, ya han mitigado la tasa de muertes y han aumentado la de nacimientos, gracias al aumento de las esperanzas de vida y las políticas pro-natalistas del año 2000, pero en mucho de la Europa Oriental aún sigue vigente el proceso ocurrido en Europa desde 1980. Por otro lado en América Latina, Asia Oriental y el Sur asiático han estado experimentando un envejecimiento progresivo gracias a las aceleradas caídas de las natalidades a partir de 1970 (con la salvedad de Japón en 1960). África es el único continente donde las natalidades aún son altas y las mortalidades cada vez más bajas, además la diferencia entre la natalidad y mortalidad sigue creciendo, como consecuencia la población de África Subsahariana va a aumentar aceleradamente hasta 2050 o si es posible un tiempo más. Noráfrica y el Mediterráneo las tasas de natalidades no bajaron hasta los 1990 y las mortalidades llevaban un buen tiempo bajas, por eso hay una marcada diferencia entre jóvenes y adultos-jóvenes, mientras que en Oceanía cada isla o país tiene su caso particular pero en Australia o Nueva Zelanda siguieron los pasos de las naciones europeas aunque tardíamente.


De acuerdo con lo expuesto hasta aquí se pueden sacar algunas conclusiones:

El término Segunda transición demográfica fue acuñado por Ron Lesthaeghe y D.J. van de Kaa[10]​ en el año 1986 para referirse a los patrones de cambio en la constitución y reproducción de las familias después de la segunda guerra mundial. Esta segunda transición demográfica incluye, además del descenso de la mortalidad de la TTD un fuerte descenso de la fecundidad y la aparición de la migración como nuevo elemento relevante.[11]

La Segunda transición demográfica o STD vendrá caracterizada por numerosos rasgos:[12][13]

Si en la teoría de la transición demográfica se trata de las variables de fecundidad y mortalidad, en este modelo de la segunda transición demográfica se valoran

Desde la teoría de la revolución reproductiva se hace una crítica a las limitaciones de la teoría de la transición demográfica derivadas de su metodología de investigación -apoyada en estudios transversales y expresada en las pirámides de población- que proyecta una visión incompleta no holística de la dinámica población (nuevas fases se deben incorporar a la transición demográfica para dar cuenta de nuevos fenómenos) dejando sin explicación algunos de los mecanismos de reproducción de las poblaciones en la sucesión intergeneracional que se están manifestando en las sociedades modernas. Como propuesta de cambio de paradigma la revolución reproductiva -apoyada en estudios longitudinales- pretende dar cuenta de los cambios demográficos de manera sistémica y no alarmista ni catastrófista.

La teoría de la revolución reproductiva está descrita por John MacInnes[14]​ y Julio Pérez Díaz en sus publicaciones The reproductive revolution de 2005 y de 2009 La tercera revolución de la modernidad. La revolución reproductiva y The reproductive revolution.[15][16]​ Los autores señalan la radical relevancia que tiene en su teoría y en los nuevos fenómenos demográficos el concepto de eficiencia reproductiva, así como la longevidad y el reemplazo generacional en las sociedades modernas. Siguiendo el hilo conductor de las ideas de Kingsley Davis (1908-1997) expuestas en 1937 sobre el futuro de la familia y de la fecundidad, establece consecuencias muy distintas sobre las implicaciones y consecuencias que la revolución reproductiva tiene en el descenso del trabajo reproductivo: el declive del patriarcado, la desregulación social de la sexualidad, el paso del género a la generación como eje de distribución de roles productivos-reproductivos, el reforzamiento de lazos familiares y otras consecuencias positivas de la madurez de masas-el mal llamado envejecimiento de la población-.[17]



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