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Tero



V. c. cayennensis Gmelin, 1789
V. c. chilensis Molina, 1782
V. c. fretensis Brodkorb, 1934
V. c. lampronotus Wagler, 1827

Belonopterus cayennensis[4]

El tero (Vanellus chilensis),[5]​ también llamado tero-tero, leque, avefría, alcaraván, pellar, queltehue, treile y triel, entre otros muchos nombres comunes, es un ave del género Vanellus, encontrado principalmente en el continente sudamericano.

Nativa de América del Sur,[6]​ donde es muy común en muchas zonas de Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Venezuela, Paraguay y Perú, y en las llanuras de Argentina y Uruguay, siendo en este último el símbolo de la selección nacional de rugby y el ave nacional.[7]​ También se lo encuentra en Costa Rica.[8]

Aunque habita en descampados e incluso en ámbitos urbanos, su presencia es más usual en las cercanías de cañadas y lagunas. También suele vérselo como mascota en los jardines, por sus movimientos simpáticos, alimentación a base de insectos y carácter muy despierto que hace que algunos lo utilicen como señal de alerta.[5]

Es una pequeña zancuda de 30 a 36 cm de largo. La cola es de tamaño medio. Su cabeza es grande y aplanada en la corona, de color gris con rebordes blancos cerca del ojo y el pico. La frente, el lorum y la garganta son negros, y esta última es una franja, que baja engrosándose y cubriendo todo el pecho y abdomen. Posee una cresta gris muy delgada. El pico es corto y de color rojo, salvo la punta que es negra. Parte superior verde olivácea con hombros más iridiscentes y vientre completamente blanco. Presenta espolones rojizos en los codos de las alas. Los ojos son de color rojo intenso y redondos. [5][9]

Las patas del tero son largas y finas, de color rojo. Los dedos son tres hacia adelante y uno muy corto hacia atrás. Aunque en días de mucho calor o cuando se encuentra atemorizado repliega completamente sus patas, lo más habitual es verlo descansando apoyándose en una de ellas, mientras que la otra queda pegada al cuerpo. También suele quedarse quieto doblando las patas hacia atrás. Cuando camina o está quieto, hace "agachadas" aún sin explicación.[5]

Cuidan a sus huevos o polluelos en parejas o tríos, arremetiéndose agresivamente contra cualquier amenaza. Su método de defensa funciona en que un adulto se mantiene alerta en el suelo cuidando a las crías, mientras que el otro vuela en dirección de la amenaza con la intención de pegarle con los espolones de las alas, sin detenerse hasta ahuyentarla. Posee una vocalización estridente y vibrante. [9]

Los jóvenes se diferencian de los adultos principalmente por la ausencia de rojo alrededor del ojo y menor cantidad de tonalidades y bandas de colores en las plumas, además de poseer la mancha ubicada sobre el pico de un color plomo desgastado o negruzco manchado, en vez de negra como en los adultos. Las diferencias entre macho y hembra no son detectables a simple vista, aunque las hembras son un poco más pequeñas que los machos.[5][9]

Se alimentan de invertebrados (principalmente insectos) y vertebrados pequeños como lagartijas, también de carne cruda. Para cazar hacen una pequeña carrera de dos o tres pasos, se detienen y lanzan un picotazo hacia adelante. Otra técnica que utilizan es revolver la tierra con sus patas para poder sentir las lombrices debajo de ella, la que luego extrae con el pico. También incluye en su dieta semillas. [5][9]

Por lo general se agrupan en bandadas, y son muy cuidadosos de sus pichones. Hacen sus nidos en el suelo a campo abierto, razón por la cual son muy sensibles ante cualquier ruido o movimiento extraño. Al alarmarse emiten su grito característico, estridente y repetido; este sonido es casi una constante en las zonas rurales del centro y norte de la Argentina, al igual en todo el territorio uruguayo y el centro y sur chileno.[5]

Es muy astuto con el cuidado de su nido, pues ante la presencia de un intruso teatraliza la situación echándose como si estuviera empollando, pero en otro lado, para que el visitante se dirija hacia él. En algunas ocasiones hace vuelos cortos alejándose de su nido con la apariencia de no poder volar bien, como si estuviera herido, repitiéndolo varias veces cada vez más lejos hasta que pase el peligro. Muchas veces hace vuelos rasantes sobre el intruso, incluso rozándolo con sus espolones . En el caso de aves de rapiña o felinos los ataca, apuntando al rostro hasta conseguir alejarlos.

Algunas veces ocurren peleas entre machos por la atracción de la hembra, para las cuales utilizan el pico y no los espolones. En el vuelo de atracción revolotean a la hembra con la cabeza lo más erguida posible y la cola hacia abajo.

El nido es un pequeño agujero en un descampado apenas delimitado por ramitas y hierbas, y son muy difíciles de distinguir. Ponen sus huevos a finales del invierno, y la misma pareja puede poner varias veces durante el año. Los huevos se incuban durante 26 días. El color es gris verdoso con pequeñas manchas oscuras. Una vez nacidos los pichones, padre y madre se ocupan del cuidado de los críos. Sin embargo, en los últimos años las observaciones de campo han planteado la posibilidad de que algunos teros desarrollen un comportamiento poligínico, es decir que haya más de una hembra por cada macho. Nidos con más de cuatro huevos parecen confirmar esta tesis. Sin embargo, un tercer sistema de cría es mucho más usual: el cooperativismo, bajo la forma de los denominados "tríos". El trío es una pareja más un tercer individuo que no tendría necesariamente que ser una hembra, sino que podría tratarse incluso de un macho emparentado. La función que cumpliría este tercero podría ser la de ayudante en la vigilancia y cuidado del nido, contribuyendo así a la supervivencia de la nidada mediante un comportamiento evidentemente cooperativo. Durante la puesta de huevos y nacimiento de los pichones son animales muy agresivos y vigilantes. Al llegar la noche la madre cobija a los polluelos bajo sus alas. Los mismos quedan bajo cuidado de los padres hasta que aprenden a volar, lo que sucede aproximadamente al mes de vida.

Teros en una playa de la costa uruguaya.

Avefría tero

Pichón de avefría tero

Nido

Nido con huevos y polluelos

Vanellus chilensis cayennensis, en Manizales, Colombia.

Un predador en el nido

Tiene cuatro subespecies:

Varias historias populares explican el origen del tero. Entre los onas (o selknam) se dice que en tiempo antiguo fue una de las dos esposas de un hombre dotado de fuertes poderes mágicos. Esta mujer, llamada K'arke, era una notable costurera, y confeccionaba excelentes mantos y bolsos de cueros de guanaco. Un día, el marido cayó enfermo, y la envió a pedir comida a sus familiares. Estos le ofrecieron carne de guanaco y aves, pero ella prefirió unos escarabajos que también comían sus hermanos. Se llevó un bolso lleno con esta peculiar golosina y al volver a su campamento afirmó que su parentela estaba en esos momentos sin provisiones y nada le había podido dar. Pero el hombre notó que, con disimulo, ella metía cada tanto una mano en la bolsa y se la llevaba a la boca. En un descuido de la mujer, revisó el contenido del recipiente para ver qué comía, y al hallar los insectos, asqueado, los arrojó al fuego. Tras una serie de acontecimientos, el hombre y su otra mujer se transformaron en albatros, mientras K'arke se convertía en el tero, ave comedora de insectos.

En la narrativa criolla se coincide en que previamente a ser un ave, el tero había sido un hombre rico y elegante. Hay quién dice que era un comerciante, que vendía sus telas a la vizcacha. Otros relatos afirman que el tero se había asociado con la vizcacha; era un hombre atildado en el vestir e inquieto, que le daba consejos a su socia acerca de cómo manejar el comercio. Forzado a ausentarse, dejó todo a cargo de la vizcacha, pero ésta se apuró a liquidar las mercaderías y huir con el dinero. Al regresar, el otro se encontró en la ruina y comenzó a gritar y correr, desesperado, hasta que se convirtió en tero, con los ojos enrojecidos por el llanto, el andar nervioso, y un estado de desasosiego que lo lleva a alarmarse por todo. En otras versiones, la culpa recae en el mismo tero que, habiendo sido un hombre adinerado, dilapidó su fortuna jugando a los naipes con unos fulleros, salvando del desastre nada más que sus finas ropas. Al verse en la miseria, gritó y lloró y por último se transformó en un ave.



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