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Testículo



Los testículos son las gónadas masculinas, productoras de los espermatozoides y de las hormonas sexuales (testosterona).[1]​ Son los órganos glandulares que forman la parte más importante del aparato reproductor masculino. Su equivalente femenino serían los ovarios.

Los testículos, en número de dos, se hallan en la región perineal tras la base del pene, en el interior de la bolsa escrotal.[2]​ Están envueltos por un conjunto de cubiertas con forma de bolsa, llamada escroto, que los mantiene a una temperatura de 1 a 3ºC inferior a la temperatura corporal. Esto está relacionado con la correcta producción de espermatozoides, ya que la maduración de las espermátides (espermiogénesis) no se puede producir a la temperatura corporal, pues las enzimas implicadas en este proceso (β-polimerasa y recombinasa espermatogénica) necesitan una temperatura menor para realizar su función.[3]​ El escroto no tiene grasa y sus músculos reaccionan al calor extendiendo o contrayendo la piel. Además, existe un mecanismo de regulación de la temperatura dependiente del sistema arterial (que proporciona calor) y el sistema venoso (que reduce la temperatura). Todo esto hace que cuando un hombre entra en un medio cuya temperatura está por debajo de la ideal, el escroto se contrae con el fin de reducir la superficie en contacto con ese medio y perder menos calor haciendo que el tamaño de los testículos disminuya. Otro hecho curioso es que existe una relación entre profesiones que implican estar mucho tiempo sentado y padecer problemas de infertilidad. Al estar sentado los testículos se encuentran más cercanos al cuerpo y su temperatura asciende pudiéndose ver perjudicado el proceso de espermatogénesis. Las dos gónadas no ocupan el mismo nivel, ya que en la mayoría de los varones el testículo izquierdo baja un poco más que el derecho.[4]​ Están suspendidos de su extremo inferior por el cordón espermático y están desprovistos de adherencias en la mayor parte de su superficie exterior, por lo que resultan muy móviles en todos los sentidos, pudiendo contraerse y ascender hacia el anillo inguinal.

En el hombre como en el resto de mamíferos, los testículos proceden del interior de la cavidad abdominal, a derecha e izquierda de la columna lumbar, al lado de los riñones. Hacia el tercer mes del desarrollo fetal, los testículos abandonan esta región y descienden por el conducto inguinal, atravesando la pared abdominal, arrastrando consigo las bolsas que los envuelve hasta su posición definitiva. El descenso incompleto del testículo se llama criptorquidia.[5]

Los testículos son dos, uno en el lado derecho y otro en el lado izquierdo. Anormalmente puede existir un solo testículo por ausencia del desarrollo del otro, que cuando también falta epidídimo y conducto deferente, se llama monorquidia. Cuando faltan los dos testículos se llama anorquidia.

En los niños el tamaño de los testículos es relativamente pequeño (de 2 a 3 cm de longitud). En la pubertad crecen hasta alcanzar entre 4 y 8 cm de longitud y entre 2 y 4 cm de ancho. Este tamaño se conserva más o menos similar durante toda la vida, aunque a veces se percibe una ligera atrofia en la vejez o un ligero aumento de tamaño debido al consumo de esteroides. El tamaño desmesurado de los testículos se debe en la mayoría de las ocasiones a una hidrocele (acumulación de líquido en la túnica serosa del testículo).

Los testículos son de color blanco azulado, a veces rojo cuando están repletos de sangre. Esta coloración se debe a las bolsas que los envuelven. El testículo tiene forma de ovoide aplanado en sentido transversal. Tiene una consistencia dura y algo elástica debido a la capa fibrosa que lo rodea.


Los testículos están rodeados por 7 capas que de superficie a profundidad son:

En el testículo podemos encontrar tres tipos de tejidos con diferentes características histológicas y de origen embrionario distinto: intersticial, tubular y túnica.

Así mismo, estas células están implicadas en mediar los efectos de hormonas y factores de crecimiento sobre células de sertoli y células germinales.

El testículo produce los espermatozoides y también unas hormonas llamadas andrógenos, entre las que se encuentra la testosterona. Para producir los espermatozoides se lleva a cabo el proceso de espermatogénesis. Este requiere, además de las células germinales, las células de Sertoli, que constituyen un soporte. Existe una barrera hematotesticular que aísla el epitelio germinal del resto del organismo para que no haya reacciones inmunológicas. Por tanto, las células de Sertoli se encargan de llevar los nutrientes y excretar los desechos al lumen procedentes de las células germinales. Por su parte, las células responsables de la fabricación de testosterona son las células de Leydig, que responden a FSH y LH (que son producidas por la hipófisis gracias a la acción de la GnRH) y producen testosterona de forma pulsátil. La concentración de esta hormona en los testículos es 500 veces superior a la del plasma sanguíneo.

El testículo comienza a ser hormonalmente activo a partir de la octava semana de gestación. Las células de Sertoli, producen una sustancia inhibidora de los conductos de Müller cuando está bajo acción de la hormona FSH (hormona estimulante del folículo). Dicha sustancia inhibidora es capaz de inducir la regresión de los conductos citados anteriormente, tiene acción en la fase abdominal del descenso del testículo masculino y además produce un incremento del número de receptores androgénicos en la superficie de las células de Leydig.

El completo desarrollo de los genitales externos se produce entre la semana 10 y 15 de la gestación. Dicho desarrollo es dependiente de la acción enzimática de la 5alfa-reductasa, capaz de producir dihidrotestosterona a partir de testosterona. Dicho producto enzimático se une a los receptores androgénicos dentro de los órganos sexuales.[6]

En forma vulgar, los testículos acarrean las connotaciones de flojera y ocio. En el Río de la Plata, los adjetivos "boludo" y "pelotudo", por ejemplo, son sinónimos de una persona estúpida, esta última con connotaciones más pronunciadas. Decir "es un rompehuevos", "es un rompepelotas", se refiere a alguien sumamente molesto en su forma de ser. Sin embargo, expresiones como "boludo" o "güevón" (huevón, hueva) son utilizadas también para saludar a amigos varones o referirse a ellos.

Los hebreos para actuar de testigo, tenían que agarrarse los testículos, en señal de la autenticidad de su testimonio; por la idea de que estos órganos eran muestra de la nobleza y honra del varón. Ya en el cristianismo se cambió por el Crucifijo o la Señal de la Cruz. [11]



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