Los vándalos fueron un pueblo germano de Europa central que habitaban las regiones ribereñas del mar Báltico, en las actuales Alemania y Polonia. Su lengua pertenecía a la rama germánica oriental (solo se conservan unos pocos fragmentos de idioma vándalo). Su primera aparición en las fuentes antiguas se remonta al siglo I d. C. en que fueron citados por Plinio y Tácito.
El 31 de diciembre del año 406 atravesaron el limes romano, cruzaron un congelado Rin en las cercanías de Moguntiacum e invadieron la Galia, posteriormente se dirigieron a la península ibérica donde penetraron en el otoño del año 409 y se instalaron durante unos años en el valle del Guadalquivir. En mayo del 429, 80 000 vándalos pasaron el estrecho de Gibraltar y, dirigidos por Genserico, crearon un reino en el norte de África, centrado en la actual Túnez, desde donde saquearon Roma en el 455. El reino vándalo del norte de África duró más de 100 años, hasta que finalmente fue destruido por los bizantinos en el 534.
El nombre de los vándalos se ha relacionado con frecuencia con el de Vendel, el nombre de una población de Uppland, Suecia, el cual es también epónimo de la era de Vendel de la prehistoria de Suecia, asimismo correspondiente a la Edad del hierro germánica que conduce a la Era vikinga. La conexión estaría en que Vendel fue el lugar de origen de los vándalos antes del Período de las grandes migraciones y conservaría su nombre tribal como topónimo. Otras posibles patrias de los vándalos en Escandinavia serían Vendsyssel en Dinamarca y Hallingdal en Noruega. El primer historiador romano que los menciona fue Plinio el Viejo que los llamaba Vindili.
Los lugiones o vándalos ocupaban el territorio al oeste del Vístula y junto al Oder, hasta el norte de Bohemia. La palabra vándalo parece tener un doble significado y querría decir «los que cambian» y «los hábiles», mientras que su otro nombre, lugios o lugiones, también con doble significado, querría decir «mentirosos» y «confederados».
Parece ser que al principio, las tribus de los vandulios (o vandalios) y la de los lugios (o lugiones), junto con las de los silingos, omanos, buros, varinos (seguramente llamados también auarinos), didunos, helvecones, arios o charinos, manimios, elisios y najarvales correspondían a pequeños grupos de origen similar, integrando otra rama del grupo de los hermiones, que formaron después un gran grupo identificado generalmente como lugiones, cuyo nombre predominaba para designar a todos los pueblos componentes incluidos los vándalos. Más tarde, en el siglo II d. C., acabó prevaleciendo el nombre de vándalos para el conjunto de pueblos.
La llegada de los godos los obligó a desplazarse hacia el sur y a asentarse en las riberas del mar Negro, siendo por tanto vecinos y en ocasiones aliados de los godos. Durante el siglo I d. C., las tribus del grupo de los lugiones o lugios (incluyendo entre ellas a las tribus de la rama de los vándalos) estuvieron en guerra frecuente con los suevos y los cuados, contando ocasionalmente con la alianza de otras tribus, especialmente los hermunduros. A mediados de siglo derrocaron a un rey de los suevos, y en el 84 d. C. sometieron temporalmente a los cuados. Durante parte de este siglo y en el siguiente, se fusionaron las diversas tribus de lugiones y dieron origen a un grupo mayor, conocido por vándalos.
En tiempos de las guerras marcomanas ya predomina la denominación de vándalos y aparecen divididos en varios grupos: los silingos, los lacringos y los victovales, estos últimos gobernados por el linaje de los asdingos (astingos o hasdingos), cuyo nombre evocaba su larga cabellera. Junto a los longobardos, los lacringos y victovales o victofalios cruzaron el Danubio hacia el año 167 y pidieron establecerse en Panonia.
Los asdingos o victovales, dirigidos por Rao y Rapto, no fueron admitidos en Panonia (donde se habían establecido longobardos y lacringos), por lo que avanzaron hacia el año 171 en dirección a la parte media de los Cárpatos durante las guerras marcomanas, y de acuerdo con los romanos se instalaron en la frontera septentrional de Dacia. Más tarde se adueñaron de la Dacia Occidental. Al parecer, los vándalos quedaron divididos únicamente en asdingos (o victovales) y silingos, desapareciendo, mezclada entre ambos grupos y con los longobardos, la tribu de los lacringos durante el siglo III d. C.
A partir de 275, los asdingos se enfrentaron a los godos por la posesión del Banato (abandonado por Roma), mientras que los silingos, seguramente bajo presión de los godos, abandonaron sus asentamientos en Silesia y emigraron junto a los burgundios para acabar estableciéndose en la zona del Meno. Sus ataques a Recia fueron rechazados por Probo.
El rey asdingo Visumar combatió contra los godos procedentes del este al mando de Geberico, que atacaron sus territorios. Wisumarh murió en lucha contra los godos, y los integrantes de las tribus de vándalos que no quisieron someterse a los godos, hubieron de pasar a territorio imperial, instalándose en Panonia, donde también se asentaron los cuados. A principios del siglo V d. C. habían abandonado Panonia (como también los cuados) y se unieron a los suevos y alanos para invadir la Galia. En las primeras luchas del año 406 murió el rey Godegisel (Godegisilio). Pocos años después, los dos grupos vándalos acabaron fusionados.
Llegaron a Hispania en 409 ,cruzando los Pirineos, en compañía de suevos y alanos, donde se establecen como federados. Hacia el 425 asolaron y saquearon la ciudad de Carthago Nova, actual Cartagena, y en el 426 tomaron la ciudad de Hispalis (Sevilla) con Gunderico al mando.
Desde el 411, los asdingos, junto con los suevos, se instalaron en Galicia, y los silingos en la Bética. Al parecer, los vándalos silingos desaparecieron pronto aniquilados por los visigodos, aunque también puede ser que se mezclasen con los asdingos en su marcha hacia África.
Reino independiente
(534) →
En la primavera de 429, los 80.000 vándalos, liderados por su rey Genserico, decidieron pasar a África con el fin de hacerse con las mejores zonas agrícolas del Imperio. Para ello construyeron barcos con los cuales cruzaron el Estrecho de Gibraltar y llegaron a Tingi y Septem entre quince y veinte mil guerreros.
Luego se desplazaron al este, haciéndose, tras algunos años de lucha, con el control del África romana y la ciudad de Cartago que pasó a ser la capital de su reino, por tanto, las fuentes de producción de la mayor región cerealista del viejo imperio, que en lo sucesivo tuvo que comprar el grano a los vándalos, además de soportar sus razzias piratas en el Mediterráneo occidental.
Para ello contaban con el gran puerto de Cartago y con la flota imperial en él apresada. Sobre la base de esta última, Genserico consiguió apoderarse de bases marítimas de gran valor estratégico para controlar el comercio marítimo del Mediterráneo occidental: las islas Baleares, Córcega, Cerdeña y Sicilia.
Como en otras partes del Imperio romano, contingentes germanos de unos pocos miles hábilmente pasaban a controlar poblaciones muy superiores.
En 461, el emperador romano occidental Mayoriano reunió en la ciudad de Carthago Nova una flota de 45 barcos con la intención de invadir y recuperar para el Imperio romano el reino vándalo, ya que su pérdida significaba el corte del flujo del cereal a Italia. La batalla de Cartagena se saldó con una gran derrota de la armada romana, que fue totalmente destruida y con ella las esperanzas de recuperar el norte de África para el Imperio.
Sin embargo, el dominio vándalo del norte de África duraría solo algo más de un siglo y se caracterizó por un progresivo debilitamiento militar del ejército vándalo, una gran incapacidad de sus reyes y aristocracia cortesana para encontrar un modus vivendi aceptable con los grupos dirigentes romanos y por la paulatina vida aparte de amplios territorios del interior, más periféricos y montañeses, donde fueron consolidándose embriones de Estados bajo el liderazgo de jefes tribales bereberes más o menos romanizados y cristianizados.
La política de la monarquía vándala fue fundamentalmente defensiva y de amedrentamiento contra todos sus más inmediatos enemigos: la propia nobleza bárbara y la aristocracia provincial romana. Una labor de desatención social y descabezamiento político que a la fuerza habría de afectar a las mismas estructuras administrativas heredadas del Imperio, lo que ocasionaría su definitiva ruina. La causa profunda de dicha ruina no sería otra que la misma base del poder de los reyes vándalos, el ejército y las exigencias del mismo.
Genserico (428-477), el auténtico fundador del reino vándalo, puso las bases del apogeo del mismo, pero también las de su futura decadencia. El cénit de su reinado y del poderío vándalo en África y el Mediterráneo lo constituyó la paz perpetua conseguida con Constantinopla en el verano del 474, en virtud de la cual se reconocían su soberanía sobre las provincias norteafricanas, las Baleares, Sicilia, Córcega y Cerdeña. No obstante, desde los primeros momentos de la invasión (429-430) Genserico golpeó a la importante nobleza senatorial y aristocracia urbana norteafricanas, así como a sus máximos representantes en estos momentos, el episcopado católico, procediendo a numerosas confiscaciones de propiedades y entregando algunos de los bienes eclesiásticos a la rival Iglesia donatista y a la nueva Iglesia arriana oficial. Tampoco pudo destruir las bases sociales de la Iglesia católica, que se convirtió así en un núcleo de permanente oposición política e ideológica al poder vándalo.
Respecto de su propio pueblo, Genserico realizó en el 442 una sangrienta purga en las filas de la nobleza vándalo-alana. Como consecuencia de ello, dicha nobleza prácticamente dejó de existir, destruyéndose así el fortalecimiento de la misma, consecuencia del asentamiento y reparto de tierras. En su lugar, Genserico trató de poner en pie una nobleza de servicio adicta a su persona y a su familia. Elemento importante de dicha nobleza de servicio sería el clero arriano, favorecido con cuantiosas donaciones y reclutado entre bárbaros y romanos.
Con el fin de eliminar posibles disensiones en el seno de su familia y linaje por cuestión de la sucesión real, suprimiendo así también cualquier papel de la nobleza en la misma, Genserico creó un extraño sistema de sucesión, tal vez a imitación del que pudiera existir en los principados bereberes, denominado seniorato o «Tanistry», en virtud del cual la realeza se transmitía primero entre hermanos por orden de edad y solo después del fallecimiento del último de estos se pasaba a una segunda generación. Los reinados de los sucesores de Genserico no hicieron más que acentuar las contradicciones internas de la Monarquía, en medio de un debilitamiento constante del poder central y su falta de sustitución por otra alternativa.
El reinado de su hijo y sucesor Hunerico, que gobernó entre 477 y 484, supuso un paso más en la tentativa de fortalecer el poder real, destruyendo toda jerarquía sociopolítica alternativa.
Su intento de establecer un sistema de sucesión patrilineal chocó con la oposición de buena parte de la nobleza de servicio y de su propia familia, con el resultado de sangrientas purgas.
El que dicha oposición buscara apoyo en la Iglesia católica supuso que Hunerico iniciase en 483 una activa política de represión y persecución de la misma, que culminó en la reunión en febrero de 484 de una conferencia de obispos arrianos y católicos en Cartago, en la que el rey ordenó la conversión forzosa al arrianismo. La muerte de Hunerico en medio de una gran hambruna testimonió el comienzo de una crisis en el sistema fiscal del reino Vándalo, que habría de serle fatal.
Guntamundo, cuyo reinado comenzó en 484 y terminó en 496, trataría inútilmente de buscar buenas relaciones con la antes perseguida Iglesia católica para impedir la extensión del poder de los principados bereberes, y como legitimación del reino vándalo frente a un imperio constantinopolitano que con la política religiosa del emperador Zenón había roto con el catolicismo occidental.
Sin embargo, el reinado de su hermano y sucesor Trasamundo, que reinó entre 496 y 523, sería una síntesis de los dos precedentes, claro síntoma del fracaso de ambos. A falta de apoyos internos, Trasamundo buscaría sobre todo alianzas externas con Bizancio y el poderoso Teodorico, casado con la hermana de este, Amalafrida.
La crisis política del final del reinado del ostrogodo incitó a su sucesor y sobrino Hilderico, cuyo reinado comenzó en 523 y terminó en 530, a buscar a toda costa el apoyo del emperador Justiniano I, para lo que intentó hacer las paces con la Iglesia católica africana, a la que restituyó sus posesiones. Política ésta que no dejó de crear descontentos entre la nobleza de servicio.
Aprovechando una derrota militar frente a grupos bereberes, esta oposición logró destronarle, asesinarle y nombrar en su lugar a uno de los suyos, Gelimer, que gobernó entre 530 y 534. No obstante, un intento de crear una segunda monarquía vándala carecía de futuro. Falto de apoyos y debilitado militarmente, el reino vándalo sucumbía ante la fuerza expedicionaria bizantina, de sólo 15 000 hombres, comandada por Belisario.
En 405 Radagaiso cruzó el Rin con 80 000 asdingos, 50 000 silingos, 30 000 a 40 000 alanos y 30 000 a 35 000 suevos según las crónicas. Otros rebajan la cifra de 40 000 vándalos y 19 000 alanos. En 429, según Procopio de Cesarea, más de 50 000 vándalos y alanos y 30 000 esclavos y grupos menores de otros pueblos entran en África pero historiadores modernos sostienen que esa cifra es una exageración, proponiendo alrededor de 50 000. El número de guerreros probablemente era de 10 000 a 15 000.
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