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Viernes Santo



El Viernes Santo es una de las más representativas y profundas conmemoraciones del cristianismo. Es el sexto día de la Semana Santa y en él se recuerda la crucifixión y muerte de Jesús de Nazaret.[1][2][3]

En este día, la Iglesia católica manda a sus fieles guardar ayuno y abstinencia de carne como penitencia. Otros grupos cristianos —como ortodoxos, anglicanos, luteranos, metodistas y ortodoxos orientales— también recuerdan esta fecha.[4][5][6]

En la religión católica, en este día no se celebra la eucaristía, como el Sábado Santo. En su lugar, se celebra la "Liturgia de la Pasión del Señor" a media tarde del viernes, a las 15:00, hora en la que se ha situado la muerte de Jesús en la cruz. Por razones pastorales puede anticiparse o celebrarse más tarde, aunque en ningún caso la celebración puede comenzar antes de las 12:00 ni concluir pasadas las 18:00. Los únicos sacramentos celebrados durante este tiempo son el bautismo (en caso de peligro de muerte), penitencia y la unción de enfermos.[7]

El sacerdote y el diácono visten ornamentos rojos, en recuerdo de la sangre derramada por Jesucristo en la cruz. Los obispos participan en esta celebración sin báculo y despojados de su anillo pastoral. Antes de iniciar la celebración, el templo se presenta con las luces apagadas, y de no ser posible, a media luz. El altar y los laterales se encuentran sin manteles ni adornos, mientras que a un costado de este ha de disponerse un pedestal para colocar en él la santa cruz que será ofrecida a veneración.[8][9]

El comienzo de esta celebración es en silencio. El sacerdote se postra frente al altar, con el rostro en tierra, recordando la agonía de Jesús. El diácono, los ministros y los fieles se arrodillan en silencio unos instantes. El sacerdote, ya puesto de pie, se dirige a la sede donde reza una oración (a modo de oración colecta).

En seguida, estando los fieles sentados, se inicia la Liturgia de la Palabra: se proclaman dos lecturas, la primera del profeta Isaías (el siervo sufriente) y la segunda de la Carta a los Hebreos, intercaladas por un salmo ("Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu").

Después de la segunda lectura, sin aclamación, se proclama el relato completo de la "Pasión según san Juan", en cuya lectura pueden participar varias personas, leyéndose los papeles de Jesús (por el diácono o el sacerdote), el cronista por una persona y el Sanedrín (las personas que aparecen en el relato) por otro, siendo un seglar el que informa de lo que se va a ir realizando a lo largo de esta celebración, al igual que en el día anterior. La homilía es algo más breve de lo habitual debido a lo extenso del Evangelio.

La Liturgia de la Palabra finaliza con la "Oración universal", hecha de manera solemne. Se ora por la Iglesia, por el papa, por todos los ministerios —obispos, presbíteros y diáconos— y por los fieles, por los catecúmenos, por la unidad de los cristianos, por los judíos, por los que no creen en Cristo, por los que no creen en Dios, por los gobernantes, y por los atribulados.[10]

Después tiene lugar la adoración del Árbol de la Cruz, en la cual se descubre en tres etapas el crucifijo para la adoración de todos. El sacerdote celebrante va a los pies de la iglesia junto con dos personas (diáconos o monaguillos normalmente) que portan unos cirios y va avanzando con la cruz tapada con una tela oscura o roja y la va destapando mientras canta en cada etapa la siguiente aclamación: " Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la Salvación del Mundo", respondiendo los fieles y el coro "Venid a adorarlo", de modo que al llegar al Altar queda totalmente descubierta.[11]

A continuación los sacerdotes besan la cruz y después todos los fieles. Mientras, se suele cantar alguna canción, la única en toda la celebración. Las que están mandadas en el Misal Romano son tres, que se cantan a continuación una de otra: Los "Improperios" o reproches de Jesús al pueblo, el "Crux fidelis" ("Oh Cruz fiel", alabanzas a la cruz de Cristo), y el "Pange lingua" (no el himno eucarístico, "Pange, lingua, gloriosi Corporis mysterium", que se canta durante el traslado del Santísimo Sacramento al Monumento el día anterior, sino un canto sobre la Pasión, "Pange, lingua, gloriosi proelium certaminis").[11]

Terminada esta parte, se coloca un mantel en el Altar y el celebrante invita a los fieles a rezar el Padre Nuestro como de costumbre. Se omite el saludo de la paz, y luego de rezado el Cordero de Dios, se procede a distribuir la Comunión a los fieles con las Sagradas Formas reservadas en el monumento el día anterior, o sea, Jueves Santo. La celebración culmina sin impartirse la bendición, al igual que en el día anterior ya que la celebración culminará con la Vigilia Pascual, y se invita a esperar junto a María la llegada de la Resurrección del Señor, pero mientras tanto, se produce un profundo silencio y meditación sobre la Muerte del Señor.

Antes de las reformas de Semana Santa del Papa Pío XII en 1955, solo el sacerdote recibía la comunión en el marco de lo que se llamaba la Misa de los Presantificados, que incluía las oraciones habituales del ofertorio, con la colocación del vino en el cáliz, pero que omitía el canon de la misa.[12]​ A continuación los sacerdotes, diáconos y ministros se marchan en silencio a la sacristía.[13]​ En esta acción litúrgica se recoge una colecta, destinada a financiar el mantenimiento de los Santos Lugares donde vivió Jesucristo. Los encargados de mantener estos lugares son los Franciscanos Custodios de Tierra Santa.

Junto a las ceremonias que tienen lugar en los templos, en muchos lugares se conmemora el Viernes Santo con el rezo del Vía Crucis literalmente el camino de la cruz, donde a través de catorce estaciones se rememoran los pasos de Jesús camino a su muerte. Este suele realizarse en el templo (donde hay representaciones pictóricas o relieves de las estaciones) o por las calles en torno al mismo. En algunos lugares existe la costumbre de que algunos fieles, debidamente caracterizados, dramaticen las distintas estaciones.

También es costumbre en algunos lugares la meditación de las Siete Palabras que Jesús pronunció en la Cruz. En otros sitios se celebra la procesión del Santo Entierro y el turno de vela ante el sepulcro.

En muchos lugares por la mañana del Viernes Santo, al igual que al día siguiente, suelen predicarse retiros espirituales y se dispone de sacerdotes atendiendo confesiones.

El Viernes Santo y el Sábado Santo (antes de la Vigilia de la Resurrección) son los únicos días del calendario litúrgico católico donde no se celebra la Misa, como luto por la muerte del Señor. Las campanas permanecen mudas, siendo sustituidas en algunos lugares por matracas de madera. Tampoco el órgano suena, excepto para marcar el tono, y se evita el canto polifónico.[14]

Es costumbre también que todas las limosnas recogidas en las iglesias católicas del mundo en este día son donadas a la Custodia de Tierra Santa para el sostenimiento de los santos lugares.

Es generalizada la salida de procesiones en España, especialmente en Sevilla y Granada.

Semana Santa en Granada

La fecha varía cada año, según el Computus, relacionada con la coincidencia de la Semana Santa en la primera luna llena posterior al equinoccio de primavera en el hemisferio norte.

Las Iglesia ortodoxa conmemora esta fecha con el nombre de Santo y Gran Viernes. Al igual que la Iglesia católica, los ortodoxos dejan de celebrar la misa en este día, cuando la fecha coincida con la de la Anunciación de la Virgen (25 de marzo, la Anunciación pasa a celebrarse al segundo Lunes de Pascua[15]​). Las vestiduras de los patriarcas y demás religiosos cambian a color negro durante esta fecha y el Sábado Santo.[16]

El Libro de Oración Común de 1662 no ha indicado un rito particular a celebrarse el Viernes Santo, pero la costumbre local creó una variedad de servicios, incluidas las Siete Últimas Palabras de Jesucristo en la Cruz y un servicio de tres horas que consiste en maitines, comunión (mediante el Sacramento reservado en las parroquias de la iglesia alta) y Vísperas. En los últimos tiempos las versiones revisadas del Libro de Oración y de Adoración Común han vuelto a introducir ritos de observancia del Viernes Santo anteriores a la Reforma, que corresponden a los de la Iglesia católica, con especial aceptación a los ritos que se había observado en la Iglesia de Inglaterra antes de la reforma anglicana, incluyendo el Vía Crucis.

Hasta el siglo XX, el Viernes Santo fue la fiesta más importante para el Luteranismo, donde primaba la abstención de realizar obras mundanas. Durante ese tiempo, el luteranismo no hacía ninguna restricción a la celebración de la Eucaristía durante esta fecha, por el contrario, se consideraba un día ideal para ello, y los servicios religiosos se acompañaban a menudo con música acorde a la fecha, como la Pasión según San Mateo, compuesta por el músico luterano Johann Sebastian Bach.[17]

A mediados del siglo XX la práctica litúrgica luterana empezó a dejar de celebrar la Eucaristía el Viernes Santo, y actualmente en la mayoría de las iglesias de esta denominación la Eucaristía se celebra especialmente durante el Jueves Santo.

Además de observar un ayuno cuaresmal general,[17]​ muchos luteranos enfatizan la importancia del Viernes Santo como un día de ayuno dentro del calendario.[5][6]​ Un manual para la disciplina de la Cuaresma recomienda la guía luterana de "ayunar el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo con una sola comida durante el día, generalmente sin carne".[18]

Muchas comunidades protestantes tienen servicios especiales en este día también. La Iglesia de Moravia celebra una Fiesta del Amor el Viernes Santo, al tiempo que reciben la Santa Comunión el Jueves Santo.[19]​ La Iglesia Metodista conmemora el Viernes Santo con un servicio de adoración, a menudo sobre la base de las Siete Últimas Palabras de la Cruz.[20][21][22]​ No es raro que algunas comunidades celebren servicios ecuménicos durante este día.

Algunos bautistas, pentecostales, muchos sabatistas y otras iglesias protestantes se oponen a la celebración del Viernes Santo, considerándola como una tradición católica, y en lugar de ello observan la crucifixión el Miércoles Santo para coincidir con el sacrificio judío del Cordero de Pascua (que los cristianos creen que es una señal del Antiguo Testamento de la llegada de Jesucristo). Una crucifixión en Miércoles Santo permite que Cristo esté en la tumba ("corazón de la tierra") durante tres días y tres noches, como le dijo a los fariseos que sería (Mateo 12:40), en lugar de dos noches y un día si hubiera muerto un viernes.[23][24]​ Hay alguna base en esta idea en el Evangelio de Juan, que tiene a Jesús crucificado en un jueves por la noche[cita requerida] (14 de Nisán del calendario hebreo) en lugar del Viernes por la mañana como se encuentra en los evangelios sinópticos.

Los Testigos de Jehová recuerdan la "Cena del Señor" o la "Conmemoración" como ellos lo denominan, el día que corresponda al 14 de Nisán en el calendario judío, fecha en que lo hizo Jesús. Esta conmemoración es conocida como El Memorial de la Muerte de Cristo.



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