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Via Crucis



El vía crucis[1]​ o viacrucis[2][3]​ (en latín: «camino de la cruz») es una de las devociones o prácticas de oración más extendidas entre los católicos.[4]​ Se realiza el Viernes Santo y refiere los diferentes momentos vividos por Jesús de Nazaret desde su prendimiento hasta su crucifixión, sepultura y posterior resurrección. La expresión se usa también comúnmente para expresar todo tipo de dificultades que se presentan en la vida cuando se quieren alcanzar ciertos objetivos.

También conocido como "estaciones de la cruz" y "vía dolorosa", se trata de un acto de piedad, un camino de oración, basado en la meditación de la pasión y muerte de Jesucristo, en su camino al Calvario. El camino se representa con una serie de catorce imágenes de la Pasión, denominadas estaciones, correspondientes a incidentes particulares que, según la tradición católica, Jesús sufrió por la salvación de la humanidad basados en los relatos evangélicos y la tradición. También se llama via crucis al recorrido de cruces que señalan un camino o una ruta donde se puede realizar este ejercicio piadoso.

La costumbre es hacer un recorrido grupal que puede tener lugar dentro del templo o por las calles, deteniéndose en cada estación y rezando una oración en cada una, una lectura de algún pasaje del evangelio y también un cuento. La piedad dejó o hizo que el arte produjera obras maravillosas para representar las distintas escenas del vía crucis.[5]​ Existen vía crucis monumentales en muchos lugares, como el vía crucis de Lorca, que finaliza en un lugar único en el mundo, el de Ortigueira, que recorre las principales calles de esta villa costera, acompañando a Jesús Nazareno hacia el Monte Calvario, cerro sobre el que se construyeron una serie de ermitas a comienzos del s. XVII, como alternativa a los peregrinos que no pudieran desplazarse a Tierra Santa, o en Mérida. Otros vía crucis conocidos se encuentran en Lourdes, Montserrat.

La forma tradicional de esta práctica piadosa consta de las siguientes quince estaciones:

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La costumbre de rezar las estaciones de la Cruz comenzó en Jerusalén. Ciertos lugares de la Vía Dolorosa (aunque no se llamaba así antes del siglo XVI) fueron reverentemente marcados desde los primeros siglos. Hacer allí las estaciones de la Cruz se convirtió en la meta de muchos peregrinos desde la época del emperador Constantino (siglo IV).

Según la tradición, la Santísima Virgen visitaba diariamente las estaciones originales y San Jerónimo, Padre de la Iglesia, escribió sobre la multitud de peregrinos de todos los países que visitaban los lugares santos en su tiempo. Sin embargo, no existe prueba de una forma fija para esta devoción en los primeros siglos.

Desde el siglo XII los peregrinos escriben sobre la "Vía Sacra", como una ruta por la que pasaban recordando la Pasión. No sabemos cuándo surgieron las estaciones según las conocemos hoy, ni cuándo se comenzó a concederles indulgencias, pero probablemente fueron los franciscanos los primeros en establecer el vía crucis, ya que a ellos se les concedió en 1342 la custodia de los lugares más preciados de Tierra Santa. Tampoco está claro en qué dirección se recorrían, puesto que, según parece, hasta el siglo XV muchos lo hacían empezando en el Monte Calvario y retrocediendo hasta la casa de Pilato.

Ferraris menciona las siguientes estaciones con indulgencias:

En los tiempos medievales, pocas de las Estaciones mencionan la segunda (Jesús carga con la cruz) ni la décima (Jesús es despojado de sus vestiduras). Por otro lado, algunas que hoy no aparecen, eran antes más comunes. Entre estas, el balcón desde donde Pilato pronunció Ecce Homo (he aquí el hombre).

Comprendiendo la dificultad de peregrinar a la Tierra Santa, el papa Inocencio XI concedió en 1686 a los franciscanos el derecho de erigir Estaciones en sus iglesias y declaró que todas las indulgencias anteriormente obtenidas por visitar devotamente los lugares de la Pasión del Señor en Tierra Santa las podían en adelante ganar los franciscanos y otros afiliados a la orden haciendo las Estaciones de la Cruz en sus propias iglesias según la forma acostumbrada (siendo el franciscano Leonardo de Puerto Mauricio su mayor propagador).[6]Inocencio XII confirmó este privilegio en 1694 y Benedicto XIII lo extendió en 1726 a todos los fieles. En 1731 Clemente XII lo extendió aún más permitiendo las indulgencias en todas las iglesias, siempre que las Estaciones fueran erigidas por un padre franciscano con la sanción del ordinario (obispo local). Al mismo tiempo fijó definitivamente en catorce el número de Estaciones. Benedicto XIV exhortó en 1742 a todos los sacerdotes a enriquecer sus iglesias con el rico tesoro de las Estaciones de la Cruz. En 1773 Clemente XIV concedió la misma indulgencia, bajo ciertas circunstancias, a los crucifijos bendecidos para el rezo de las Estaciones, para el uso de los enfermos, los que están en el mar, en prisión u otros impedidos de hacer las Estaciones en la iglesia. La condición es que sostengan el crucifijo en sus manos mientras rezan Padre Nuestro, el Ave María y el Gloria un número determinado de veces. Estos crucifijos especiales no pueden venderse, prestarse ni regalarse sin perder las indulgencias, ya que son propios para personas en situaciones especiales. En 1857 los obispos de Inglaterra recibieron facultades de la Santa Sede para erigir ellos mismos las Estaciones con indulgencias cuando no hubiese franciscanos. En 1862 se quitó esta última restricción y los obispos obtuvieron permiso para erigir las Estaciones, ya sea personalmente o por delegación, siempre que fuese dentro de su diócesis.

Publicadas en el Enchiridion Indulgentiarum Normae et Concessiones, en mayo de 1986, Librería Editrice Vaticana:

Las normas para obtener estas indulgencias plenarias son [cita requerida]:

Los requisitos de arriba son necesarios para obtener las indulgencias, pero siempre que se hacen las Estaciones con devoción en cualquier lugar, ya sea públicamente o en privado, se obtendrán muchas gracias. Claro que deben hacerse de corazón, con sincera intención de conversión.

Las Estaciones de la Cruz se pueden hacer con gran beneficio todo el año y son especialmente significativas durante la Cuaresma. Cada Viernes Santo, el Papa dirige las Estaciones de la Cruz desde el Coliseo en Roma para recordar a los mártires y nuestro llamado a seguir sus pasos.

El Viernes Santo de 1991,[7][8]​ con la autoría de Juan Pablo II, se creó un nuevo viacrucis con 15 Estaciones basadas todas ellas en momentos del Nuevo Testamento, ya que el primigenio se basa en pasajes recogidos de la Tradición cristiana, algunos recogidos en los evangelios apócrifos, entre los que se encontraban el encuentro de Jesús con María, su madre y el acto en el que la Santa Mujer Verónica le enjuga el rostro a Jesús. Este nuevo viacrucis comienza con la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní y finaliza con la sepultura de Jesús. A veces, se añade una Décima quinta Estación dedicada a la Resurrección de Cristo. Fue un intento de acercar ecuménicamente a todas las confesiones cristianas, y aunque se usa alternativamente al tradicional, en ningún caso lo ha sustituido. El nuevo via crucis es:



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