Alejandro II de Rusia (en ruso: Алекса́ндр II Никола́евич; Moscú, 17 de abriljul./ 29 de abril de 1818greg. - San Petersburgo, 1 de marzojul./ 13 de marzo de 1881greg.) fue zar del Imperio ruso desde el 3 de marzo de 1855 hasta su asesinato en 1881. También fue gran duque de Finlandia y rey de Polonia hasta 1867.
Era hijo de Nicolás I de Rusia y de Carlota de Prusia (Alejandra Fiódorovna), hija de Federico Guillermo III de Prusia y de Luisa de Mecklemburgo-Strelitz. Durante su juventud dio pocas muestras de su valía final, hasta el momento de su advenimiento en 1855, pocos imaginaron que sería conocido como un líder capaz de poner en práctica las más difíciles reformas emprendidas en Rusia desde el reinado de Pedro el Grande.
Durante los treinta y seis años en los que fue heredero, el ambiente de San Petersburgo era desfavorable para el desarrollo de cualquier innovación política o intelectual. Todos los principios de libertad de pensamiento y de iniciativa privada eran, en la medida de lo posible, reprimidos enérgicamente. La censura personal y oficial era moneda corriente; las críticas a las autoridades eran consideradas como un delito grave. Esto también fue considerado como una de las razones que llevaron a su asesinato.
Bajo la visión del poeta liberal Vasili Zhukovski, Alejandro II recibió la educación que se les daba a los jóvenes rusos de buena familia en ese momento: un gran número de temas en nociones, y la introducción a los principales idiomas europeos de la época. Tuvo poco interés personal en los asuntos militares, para decepción de su padre, que era un apasionado del ejército. Alejandro II dio pruebas de una disposición débil, considerada fuera de lugar en alguien destinado a convertirse en un autócrata militar.
Alejandro II subió al trono tras la muerte de su padre. En el primer año de su reinado prosiguió con la guerra de Crimea, pero tras la caída de Sebastopol tuvo que iniciar conversaciones de paz, dejadas en manos de su consejero de confianza, el príncipe Aleksandr Gorchakov. Entonces comenzó un período de reformas radicales, alentadas por la opinión pública, pero llevadas a cabo por el poder autocrático. Todos quienes habían pretendido introducir reformas declararon en voz alta que el país estaba agotado y humillado por la guerra, y que la única manera de restablecer su poder en Europa era desarrollar sus recursos naturales y reformar a fondo todas las ramas de la administración. El gobierno, por lo tanto, encontró en las clases educadas un recién nacido espíritu público, deseoso de ayudar en cualquier labor de reforma que se pudiese emprender.
Afortunadamente para Rusia, el poder autocrático se encontraba ahora en manos de un hombre profundamente influenciado por el espíritu de la época, y que tenía suficiente prudencia y sentido práctico para impedir ser arrastrado por el entusiasmo. A diferencia de sus predecesores, Alejandro no sentía la necesidad de imponer sus ideas por la fuerza ni se servía de ayudantes para dirigir los proyectos. Estos rasgos de su carácter, junto con las peculiares circunstancias en que actuó, explican que implementara las reformas con ayuda de las clases educadas.
Sin embargo, el crecimiento de un movimiento revolucionario de «izquierda» produjo el fin de los cambios que quería imponer Alejandro II cuando fue asesinado por una bomba en 1881. Es interesante observar que, después de que se convirtiera en zar en 1855, manteniendo un gobierno liberal, fuese objetivo de numerosos intentos de asesinato (1866, 1873, 1880).
Aunque vigilaba cuidadosamente su poder autocrático y se resistía obstinadamente a todo aquello que impulsara reformas que él no se sentía inclinado a llevar a cabo, Alejandro II actuó durante varios años como un soberano constitucional. Poco después de la paz, se introdujeron importantes cambios en la legislación relativa a la industria y al comercio, que permitieron crear un gran número de sociedades de responsabilidad limitada. Se idearon planes para la construcción de una gran red de ferrocarriles — en parte con el propósito de desarrollar los recursos naturales del país, y en parte con el fin de aumentar su poder de defensa y ataque.
Pronto se vio que los progresos contaban con un obstáculo formidable: la existencia de la servidumbre de la gleba. Alejandro II demostró que, a diferencia de su padre, quería lidiar con este difícil y peligroso problema. Presentó una petición a los propietarios polacos de las provincias lituanas y esperó que sus relaciones con los siervos fuesen reguladas de manera más satisfactoria (es decir, más de manera satisfactoria para los propietarios), autorizando la formación de comités «para mejorar la condición de los campesinos», y se establecieron los principios sobre los que la mejora debía efectuarse.
Este paso fue seguido por otros aún más importantes. Sin consultar a sus asesores ordinarios, Alejandro II ordenó al Ministro del Interior enviar una circular a los gobernadores provinciales del Imperio que contuviese una copia de las instrucciones transmitidas al gobernador general de Lituania, alabando sus intenciones generosas y patrióticas, y sugería que tal vez los propietarios de las otras provincias podrían realizar lo mismo. La sugerencia se llevó a cabo en todas las provincias donde existía la servidumbre, formándose comités de emancipación.
La cuestión planteó una serie de cuestiones espinosas. La emancipación no era sólo una cuestión humanitaria que se resolvería instantáneamente por un ukaz imperial. Había que resolver graves problemas que afectaban profundamente a la vida económica, social y política de la nación.
Alejandro II tenía pocos de los conocimientos necesarios para hacer frente con éxito a esos problemas, y se limitó a elegir entre las diferentes medidas que le recomendaron. El principal punto en cuestión era si los siervos debían convertirse en trabajadores agrícolas que dependieran económica y administrativamente de los propietarios, o si se debían transformar en una clase de propietarios independientes. El emperador dio su apoyo a este último proyecto, y el campesinado ruso se convirtió en el último grupo europeo de este sector que abandonaba la servidumbre.
Los que llevaron a cabo la emancipación fueron el hermano de Alejandro II, Constantino Nikoláievich, Yákov Rostóvtsev, y Nikolái Miliutin. El 3 de marzo de 1861, en el sexto aniversario de su advenimiento, la ley de la emancipación fue firmada y publicada.
Se sucedieron otras reformas: la reorganización del ejército y de la armada (1874); se creó una nueva administración judicial basada en el modelo francés (1864), con un nuevo código penal y un sistema simplificado del procedimiento civil y penal; se elaboró un régimen de gobierno local autónomo (Zemstvo) para los distritos rurales (1864) y las grandes ciudades (1870), con asambleas electivas que poseían un derecho fiscal limitado, y una nueva policía rural y municipal bajo la dirección del Ministro del Interior. Alejandro II sería el segundo monarca (después del rey Luis I de Portugal) en abolir la pena capital, una pena que todavía es legal (aunque no se practica) en Rusia.
Sin embargo, los trabajadores querían mejores condiciones de trabajo; las minorías nacionales deseaban la libertad. Cuando los radicales comenzaron a recurrir a la formación de sociedades secretas y a la agitación revolucionaria, Alejandro II se sintió obligado a adoptar severas medidas represivas.
Para intentar resolver el efecto de algunas reformas liberales, en un intento de sofocar la agitación revolucionaria, Alejandro II instituyó un ukase en el que se creaban comisiones especiales, compuestas de altos funcionarios y personajes privados que debían preparar las reformas en diversas ramas de la administración.
El 16 de abril de 1841 se casó con la princesa María de Hesse-Darmstadt en San Petersburgo, posteriormente conocida como María Alexándrovna. El zarévich afirmó estar profundamente enamorado de la joven princesa y no aceptó hablar de otra candidata. María era hija de Luis II de Hesse-Darmstadt y de Guillermina de Baden, aunque se dudaba de si su padre era el gran duque o el amante de su madre, el barón August von Senarclens de Grancy. El matrimonio tuvo seis hijos y dos hijas:
Alejandro tuvo muchas amantes durante su matrimonio y fue padre de siete hijos ilegítimos reconocidos. Estos incluyen a Antoinette Bayer (1856-1948), con su amante Guillermina Bayer; a Michael Bogdan-Oginski (1848-1909), con la condesa Olga Kalinóvskya (1818-1854); y a Joseph Raboxicz.
El 6 de julio de 1880, menos de un mes después de la muerte de la zarina María, ocurrida el 8 de junio, Alejandro contrajo matrimonio morganático con su amante, la princesa Catalina Dolgorúkov, con quien ya tenía cuatro hijos:
Al comienzo de su reinado, Alejandro expresó la famosa declaración de «no soñar», dirigida a los polacos, que poblaban la Polonia del Congreso, Ucrania occidental, Lituania, Bielorrusia y Livonia. El resultado fue el Levantamiento de enero de 1863-1864, sofocado después de dieciocho meses de combate. Miles de polacos fueron ejecutados y decenas de miles fueron deportados a Siberia. El precio de la represión fue el apoyo ruso a la unificación alemana. Veinte años más tarde, Alemania se convirtió en el principal enemigo de Rusia en el continente.
Todos los territorios de la antigua Confederación Polaco-Lituana fueron excluidos de las políticas liberales introducidas por Alejandro. La ley marcial se introdujo en Lituania en 1863, manteniéndose durante los siguientes 50 años. Las lenguas nativas, lituan, ucraniano y bielorruso, fueron prohibidas en los textos impresos (Ukaz de Ems). La lengua polaca fue prohibida en su forma oral y escrita en todas las provincias excepto en la Polonia del Congreso, en donde solo se permitía en conversaciones privadas. Estas medidas también fueron adoptadas por los prusianos y los austriacos.
En 1863 Alejandro II volvió a establecer la Dieta de Finlandia y puso en marcha varias reformas que aumentaban la autonomía de Finlandia, incluyendo el establecimiento de una moneda propia, el marco finlandés. La liberación de la empresa condujo a un aumento de la inversión extranjera y a un profundo desarrollo industrial. Por último, elevó el idioma finés a lengua nacional, equiparándolo al sueco, lo que posibilitó una igualdad de oportunidades para una mayor proporción de la sociedad. Alejandro II fue considerado como «El Buen Zar» en Finlandia.
La actitud de Alejandro hacia Finlandia podría ser vista como una verdadera creencia de que las reformas serían más fáciles de probar en un pequeño país homogéneo que en el conjunto de Rusia. El trato benevolente hacia Finlandia también puede considerarse como una recompensa por la lealtad de la población durante la guerra de Crimea y durante el levantamiento polaco. Asimismo podría ser un intento de debilitar los fuertes lazos que Finlandia mantenía aún con Suecia.
En 1866 hubo un atentado contra la vida del zar en San Petersburgo, perpetrado por Dmitri Karakózov. El atentado se produjo en el Jardín de Verano, siendo salvado el zar por un hombre que apartó a tiempo el arma del terrorista, impidiendo así que el monarca recibiera herida alguna. Para conmemorar el haber salvado la vida, se construyeron un gran número de iglesias y capillas en muchas ciudades de Rusia.
En junio de 1867, durante la visita del Zar a Napoleón III en París, en el Bosque de Boulogne fue atacado con dos disparos fallidos por el obrero polaco Bergowski, nativo de Volhynia y refugiado en París debido al control del Zar en diversas regiones de Polonia.
En la mañana del 20 de abril de 1879, Alejandro II iba caminando hacia la Plaza de la Guardia Personal, cuando fue atacado por un estudiante llamado Aleksandr Soloviov. Tras ver un revólver en sus manos, el zar huyó. Soloviov disparó cinco veces, pero falló y fue condenado a muerte y ahorcado el 28 de mayo.
El estudiante actuó por su cuenta, pero otros revolucionarios estaban deseosos de asesinar a Alejandro. En diciembre de 1879, la Naródnaya Volia (en ruso Voluntad del pueblo), un grupo revolucionario radical que planeaba una revolución social, organizó una explosión en el ferrocarril de Livadia a Moscú, pero no alcanzaron al vagón del Zar. En la noche del 5 de febrero de 1880, el mismo conjunto revolucionario llevó a cabo un atentado en un salón del Palacio de Invierno, pero el zar volvió a salir ileso, aunque otras 67 personas resultaron muertas o heridas. El comedor también fue muy dañado.
Después del último intento de asesinato, Mijaíl Lorís-Mélikov fue nombrado jefe de la Suprema Comisión Ejecutiva y se le dieron poderes extraordinarios para luchar contra los revolucionarios. Las propuestas de Lorís-Mélikov reclamaban algún tipo de órgano parlamentario, y el emperador parecía estar de acuerdo, pero estos planes nunca fueron realizados, pues el 13 de marzo (1 de marzo según el antiguo calendario ruso) de 1881, Alejandro II fue víctima de un atentado.
Como había hecho cada domingo durante una veintena de años, el zar se dirigió al Cuartel de la Manege en San Petersburgo para revisar los regimientos de la Guardia de Infantería de Reserva y la Guardia Cazaminas. Viajaba en un carruaje cerrado acompañado de seis cosacos y con un séptimo a la izquierda del cochero. El transporte del zar era seguido por dos trineos que llevaban, entre otros, al jefe de la policía y al jefe de la guardia del zar. La ruta, como siempre, fue a través del Canal de Catalina y por el Puente Pévchesky, hacia la Catedral de San Isaac.
La calle estaba flanqueada por estrechas aceras a ambos lados. Un hombre joven de pequeña estatura, que llevaba un pesado abrigo negro, iba por la calle en dirección del transporte imperial. Llevaba un pequeño paquete blanco envuelto en un pañuelo. El joven era el revolucionario Nikolái Rysakov, quien arrojó una bomba al paso del carruaje:
La explosión mató a uno de los cosacos e hirió gravemente al conductor y a la gente que estaba en la acera, varios de gravedad, mientras que el carruaje sólo resultó dañado. El zar fue sacudido pero resultó ileso. Rysakov fue capturado casi de inmediato. Dvorzhitsky, Jefe de la Policía, escuchó gritar a Rysakov a alguien de entre la multitud. Consciente de que había otro asesino cerca (incluso más de uno), instó al zar para que saliera de la zona. El zar Alejandro aceptó de inmediato, pero antes quería ver el lugar de la explosión. Completamente rodeado por los guardias y los cosacos, se acercó al agujero que había en la calle. Fue entonces cuando un hombre joven, Ignati Grinevitski, que estaba cerca del canal, levantó ambos brazos y tiró algo a los pies del zar. El jefe de policía Dvorzhitsky más tarde escribió:
Más tarde se supo que había una tercera bomba entre la multitud. Un hombre llamado Iván Emelyánov estaba dispuesto a lanzar dicho explosivo, portando un maletín que contenía una bomba que sería utilizada en caso de que las otras dos bombas no lograsen el resultado esperado.
Alejandro fue llevado en trineo hasta el Palacio de Invierno, quedando un rastro de sangre entre el trayecto que va desde la escalera de mármol hasta su estudio, donde veinte años antes había firmado el Edicto de Emancipación de los siervos. El zar, con ambas piernas destrozadas, se estaba desangrando. Los miembros de la familia Románov se apresuraron a ir hasta la cama del moribundo. Uno de ellos fue el silencioso y sensible niño de trece años de edad, llamado Nicky, hijo mayor del zarévich Alejandro, quien sería Nicolás II de Rusia.
Antes de morir, el zar recibió la Comunión y la Extremaunción, pues ya estaba demasiado débil y entonces no era posible todavía realizar una transfusión de sangre. No había nada que se pudiera hacer, salvo esperar. Cuando se le preguntó cuánto tiempo se prolongaría la agonía del zar, el médico, Dr. S.P. Borkin, respondió, «unos quince minutos». A las 3:30 de ese día el zar Alejandro II dejó de respirar.
El magnicidio causó un gran revés para el movimiento de reforma y para el incipiente liberalismo ruso. Uno de los últimos proyectos de Alejandro II estaba dirigido precisamente a la creación de un parlamento electivo, o Duma. Precisamente la primera acción tomada por su hijo y sucesor, Alejandro III de Rusia, tras su coronación fue la de acabar con esos planes reformistas y reforzar la autocracia, reprimiendo con suma severidad toda oposición al absolutismo zarista y restringiendo derechos a las minorías étnicas y religiosas (como por ejemplo, los judíos). La Duma no fue convocada hasta 1905 por el nieto de Alejandro II, Nicolás II, quien tuvo que ceder a ello solamente ante la presión popular a que fue sometida la monarquía tras la Revolución Rusa de 1905.
Una segunda consecuencia del asesinato fueron los pogromos y la legislación antisemita (Leyes de Mayo). Ello fue debido a que se culpó a los judíos, como minoría étnica de cultura y religión ajena al pueblo ruso, de haber participado colectivamente en la conspiración de asesinato (uno de los magnicidas era judío). Más de 200 judíos que no tenían nada que ver con el asesinato de Alejandro II, fueron golpeados hasta la muerte en estos pogromos a lo largo de Rusia.
Una tercera consecuencia fue que irrumpió de nuevo la represión de las libertades civiles en Rusia y la brutalidad policial, y con gran vigor, tras haber experimentado cierta moderación bajo el reinado de Alejandro II. El asesinato de Alejandro II parecía mostrar a sus sucesores que las reformas liberales solo debilitaban a la monarquía zarista y estimulaban el terrorismo, por lo cual la represión autocrática aparecía como la única solución aceptable. La muerte del zar fue presenciada por su hijo, Alejandro III, y por su nieto, el futuro Nicolás II, quienes se comprometieron a no correr la misma suerte. Ambos utilizaron la Ojrana para detener a los manifestantes y acabar con los grupos rebeldes, endureciendo la represión de las libertades personales del pueblo ruso.
Para homenajear la memoria de su padre, en 1883, dos años después de su asesinato, el zar Alejandro III ordenó construir una iglesia en el lugar del magnicidio, llamada Iglesia de la Resurrección de Cristo y conocida como Iglesia del Salvador sobre la sangre derramada. En el interior de esta iglesia pueden verse piedras manchadas con la sangre del zar. Actualmente es uno de los monumentos más bellos, conocidos y visitados de San Petersburgo.
Todas las fechas indicadas están basadas en el nuevo calendario. En el siglo XIX, el calendario ruso estaba atrasado del occidental por unos 12 días, y por 13 días a principios del siglo XX. No sería hasta 1918, después de la Revolución cuando se ajustó el calendario ruso al occidental.
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