La archidiócesis de Toledo (en latín, Archidioecesis Toletana) es una circunscripción eclesiástica de la Iglesia católica en España. Es la sede metropolitana de la provincia eclesiástica de Toledo con cuatro diócesis sufragáneas: Sigüenza-Guadalajara, Cuenca, Ciudad Real y Albacete.
La jurisdicción de la archidiócesis comprende los municipios de la provincia de Toledo y parte de las provincias de Cáceres y Badajoz.
La sede episcopal de Toledo fue establecida, según la tradición, en el siglo I. En el siglo VII fue elevada a archidiócesis primada de España (título que antes ostentaba Cartagena) y siendo desde entonces todos los arzobispos, primados de España.
El actual arzobispo primado, monseñor Francisco Cerro Chaves, fue nombrado el 27 de diciembre de 2019, tomando posesión el 29 de febrero de 2020. La sede titular del arzobispo es la Catedral de Santa María de Toledo, más conocida popularmente como la «Catedral Primada».
La archidiócesis cuenta con 268 parroquias, abarca unos 19.333 km² en los que habitan unas 735.154 personas, de las cuales 634.669 son católicas, o sea el 86,3% de la población,2 que son atendidos por 476 sacerdotes.
La archidiócesis posee una gran riqueza arquitectónica en templos y santuarios, de los cuales varios han sido declarados monumento nacional. La mayoría de los edificios del arzobispado en Toledo son Patrimonio de la Humanidad.
La presencia del cristianismo en la ciudad de Toledo se remonta al siglo I, si bien la religión no se extiende hasta comienzos del siglo IV, en la época de la persecución cristiana del emperador Diocleciano en la que suceden hechos como el martirio de Santa Leocadia. En el concilio de Elvira del año 300, figura la firma del obispo Melancio, siendo el primer obispo de Toledo conocido y tomándose desde el punto de partida en la numeración de la sucesión apostólica en Toledo.
Con la llegada de los visigodos y especialmente tras la elección de Toledo como capital del reino, la diócesis extendió su dominio dentro de la provincia cartaginense de cuya capital, Carthago Spartaria, dependía eclesiásticamente. Al haber quedado Cartagena, sede metropolitana de la archidiócesis y capital provincial, en territorio ocupado por los bizantinos, el rey visigodo Gundemaro promovió la celebración de un sínodo que se desarrolló en Toledo y que acordó que Toledo era la metrópoli de toda la provincia, arrebatándole este título a la sede de Cartagena, declaración que respaldó el rey por decreto de 23 de octubre de 610. La provincia eclesiástica abarcaba un total de 20 diócesis. El arzobispo de Toledo podía intervenir en el nombramiento de obispos en la península.
Durante este período se suceden los concilios toledanos, del que destaca el tercero, en el cual Recaredo y su corte se convirtieron al catolicismo. Durante esta etapa destacaron arzobispos como San Eugenio, San Ildefonso, o San Julián.
Durante la invasión musulmana, los hispanorromanos sometidos por los musulmanes y que no huyeron a los reinos cristianos del norte, los mozárabes, mantuvieron la religión cristiana y, además, entraron en contacto con la nueva cultura de los conquistadores. De hecho los cristianos seleccionaban y rechazaban lo que les interesaba. A lo largo del período musulmán de Toledo, cabe mencionar que progresivamente se fue produciendo un proceso de islamización y de aculturación de la población autóctona. El clero cristiano llegó a ser trilingüe, pues aparte de aprender árabe, mantuvo su lengua romance y el latín en la liturgia.
El rito propio de la antigua Iglesia Hispana pervivió en Toledo, como rito de los mozárabes que quedaron en la ciudad, que establecieron la sede arzobispal en la iglesia de Santa María de Alfizén. Actualmente, sigue en vigor como rito católico. El rito mozárabe toledano o liturgia hispánica y el Ambrosiano de Milán son los dos únicos antiguos ritos-liturgias del Occidente cristiano que siguen vigentes junto con el rito romano.
El abandono de la sede por parte del obispo Sinderedo provocó muchos problemas en la iglesia de Toledo. Un prelado llamado Oppas ocupó el arzobispado, pero al recaer aún el título de arzobispo en Sinderedo se le consideró impostor y no se le incluye en la sucesión apostólica toledana. Hubo dos bandos a favor y en contra de su persona, pero, durante la batalla de Covadonga (722), Oppas, acompañando a los musulmanes, fue capturado por Pelayo y se puso fin a la situación irregular de la diócesis. Después de Oppas, son conocidos cuatro obispos a partir del 731 hasta el fin del siglo VIII. En el listado de arzobispos, el Códice Emilianense termina el catálogo de titulares con Juan I. En todo caso, a pesar de no tener muchas noticias al respecto, continuó habiendo prelados hasta la reconquista de Toledo por Alfonso VI.
El rey Alfonso VI y los cristianos reconquistaron la ciudad de Toledo en 1085, devolviendo su antiguo poder a la archidiócesis. El papa Urbano II, mediante la bula Cunctis Sanctorum, de 1088/1089, reconoció a los titulares de la diócesis toledana la condición de primados y metropolitanos, recuperando el papel protagonista que la sede episcopal había tenido en la época visigoda. El primer arzobispo de esta etapa fue Bernardo de Cluny, perteneciente a la Orden de Cluny, que en aquella época se extendió por España. La sede episcopal participó activamente en la Reconquista, asumiendo el territorio que se conquistaba (Reino de Toledo o Castilla la Nueva), y alentando en su territorio la expansión de las órdenes militares de Santiago, Calatrava y Alcántara. Así pues, la archidiócesis abarcaba la jurisdicción de mayor extensión en la península, ocupando las actuales provincias de Toledo, Ciudad Real, Madrid y una parte sustancial de las de Albacete, Guadalajara, Badajoz y Cáceres.
Durante este período se emprendió la construcción de la actual Catedral de Santa María de Toledo, cuyas obras se extenderán por dos siglos. Esta fue construida sobre la antigua mezquita de los tiempos de la ocupación musulmana. El cabildo catedralicio fue fundado en el siglo XII.
En el siglo XV, la diócesis toledana creció en jurisdicción, quedando bajo su provincia eclesiástica las diócesis de Palencia, Osma, Segovia, Sigüenza, Cuenca, Córdoba y Jaén. El arzobispo de Toledo se convirtió en el Consejero Mayor del Rey y el Cabildo catedralicio de la sede toledana en el consejo asesor. Las rentas de la primatura alcanzaban en esta época los ciento cincuenta y cuatro mil ducados. En aquella época, la catedral estaba servida por 70 canónigos y más de cien capellanes.
Terminada la conquista, durante el reinado de los Reyes Católicos, llegó al puesto de Arzobispo de Toledo el Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, que inaugurará la Universidad de Alcalá, cuyo territorio pertenecía entonces al arzobispado de Toledo (de hecho, era Archidiócesis Primada de toda España y la provincia eclesiástica en sí se extendía hasta África), y participará activamente en la política del reino. Durante el reinado de Felipe II la corte se trasladó a Madrid, si bien eclesiásticamente la ciudad siguió dependiendo de Toledo. Durante el resto de la Edad Moderna la ciudad sufriría un lento declive. Aunque la diócesis se mantuvo durante más tiempo, poco a poco fue perdiendo peso ante otras más pujantes.
En los dos últimos siglos la archidiócesis sufrió varios episodios complicados. Durante la invasión de Napoleón la diócesis se vio saqueada, huyendo el Arzobispo a la ciudad de Sevilla. Con las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz se originó un conflicto entre el gobierno de España y el Papado, quedando vacante durante algún tiempo el puesto de arzobispo.
Durante el siglo XVII hasta el siglo XIX y parte del XX, la archidiócesis empezó a perder las diócesis que estaban bajo su jurisdicción. A partir de su territorio se crearon las diócesis de Madrid-Alcalá (más tarde archidiócesis, desligándose de Toledo) y la prelatura de Ciudad Real (elevada a diócesis en 1980). Sólo las diócesis de Cuenca y Sigüenza-Guadalajara han permanecido en la provincia eclesiástica. En 1949 se creó la diócesis de Albacete, desmembrándose de la diócesis de Cartagena y pasando a formar parte de la provincia eclesiástica de Toledo.
A principios del siglo XX, la archidiócesis siguió manteniendo su puesto de preferencia sobre las demás diócesis de España. En 1931, el cardenal Pedro Segura fue expulsado de España por su oposición a la recién creada república española, quedando la sede toledana vacante durante dos años hasta el nombramiento de Isidro Gomá y Tomás como nuevo arzobispo. El periodo de la guerra civil española supuso la destrucción de buena parte del patrimonio artístico del arzobispado y la muerte de 281 sacerdotes. Tras ella, se procedió a la reconstrucción del material destruido y se configuró el aspecto de la actual archidiócesis de Toledo.
La archidiócesis de Toledo es dirigida por el arzobispo de Toledo.
Arzobispo Metropolitano: Francisco Cerro Chaves. Fue nombrado arzobispo el 27 de diciembre de 2019 por el papa Francisco.
Arzobispo emérito: Braulio Rodríguez Plaza. Tomó posesión de la archidiócesis el 21 de junio de 2009 y recibió el palio arzobispal de manos del papa Benedicto XVI el 29 de junio de 2009 en Roma, en la festividad de los apóstoles Pedro y Pablo, junto a los demás arzobispos del mundo que se nombraron ese año. En enero de 2019, al cumplir los 75 años, según el Código de Derecho Canónico, se dan las condiciones establecidas para que el papa Francisco acepte su renuncia al gobierno de la archidiócesis. Normalmente, el Santo Padre concede (como ocurre en este caso) una prórroga hasta que designa al sucesor. Curiosamente, la sede primada venía siendo sede cardenalicia secularmente. Es muy probable que monseñor Rodríguez Plaza no reciba ya el birrete cardenalicio. Igual que también era habitual que los arzobispos toledanos no fueran trasladados a otra diócesis, con la excepción del cardenal que ordenó presbítero al actual arzobispo: el cardenal Tarancón, pues en 1971 el papa Pablo VI le nombra administrador apostólico de Madrid (al morir el prelado de la archidiócesis de Madrid-Alcalá). Poco después, el cardenal Tarancón es trasladado de Toledo a Madrid. De manera que, según las disposiciones del Concilio Vaticano II (sinodalidad de los obispos) y la preeminencia actual de la archidiócesis madrileña, la sede primada pierde la relevancia histórica en favor de Madrid. El papa Francisco aceptó su renuncia por edad el 27 de diciembre de 2019.
Obispo auxiliar : Francisco César García Magán.
Además, en Toledo reside Ángel Rubio Castro, quien fue obispo auxiliar entre 2004 y 2007 y obispo de Segovia entre 2007 y 2014. Tras su jubilación, regresó a Toledo, donde colabora con la Archidiócesis.
La sede toledana fue fundada en el siglo I y elevada a archidiócesis en el siglo VII. Desde el primer obispo documentado (Melancio) hasta la actualidad, 120 han sido los prelados que han ocupado la sede episcopal primada de Toledo.
Desde el siglo XX, 13 han sido los arzobispos primados que han ocupado esta sede.
La archidiócesis de Toledo está situada en el centro de España. La mayor parte del territorio se encuentra en la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha, concretamente en la provincia de Toledo, pero también abarca algunos municipios de las provincias de Cáceres y Badajoz, en Extremadura. Geográficamente, se encuentra en el centro de la Meseta Central, en la parte septentrional de la Submeseta Sur. Limita al norte con Madrid, al noroeste con Castilla y León (con Ávila), al oeste con Extremadura (con Cáceres y Badajoz) y al sur con Ciudad Real y ligeramente con Andalucía (con Córdoba). La jurisdicción del arzobispado abarca aproximadamente 19 333 km², que comprende el territorio de 232 municipios.
La archidiócesis limita por el norte con las diócesis de Getafe, por el noroeste con la de Ávila, por el este con la diócesis de Cuenca, por el sur con la de Ciudad Real y con la de Córdoba y por el suroeste con la archidiócesis de Mérida-Badajoz y la diócesis de Plasencia.
La ciudad de Toledo, cuyo nombre asume el arzobispado, es la capital archidiocesana, y como tal, alberga la curia arzobispal y la catedral. En la ciudad se encuentra el Palacio Arzobispal de Toledo, residencia del arzobispo y Patrimonio de la humanidad.
La provincia eclesiástica de Toledo está formada por la archidiócesis de Toledo -que es la sede metropolitana- y las diócesis sufragáneas de Ciudad Real, Albacete, Cuenca y Sigüenza-Guadalajara. Además, el arzobispo de Toledo es el metropolitano de la provincia y tiene autoridad limitada sobre las diócesis sufragáneas.
Actualmente, la provincia tiene alrededor de 1423 parroquias, abarca unos 83.402 km² en donde habitan aproximadamente 2.144.031 de personas de las cuales el 92,18% son católicos.
Para efectos de su organización interna y la provisión de los servicios pastorales a los fieles, la diócesis está dividida en 26 arciprestazgos, a cuyo frente se encuentra un arcipreste que se encarga de administrarlo, atender las peticiones del clero y velar del cuidado del culto. Estos a su vez están agrupados en 4 vicarías episcopales:
De acuerdo al Anuario Pontificio 2021 la arquidiócesis tenía a fines de 2020 un total de 613 380 fieles bautizados.
Además, según estadísticas oficiales, durante el curso 2018-19, 67 eran los seminaristas que estudiaban en el Seminario Conciliar de San Ildefonso y se ordenaron ocho nuevos sacerdotes y diez diáconos.
La archidiócesis de Toledo cuenta con una gran riqueza arquitectónica en iglesias y santuarios a lo largo y ancho de su jurisdicción, además varios de sus templos han sido declarados Bienes de Interés Cultural y Patrimonio Histórico de España, así como otros tantos que son Patrimonio de la Humanidad (la mayoría en Toledo).
Entre los santuarios destacan:
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