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Archidiócesis de Mérida-Badajoz



La archidiócesis de Mérida-Badajoz (en latín: Archidioecesis Emeritensis-Pacensis) es una jurisdicción eclesiástica de la Iglesia católica en España. Es la archidiócesis metropolitana de la provincia eclesiástica de Mérida-Badajoz con dos diócesis sufragáneas: Coria-Cáceres y Plasencia.

La jurisdicción de la archidiócesis comprende municipios de la provincia de Badajoz.

La sede episcopal de Mérida-Badajoz fue establecida el 12 de octubre de 1994 con el nombre de «Archidiócesis de Mérida-Badajoz». De esta manera se restituía la antiquísima sede arzobispal de Emerita Augusta (Mérida), a la que se le sumaba el rico legado del obispado de Badajoz.

El actual arzobispo metropolitano, monseñor Celso Morga Iruzubieta, fue nombrado el 8 de octubre de 2014 como arzobispo coadjutor con derecho a sucesión, tomando posesión de la archidiócesis el 21 de mayo de 2015 en Badajoz. La sede titular del arzobispo se encuentra en la S. I. Catedral Metropolitana de San Juan Bautista de Badajoz y en la S. I. Concatedral Metropolitana de Santa María la Mayor de Mérida.

El patrono de la Archidiócesis es san Juan Bautista.[1]

La historia de la archidiócesis se remonta a la antigua Emérita Augusta, (actual Mérida), importantísima sede arzobispal en época visigoda, aunque desaperecida durante muchos siglos.

Las primeras comunidades cristianas estables aparecen suficientemente arraigadas en Lusitania ya en el siglo III. La carta de san Cipriano al clero y pueblo de Emérita Augusta (255-257) es el documento más antiguo sobre la Provincia Metropolitana de Lusitania. Con capital en Augusta Emérita, tuvo como diócesis sufragáneas a la sedes de: Pax Iulia (Beja), Olissipo (Lisboa), Ossonoba (Algarve), Idigitania o Egitania (actual Idanha-a-Velha), Conímbriga (Coímbra), Bisseon (Viseu), Lameco (Lamego), Caliabria (¿?), Ebora Liberalitas Iulia (Évora), Salmántica (Salamanca), Ábula (Ávila), Cauria (Coria) y Numancia (Zamora), de las que solamente Caliabria ofrece dudas sobre su localización.

De la época en que Mérida fue cabeza de esta extensa archidiócesis se conservan noticias muy esporádicas de sus arzobispos. En el siglo III comienza la serie de metropolitanos emeritenses con Marcial (¿-255), depuesto por sus propios feligreses que colocaron en su lugar a Félix (255?).[2]

En el siglo IV aparece el pontificado de Liberio que asistió al Concilio de Elvira (311) y al de Arlés (314). Fue el primer arzobispo de Mérida después del Edicto de Milán promulgado por Constantino el Grande (313). Le sucedió Florentino, de quien se conservan pocos datos. Hacia finales de esta centuria se sitúa el pontificado de Idacio, que persiguió junto con el Obispo Itacio de Oxonoba, al hereje Prisciliano y a sus partidarios (384-400) hasta conseguir su condena a muerte. Esto le ocasionó un duro enfrentamiento con sus feligreses, que terminaron por deponerle. Siguen Patruino (385-402) y Gregorio, citado en una de la Decretales de Inocencio III. La ocupación de Hispania por los pueblos germánicos no afectó a la sede arzobispal, que fue respetada.

Continúa la sucesión con Antonio (445-449), que lucha contra maniqueos y priscilianistas; y Zenón (c 483), Vicario Apostólico en España. Paulo de Mérida (530-560), médico de origen griego, promovido a la Sede Arzobispal ya en el siglo VI y cuyo largo pontificado fue uno de los más comprometidos por la lucha contra los herejes arrianos, mayoritarios en la diócesis. Asoció a la Sede a su sobrino Fidel, que le sucedió al morir.

A Fidel le sucedió en la Silla Metropolitana la relevante figura de Masona, el más destacado de los arzobispos de Mérida y una de las personalidades más notables de su época. Sufrió persecución por parte del rey Leovigildo para que se hiciera arriano; aconsejó al príncipe Hermenegildo, convertido al catolicismo, y asistió al III Concilio de Toledo (589), en el que el rey Recaredo abjuró de la herejía arriana y se convirtió al Catolicismo.

A este sucedieron en la Silla metropolitana, durante el siglo VII: Inocencio (606-616); Renovato (616-632); Esteban I (632-637) que estuvo en el IV Concilio de Toledo; Oroncio (638-653) que asistió al VII y VIII Concilios de Toledo; Profirio (666); Festo (672); Esteban II (680-684) que asistió al XIV Concilio de Toledo; un Zenón, cuyo pontificado se cree tuvo lugar en el siglo V; Máximo (688-693), y Ariulfo, último de los metropolitanos que corresponde a época visigoda, ya que en su pontificado se produjo la invasión y ocupación de Lusitania por los musulmanes.[3]

Esta ocupación de Mérida por los bereberes africanos (714) bajo el mandato de Mussa-Ibn-Nusair no debió significar una ruptura en la línea de sucesión de los arzobispos emeritenses. Aún bajo la dominación musulmana se menciona a Arulpho (862), citado por San Eulogio de Córdoba como uno de los asistentes al Concilio de aquella ciudad convocado por el Emir Abd-Al-Ramán II. En este concilio se trató como los martirios voluntarios de los mozárabes, refugiándose en la fortaleza de Bathalios (Badajoz) bajo la protección del rey Ibn-Marwan Al Yilliqui, muladí que se había sublevado contra el Emir cordobés.

Ya no sería hasta el siglo XII (1119) cuando el papa Calixto II, al crear la Provincia Metropolitana de Santiago de Compostela, trasladó a ella todos los derechos y privilegios, así como las sedes sufragáneas del arzobispado emeritense hasta que se reconquistase Mérida y se repusiese su Silla Arzobispal. Esta circunstancia se produjo en 1228, cuando el Rey de León Alfonso IX tomó la ciudad al poder musulmán; pero el hecho de que colaborasen con el monarca leonés el arzobispo de Santiago, Bernardo, y el Maestre de la recién creada Orden de Santiago, hizo que ninguno de los dos estuviese dispuesto a restablecer la Sede Metropolitana.

El papa Gregorio IX insistió en la restauración de la Sede de Mérida (Bula del 29 de octubre de 1230) al arzobispo Bernardo, quien dio cumplimiento a las exigencias del Pontífice, nombrando a Alfonso, porcionario de la Iglesia de Santiago, como obispo de Mérida, pero sería anulado su nombramiento a los pocos meses por el mismo arzobispo. Y con el fin de evitar una nueva restauración, cedió Mérida y su tierra a los Caballeros de la Orden de Santiago, que establecieron en ella el Provisorato de la Provincia de León de dicha Orden.

La historia de la diócesis de Badajoz se remonta al siglo X, cuando, bajo el Califato de Córdoba, se nombran obispos baicienses como Theudocutus (904); Iulius (932), en época de Abd-Al-Raman II En-Nassir y Daniel (1000).

Tras la invasión musulmana, la sede episcopal pacense se restauró en el siglo XIII gracias a la bula del papa Gregorio IX. Sin embargo, no sería hasta el reinado de Alfonso X, El Sabio, cuando se crease en Badajoz un cabildo catedralicio, con sus privilegios, y se determinase una circunscripción territorial propia, separada de la jurisdicción de las órdenes de Caballería, por la Bula del Papa Alejandro IV (1255) que nombró obispo de la diócesis a Fray Pedro Pérez.

El área territorial diocesana de la Sede pacense fue durante siglos muy pequeña, ya que se extendía en una pequeña franja estrecha sobre la frontera portuguesa, desde Alburquerque hasta Zafra y Fregenal de la Sierra. El acontecimiento histórico más relevante para esta diócesis fue la publicación de la Bula “Quo Gravius” (1873), del papa Pío IX, por la cual se suprimían los Prioratos de las Órdenes Militares de Santiago (Llerena) y de Alcántara (Magacela y Zalamea de la Serena), cuyos amplísimos territorios jurisdiccionales quedaron, en su gran mayoría, integrados en la Diócesis de Badajoz; con lo cual aumentaría en más de cinco veces su superficie territorial y su población.

Ya en el siglo XX, se modificarían de nuevos sus límites diocesanos por un Decreto de la Sede Apostólica (1958) que agregó al Obispado de Badajoz el Arciprestazgo de Castuera, que venía perteneciendo al de Córdoba, así como algunos pueblos de la Diócesis de Coria. En cambio, perdió el Arciprestazgo de Montánchez, que quedó agregado a la Sede Cauriense.[4]

Con estas modificaciones la Diócesis de Badajoz quedó con una extensión de 17.396 kilómetros cuadrados, y una población aproximada de seiscientos mil habitantes, que representan prácticamente la totalidad de la provincia de la Baja Extremadura.

Por último, el día 28 de julio de 1994, el papa Juan Pablo II, por la Bula Universae Ecclesiae sustinentes crea la nueva Provincia Eclesiástica de Mérida-Badajoz, que comprende a las tres diócesis extremeñas: Badajoz, Coria-Cáceres y Plasencia. La de Badajoz se unió a la de Mérida y fue elevada a archidiócesis metropolitana. El primer arzobispo de la nueva Sede Metropolitana fue Antonio Montero Moreno, que toma posesión de la Archidiócesis en el acto de ejecución de dicha Bula, en el teatro romano de Mérida, el día 12 de octubre de 1994. Al acto asistieron 15 prelados españoles, el nuncio Lajos Kada y 4500 personas, junto con autoridades civiles de Extremadura.[5]

La archidiócesis de Mérida-Badajoz es dirigida por el arzobispo de Mérida-Badajoz, encargado de la administración de la archidiócesis como parte de la curia archidiocesana.

Monseñor Celso Morga Iruzubieta, actual arzobispo metropolitano, fue nombrado el 8 de octubre de 2014 como arzobispo coadjutor con derecho a sucesión, tomando posesión de la archidiócesis el 21 de mayo de 2015 en Badajoz. Recibió el palio arzobispal de manos del papa Francisco el 29 de junio de 2015 en Roma, en la festividad de los Apóstoles Pedro y Pablo junto a otros 46 arzobispos del mundo.[6]

El 12 de octubre de 1994, se crea la archidiócesis de Mérida-Badajoz. Su origen se encuentra en la diócesis de Badajoz, cuya sede episcopal fue unida con Mérida para ser elevada a archidiócesis. Sin embargo, ya existió hasta la conquista musulmana de la península ibérica, una sede metropolitana en Emérita Augusta. La nueva sede arzobispal de Mérida-Badajoz ha estado gobernada por 3 prelados, los cuales son:

Hasta la fecha, monseñor Santiago García Aracil ha sido el arzobispo que más tiempo ha ocupado la cátedra episcopal, con 11 años de servicio pastoral.

La archidiócesis de Mérida-Badajoz está situada en el oeste de España, en la Comunidad Autónoma de Extremadura, abarcando la provincia de Badajoz, exceptuando la zona de Don Benito que pertenece a la diócesis de Plasencia. Geográficamente, se encuentra en el suroeste de la Meseta Central. Limita al norte con la provincia de Cáceres, al oeste con Portugal, al este con Castilla-La Mancha (con Ciudad Real) y al sur con Andalucía (con Córdoba, Sevilla y Huelva). La jurisdicción del arzobispado abarca aproximadamente 37.457 km²,[7]​ que comprende el territorio de 133 municipios.[8]

La archidiócesis limita por el norte con las diócesis de Plasencia y Coria-Cáceres, por el oeste con la archidiócesis de Évora (Portugal), por el este con las archidiócesis de Toledo y por el sur con la archidiócesis de Sevilla y las diócesis de Córdoba y Huelva.

Las ciudades de Mérida y Badajoz, cuyo nombre asume el arzobispado, son las capitales archidiocesanas, y como tal, alberga las curias arzobispales y las catedrales.

La provincia eclesiástica de Mérida Badajoz está formada por la archidiócesis de Mérida-Badajoz -que es la sede metropolitana- y las diócesis sufragáneas de Coria-Cáceres y Plasencia. Además, el arzobispo de Mérida-Badajoz es elmetropolitano de la provincia y tiene autoridad limitada sobre las diócesis sufragáneas.[9]

Actualmente, la provincia tiene alrededor de 578 parroquias, abarca unos 37.457 km² en donde habitan aproximadamente 1.127.560 de personas de las cuales el 98,03% son católicos.

Para efectos de su organización interna y la provisión de los servicios pastorales a los fieles, la archidiócesis está dividida en arciprestazgos comprendidos en cinco vicarías episcopales de zona.

Tras la reestructuración del territorio diocesano efectuada por el prelado Celso Morga en 2020, la diócesis queda dividida en las siguientes vicarías:[12]

Según el Anuario Pontificio de 2013, la diócesis contaba con:[13]

Según cifras oficiales, durante el curso 2017-18, 5 seminaristas se formaron en el Seminario Mayor diocesano.[14]

El patrono de la archidiócesis metropolitana es San Juan Bautista.[1]

Así mismo, varios prelados de la sede metropolitana han llegado a los altares; san Masona, san Fidel y san Paulo, arzobispos de Mérida y san Juan de Ribera, obispo de la sede badajocense.

Desde 2012, la mártir santa Eulalia es Patrona de la Juventud de la Archidiócesis.[15]


Según la Bula Universae Ecclesiae sustinentes, "el Arzobispo metropolita podrá residir tanto en Badajoz como en Mérida y establecer las oficinas archidiocesanas en uno y otro lugar".[16]​ Por lo tanto, Mérida y Badajoz, cuyos nombre asume el Arzobispado, son las capitales archidiocesanas y como tal, albergan las curias arzobispales y las catedrales. Actualmente, la mayor parte de las instituciones archidiocesanas se encuentran en la ciudad de Badajoz, habilitándose la Casa de Santa María como sede del arzobispado en Mérida.

C/ Obispo San Juan de Ribera, 2. 06002, Badajoz[17]

Avda. Manuel Saavedra Martínez, 2. 06006, Badajoz.[17]

Plaza de Santa María, 7. 06800, Mérida.[18]

C/ San Salvador, 2. 06800 Mérida.[18]



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