Se denomina canon bíblico a la lista de libros que son aceptados por la Iglesia como texto sagrado de inspiración divina. Actualmente la Iglesia católica reconoce 73 libros como parte de la Sagrada Escritura: comprende 46 escritos para el Antiguo Testamento, y 27 para el Nuevo Testamento.
Mientras que las iglesias protestantes reconoce 66 libros como parte de la Sagrada Escritura: 39 para el Antiguo Testamento, y 27 para el Nuevo Testamento.
La palabra canon deriva del nombre griego κανών «kanon», que significa «caña» o «vara», o también «norma» o «medida», que a su vez se deriva de la palabra hebrea קנה «kaneh» que se utiliza a menudo como un estándar de medición o también para medir cosas en buen estado.[cita requerida] Por extensión pasó a significar «la norma recta» o correcta y la lista de los documentos o conceptos que conforman dicha norma.
La escritura y difusión de los libros del Nuevo Testamento sucedió en el transcurso de varias décadas. Durante el primer siglo de cristianismo los textos son tan escasos que a duras penas permiten dilucidar la mera existencia de una tradición escrita. Si bien los Padres Apostólicos del siglo I citan frecuentemente el Antiguo Testamento, en lo que respecta a Jesucristo abundan reminiscencias poco precisas, con gran dificultad para distinguir si provienen de un evangelio escrito o de una tradición oral, e incluso atribuyendo hechos y frases a Cristo que no quedaron registrados en la Biblia. El canon fluctuó durante siglos, en diversas regiones, aceptando o rechazando obras como el Apocalipsis, Clemente, Hermas o Bernabé, y quedó establecido entrado el siglo IV.
El Apocalipsis fue excluido del canon del obispo Cirilo, doctor de la Iglesia, y no se consideró sagrado en la Iglesia de Jerusalén. No se incluyó en el Concilio de Laodicea, ni lo aceptó Gregorio Nacianceno, uno de los padres de la Iglesia. Tampoco se encuentra en la vulgata siriaca Peshitta, de finales del siglo III; y en las copias conservadas del siglo V en adelante se excluyen también las epístolas II de Pedro, II y III de Juan, y la de Judas.
El primer testimonio de una colección de libros cristianos ha llegado a nuestros días en persona de Marción de Sinope, un teólogo dualista que en julio de 144 expuso sus doctrinas ante los presbíteros de Roma, lo cual le valió la excomunión. Marción era radicalmente anti-judío, rechazó la totalidad del Antiguo Testamento, y re-escribió once de los libros que hoy conforman el Nuevo Testamento para propagar su doctrina. Este compendio de once libros junto al rechazo de todos los demás constituye el primer esbozo de un canon bíblico. En contraposición a Marción, varios autores eclesiásticos elaboraron sus propias listas de libros admitidos, a las que se puede agregar por interés histórico la lista de libros que integran los códices más antiguos.
A partir del año 367 se multiplican los testimonios coincidentes con el Canon Bíblico actual: tanto en el decreto del papa Dámaso I (382), como el concilio de Hipona (393), los sínodos de Cartago (397 y 419), y la traducción Vulgata al latín (382-405) sellan el canon de la Biblia durante más de mil años.
Durante el renacimiento algunos autores como Erasmo de Rotterdam (†1536) pusieron en duda la autoría paulina de la Epístola a los Hebreos sin dudar de su contenido. En 1522 Martín Lutero consideró que cuatro libros, Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis habían de calificarse como Antilegómena, por lo tanto, se incluyen en la última sección de su edición de la Biblia. A partir de entonces algunas biblias luteranas llegaron al punto de describirlos como Apócrifa o simplemente removerlos. Estas disputas contra la Tradición llevaron a que el Concilio de Trento definiera el Canon como uno de los dogmas de la Iglesia Católica.
Fue en el Concilio de Roma del año 382, cuando la Iglesia católica junto al papa san Dámaso I instituyeron el Canon Bíblico con la lista del Nuevo Testamento similar al de san Atanasio y los libros del Antiguo Testamento de la Versión de los LXX. Esta versión fue traducida del griego al latín por san Jerónimo (la Vulgata) por encargo de la Iglesia. Posteriormente los Concilios regionales III de Hipona del 393, III de Cártago del 397 y IV de Cártago del 419, en los cuales participó san Agustín, aprobaron definitivamente dicho canon. En el año 405 esta lista fue enviada por Inocencio al obispo Exuperio de Tolosa (en la Galia, hoy Francia), donde aparece el canon bíblico con los 73 libros ya existentes.
El concilio de Trento fijó el canon de la Iglesia católica declarándolo dogma.
El primer canon desarrollado de lo que se conoce como Antiguo Testamento(AT) es el Canon Alejandrino, comúnmente llamado Septuaginta o "Biblia de los Setenta" (Μετάφραση των Εβδομήκοντα), y generalmente abreviada simplemente LXX, que fue traducida de textos hebreos y arameos más antiguos que las posteriores series de ediciones que siglos más tarde fueron asentadas en la forma actual del texto hebreo-arameo del Tanaj o comúnmente llamada "Biblia hebrea". Para su formación, la mayoría de los escritos sagrados judíos debieron ser vertidos de sus originales hebreos y arameos al griego. Su traducción inició en el siglo III a. C. (c. 280 a. C.), y concluyó hacia finales del siglo II a. C. La Septuaginta fue el texto utilizado por las comunidades judías de todo el mundo antiguo más allá de Judea, y luego por la iglesia cristiana primitiva, de habla y cultura griega. Junto con el Tanaj, constituye la base y la fuente del Antiguo Testamento de la gran mayoría de las Biblias cristianas. De hecho, la partición, la clasificación, el orden y los nombres de los libros del Antiguo Testamento de las Biblias cristianas no viene del Tanaj, sino que proviene de los códices judíos y cristianos de la Septuaginta.
Existe una hipótesis que sostiene que hacia el año 70 d. C., un grupo de fariseos que habían escapado del asedio de Jerusalén, se reunieron en Yamnia, y fundaron una escuela; hacia 95, llegaron a un consenso sobre la lista (o canon) de los libros hebreos que habrían de ser parte del Tanaj judío, quedando establecido así el llamado Canon Palestinense para la mayoría de los judíos de habla y cultura hebrea, a principios del II. Sin embargo, tal hipótesis ha sido rechazada casi totalmente por la comunidad de historiadores debido a falta de pruebas. El Canon Palestinense significó el rechazo de una serie de textos que grupos de maestros judíos de habla griega habían incluido en el Canon Alejandrino en los Siglos II y I a.C. El Canon Alejandrino sigue siendo utilizado por la escuela rabínica de Alejandría. Por una tradición histórica que data del siglo XVI, se llama protocanónicos a todos los escritos comúnmente admitidos en el Tanaj hebreo, así como en la Biblia griega de los LXX, y deuterocanónicos a todos los escritos presentes en la Biblia griega de los LXX, pero no en el Tanaj. La voz “deuterocanónico” significa “del segundo canon”, en contraposición a la voz “protocanónico”, que significa “del primer canon”.
Cuando en el año 382 se forma el Canon que más tarde sería conocido como "la Biblia" por obra del Papa Dámaso I, para la formación del Antiguo Testamento se usa casi la totalidad de la Septuaginta, pero excluyendo algunos libros por consejo de San Jerónimo, entre los cuales están los Libros III y IV de los Macabeos, el Libro III y IV de Esdras, el Libro de Enoc, el Libro de los Jubileos y el Libro II, III y IV de Baruc. Este es el canon que rige hasta hoy en día en la Iglesia católica.
En el año 457 ocurre el llamado "Cisma Alejandrino" que da origen a la Iglesia Copta. Con el ánimo de diferenciarse de la Iglesia católica, se forma el Canon Copto que si bien acepta el Nuevo Testamento definido por los católicos, adopta el Canon Alejandrino como Antiguo Testamento, incorporando los libros objetados por San Jerónimo. Esto fundamentado en la primigenia tradición cristiana que utilizaba la Septuaginta como el conjunto de los escritos inspirados por Dios para el pueblo de Israel.
El Canon del Antiguo Testamento protestante fue estipulado por Martín Lutero en el siglo XVI. Aunque en un primer momento Lutero pensó en excluir también algunos libros del Nuevo Testamento, finalmente optó solo por aplicar el Canon Palestiniense a la traducción latina de la biblia, excluyendo así un total de 7 libros del Antiguo testamento. Así el Antiguo Testamento protestante quedó en gran parte, idéntico al de la Biblia hebrea o Tanaj. Las diferencias entre la Biblia hebrea y el Antiguo Testamento protestante son pequeñas, y tienen que ver tan solo con la disposición y el número de libros. Por ejemplo, mientras la Biblia hebrea considera el libro de Reyes como un texto único, el Antiguo Testamento protestante lo divide en dos libros. De forma similar, Esdras y Nehemías se consideran un solo libro en la Biblia hebrea. Las diferencias entre la Biblia hebrea y otras versiones del Antiguo Testamento como el Pentateuco Samaritano, los cánones sírio o griego son mayores. La mayoría de estos cánones incluyen libros e incluso secciones de libros que los otros no poseen.
Tabla de diferencias:
Griega
Armenia
Rabínica
Bereshit
Shemot
Vayikra
Vayikra
Devarim
Yehoshua
Shofetim
Rut (parte del Ketuvim)
Shemuel
Melakhim
Divrei Hayamim (parte del Ketuvim)
(1 Ezra)
1 Esdras
Esdras B'
1 Ezra
1 Ezra
Ezra–Nehemías (parte del Ketuvim)
(2 Ezra)
2 Esdras
Esdras Γ' o
Nehemías
Nehemías
(3 Ezra)
3 Esdras
Esdras A'
2 Ezra
2 Ezra
Ezra Kali
(4 Ezra o Apocalipsis de Esdras)
4 Esdras
3 Ezra
3 Ezra
Ezra Sutu'el
(5 y 6 Ezra o Apocalipsis de Esdras)
Ester (parte del Ketuvim)
(Canon amplio)
Iyov
Tehillim
(En 2 libros)
Mishlei
Qohelet
Aisma Aismaton
Aisma Aismaton
Shir Hashirim
(Sirá 52)
Yeshayahu
Yirmeyahu
(parte de Säqoqawä Eremyas)
Eikhah (parte de Ketuvim)
(parte de Säqoqawä Eremyas)
(capítulo 6 de Baruc)
(parte de Säqoqawä Eremyas)
de Baruch (2 Baruc 1–77)
(2 Baruc 78–87)
(3 Baruc)
(parte de Säqoqawä Eremyas)
Yekhezqel
Daniyyel (parte de Ketuvim)
Entre las diversas denominaciones cristianas, el canon del Nuevo Testamento es una lista generalmente aceptada de 27 libros. Sin embargo, la forma en que se organizan esos libros puede variar de una tradición a otra. Por ejemplo, en las tradiciones eslava, ortodoxa etíope, siríaca y armenia, el Nuevo Testamento se ordena de manera diferente a lo que se considera el arreglo estándar. Las Biblias protestantes en Rusia y Etiopía generalmente siguen el orden ortodoxo local para el Nuevo Testamento. La Iglesia Ortodoxa Siria y la Iglesia Asiria de Oriente se adhieren a la tradición litúrgica Peshitta, que históricamente excluye cinco libros del Antilegomena del Nuevo Testamento: 2 Juan, 3 Juan, 2 Pedro, Judas y Apocalipsis. Sin embargo, esos libros están incluidos en ciertas Biblias de las tradiciones siríacas modernas.
Otras obras del Nuevo Testamento que generalmente se consideran apócrifas aparecen, sin embargo, en algunas Biblias y manuscritos. Por ejemplo, la Epístola a los Laodicenses se incluyó en numerosos manuscritos de la Vulgata latina, en las dieciocho Biblias alemanas antes de la traducción de Lutero. Asimismo, la Tercera Epístola a los Corintios [nota 6] fue considerada una vez como parte de la Biblia ortodoxa armenia, pero ya no se imprime en ediciones modernas. Dentro de la tradición siríaco ortodoxa, la Tercera Epístola a los Corintios también tiene una historia de importancia. Tanto Aphrahat como Ephraem de Siria lo tenían en alta estima y lo trataban como si fuera canónico. Sin embargo, fue excluido de la Peshitta y finalmente excluido del canon por completo.
La Didaché, El pastor de Hermas, y otros escritos atribuidos a los Padres Apostólicos, fueron considerados escritura sagrada por varios padres de la Iglesia primitiva. Todavía se les honra en algunas tradiciones, aunque ya no se consideran canónicos. Sin embargo, ciertos libros canónicos dentro de las tradiciones ortodoxas etíopes encuentran su origen en los escritos de los Padres Apostólicos, así como en las Órdenes de la Iglesia Antigua. Las iglesias ortodoxas de etíopes reconocen estos ocho libros adicionales del Nuevo Testamento en su canon más amplio. Son los siguientes: los cuatro libros de Sínodos, los dos libros del Pacto, Clemente etíope y Didascalia etíope.
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