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Iglesia protestante



El protestantismo es una de las ramas del cristianismo. Existen aproximadamente 801 millones de protestantes, un 37 % del total de cristianos.[1]​ Los protestantes fueron originariamente grupos de disidentes que, alegando que la Iglesia católica venía incurriendo en numerosos errores teológicos, se separaron de esta en el siglo XVI, en un proceso que se denomina la Reforma protestante. Desde entonces, los protestantes niegan el primado del apóstol Pedro y por consiguiente la sucesión apostólica de los obispos de Roma y la eficacia de los sacramentos.[2]​ Algunos de los protestantes creen en el sacerdocio de todos los creyentes, la salvación solamente por la fe y no por las buenas obras, y la autoridad suprema de la Biblia por encima de la tradición apostólica (sola scriptura).[3]

El término protestante hacía referencia originariamente a los partidarios de las ideas luteranas de la Reforma en Alemania a raíz de su protesta y resistencia a los edictos imperiales que intentaban buscar la uniformidad religiosa de Alemania. Para otros, el apelativo se les atribuyó con ocasión de que los príncipes que seguían a Martín Lutero protestaron por no poder asistir a la Dieta de Espira en 1529, apelando al concilio.

La doctrina luterana (algunos elementos centrales de las propuestas de Martín Lutero, además de en las noventa y cinco tesis del manifiesto colocado en la puerta de la Iglesia de Todos los Santos de Wittenberg el 31 de octubre de 1517, se presentan en sus obras 'Catecismo Mayor' y 'Los Artículos de Esmalcalda') giraría en torno a la idea de que la Biblia es la única autoridad en materia de fe para la Iglesia y en la necesidad absoluta de la gracia de Dios para que el hombre, mediante la sola fe en Cristo y el Evangelio, pueda ser salvado por Dios en un acto de conversión interior.

El protestantismo también defiende las doctrinas de la absoluta depravación del hombre y su necesidad total de Dios, la sola mediación de Cristo, la sacramentalidad única del bautismo (cuando la persona reconoce su naturaleza pecaminosa), y la cena del Señor (cuando no son percibidos como símbolos) y las obras buenas como fruto de la fe sola. Además, rechaza la autoridad del papa, salvación por indulgencias, el bautismo de bebés, el purgatorio, el sacrificio incruento de la misa, la devoción a los santos y veneración a imágenes religiosas, el sacramento de la penitencia, la intercesión de la Virgen María y los santos difuntos.

El protestantismo es muy diverso, y es bastante más heterogéneo que la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, tanto desde el punto de vista teológico como el eclesiástico.[4]​ El protestantismo no cuenta con una autoridad suprema ni tiene unidad estructural.[4]​ Los protestantes desarrollaron la idea de la «Iglesia invisible», que se contrapone a la posición católica, que ve en la Iglesia católica la única Iglesia verdadera, fundada por Jesús.

Debido a la diversidad de grupos que se sumaron al protestantismo y sus diferencias doctrinales, el mismo no se corresponde con el modelo de una sola iglesia ni una doctrina homogénea. A pesar de las coincidencias originales expresadas principalmente en las Cinco Solas, aun en sus orígenes, no se podría hablar de un movimiento sólidamente uniforme en este aspecto. El protestantismo habitualmente se expresa en tres tipos de movimientos o congregaciones:

Existen en el mundo más de 800 millones de protestantes, distribuidos en diferentes denominaciones que siguen diferentes líneas interpretativas de la Biblia.

El término protestante deriva del latín protestari, que significa ‘declaración pública o protesta’, en la protesta de los cinco príncipes electores y 14 ciudades imperiales alemanas contra la decisión de la Dieta de Espira en 1529, que reafirmaba el edicto de la Dieta de Worms de 1521, en el que se proscribía creer y enseñar las doctrinas luteranas. El término protestante no se utilizó en su origen para describir a los reformadores, sino posteriormente para describir a los diferentes grupos disidentes de la ortodoxia católica. Desde entonces se ha empleado en diferentes sentidos, siendo común para referirse a aquellos devotos no pertenecientes a la Iglesia católica ni a la ortodoxa.

Se trata de una de las principales divisiones de la cristiandad, junto con las Iglesias ortodoxas orientales, las Iglesias ortodoxas occidentales y la Iglesia católica. Las doctrinas de las diversas ramas protestantes varían, pero son prácticamente unánimes en lo que implica una relación personal directa del individuo con Dios sin ninguna institución de por medio y la Biblia como autoridad última en asuntos de fe, conocido como sola scriptura.

El 31 de octubre de 1517, Martín Lutero, un fraile agustino alemán, publicó las noventa y cinco tesis, las cuales, de acuerdo con la tradición, clavó en la puerta de la Iglesia del palacio de Wittenberg, práctica común entonces. Las tesis condenaban la avaricia y el paganismo en la Iglesia católica como un abuso, y pedían una disputa teológica en lo que las indulgencias podían dar. Sin embargo, en sus tesis no cuestionaba directamente la autoridad del papa para conceder indulgencias. Lutero criticaba en particular la práctica común por aquel entonces de la venta de indulgencias, de las que la Iglesia católica de León X hizo un uso extensivo para recaudar fondos dedicados a la construcción de la Basílica de San Pedro, algo que consideraba contra las enseñanzas bíblicas, poniendo en duda la autoridad del papa y la doctrina del purgatorio. Lutero mantuvo que la salvación se garantizaba por la fe sola, expresando que las buenas obras y los sacramentos administrados por la Iglesia católica no eran necesarios para ser salvado. Lutero envió una copia de las tesis a su obispo, el cual las reenvió a Roma.[5]​ Tras ignorar inicialmente a Lutero,[6]​ el papa León X escribió una refutación académica de sus tesis. En ella mantuvo la autoridad papal sobre la Iglesia y condenó cada “desviación” como una apostasía. Lutero replicó, iniciándose una controversia que culminó con la excomunión de Lutero por el papa León X el 3 de enero de 1521 mediante la bula Decet Romanum Pontificem.

Del mismo modo que no se puede hablar de una sola iglesia protestante, tampoco se puede hablar de una sola doctrina protestante coherente y cohesionada. De hecho, la variedad doctrinal que el protestantismo ha ido adoptando a lo largo de su evolución ha sido una de las causas de su fragmentación. Aun con todo, se puede hablar de una doctrina de mínimos que con distinta intensidad sí comparten todas las iglesias herederas de la Reforma. Tradicionalmente se suele resumir esta doctrina común en las “cinco solas”, que desarrolladas comprenden el núcleo de la fe protestante:

Además de las “cinco solas”, el protestantismo, como la mayoría de las corrientes del cristianismo, comparte igualmente las creencias en la Trinidad, la cristología clásica o de los primeros concilios ecuménicos, la celebración de los sacramentos del bautismo y la cena del Señor (eucaristía), aunque con diferencias importantes, la creencia en el Juicio Final y la resurrección de la carne, etc. Algunas de sus iglesias se adhieren a los credos niceno-constantinopolitano y de Atanasio (Iglesia Anglicana, Iglesia Luterana, Iglesia Metodista, Iglesia Presbiteriana y calvinistas en general, etc.).

En cuanto a la eclesiología el protestantismo concibe a la Iglesia como una, santa, universal y apostólica igual que las demás iglesias cristianas. Lo peculiar de su eclesiología es que defiende la idea de una doble dimensión de la iglesia, una invisible y otra visible. Es invisible por cuanto es la reunión de todos los santos en el cuerpo místico de Cristo en todos los tiempos y lugares, la unicidad y santidad de la Iglesia está garantizada, pues, en Cristo. Es visible en la denominación o iglesia local en la que se congrega el creyente. Se acepta la existencia de distintas jurisdicciones en la iglesia y se rechaza la idea de que esta deba estar gobernada por una sola persona o por una sola institución. El ecumenismo es percibido como la necesidad de buscar la unidad doctrinal en lo esencial y la intercomunión de todos los cristianos, pero no se acepta un ecumenismo que conduzca a la construcción de una sola iglesia gobernada por una sola institución.

Para entender la doctrina protestante hay que tener en cuenta que en su génesis fue un movimiento de reforma de la Iglesia católica. Por este motivo, muchas de las doctrinas protestantes solo tienen sentido y deben su existencia al catolicismo y a la necesidad o intención de corregirlo de lo que fueron percibidos como errores por los reformadores protestantes. Un ejemplo que deja clara esta génesis dialéctica de ciertas doctrinas protestantes es, por ejemplo, la negación del purgatorio. El purgatorio en el protestantismo sencillamente no tiene cabida en su teología ni en sentido alguno en sus desarrollos positivos, pero aun así es doctrina usual en confesiones y catecismos protestantes el decir: “el purgatorio no existe”. Algunas doctrinas protestantes con este origen son:

En un principio, los protestantes expresaron sus posiciones doctrinales por medio de Confesiones de Fe, breves documentos apologéticos. En el luteranismo destaca la Confesión de Augsburgo. En el ámbito de la reforma calvinista, la Confesión Escocesa (1560), La Segunda Confesión Helvética (1531) y la Confesión de Fe de Westminster (1647). En el anglicanismo destacan Los Treinta y Nueve Artículos de Religión de la Iglesia de Inglaterra que concilian posiciones anglicanas y reformadas. Las iglesias bautistas y evangélicas también tienen sus propias declaraciones y confesiones de fe. La declaración teológica de Barmen, contra el régimen nazi, y la breve declaración de fe de la Iglesia presbiteriana en los Estados Unidos son ejemplos de declaraciones recientes.[cita requerida]

La enseñanza doctrinal en el protestantismo suele realizarse en la iglesia mediante la predicación y la escuela dominical, predominando el aspecto ético y religioso.

La educación que la Reforma implantó desde sus inicios con Lutero, suponía la lectura de la Biblia, surgiendo la necesidad de enseñar a leer a todos, lo que llevó a que los reformadores se interesaran por la enseñanza popular. Cabe destacar que cada rama del protestantismo tiene características propias en cada país, además de que las doctrinas se comenzaron a impartir en lenguas vernáculas, o sea, en el idioma de cada país.

Diversos autores han destacado el importante papel que tuvo la Reforma protestante en el impulso de la educación y alfabetización pública, si este se compara con la situación en los países católicos,[10]​ surgiendo como una reacción eclesiástica, pero con un carácter religioso, alentándose con insistencia el estudio bíblico personal y colectivo, así como la participación activa de todos los miembros (laicos y ministros) en la formación para la evangelización. Generalmente es la predicación el medio más usado, aunque existen catecismos como el de Heidelberg y el Mayor en el luteranismo o el de Westminster en el presbiterianismo. Los seminarios y escuelas bíblicas son los centros de estudio teológico superior.

Debido a los errores de la Iglesia católica, que durante mucho tiempo había estado atesorando bienes materiales y se había empeñado en una lucha por el poder terrenal, las capas sociales más bajas, campesinos, artesanos y comerciantes estaban descontentos con las jerarquías eclesiásticas, que se llevaban el diezmo de sus bienes y de los que prácticamente no recibían nada a cambio. La vida de lujo y pecado de los cardenales y obispos en Roma era bien conocida por toda la población de Europa e incluso reyes y emperadores sentían rencor hacia el Papado que interfería frecuentemente en el gobierno. Sin embargo, ya desde el siglo XIII, con Francisco de Asís, se planteaba la cuestión de si la Iglesia debería acumular riquezas o debería repartirlas entre los pobres.

Se denomina “Período de la Prerreforma” al movimiento iniciado por John Wyclif, un peregrino inglés de origen judío que quería que la gente interpretara la Biblia por sí misma en vez de que la Iglesia tomara decisiones en el estilo de vida de esas personas. En el siglo XIV, Wyclif defendió, en su natal Inglaterra, varias opiniones que atentaban contra la autoridad de la Iglesia, criticando las riquezas del papado y las indulgencias mediante las que los ricos podían comprar el perdón para determinados pecados, incluso por anticipado. Asimismo, hizo que la Biblia se tradujera al inglés y encomendó a discípulos suyos, conocidos como «Los Predicadores de los Pobres», que predicaran en inglés, cuando la Santa Sede imponía el latín en todas las predicaciones. Wyclif y William Tyndale pudieron traducir la Biblia al inglés en contra de la Iglesia católica, para que las personas pudieran leerla en su lengua vernácula. De estos libros traducidos se imprimieron muy pocos, alrededor de 6000 ejemplares.

Después de muerto, la Iglesia le consideró hereje e hizo que, cuarenta y cuatro años después de su muerte, su cuerpo fuera desenterrado y quemado en la hoguera, pero sus ideas calaron hondo en el ánimo de Jan Hus, un reformista bohemio que inició una campaña contra la Iglesia. Su ejecución por hereje en 1415 provocó una guerra civil en Bohemia que fue sofocada por el emperador y el papa. A lo largo de todo este tiempo, tanto el Movimiento Lolardo o Wycliffita, como el Movimiento Husita y la protesta místico-evangélica de Girolamo Savonarola, señalaron de manera objetiva y frontal las diferentes opiniones sobre el cristianismo en la Edad Media, dentro de una perspectiva bíblica y evangélica.

El desarrollo de la imprenta a mediados del siglo XV hizo que las ideas anticlericales tuvieran una mayor difusión, y cuando Martín Lutero publicó, en 1517, sus noventa y cinco tesis contra las indulgencias papales, pudo difundir sus ideas mucho más que sus predecesores. Excomulgado por el papa, condenado por el emperador, perseguido por ejércitos y sacerdotes, Lutero se mantuvo oculto durante más de un año en el castillo de Wartburg traduciendo la Biblia al alemán y escribiendo artículos que eran publicados y distribuidos masivamente. El resultado fue una revuelta de los campesinos que pensaron encontrar una liberación de la tiranía eclesiástica. Lutero, sin embargo, no pretendía desatar una guerra, por lo que publicó un panfleto en el que exhortaba a los campesinos a abandonar las armas. Ante esta actitud conciliadora de Lutero a dicha rebelión, muchos nobles se volvieron partidarios suyos.

Tras el fin de la revuelta, Carlos V concedió que cada Estado pudiera decidir, dentro de su propio territorio, sobre cuestiones religiosas, pero en 1529 la mayoría católica hizo que se derogase esta norma. Los luteranos elevaron su más enérgica protesta, lo que les hizo ganar el antes mencionado apodo de “protestantes”. Carlos V estaba empeñado en acabar con los luteranos, pero distraída su atención por varias guerras contra Francia y el Imperio turco, no pudo enviar tropas hasta quince años más tarde. Para entonces ya era tarde. El luteranismo se había convertido en la fe de más de la mitad de la población de Alemania y, aunque se perdieron batallas al principio, los luteranos consiguieron ganar la libertad religiosa.

En el plazo de dos décadas más, la Reforma se había expandido por la mayor parte del noroeste de Europa. En Inglaterra el rey Enrique VIII rechazó la autoridad papal sobre la Iglesia, y la Iglesia de Inglaterra entró en una reforma que la volvió una entidad esencialmente protestante (aunque a menudo los anglicanos, también llamados episcopalianos, se clasifican aparte). En Suiza, Francia, partes de Alemania, de Escocia y de los Países Bajos comenzó una segunda corriente de reforma no luterana, influida principalmente por Juan Calvino, el francés convertido en ginebrino, y el líder suizo Ulrico Zuinglio.

Al mismo tiempo apareció un estilo más radical de Protestantismo en el ala izquierda del movimiento. Anabaptistas, menonitas y otros rebautizaron cristianos y los iniciaron en un movimiento que rechazó drásticamente las prácticas católicas, incluso las que el luteranismo, calvinismo y anglicanismo no habían rechazado.

Como se ha mencionado, la Reforma se extendió desde sus bases originales a Escandinavia y la Europa Central, pero apenas penetró en Rusia y en el sudeste de Europa, donde prevalecía la Iglesia ortodoxa, o en la Europa meridional, que seguía firmemente católica. Después de una serie de guerras religiosas desde mediados del siglo XVI hasta mediados del siglo XVII, la mayoría de los protestantes (excepto los radicales) y los católicos adoptaron el principio de que los gobernantes de una región determinarían la religión de esa provincia o Estado. La separación de la Iglesia y el Estado, un principio que otros protestantes vinieron a sostener a fines del siglo XVIII, comenzó a romper la primacía protestante en el noroeste de Europa.

En la última parte del siglo XVIII y a través del siglo XIX y hasta el presente, los misioneros protestantes extendieron el movimiento por casi todo el mundo. Los puntos de penetración protestantes fueron muchas costas asiáticas y africanas, pero hasta hace relativamente poco que el protestantismo no llegó hasta la católica América hispana. A partir de 1607, cuando los anglicanos llegaron a Virginia, y hasta finales del siglo XIX, después de la inmigración en gran escala desde Europa del sur y de Irlanda, se creía que Norteamérica, menos Quebec, era territorio en gran parte protestante.[11]

De una forma algo más pacífica, las ideas protestantes se infiltraron en muchos países europeos, unas veces apoyadas por la burguesía, otras por la nobleza, en ocasiones directamente por la monarquía. Apenas cincuenta años después de morir Lutero, el protestantismo había cambiado por completo el mapa de la sociedad.

La idea fundamental del protestantismo es que la Biblia es la Palabra de Dios pero, al contrario de lo que siempre afirmaron los católicos, cualquiera puede interpretarla y comprenderla. Así, libres de la autoridad eclesiástica, los protestantes pueden leer la Biblia y tras meditar en lo que han leído, pueden sacar sus propias conclusiones, conclusiones que posteriormente podrán ser discutidas con otras personas.

Esta libertad en la interpretación bíblica ha provocado que a lo largo de los años hayan surgido numerosas denominaciones, cada una con una interpretación distinta de diversos pasajes de la Biblia, pero también ha contribuido a darle un valor al pueblo, libre por fin de la autoridad religiosa, que fue el primer paso para las sociedades más democráticas.

La traducción de la Biblia a los diversos idiomas europeos, favorecida también por el auge de la imprenta, ha contribuido a la difusión de la cultura, haciendo que en los países protestantes el analfabetismo descendiera sensiblemente.

Entre los principales y más destacados personajes prerreformadores se señalan los siguientes: John Wyclif (1324-1384), William Tyndale, Jan Hus (1369-1415) y Girolamo Savonarola (1452-1498).

El Renacimiento, con su mentalidad crítica, trajo consigo el cuestionamiento de las enseñanzas y prácticas de la Iglesia, confrontándose principios humanistas con la teología escolástica medieval.

Con la invención de la imprenta como nuevo elemento divulgador, las ideas de los reformadores se expandieron con rapidez. El crecimiento de la ciudad y de su elemento intelectual, la Universidad, fue un catalizador de la Reforma.

El fortalecimiento de las monarquías nacionales europeas creó una palpable fricción entre poderes. La decadencia de los postulados dogmáticos de la reforma eclesiástico-cluniacense, y más concretamente de los papas Gregorio VII, Inocencio III y Bonifacio VIII sobre el poder supremo del papado, así como la corrupción de la máxima cúpula del sistema jerárquico eclesiástico medieval desde principios del siglo XIV con los cismas de Aviñón y de Occidente dieron lugar al surgimiento de exposiciones teológicas como las de Juan Taulero, de Guillermo de Occam y de Marsilio de Padua de un trasfondo antipapal. Surge la tesis conciliarista. El creciente fervor nacionalista europeo llevó a mirar con desconfianza y repudio el dominio papal sobre las diferentes naciones del viejo continente. Muchos monarcas vieron en la Reforma Protestante un modo de afianzar el Estado nacional y su poder monárquico o imperial. En el centro y norte de Europa hubo países, como Suiza o Suecia, donde la Reforma fue uno de los instrumentos más eficaces de la lucha contra los países católicos que los dominaban.[cita requerida]

Influyen también la rápida decadencia del escolasticismo y el resurgimiento de la teología agustiniana con unos caracteres renovadores, volviendo con mayor vigor la lectura y el estudio de la teología de san Agustín en detrimento de la teología tomista.

Los principales reformadores, de vasta cultura teológica y humanista, se consideraban a sí mismos fieles cristianos que aspiraban a regresar a las doctrinas apostólicas y a renovar la Iglesia cristiana en la práctica y doctrina.

Juan Calvino estudió en la Sorbona y su padre trabajaba con un obispo; Lutero era monje y profesor universitario de Biblia; Zuinglio era sacerdote y humanista. De acuerdo con el programa de los humanistas, buscaron en las fuentes de la antigüedad cristiana las bases para una renovación. Releyeron las Sagradas Escrituras y a los Padres de la Iglesia, (especialmente a San Agustín), interpretando una visión de la fe y una doctrina más bíblica y cristocéntrica, despreciando, por otro lado, toda la tradición cultural y religiosa acumulada por la Iglesia desde los primeros siglos.

La diseminación de las ideas protestantes fue facilitada por la invención de la imprenta, que hizo posible difundir una amplia literatura apologética, bíblica y devocional y fomentó la edición de nuevas traducciones de la Biblia en lenguas vernáculas. Estas revisiones del texto hicieron patente la débil base de algunas doctrinas medievales. La nueva forma de fundamentar la autoridad, junto con el rechazo de la formulación escolástica ahora sustituida por lenguaje bíblico, hacía difícil a los teólogos católicos rebatirla.[cita requerida] En el Concilio de Trento, los obispos católicos partidarios de Roma optarían por limitar el acceso laico a las escrituras, estableciendo que la Vulgata Latina era la única Biblia autorizada y redactando un índice de libros prohibidos.

Como resultado del apoyo de los gobiernos nacionales y locales, la Reforma Protestante logró éxito en amplias áreas de Europa. Se hizo predominante en el norte de Alemania y en Escandinavia, en su forma luterana. En Escocia prosperó la Iglesia presbiteriana de inspiración calvinista. También las Iglesias reformadas fructificaron en los Países Bajos, en las ciudades suizas y en el oriente de Hungría. Con posterioridad retornaron a la influencia del catolicismo Francia, Polonia, Bohemia, Bélgica, Hungría y amplias regiones de Alemania (sobre todo en el sur y el oeste). No obstante, con el desarrollo de los imperios europeos, particularmente el británico, el protestantismo continuó su expansión. Los siglos XIX y XX presenciaron una fuerte labor misionera que lo expandió por Asia, Oceanía, África y América. Hoy en día, cálculos estimativos señalan que más de 500 millones de personas profesarían alguna de las diversas formas del protestantismo moderno.[12]

Los fundadores y colaboradores de la Reforma utilizaron todos los medios a su alcance para la extensión de la misma, valiéndose de cualquier factor que pudiese contribuir favorablemente con su movimiento. En relación a este punto podemos señalar algunos medios analizados y criticados por sus detractores (Iglesia católica):[13]

En Alemania surgió la Iglesia luterana. En la Suiza de habla alemana, Ulrico Zuinglio y otros comenzaron también un intento de reforma de la Iglesia católica. Pero Juan Calvino fue el dirigente más destacado de la Reforma Protestante en Suiza. La Reforma que se había iniciado casi simultáneamente en Zúrich (cantón de habla alemana) y Ginebra (francófona) fue extendiéndose por los países vecinos, llegando a Escocia de la mano de John Knox, que se había formado en Ginebra, dando origen a la Iglesia Presbiteriana.

Mientras tanto, la Iglesia de Inglaterra (anglicana) no se dejó influir en un primer momento por el protestantismo, pero tras su ruptura con la Iglesia de Roma, comenzó un paulatino y vacilante acercamiento hacia los ideales reformados. Actualmente las Iglesias de la Comunión anglicana se declaran abiertamente reformadas. De ellas surgió la Iglesia Metodista, que, junto a los presbiterianos, y a las iglesias bautistas, entre otros, se conocen históricamente como disidentes.

Fuera de ese protestantismo, que muchos estudiosos denominan “magisterial”, se dio otra vertiente, que se distinguió tanto del catolicismo como de las Iglesias protestantes de carácter nacional. Esta corriente recibe el nombre de Reforma Radical, cuyos integrantes pasaron a conocerse como anabaptistas, que rechazó la unión de la Iglesia cristiana con el Estado y repudiaron el bautismo infantil, constituyéndose en iglesias independientes o segregadas que dieron lugar a corrientes como los menonitas, e influyeron a los fundadores de otras, como las iglesias bautistas.

Desde finales del siglo XIX empezaron a surgir otras diferentes ramas influenciadas por los movimientos de reavivamiento. La principal corriente protestante surgida en ese periodo es el pentecostalismo, que empezó en Estados Unidos y se ha extendido principalmente a Latinoamérica y África. Las iglesias pentecostales dan un énfasis mayor en los dones espirituales descritos en el Nuevo Testamento, principalmente el “hablar en lenguas”.

Cada rama o denominación del protestantismo suele estar subdividida en diversos grupos independientes a los que también se les suele llamar “denominaciones” o “familias denominacionales”. Estos grupos se suelen distinguir entre los de su propia rama por diferencias cuanto al énfasis en determinados puntos doctrinales y aplicación de los textos bíblicos, pero también por estar en diferentes países o incluso regiones de una misma nación. También se suele dar el caso de divisiones provocadas por divergencias administrativas, aunque esto afecta mucho más a iglesias locales que a grupos enteros.

Asimismo existe una infinidad de congregaciones locales o grupos de congregaciones que no poseen vínculo formal con denominaciones instituidas, a las cuales se suele llamar “iglesias independientes”. Este tipo de iglesias ha experimentado una gran proliferación en las últimas décadas del siglo XX especialmente dentro del pentecostalismo, donde el énfasis en revelaciones divinas hace que muchas personas decidan tener su propio ministerio, empezando sus propias congregaciones de forma independiente, es decir, sin vínculo institucional.

Las iglesias independientes suelen mantenerse a nivel local como un solo grupo, aunque experimenten un gran crecimiento numérico, lo cual ha dado lugar a diversas “megaiglesias”, que son iglesias locales con miles de miembros. Aun así, existen iglesias independientes que se subdividen hasta el punto de convertirse ellas mismas en denominaciones, además de otras que se unen en fraternidades de iglesias que acaban transformándose también en denominaciones.

El país con mayor número de protestantes es Estados Unidos, donde pese a la pérdida de peso de los “WASP”, tradicionalmente a favor de otros grupos (especialmente los hispanos, de mayoría católica), la mayor parte de los estadounidenses pertenece a alguna confesión protestante. Entre los de mayor población, el que tiene el mayor porcentaje es el Reino Unido, cuyas confesiones mayoritarias son la Iglesia de Inglaterra (anglicana) y la Iglesia de Escocia (presbiteriana).

Los principales grupos protestantes comenzaron a establecerse en América Latina en el siglo XX. Los presbiterianos se instalaron en Argentina en 1836, en Brasil en 1859, en México en 1872 y en Guatemala en 1882. Los metodistas siguen un itinerario parecido: México en 1871, Brasil en 1886, Antillas en 1890, Costa Rica, Panamá y Bolivia en los últimos años del siglo; mientras que en Ecuador, Colombia y Perú se establecieron primeramente los bautistas y los pentecostales, así como una parte de los metodistas.

Actualmente las comunidades protestantes han ido ganando terreno frente al catolicismo en América Latina en general, ampliando su penetración en diversos países, en especial en Colombia y Centroamérica.



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