La Unión Soviética poseía en julio de 1990 una población de 290 millones de personas, habiéndose convertido en ese entonces en el tercer país más poblado del mundo y aventajando a Estados Unidos en unas 40 millones de personas.
Las etnias estaban repartidas de la siguiente forma: 75 % eslavos rusos, 12 % túrquicos y el 13 % otras minorías étnicas. Poseía una fuerza laboral de 152 millones de personas, de las cuales más del 80 % trabajaba en actividades del sector industrial y el 20 % restante se repartía en actividades agrícolas.
Debido a la Segunda Guerra Mundial, la URSS perdió cerca de 26 millones de personas, pero ello no impidió que cada año creciera en más de 2 millones de habitantes. Durante su mandato como Presidente del Consejo de Ministros, Iósif Stalin empleó importantes acciones económicas que propiciaron el crecimiento demográfico al mejorar la calidad de vida en la URSS.
El extenso imperio multinacional que los bolcheviques heredaron después de su revolución fue creado por la expansión zarista por casi cuatro siglos. Algunos grupos de naciones se unieron voluntariamente al imperio, pero la mayoría fue unida a la fuerza. Generalmente, los rusos y la mayoría de la población no rusa del imperio compartieron poco en cuanto a cultura, religión e idioma. Más a menudo que nunca, dos o más nacionalidades diversas fueron colocadas en el mismo territorio. Por lo tanto, los antagonismos nacionales se desarrollaron con los años no sólo contra los rusos, sino a menudo entre algunas de las naciones sujetas también.
Durante cerca de setenta años, los líderes soviéticos habían mantenido que las fricciones entre las muchas nacionalidades de la Unión Soviética habían sido erradicadas y que la Unión Soviética consistía en una familia de naciones que vivían armoniosamente juntas. No obstante, el fermento nacional que sacudió cada rincón de la Unión Soviética en los años ochenta probó que setenta años de gobierno comunista habían fracasado en la erradicación de las diferencias nacionales y étnicas y que las religiones y culturas tradicionales reemergerían dada la más pequeña oportunidad. Esta realidad que enfrentaban Gorbachov y sus colegas significó que, a la poca confianza en el tradicional uso de fuerza, tuvieron que encontrar soluciones alternativas a fin de evitar la desintegración de la Unión Soviética.
Las concesiones otorgadas a las culturas nacionales y la autonomía limitada tolerada en las repúblicas de la Unión durante los años veinte llevaron al desarrollo de élites nacionales y a un elevado sentido de identidad nacional. La represión subsecuente y la rusificación provocaron el resentimiento contra la dominación por parte de Moscú y promovieron el posterior crecimiento de la conciencia nacional. Los sentimientos nacionales fueron exacerbados en el estado multinacional soviético por la competencia incrementada por los recursos, servicios y trabajos.
El Estado fue separado de la Iglesia por el Decreto del Consejo de Comisarios del Pueblo el 23 de enero de 1923. Las cifras oficiales del número de creyentes religiosos en la Unión Soviética no estaban disponibles en 1989. Pero según varias fuentes soviéticas y occidentales, alrededor de un tercio de la gente de la Unión Soviética, profesaba alguna creencia religiosa. El Cristianismo y el Islam se disputaban la mayoría de los creyentes. Los cristianos pertenecían a varias Iglesias: la Ortodoxa, la cual tenía el número más grande de seguidores; la Católica; la Baptista y varias otras iglesias protestantes. Hubo muchas iglesias en este país (7500 Iglesias Ortodoxas Rusas en 1974). La mayoría de los fieles de la fe islámica eran sunitas. El judaísmo tuvo también muchos seguidores. Hubo otras religiones, las cuales eran practicadas por un número relativamente pequeño de creyentes, incluido el budismo, lamaísmo y chamanismo, una religión basada en el espiritualismo primitivo. El papel de la religión en la vida diaria de los ciudadanos soviéticos varió enormemente. Ya que los dogmas religiosos islámicos y los valores sociales de los musulmanes están estrechamente interrelacionados, la religión pareció tener una mayor influencia en los musulmanes que en los cristianos u otros creyentes. Dos tercios de la población soviética, sin embargo, no tenían creencias religiosas. Cerca de la mitad de la gente, incluyendo a miembros del PCUS y oficiales de alto nivel del gobierno, eran ateos. Por lo tanto, para la mayoría de los ciudadanos soviéticos, la religión era irrelevante.
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