Felipe de Castilla y Suabia cumple los años el 12 de enero.
Felipe de Castilla y Suabia nació el día 12 de enero de 8.
La edad actual es 2016 años. Felipe de Castilla y Suabia cumplió 2016 años el 12 de enero de este año.
Felipe de Castilla y Suabia es del signo de Capricornio.
Felipe de Castilla (1231 - 28 de noviembre de 1274). Infante de Castilla, fue hijo de Fernando III de Castilla y de su primera esposa, la reina Beatriz de Suabia. Señor de Valdecorneja, ciertas fuentes aseguran que ingresó como caballero en la Orden del Templo, en uno de cuyos templos, la Iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga, recibió sepultura el infante, en un sepulcro adornado con emblemas de la Orden del Temple.
Arzobispo electo de Sevilla, fue además abad de la Colegiata de Valladolid y de la Colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias hasta el año 1258, en que abandonó la carrera eclesiástica con el consentimiento de su hermano, Alfonso X el Sabio, a pesar de la oposición de este, y contrajo matrimonio con la princesa Cristina de Noruega, hija del rey Haakon IV de Noruega.
Hijo de Fernando III el Santo, rey de Castilla y León, y de su primera esposa, la reina Beatriz de Suabia, era por parte paterna nieto de Alfonso IX de León y de Berenguela de Castilla, reina de Castilla, que renunció al trono que había recibido por la muerte de su hermano, Enrique I de Castilla, siendo ambos hermanos hijos del rey Alfonso VIII de Castilla. Por parte materna era nieto de Felipe de Suabia, rey de Romanos y duque de Suabia, y de Irene Ángelo, hija de Isaac II Ángelo, emperador del Imperio Romano de Oriente.
Fueron sus hermanos, entre otros, Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y León, Fadrique de Castilla, ejecutado en 1277 por orden de su hermano Alfonso X el Sabio, y Manuel de Castilla, padre de Don Juan Manuel.
El infante Felipe de Castilla nació en 1231. Desde su infancia fue orientado por su padre, Fernando III el Santo, hacia la carrera eclesiástica, al igual que su hermano, el infante Sancho, que llegaría a ser arzobispo de Toledo. Durante su juventud, después de que su crianza fuera encomendada por su abuela la reina Berenguela de Castilla a Rodrigo Jiménez de Rada, que llegaría a ser arzobispo de Toledo, fue enviado a París para que estudiase, recibiendo allí lecciones de San Alberto Magno, quien fue profesor de Santo Tomás de Aquino.
En 1249 el infante Felipe de Castilla fue nombrado procurador de la archidiócesis de Sevilla por el papa Inocencio IV. En 1251, dos años más tarde, fue designado por el mismo pontífice arzobispo electo de la archidiócesis de Sevilla, que continuaba siendo gobernada por Raimundo de Losana, obispo de Segovia, debido a que el infante Felipe, aunque había sido nombrado arzobispo electo de Sevilla, aún no había sido consagrado como obispo.
En 1258, poco después de que su hermano el rey, a pesar de su oposición inicial, le autorizase a abandonar la carrera eclesiástica, contrajo matrimonio con la princesa Cristina de Noruega, hija del rey Haakon IV de Noruega. La leyenda sostuvo en el pasado que la princesa Cristina de Noruega llegó a España después de que Alfonso X el Sabio solicitase al rey de Noruega que le enviase a una hija suya para contraer un nuevo matrimonio con ella, basándose en la infertilidad de su esposa, la reina Violante de Aragón, hija de Jaime I de Aragón.
No obstante, se ha demostrado la falsedad de dicha leyenda, ya que en 1258 la reina Violante ya había dado a luz varios hijos.Francia y por Aragón, donde fue recibida con todos los honores por Jaime I el Conquistador, quien llegó a proponerle matrimonio.
La realidad es que el soberano de Noruega envió a la princesa Cristina a Castilla a fin de que contrajese matrimonio con uno de los hermanos del rey. De camino a Castilla, la princesa pasó porA su llegada a la corte, que se hallaba en la ciudad de Valladolid, en enero de 1258, la princesa Cristina fue presentada a los hermanos del rey y sobre todo a los infantes Fadrique y Felipe, entre los que debía escoger esposo. Al parecer, a la princesa le agradó el infante Felipe más que el infante Fadrique, debido a una cicatriz que este último tenía en el labio y que le desfiguraba el rostro. No obstante, en un documento posterior, Alfonso X el Sabio reconoció que había sido decisión suya que la princesa noruega contrajese matrimonio con el infante Felipe.
El matrimonio entre el infante Felipe de Castilla y la princesa Cristina de Noruega se celebró en el mes de abril de 1258 en Valladolid. Alfonso X el Sabio concedió entonces varios señoríos y posesiones al infante Felipe, entre los que se contaban la martiniega, el portazgo, la renta de los judíos y los restantes pechos reales de Ávila, así como las tercias del arzobispado de Toledo y las de los obispados de Ávila y Segovia, las rentas que pagaban al rey los musulmanes del Valle de Purchena y la heredad de Valdecorneja, compuesta por las villas de El Barco de Ávila, Piedrahíta, La Horcajada y Almirón. La vacante que el infante Felipe dejaba en el arzobispado de Sevilla, no fue cubierta hasta mayo del año 1259, cuando el papa Alejandro IV designó a Raimundo de Losana arzobispo de Sevilla.
El infante Felipe estuvo presente en las Cortes de Sevilla de 1261, así como en la boda de su sobrino, el infante Fernando de la Cerda, hijo y heredero de su hermano Alfonso X el Sabio, que se celebró el 30 de noviembre de 1269.
A comienzos de 1272, un grupo de magnates, entre los que se contaban Nuño González de Lara "el Bueno", Esteban Fernández de Castro, Simón Ruiz de los Cameros, señor de los Cameros, y Lope Díaz III de Haro, señor de Vizcaya, se reunió en el municipio burgalés de Lerma con el propósito de comprometerse a luchar contra Alfonso X el Sabio si no accedía a las reclamaciones de los allí reunidos, quienes acordaron que el infante Felipe de Castilla, presente en la reunión y portavoz de los conspiradores, debería entrevistarse con el rey de Navarra a fin de conseguir que el monarca les concediese asilo en su reino, si se veían obligados a abandonar el reino de Castilla y León. El infante Felipe, viudo de sus dos primeras esposas, estaba casado con Leonor Rodríguez de Castro, sobrina de Nuño González de Lara, pues era hija de su hermana.
Nuño González de Lara se hallaba molesto con el rey debido, entre otras razones, a que el rey no accedió a entregarle Durango, a las críticas que el monarca hizo sobre su actuación en la defensa de Jerez de la Frontera y, tal vez, a la disconformidad del señor de la Casa de Lara con algunas actuaciones de Alfonso X en relación con el reino de Portugal, aunque la mayoría de los magnates castellanos coincidían sobre todo en su disconformidad con el modo de gobernar de Alfonso X, ya que todos ellos preferían el estilo de tiempos pasados, cuando los magnates desempeñaban un papel más destacado.
Tras la reunión de los magnates conjurados en Lerma, Alfonso X intentó descubrir qué había ocurrido realmente en ella, comunicándose con su hermano el infante Felipe y con el señor de Lara. No obstante, el infante Felipe eludió responder a las cuestiones planteadas por su hermano, al tiempo que se excusaba de acudir junto con sus tropas a Andalucía en servicio del rey, pues adujo que se había producido un retraso en el cobro de su soldada anual, y comunicó a su hermano que su presencia en la reunión de Lerma era debida a los consejos y ayudas que el infante decía precisar, pues sostenía que sus viejos amigos habían fallecido y que non podía estar sin aver algunos amigos que le ayudasen e le consejasen.
Por su parte, y a pesar de haber tomado parte en ella, Nuño González de Lara "el Bueno" comunicó al rey que el propósito de la reunión de Lerma no había sido el que le atribuían, e incluso se mostró dispuesto a colaborar con el monarca castellano-leonés a fin de que pudiesen ser recaudados nuevos servicios, además de los previstos, en Castilla y en la Extremadura, añadiendo que de ese modo el rey podría saldar su deuda con los nobles, pues les debía varias soldadas. A comienzos de julio de 1272, Alfonso X ordenó a Nuño González de Lara, a su hermano el infante Felipe, y a todos los magnates y ricoshombres del reino que acudiesen con sus hombres a Sevilla para ayudar al infante Fernando de la Cerda, que en esos momentos defendía la frontera de los ataques musulmanes, y la respuesta unánime de todos los participantes en la conjura nobiliaria fue negarse a acudir, a menos que el rey se entrevistase antes con ellos. Por su parte, Nuño González de Lara fingió apartarse de los conspiradores e informó al rey de los contactos mantenidos por los magnates sublevados con el rey de Navarra, aunque, poco después, fueron descubiertas una serie de cartas que probaron que en la conjura se hallaba involucrado el sultán de los benimerines, que deseaba debilitar la posición del monarca castellano. A pesar del descubrimiento de las cartas que probaban la traición de los nobles, Alfonso X las ignoró y se dispuso a negociar con los sublevados, aunque les ordenó que suspendiesen sus conversaciones con el rey de Navarra, orden que fue desobedecida por ellos, y por su parte, Nuño González de Lara declaró roto su compromiso con Alfonso X el Sabio, que le obligaba a no establecer posturas con musulmanes o cristianos sin antes hacerlo saber al rey.
En septiembre de 1272 se reanudaron las negociaciones en la ciudad de Burgos, aunque los nobles se negaron a alojarse en la ciudad y lo hicieron en las aldeas cercanas, y desde allí comunicaron al rey que si deseaba transmitirles algún mensaje lo hiciese por medio de sus emisarios. Los conjurados presentaron entonces sus demandas al rey, quejándose de que el monarca les obligaba a regirse por el Fuero Real, de que en la Corte no hubiese jueces especiales para juzgar a los hidalgos según su fuero, de la actuación de los merinos y otros funcionarios de la Corona, y solicitaron además que se redujese la frecuencia de los servicios de Cortes, que se les eximiera del pago de la alcabala municipal de Burgos, y que el rey no fundase más pueblas nuevas en Castilla y León. Alfonso X acordó poco después una alianza con el reino de Navarra, anulando con ello los acuerdos establecidos entre los magnates sublevados y el monarca navarro.
Tras las Cortes de Burgos de 1272, en las que parecía que el soberano castellano alcanzaría un acuerdo con los magnates sublevados, se rompieron las negociaciones y los sublevados, incluidos el infante Felipe de Castilla y Nuño González de Lara "el Bueno", partieron hacia el reino de Granada, a pesar de que Alfonso X hizo un último intento de persuadirles para que no abandonasen el reino, por medio de los infantes Fernando de la Cerda, su hijo primogénito, y su hermano Manuel de Castilla. Antes de dirigirse a Granada, los magnates saquearon el territorio, robando ganado y devastando algunas tierras a su paso, a pesar de que el rey les envió mensajeros, portando cartas en las que se recordaba a los sublevados los favores que habían recibido de él, así como su traición al romper sus vínculos vasalláticos con el soberano. A Nuño González de Lara le reprochó que, durante su juventud, le había entregado la tenencia de Écija, a pesar de la oposición de su padre, Fernando III el Santo.
No obstante, los magnates sublevados desoyeron las exhortaciones del rey y se dirigieron a Granada, donde fueron acogidos con todos los honores por el rey Muhammad I de Granada, después de haber firmado un acuerdo con él en Sabiote, en el que los nobles firmantes se comprometieron con el soberano granadino a prestarse ayuda mutuamente contra Alfonso X el Sabio, hasta que el monarca castellano-leonés accediera a sus demandas. El acuerdo de Sabiote fue rubricado, entre otros, por el infante Felipe de Castilla, Nuño González de Lara "el Bueno", Lope Díaz III de Haro, señor de Vizcaya, Esteban Fernández de Castro, Diego López de Haro y Álvar Díaz de Asturias.
En enero de 1273 en la ciudad de Tudela, el infante Felipe, Nuño González de Lara y sus hijos Juan Núñez de Lara y Nuño González de Lara, Lope Díaz III de Haro y Álvar Díaz de Asturias, entre otros magnates, rindieron homenaje a Enrique I de Navarra, al que presentaron un memorial de los agravios que decían haber recibido de Alfonso X el Sabio, y las reclamaciones que ellos le hacían, quedando de ese modo los magnates liberados de los compromisos contraídos con el monarca castellano, al tiempo que, sin menoscabo de su honor, pasaban a servir al monarca navarro, del mismo modo que antes habían servido al rey musulmán de Granada.
El rey envió al deán de la Catedral de Sevilla, Fernán Pérez, a parlamentar con el infante Felipe, a fin de persuadirle de que abandonase el partido de los nobles, aunque fracasó en su propósito. A principios de 1273 Juan Núñez de Lara, que hasta entonces había actuado de mediador junto con el obispo de Cuenca entre su padre, Nuño González de Lara, y el rey, abandonó a este último.
A pesar de lo anterior, Alfonso X el Sabio, que deseaba proseguir el fecho del Imperio, permitió que algunos miembros de la familia real, entre los que se contaban los infantes Fernando de la Cerda y Manuel, la reina Violante de Aragón, el arzobispo Sancho de Aragón, hijo de Jaime I el Conquistador y hermano de la reina Violante, y los maestres de las Órdenes Militares, reanudasen las negociaciones con los magnates exiliados. Después de numerosas negociaciones, y aconsejado el rey, entre otros, por su hermano el infante Fadrique de Castilla y por Simón Ruiz de los Cameros, accedió a la mayoría de las demandas presentadas por los nobles exiliados a través de Nuño González de Lara, quien en 1273 se entrevistó con la reina Violante de Aragón en la ciudad de Córdoba, y a finales de ese mismo año, los magnates exiliados regresaron al reino de Castilla y León, al tiempo que el rey Muhammad II de Granada se declaraba vasallo de Alfonso X, aunque la Crónica de este rey, erróneamente, sitúa estos acontecimientos en 1274. En el mes de julio de 1273 volvieron a aparecer como confirmantes en los diplomas regios Fernando Rodríguez de Castro, Simón Ruiz de los Cameros y Diego López de Haro, hermano menor de Lope Díaz III de Haro, mientras que este último, Nuño González de Lara, y su hijo Juan Núñez de Lara, no lo hicieron hasta principios de 1274. Nuño González de Lara volvió a aparecer como confirmante en los privilegios reales el 24 de enero de 1274, y no había confirmado ninguno desde el 15 de julio de 1272, y sería en esos momentos, a principios de 1274, cuando recibiría el nombramiento de Adelantado mayor de la frontera de Andalucía, según refiere la Crónica de Alfonso X el Sabio.
El infante Felipe de Castilla falleció el 28 de noviembre de 1274, fecha que aparece esculpida en su sepulcro, a la edad de 43 años.
A su muerte, el cadáver del infante Felipe de Castilla recibió sepultura en la Iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga, templo vinculado a la Orden del Temple, y situado en la localidad palentina de Villalcázar de Sirga, que dista 6 kilómetros de la localidad de Carrión de los Condes.
En el mismo templo recibió sepultura la segunda esposa del infante Felipe, Inés Rodríguez Girón, aunque en el pasado se supuso que en dicho sepulcro había sido sepultada la tercera esposa del infante Felipe, Leonor Rodríguez de Castro, algo desmentido por los escudos y emblemas heráldicos esculpidos en el sepulcro, que no se corresponden con los de la Casa de Castro, sino con los de la familia Girón.
Los restos del infante Felipe descansan en un sepulcro gótico, colocado en la capilla de Santiago del templo. Al lado del sepulcro donde yace el infante, se encuentra el sepulcro que cobija los restos de su segunda esposa. En la misma capilla se encuentra un tercer sepulcro, realizado en el siglo XIV, en el que se encuentra sepultado un caballero de la Orden de Santiago. Los sepulcros del infante Felipe y de su segunda esposa estuvieron colocados en el pasado en el coro del templo, hasta que la Comisión de Monumentos de la provincia decidió trasladarlos a la capilla de Santiago del templo.
Contrajo matrimonio por primera vez en 1258, con la princesa Cristina de Noruega, hija del rey Haakon IV de Noruega, aunque la princesa falleció en la ciudad de Sevilla en 1262, sin haber dejado descendencia, y fue sepultada en la Colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias, de la que fue abad el infante Felipe antes de renunciar a sus cargos eclesiásticos.
Viudo de su primera esposa, el infante Felipe contrajo un segundo matrimonio con Inés Rodríguez Girón, hija de Rodrigo González Girón, señor de Frechilla, Cisneros y Autillo de Campos, y mayordomo mayor de Fernando III el Santo, y de su segunda esposa, Teresa López de Haro. Su segunda esposa falleció en 1265 y fue sepultada en la Iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga,
El infante Felipe de Castilla contrajo un tercer matrimonio con Leonor Rodríguez de Castro, hija de Rodrigo Fernández de Castro, señor de Cigales, Mucientes y Santa Olalla —hijo de Guerau IV de Cabrera y Elo Pérez de Castro— y de su esposa, Leonor González de Lara. Fruto del tercer matrimonio del infante Felipe nació un hijo:
El genealogista e historiador José Pellicer de Ossau dejó constancia en su obra de la existencia de otra hija nacida de la unión del infante Felipe con su tercera esposa, aunque Luis de Salazar y Castro desmiente dicha filiación:
Fruto de diversas relaciones extramatrimoniales, el infante Felipe tuvo varios hijos con mujeres de las que se desconoce el nombre:
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