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Fernando Felipe de Orleans



Fernando Felipe de Orleans (en francés: Ferdinand Philippe d'Orléans; Palermo, 3 de septiembre de 1810 - Sablonville, 13 de julio de 1842) era el mayor de los hijos de Luis Felipe I, rey de los franceses (1830-1848) y de María Amelia de Borbón-Dos Sicilias; fue Duque de Chartres desde su nacimiento, y duque de Orleans además de Príncipe Real de Francia cuando su padre fue coronado rey.[1]

Nació durante el exilio de sus padres en Sicilia, y se le llamó Fernando, nombre inédito en la familia real francesa, en homenaje a su abuelo, el rey de las Dos Sicilias, Fernando I. Viajó a Francia por primera vez en 1814, tras la caída de Napoleón, para luego instalarse definitivamente en 1817. El príncipe recibió una educación liberal, en completa igualdad con sus compañeros, y tras realizar estudios en la escuela politécnica entró a formar parte del primer regimiento de húsares, establecido en Lunéville, donde fue hecho coronel por el rey Carlos X.

En 1830 se encontraba en la guarnición de Joigny cuando estalló la Revolución de 1830. Enarboló la bandera tricolor y marchó a toda prisa para socorrer a los parisinos sublevados, entrando en la capital a la cabeza de su regimiento el 3 de agosto de ese año.

Con el advenimiento de la monarquía de Julio, tomó el título de duque de Orleans y se convirtió en Príncipe Real. Su padre lo introdujo en su Consejo, pero el príncipe, de gran temperamento, mantuvo frecuentes enfrentamientos con los doctrinarios, lo que hizo que dimitiese al poco tiempo por las presiones de Casimir Perier, presidente del mismo.

Aparte de estos contratiempos políticos, el Príncipe Real gozó de gran popularidad, sobre todo tras sofocar casi sin violencia una revuelta popular en Lyon, y también gracias a su actitud durante la epidemia de cólera de 1832, cuando llevó a los más enfermos al Hôtel-Dieu sin preocuparse por el riesgo de contagio que corría. Era considerado un príncipe generoso, sinceramente preocupado por la suerte de los más necesitados, y fue una especie de icono para la oposición dinástica de Odilon Barrot, que veía en él al príncipe capaz de conciliar las aspiraciones democráticas de la Francia moderna y la herencia del pasado monárquico.

En 1835, cuando el mariscal Clauzel fue enviado a Argelia como gobernador general, el duque de Orleans lo acompañó para combatir al emir rebelde Abd El-Kader, luchando en el combate de l’Habrah, donde fue herido. En 1839 regresó a Argelia para realizar la toma del interior del país, entre Constantina y Argel. Abd-el-Kader declaró la guerra santa contra los franceses, comenzando así una guerra que acabaría con la ocupación total de Argelia por parte de Francia.

Estas victorias militares acrecentaron la popularidad y el prestigio del duque de Orleans, que se dedicó al engrandecimiento de las fuerzas militares del país y a la mejora de las condiciones físicas y morales de los soldados.

De igual modo, el duque de Orleans fue un amante de la literatura, la música y las bellas artes y dedicado coleccionista. En sus apartamentos del palacio de las Tullerías reunió una colección de objetos de la Edad Media y el Renacimiento, cerámicas de Bernard Palissy, de mayólica y cerámica hispano-morisca, porcelanas chinas y japonesas, muebles de Caffieri, Oeben, Riesener y Jacob.

También fue un apasionado de la pintura de su generación y compró numerosos cuadros a Ary Scheffer y a Newton Fielding. Poseía obras de Eugène Delacroix, Alexandre-Gabriel Decamps, Eugène Lami, Dominique Ingres, Ernest Meissonnier y Paul Delaroche. Igualmente le gustaban los paisajes de la escuela de Barbizon, especialmente Camille Corot, Paul Huet y Théodore Rousseau. Él mismo fue un dibujante talentoso y realizó grabados amateur.

El matrimonio del duque de Orleans se convirtió en uno de los asuntos políticos más importantes de la monarquía de Julio, especialmente tras el atentado de Fieschi que estuvo a punto de acabar con la vida del rey Luis Felipe. Antes de la revolución de 1830, estuvo prometido a la nieta de Carlos X, Luisa de Artois (1819-1864), pero este proyecto fue naturalmente desechado tras el destronamiento de Carlos X por la rama de los Orleans.

Dado que en aquel entonces la monarquía de Julio necesitaba nuevos aliados en Europa, lo que le permitiría no depender exclusivamente de Inglaterra, se lo intentó casar con una de las hijas del rey Guillermo I de Württemberg, las princesas María (nacida en 1816) y Sofía, pero el padre declinó la proposición, algo que llegó a ser aún más humillante cuando la princesa María se casó, en 1840, con el conde austríaco Alfred Neipperg. Otra candidata era la archiduquesa María Teresa de Austria-Teschen, hija de Carlos de Austria-Teschen, proyecto que tampoco se llevó a cabo. No quedaban entonces más que dos partidos entre las princesas católicas: la princesa Januaria María de Braganza, hija del emperador Pedro I de Brasil, y la infanta Isabel de España, hija del infante Francisco de Paula, hermano menor de Fernando VII; ambas quedaron descartadas, la primera por la distancia física, y la segunda en razón de su físico, ya que era delgada y pelirroja.[2]

La elección recayó entonces en las princesas alemanas protestantes. Se pensó en la princesa Luisa de Hesse-Kassel, en la princesa María de Sajonia-Altenburgo y en la princesa Victoria de Sajonia-Coburgo-Gotha (futura esposa de su hermano Luis, duque de Nemours). Finalmente las miradas se posaron en la entonces duquesa Elena de Mecklemburgo-Schwerin, hija del príncipe heredero Federico Luis de Mecklemburgo-Schwerin (1778-1819) y de Carolina de Sajonia-Weimar-Eisenach (fallecida en 1816). Para el duque de Orleans, ésta fue una alianza conveniente, aunque poco pretenciosa, pero después de todo la princesa era sobrina del rey de Prusia, Federico Guillermo III.

El matrimonio se celebró el 30 de mayo de 1837 en el castillo de Fontainebleau, pues por la diferencia de religión no pudo celebrarse en la catedral de Notre-Dame de París. Se casaron en tres ceremonias (una civil, otra católica y una luterana) y la unión fue muy feliz.

La pareja tuvo sólo dos hijos:

Fernando Felipe, duque de Orleans, murió a los 32 años en un accidente de carruaje en Sablonville, en Altos del Sena. Estaba previsto que el duque partiera para Saint-Omer para revisar parte del ejército del que había sido nombrado comandante. Partió el 13 de julio de 1842 desde el palacio de las Tullerías y, en aras de la conveniencia, optó por un carruaje abierto. En Sablonville los caballos se descontrolaron y el duque salió despedido, fracturándose el cráneo. A pesar de las mejores atenciones de sus médicos, falleció unas horas después. El funeral se celebró en Notre-Dame y su tumba está en la ciudad de Dreux. Su esposa murió 16 años después, el 18 de mayo de 1858, en Richmond, Inglaterra, donde fue exiliada junto con toda la familia real francesa tras la revuelta que depuso a su suegro, el rey Luis Felipe que, privado de la popularidad de su hijo mayor, fue depuesto solo seis años después.

Entre sus numerosos descendientes se pueden contar al rey Manuel II de Portugal, al príncipe Miguel de Grecia y al rey Juan Carlos I de España.






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