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Fuente de energía



Fuente de energía es un fenómeno físico o químico del que es posible explotar su energía con fines económicos o biofísicos. Según un primer criterio de clasificación, se les llama «primarias» si provienen de un fenómeno natural y no han sido transformadas (el sol, la biomasa, las corrientes de agua,[1]​ el viento, los minerales energéticos o radiactivos); y «secundarias» si son resultado de una transformación intencionada a partir de las primarias para obtener la forma de energía[2]​ deseada (la energía eléctrica -que puede obtenerse a partir de cualquiera de las fuentes primarias-, la energía química de los distintos combustibles utilizados para el transporte, la calefacción o la industria -que pueden obtenerse a partir de muy distintas fuentes-, etc.) Según un segundo criterio, a las fuentes de energía primarias se las llama «renovables» si sus reservas no disminuyen de forma significativa en la escala de tiempo de su explotación (como la hidroeléctrica, la eólica, la solar, la geotérmica, la mareomotriz o la utilización energética de la biomasa); y «no renovables» si lo hacen (como los combustibles fósiles -carbón, petróleo, gas natural- y la energía nuclear). Según un tercer criterio, se las llama «limpias»[3]​ si se las valora positivamente en un contexto ecologista (lo que coincide en su mayor parte con las renovables); y «sucias» si son valoradas negativamente (lo que coincide en su mayor parte con las no renovables), aunque en realidad ninguna fuente de energía carece de impacto ambiental en su uso (pudiendo ser más o menos negativo en distintos ámbitos). Próximos a este criterio están otros, como la diferenciación entre «fuentes de energía sostenibles»[4]​ y no sostenibles (según su sostenibilidad), o la diferenciación entre las llamadas «fuentes de energía alternativas» y las «convencionales» o «tradicionales», por su menor o mayor polución y especialmente su menor o mayor contribución al cambio climático antropogénico por las emisiones de CO2; aunque es problemático tener que clasificar entonces la energía nuclear como alternativa a las fósiles (puesto que su peligrosidad reside no en la emisión de gases sino en la generación de residuos radiactivos y la gravedad de los accidentes nucleares).[5]

Consumo de energía por fuente (total mundial, 2010)[6]​ en porcentaje:      combustibles fósiles     nuclear     renovables Sector proyectado al segundo círculo (renovables):     biomasa térmica[7]     agua caliente solar     geotérmica (en climatización)     hidroeléctrica     bioetanol     biodiésel     biomasa (en generación de electricidad)     eólica     geotérmica (en generación de electricidad)     solar fotovoltaica     termosolar     marina

Consumo de energía por fuente (total mundial, 2014)[8]​ en Mtep (millones de toneladas equivalente de petróleo -Mtoe, tonne of oil equivalent-) o TWh (Teravatio hora -mil millones de kilovatios hora-) y porcentaje:     petróleo     gas natural     carbón     nuclear     hidroeléctrica     eólica     solar     biocombustibles     otras

Fuentes primarias de la generación de energía eléctrica en el mundo entre 1980 y 2011. En verde, renovables, en rojo, nuclear, en marrón, combustibles fósiles.

Proyección de la futura contribución de cada fuente de energía primaria a la generación de energía eléctrica en el mundo hasta 2040. De arriba a abajo: solar, eólica, geotérmica, hidroeléctrica, nuclear, gas natural, carbón, otras energías renovables y combustibles líquidos.

A lo largo de la historia el hombre ha buscado incesantemente fuentes de energía para su provecho; desde la Prehistoria, cuando la humanidad descubrió el fuego para calentarse, alumbrarse y cocinar los alimentos, pasando por la Edad Media en la que se introdujeron molinos de viento para moler cereales, hasta la Edad Contemporánea en la que se ha llegado a obtener energía fisionando el átomo y producir los sofisticados combustibles que permiten la propulsión aeroespacial.

Los combustibles fósiles protagonizaron las revoluciones industriales: desde la Primera Revolución Industrial el carbón con el que se alimentaron las calderas de las máquinas de vapor aplicadas inicialmente al bombeo del agua de las minas, luego al telar mecánico y sucesivamente a la práctica totalidad de los procesos industriales mecanizables y al transporte (ferrocarril, barco de vapor), así como a los procesos metalúrgicos (en siderurgia, los altos hornos) y químicos, y a la calefacción y cocinas domésticas; desde la Segunda Revolución Industrial, el petróleo y sus derivados aplicados tanto a la industria como al transporte (motor de combustión aplicado al automóvil y a la aviación). Siempre convivieron con aprovechamientos a menor escala de las energías tradicionales de la economía preindustrial: la eólica de la navegación a vela o los molinos de viento, la hidráulica de norias y molinos hidráulicos, y los aprovechamientos tradicionales de la biomasa, fundamentalmente la utilización de la madera y el carbón vegetal como combustible.

El modelo de desarrollo propio de la sociedad industrial aboca al agotamiento de los recursos fósiles, sin posible reposición, pues son necesarios períodos de millones de años para su formación. La búsqueda de fuentes de energía inagotables y el intento de los países industrializados de fortalecer sus economías nacionales reduciendo su dependencia de los combustibles fósiles, concentrados en territorios extranjeros tras la explotación y casi agotamiento de los recursos propios, les llevó a la adopción de la energía nuclear y, en aquellos con suficientes recursos hídricos, al aprovechamiento hidráulico intensivo de sus cursos de agua. A finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI se comenzó a cuestionar el modelo energético imperante por dos motivos: los problemas medioambientales suscitados por la combustión de combustibles fósiles, que ya no se limitaban a episodios de smog en las grandes urbes como Londres o Los Ángeles, sino que se generalizaban con impactos globales (cambio climático antropogénico); y los riesgos del uso de la energía nuclear, puestos de manifiesto en accidentes como el de Three Mile Island (Estados Unidos), el de Chernóbil (Unión Soviética) o el de Fukushima (Japón).

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Las energías limpias son aquellas que son renovables y reducen drásticamente los impacto ambientales producidos, entre las que cabe citar el aprovechamiento de:

Con respecto a las llamadas energías alternativas (eólica, solar, hidráulica, biomasa, mareomotriz y geotérmica), cabe señalar que su explotación a escala industrial, es fuertemente contestada incluso por grupos ecologistas, dado que los impactos medioambientales de estas instalaciones y las líneas de distribución de energía eléctrica que precisan pueden llegar a ser importantes, especialmente, si como ocurre con frecuencia (caso de la energía eólica) se ocupan espacios naturales que habían permanecido ajenos al hombre.

Las fuentes de energía pueden ser renovables y no renovables. Las renovables, como el Sol, permiten una explotación ilimitada, ya que la naturaleza las renueva constantemente. Las no renovables como el carbón, aprovechan recursos naturales cuyas reservas disminuyen con la explotación, lo que las convierte en fuentes de energía con poco futuro, ya que sus reservas se están viendo reducidas drástica mente..


Ejemplo de ellas son las siguientes:

Ejemplo de ellas son las siguientes:

Este tipo de clasificación tiene como base el ritmo de consumo de energía. Las no renovables son las que tenemos que dejar de utilizar.

Externe,[14]​ un proyecto de investigación europeo sobre externalidades de la producción de energía, ha estimado las muertes causadas por cada una de las fuentes de energía considerando todo su ciclo vital: desde la extracción del combustible hasta el desmantelamiento o reconversión de los lugares de producción; tiene por tanto en cuenta tanto las muertes producidas por accidente o enfermedad profesional en las minas o instalaciones extractivas como las asociadas al impacto ambiental de cada una de las fases de la producción, la distribución y el consumo.[15][16]

Consumo de energía por habitante en cada país, medido en kg equilvalentes de petróleo.

Intensidad energética en cada país medido en kg equivalentes de petróleo por unidad monetaria del PNB.



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