Victoria decisiva liberal.
La guerra civil peruana de 1856-1858, conocida también como la Revolución de Arequipa de 1856, fue una de las más largas y violentas del Perú. No solo fue una entre caudillos (Ramón Castilla contra Manuel Ignacio de Vivanco), sino también una lucha casi ideológica pues al inicio era una guerra entre liberales y conservadores, aunque Castilla era un conservador moderado. Fue una reacción de los conservadores ante los cambios liberales que se vivían en esa época.
La principal causa fue la promulgación de la Constitución de 1856, promulgada el 19 de octubre de ese año por la Convención Nacional (Congreso) que se había instalado el año anterior. Uno de los principios nuevos de la constitución era la supresión de la pena de muerte. Se implantó la gratuidad de la enseñanza, específicamente primaria; se redujo la edad a 28 años para ser representante del pueblo y el Congreso cobró gran fuerza y se volvió casi unicameral, pues no había diferencias entre diputados y senadores.
El gran mariscal Ramón Castilla, Presidente Provisorio del Perú en esa época, estaba en contra de la Constitución porque se limitaba mucho la autoridad del Presidente de la República. La Constitución restableció los Vicepresidentes y creó el Consejo de Ministros, además que redujo el mandato presidencial de 6 a 4 años. A pesar de esto, Ramón Castilla juramentó la Constitución el 18 de octubre de 1856.
También había un gran descontento en el país por las elevadas dietas de los miembros de la Convención Nacional, por el excesivo gasto en la manumisión de esclavos, pues según el censo de 1852 había 15 mil esclavos en el Perú y se habían manumitido a 25 mil esclavos. Otra de las críticas era que las elecciones para la Convención Nacional había sido dominada por negros libertos y gente analfabeta, mientras que fueron excluidos los servidores públicos del régimen anterior, por las amenazas contra la Iglesia Católica (se prohibió el ingreso de la Compañía de Jesús) y porque el mismo Castilla había restituido el Tributo Indígena con el nombre de Contribución General en marzo de 1855.
El gobierno de Castilla tenía varios detractores y prueba de eso son los levantamientos en: Arequipa (julio de 1855), en Islay (marzo de 1856), en Chincha (14 de abril), en Nauta (30 de junio), en Trujillo (15 de agosto), en Tacna (22 de septiembre), en Ayacucho, en Ancash y en otros lugares. En Lima hubo un levantamiento del general Fermín Del Castillo que al final fracaso y se fue al exilio.
El 31 de octubre de 1856 se inició el levantamiento conservador en Arequipa, con un movimiento popular encabezado por Domingo Camino y Diego Masías y Llosa, que dos años antes habían apoyado la rebelión contra Echenique. Ellos invitaron a Manuel Ignacio de Vivanco, que había regresado de su exilio en Chile, a liderar el movimiento. En pocos días se armaron 500 hombres. El gobierno envío a Arica al BAP Loa y al BAP Ucayali que desembarcaron 2 escuadrones de cazadores a caballo y medio batallón de infantería, tomando a su vez a presos políticos acusados de conspirar en Arica, encarcelándolos en los pontones Highlander y Caupolicán. También llegó el gran mariscal Miguel de San Román a tomar el mando de las fuerzas e intimó la rendición de Arequipa el 16 de noviembre.
El 16 de noviembre, la fragata Apurímac, anclada en Arica, fue sublevada por dos jóvenes oficiales a favor de Vivanco. Estos fueron el Teniente segundo Lizardo Montero y el Alférez de fragata Miguel Grau, que aprovecharon que el comandante de la nave, el Capitán de Navío José María Salcedo, chileno que servía en la marina peruana, estaba en tierra en la casa del cónsul inglés. El primer acto de los marinos rebeldes fue liberar los presos políticos que Castilla retenía en los pontones Caupolicán y Highlander en Arica.
El Apurímac marchó al norte y sublevó en Provincia de Islay al Loa. El capitán del puerto de Islay, Emilio Días Seminario, medio hermano de Grau, se pasó al bando rebelde. Ahí estaba San Román con los generales Diez Canseco y Lerzundi además de 180 gendarmes, retirándose hacia Tacna, pero el 19 se encontraron al coronel rebelde Brousset que con solo 20 jinetes y 15 infantes los dispersó y San Román huyó solo hacia Puno.
Castilla declaró a los buques piratas para que cualquier escuadra extranjera (francesa o inglesa) pudiera atacarlos y se formó una división naval al mando del capitán de navío Ignacio Mariátegui conformada por el Tumbes y el Ucayali para recuperar al Apurímac. Pero en altamar se sublevó la Tumbes (27 de noviembre) con su comandante, el capitán de corbeta Federico Alzamora y desembarcó a las fuerzas de abordaje que estaban al mando del coronel Mariano Ignacio Prado en las Islas de Chincha. Se nombró al contraalmirante Domingo Valle Riestra como Comandante General de la escuadra rebelde, que contaba con 78 oficiales, entre ellos cinco capitanes de navío; era una sublevación general de la marina. También se nombró a Ricardo Palma como contador general de la armada rebelde. Como la fragata Amazonas estaba viajando a Hong Kong, el gobierno de Castilla solo se quedó con el vapor Ucayali.
La Apurímac y el Loa atacaron Arica el 27 de noviembre, pues la guarnición gobiernista, compuesta de 100 hombres, se negaba a proporcionarle víveres. Tomaron el puerto causando 18 muertos, pero luego de aprovisionarse, se retiraron.
La flota rebelde tomó las Islas de Chincha el 28 de diciembre, donde también capturaron el vapor Izcuchaca y comenzaron a vender guano, lo que financió la sublevación, aunque no se interrumpió los contratos que el gobierno tenía con comerciantes franceses, ingleses y norteamericanos. Los rebeldes vendieron guano a comerciantes de Valparaíso amigos de Vivanco. La Convención declaró ese acto como robo de la propiedad nacional y criminales a los que comerciaran con ellos, además que facultó al Ejecutivo para que tratara con los diplomáticos de Gran Bretaña y de Francia para que prestaran su concurso en caso necesario sobre la custodia del guano de las islas. Con el dinero del guano los rebeldes compraron en Chile armas y dos vapores: el Volcán, al que llamaron Arauco, y el Peytona, rebautizado como Lambayeque.
Vivanco, tras tomar Moquegua, decidió hacer una campaña al norte del Perú, llamado la campaña de Piura en donde esperaba obtener el apoyo de los hacendados descontentos por la abolición de la esclavitud. En efecto, el 12 de diciembre de 1856, Piura se declaraba a favor de Vivanco y al día siguiente, Paita. Castilla previamente había mandado al vapor Ucayali al norte, transportando una división al mando del general Layseca, que desembarcó en Pacasmayo el 17 de diciembre. En esas tropas estaba el teniente coronel Francisco Bolognesi.
Se embarcaron 1000 hombres en el Loa y la Tumbes, que junto con la Apurimac, empezaron a bloquear al Callao desde el 31 de diciembre de 1856. El Callao estaba defendido por viejos cañones y los cañones del BAP Amazonas: 14 cañones de 32 libras, 6 de 68 libras y uno de 110 libras. Vivanco esperaba una sublevación en el Callao que debía empezar ese día, pero esta nunca se produjo, más bien llegó Castilla a las once de ese día con fuerzas de Chorrillos y Lima. El 1 de enero de 1857, dos lanchas destacadas de la Apurímac tomaron la barca Catalina Hayes pero fracasaron en su intento de capturar la barca Teresa Terry debido al fuego de fusilería proveniente del vapor Ucayali. Desde el 8 de enero, la Apurímac bloqueó sola el Callao e intentó el 29 tomar el Ucayali, pero este fue bien defendido por Mariátegui y los cañones del puerto. Está última acción le permitió a Mariátegui ascender a Contraalmirante.
El Loa desembarcó en Supe a 400 hombres al mando del coronel Morote, pero ya los vivanquistas de la zona habían retrocedido de Chancay a Pativilca, debido a que fuerza del gobierno los había derrotado en combate y capturado a 24 de ellos. El Tumbes desembarcó a Vivanco en Casma y él estableció su cuartel general en Nepeña y mandaba al gran mariscal Antonio Gutiérrez de La Fuente a ocupar Trujillo, donde llegó el 29 de enero. Previamente, los insurrectos de Trujillo habían sido derrotados y desbandados en un combate. Al mismo tiempo, el general José Bustamante, sublevaba Ayacucho a favor de Vivanco. Otra expedición despachada por Vivanco al callejón de Huaylas ocupó Carhuaz, pero fue derrotada en su avance sobre Huaraz. Piura era ocupada por tropas franquistas al mando del coronel Manuel González de La Cotera.
Castilla tuvo que afrontar también al renuncia de tres de sus ministros debido a que estos tenían medidas más conciliatorias con los rebeldes, pero el centro del país quedó pacificado con una expedición que dirigió el general Pedro Diez Canseco que derrotó a los rebeldes en Huanta (22 de marzo). También las tropas de Layseca preocuparon Trujillo y Vivanco estableció su nuevo cuartel en Chiclayo.
El contraalmirante Mariátegui, al mando del vapor Ucayali, salió del Callao en la noche del 18 de marzo, franqueando a la Apurímac, para sorprender a guaneros piratas en las Islas Guañape. El 21 se enfrentó en combate en San José a las goletas Tumbes y Loa, a las que quiso sorprender para abordarlas y capturarlas, pero falló. En San José también estaban las barcas Catalina y Malakoff. El 30 de marzo regresó la Ucayali al Callao, cuando ya la Apurímac había ido a Pisco por víveres.
El 16 de marzo, el gobierno de Castilla compró a la Pacific Steam Navigation Company, el vapor Santiago, a la que rebautizó como BAP Huarás, por 111 mil pesos. Este vapor era un transporte que desplazaba mil toneladas de registro. El 1 de abril el Huarás salió del Callao con Castilla y con cinco batallones, en total, dos mil hombres armados, desembarcando en Pacasmayo el 4 de abril. Vivanco dejó Chiclayo el 5 de abril y perseguido por Castilla, se fue a Piura para reforzarse con las tropas de La Cotera y presentar batalla, pero ahí había un nuevo estado de cosas. Los vecinos de Piura habían obligado a La Cotera a reconocer la Constitución de 1856 y él se declaró neutral en la guerra civil. Ante esta defección, Vivanco se retiró a Paita, donde estaban las barcas Catalina y Malakoff, acompañado de un ejército compuesto por 400 hombres del batallón Arequipa, 150 hombres del Apurímac, 200 reclutas de Lambayeque, una montonera y 50 jinetes. Poco después la Apurímac capturó cerca de Paita al Huarás y el ejército rebelde se embarcó en ambos buques, haciendo correr la voz que atacaría a las fuerzas de Layseca en Trujillo, dejando abandonadas en Paita a las barcas Catalina y Malakoff.
Desde el inicio de la guerra, el gobierno de Reino Unido se mostró partidario de Castilla aunque decidió no inmiscuirse en los asuntos internos de Perú. Anteriormente lo había hecho en 1831 y 1844.
El 15 de marzo de 1857, el vapor New Granada de la Pacific Steam Navigation Company fue abordado en altamar por la goleta rebelde Tumbes, apoderándose de la caja del dinero que este vapor llevaba para el ejército de Castilla al norte, además de otros cajones de correspondencia. Anteriormente, el 8 de enero la misma goleta había abordado el vapor Bolivia. El almirante Bruce, jefe de la escuadra británica del pacífico que estaba en el Callao desde el inicio de la guerra, irritado por el hecho, despachó a la corbeta HMS Pearl a encontrar a los culpables, a exigir una disculpa y a la devolución del dinero. La Pearl encontró al Loa y al Tumbes anclados en San José el 28 de marzo y envió oficiales a cada una de ellas a pedir explicaciones. Como no pudiese identificar a los autores del atropello, abordó los buques a las nueve de la noche y se apoderó de ellos. Se envío un mensaje a Vivanco en tierra, pero la altisonante respuesta decidió al capitán inglés enviar al Callao a los buques rebeldes. Acabaron en el fondeadero británico, cerca a la fragata HMS Monarch. Hasta allá fue el capitán de corbeta José de la Haza como representante de Vivanco (sus hermanos Diego y Antonio servían a Castilla, mientras Pedro también a Vivanco), demostrando que la Tumbes era la culpable y salió al mando de la Loa.
Vivanco llegó a aguas del Callao en la Apurímac y el Huárac en la noche del 20 de abril con intenciones de tomar el puerto, pues pensaba que Castilla se había llevado a todo su ejército y lo había dejado desprotegido. El Callao estaba al mando del general José María Plaza y contaba con las fuerzas de la arsenal, del castillo y la columna Constitución, así como milicias de ciudadanos rápidamente organizadas por Plaza.
En la noche del martes 21 de abril, el Apurímac y el Huárac se acercaron a la desembocadura del río Rímac y en la madrugada desembarcó todas las tropas, que se dirigieron al puerto al mando del general José Antonio Vigil y secundado por los coroneles Manuel Vargas Machuca y Manuel Lopera, iniciándose el combate cerca a las cinco de la mañana. Uno de los primeros en morir fue el general Plaza, tomando el mando de las fuerzas gobiernistas el general Manuel Diez Canseco. Los marinos del BAP Ucayali desembarcaron a proteger el arsenal. También falleció el coronel Lopera. Durante el combate se cambiaron de bando unos 40 rebeldes. A las ocho de la mañana llegó el tren de Lima con tropas de refuerzos.
El resultado del ataque al Callao fue una completa derrota para Vivanco, que se quedó en la Apurímac con solo 25 hombres. A las once de la mañana del 22 de abril había 70 rebeldes muertos, 399 prisioneros y 23 heridos, además habían perdido a los generales Vigil y Allende, que lograron escapar, a 4 coroneles, a 4 tenientes coroneles, 10 sargentos mayores, 15 capitanes, 17 tenientes y 16 subtenientes. Las fuerzas del gobierno tuvieron 50 hombres muertos. Ese mismo día, la Convención Nacional le confiró al Callao el título de Provincia Constitucional porque enarboló la bandera de la constitución.
El 26 de abril dejaron la Apurímac y el Huárac el Callao. Dos días antes, había salido del Callao la corbeta HMS Pearl para escoltar al vapor Bogotá de la Pacific Steam Navigation Co. que llevaba al presidente Castilla acompañado por 25 oficiales, entre ellos el coronel La Cotera.
La flota rebelde se reunió en las Islas de Chincha. Estaba compuesta por los vapores Apurímac, el Loa, el Izcuchaca, el bergantín Guise y el recién adquirido vapor Lambayeque. Este último, un vapor de hélice puesto a flote en 1853 que desplazaba 850 toneladas y que había llegado recién de Chile, llevando 1500 fusiles a Islay. Tras este refuerzo, Vivanco decidió seguir la guerra en Arequipa.
Muchos marinos estaban descontentos con el curso que la revolución había tomado. El Ministro de Relaciones Exteriores Manuel Ortiz de Zevallos firmó un convenio con los representantes de Francia y Reino Unido, Albert Huet y Henry Sullivan respectivamente, para que las escuadras que estos países tenían en el Pacífico intervengan para proteger el guano y así proteger los intereses de sus empresarios connacionales. Al mismo tiempo, Castilla ofreció olvidar el pasado y la Convención Nacional acordó el acuerdo con las potencias el 18 de mayo, que se firmó el 21. Esto significaba que la marina rebelde quedaba en inferioridad, pues las fragatas extranjeras, la británica HMS Monarch y la francesa Perseverante, podían batir juntas a la Apurímac. El 22 de mayo, el Loa, la Izcuchaca, el Guise y el Huárac dejaban las Islas de Chincha y el 24 llegaron al Callao, en donde ya estaba el capitán de navío Pedro José Carreño que había dejado el Apurímac. En junio regresaba del norte la división del general Manuel Layseca y el 12 de ese mes el gobierno retomaba el control de las Islas de Chincha y el vapor Tumbes, este último devuelto por la escuadra británica.
Cuando Vivanco regresó a Arequipa, fue muy bien recibido por sus ciudadanos, molestos porque Castilla hubiese pretendido contratar corsarios para atacar la escuadra sublevada. Aunque Vivanco dio un discurso dando entender que la guerra estaba perdida, rápidamente se organizó un ejército.
El mariscal San Román había organizado un ejército en Puno trasladándose a Tacna donde recibió refuerzos del gobierno y con más de 3 mil hombres empezó el sitio de Arequipa. Las órdenes de Castilla, en actitud conciliadora, fueron que no tomara la ciudad por al fuerza, sino que la sitiara y rindiera a los rebeldes mediante una negociación.
El ejército de San Román se estableció en Yumina y el 19 de junio se iniciaron conversaciones entre los delegados de Vivanco y San Román en Paucarpata, haciendo recordar la rendición del ejército chileno en 1837. Ese mismo día acabaron las negociaciones, pues aunque Vivanco se sometió a todas las condiciones, se negó a reconocer la Constitución de 1856. Ya la gente de Arequipa se había negado a una capitulación.
Vivanco salió a atacar las posiciones de San Román con un ejército de 1300 hombres y 500 guardias nacionales y ocupó las posiciones de Cerro Gordo y San Lucas que dominaban las de Yumina. El 29 de junio se produjo un fuerte combate de 10 horas en donde se retiraron las fuerzas del gobierno, pero los franquistas también se retiraron por falta de agua. Al día siguiente San Román regresó y ocupó el alto de Paucarpata, pero sus fuerzas habían tenido bajas de 1200 hombres entre muertos, heridos, prisioneros y dispersos. El 30 por la mañana, San Román desplegó sus fuerzas en una línea de una legua y el 1 de julio envió un parlamentario para proponer un avenimiento. Luego se retiró a Quequeña donde esperó a Castilla.
Una división, embarcada en el BAP Huárac y escoltada por el BAP Ucayali, salió del Callao y llegó a Arica el 5 de julio. Castilla se embarcó a Ilo con cañones de gran calibre y una pequeña fuerza, mientras el grueso del ejército fue a Tacan por ferrocarril y 15 días después ya estaban en Arequipa. Se unió con San Román en Quequeña el 20 de julio y reorganizó su ejército, esperando a la división del general Manuel Diez Canseco que, desde Ayacucho, debía marchar a reforzar sus tropas. Pero Diez Canseco se demoró y Castilla le abrió causa, no obstante ser su cuñado.
Castilla estableció su campamento en Sachaca y ahí instaló los cañones de gran calibre. Se inició un largo asedio de varios meses, consistentes en disparos de día y combates de guerrilla durante la noche. El 30 de noviembre, la segunda compañía del batallón Ayacucho, al mando del teniente Andrés Avelino Cáceres, repelió una fuerza en Siete Chombas y su empuje hizo que esta fuerza llegara a las primeras calles de la ciudad, pero tuvo que retirase al escuchar las cornetas por verse en el peligro de quedar cercado. En Arequipa, el artesano Javier Sánchez formó con 300 hombres la Columna Inmortales y también se cortaron las cañerías para fabricar cañones.
Castilla envió parlamentarios para intimar la rendición, uno de ellos fue el coronel Mariano Ignacio Prado, pero Vivanco se negó a abrir la carta que llevaba porque en el sobre no indicaba el cargo de General. El pueblo de Arequipa, al conocer el incidente, se congregó y le dio el título de Mariscal de Yumina, ratificado pro actas populares (22 y 23 de enero de 1858).
Durante 1857 se agudizaron las diferencias entre el Ejecutivo y la Convención. La Convención no aprobó siempre los ascensos militares propuestos; la Convención pidió que se suspenda la persecución contra el general Fermín Del Castillo, apresado en el Callao cuando desembarcó en julio; además, hubo una interpelación al ministro de hacienda en septiembre.
Desde el 1 de abril de 1857, las funciones dle ejecutivo en Lima las desempeñaba el Consejo de Ministros, presidido por el general José María Raygada e integrado por Manuel Ortiz de Zevallos, Juan Manuel del Mar y Luciano María Cano. La Convención dio una ley el 28 de octubre que ordenaba al Consejo de Ministros a nombrar una comisión autorizadora para terminar la guerra civil existente y el arreglo debía ser aprobado por la Convención. Luego el ejército debía reducirse y se convocaría a elecciones para Presidente y Vicepresidente.
El 29 de octubre se renovó la mesa, eligiéndose como Presidente a Manuel Toribio Ureta y no habría sesión hasta el 2 de noviembre. En Lima había un malestar general en la población porque la Convención duraba ya mucho tiempo, a pesar de que su objeto era solo promulgar la nueva constitución, y porque se habían subido las dietas y disminuido la de los empleados civiles y militares.
El 2 de noviembre, las tropas del batallón Castilla, al mando del coronel Pablo Arguedas disolvió la Convención. El Consejo de Ministros declaró que se encontraba impedido de ofrecer garantías a la Convención y aunque tenían noticias desde una semana antes del golpe que preparaba Arguedas, solo se limitaron a enviar un correo a Castilla a comunicarle los hechos. Una de las principales argumentos de Arguedas era que al Convención había tratado de arrebatarle el poder a Castilla y calificaba de débil la conducta del Consejo. Castilla no disculpó el atentado, pero tampoco los castigó ni restableció la Convención.
La disolución de la Convención fue muy celebrado en Arequipa entre los vivanquistas.
Los vivanquistas siguieron autorizando a comerciantes para que cargaran guano a cuenta de la rebelión, pero no solo en las Islas de Chincha. El BAP Tumbes, al mando del capitán de corbeta Dueñas, capturó a la barca norteamericana Dorcas C. Yeaton en altamar, sospechosa de estar fletada por los rebeldes para cargar guano en Pabellón de Pica. Dueñas declaró que la jurisdicción del Perú llegaba hasta las 180 millas desde tierra. El BAP Tumbes capturó, luego, las barcas norteamericanas Lizzie Thompson y Georgiana cuando se hallaban en Punta de Lobos y Pabellón de Pica cerca de Iquique. Todas las barcas fueron llevadas al Callao (enero de 1858) y sus capitanes puestos a juicio, junto con el norteamericano Sartori, agente comercial de los vivanquistas.
Estos acontecimientos provocaron una agria polémica entre el agente diplomático Clay y el ministro de relaciones exteriores Ortiz de Zevallos. El Perú logró obtener dictámenes favorables de juristas norteamericanos, pero la Secretaría de Estado planteó al ministro plenipotenciario en Estados Unidos, Cipriano Coronel Zegarra, que el Perú debía admitir responsabilidad por los daños y pérdidas ocasionados a los propietarios y tripulantes de las barcas, con indemnizaciones fijadas por una comisión mixta. Coronel Zegarra no aceptó estas condiciones y se le entregó su pasaporte, al mismo tiempo que era retirado el ministro norteamericano en Lima, Clay. El cambio de gobierno en Estado Unidos favoreció el apaciguamiento de la controversia. Finalmente fue sometida a arbitraje del rey de Bélgica en diciembre de 1862.
Las barcas fueron incorporadas a la Marina Peruana como BAP Arica, BAP General Plaza y BAP Iquique. Como actores de este diferendo, James Buchanan, presidente de Estados Unidos; Juan Ignacio de Osma y Federico de Barreda, diplomáticos de Perú.
Cada día la lucha en Arequipa se volvía más intensa. El 3 de enero de 1858, la fragata Apurímac capturó en Islay un vapor mercante con oficiales y artículos de guerra para el ejército, viéndose Castilla obligado a llamar el batallón que conservaba en Islay para reforzar el asalto a Arequipa. El combate de Bellavista (13 de enero de 1858) fue muy fuerte e indeciso. La escuadra del gobierno capturó el vapor Lambayeque.
En esas circunstancias, la Apurímac y el Arauco viajaron a Valparaíso persiguiendo al BAP Tumbes, pero en el puerto chileno, el general vivanquista Rivas tuvo una entrevista con Echenique y este le dio 80 mil pesos chilenos que sirvió para pagar a los marinos insurrectos, además que muchos peruanos exiliados abordaron el Arauco con un cargamento de armas. En convoy viajaron ambos buques a Iquique, en donde engancharon algunos hombres y con una fuerza de 300 se decidieron a atacar Arica. El domingo 21 de febrero, los rebeldes desembarcaron, por primera vez en la guerra, en Arica. Las tropas del gobierno a órdenes del prefecto Zavala opusieron una gran resistencia, pero el Apurímac empezó a bombardear el indefenso puerto, disparando unos 200 cañonazos. La lucha fue en las calles de la ciudad, con un saldo de unos 200 muertos y más de 60 heridos. Luego, el general Rivas marchó a Tacna por ferrocarril mientras Montero con la Apurímac se dirigió a Islay, quedándose el Arauco en Arica.
Entre el 27 de enero y 5 de febrero de 1858, el ministro plenipotenciario chileno, Ramón Luis Irarrázaval, condujo negociaciones por la paz en Arequipa, con aprobación de Castilla, pero se encontró con la negativa de Vivanco, aunque este último, exigió como requisito para la paz el retiro definitivo de la escena política de Castilla y de él mismo.
El 3 de marzo la Apurímac llegó a Islay horas antes que un vapor de la Pacific Steam Navigation llegara con exiliados políticos, entre los que estaban Manuel Toribio Ureta y varios exmiembros de la Convención Nacional. De esta manera bloquearon a Castilla y este se decidió por un ataque contra Arequipa.
Castilla movió su ejército en la medianoche del 5 de marzo hasta el antiguo panteón de Miraflores. El sábado 6 de marzo empieza el ataque por el Alto de San Pedro; la lucha fue tan dura que, una bala le quitó a Castilla los anteojos con que observaba la batalla. Luego el ejército tomó la Caja de Agua y a las once de la mañana, el fuerte Malakof, muriendo todos su defensores. Los ejércitos peleaban casa por casa. La lucha se concentró en las torres Santa Rosa y Santa María. Al llegar la noche ya estaban ocupadas el templo Santa Rosa y la primera trinchera de este nombre. El teniente coronel Francisco Bolognesi es atendido por el médico personal de Castilla al haber recibido dos balas en el muslo derecho, al igual que Andrés. A las once de la noche, Vivanco escribió una carta al ministro Irarrazával con el objetivo de pedir la suspensión de las hostilidades, que llegó a manos de este a las 2 de la madrugada. Fue inútil. Al amanecer del domingo 7, Castilla emprendió un nuevo ataque. En la acequia de Santa Rosa la sangre corrió como agua. A las 10 de la mañana fueron asaltados la trinchera y muros de Santa Rosa, muriendo todos los miembros de la columna inmortales. a las 11:35 a. m. terminó la batalla y los vencedores se reúnen en la plaza de armas. Hubo en total, entre ambos bandos, unos 3 mil muertos, la mayoría civiles arequipeños.
Vivanco se ocultó para escaparse, una vez más, a Chile. Es unánime la creencia de que Castilla lo dejó escapar.
Los marinos sublevados volvieron a la obediencia al gobierno en Arica el 17 de marzo, después de las gestiones realizadas por el prefecto de Moquegua, el coronel Juan Espinosa. Los rebeldes obtuvieron pago de la tripulación y de la tropa, garantías y seguridades personales y libertad para salir del país o residir en él. Muchos marinos importantes fueron dados de baja, como Lizardo Montero, Miguel Grau, Jurado de los Reyes o Luis Germán Astete.
No se puede decir que la rebelión fue un fracaso, porque se cumplió el objetivo principal de anular la Constitución de 1856, aunque no se restituye la anterior de 1839.
Uno de los objetivos de la sublevación fue disolver la Convención Nacional. La Convención era muy impopular por su negativa a admitir a la Compañía de Jesús y otras objeciones contra el clero, tenía un fuerte enfrentamiento con el ejecutivo y sus legisladores cobraban altas dietas. Al final, fue la misma Convención la que dictó su fin, catalizada por la guerra civil.
Los buques rebeldes se integraron a la Marina peruana. El Apurímac cambió de nombre por BAP Callao, debido al heroísmo del pueblo chalaco al contener a los vivanquistas; el vapor a hélice Lambayeque por General Lerzundi y el vapor a ruedas Arauco fue rebautizado como BAP Sachaca.
Castilla expidió el 12 y 14 de marzo de 1858, dos decretos suprimiendo el departamento de Arequipa, convirtiéndolo en provincia. La Caja Fiscal fue trasladada a Islay. El secretario de Castilla, el arequipeño doctor Bustamante se negó a suscribirlo y fue reemplazado por Manuel Nicolás Corpancho. Pero el 13 de mayo de ese mismo año, Castilla solicitó al Consejo de Ministros restablecer el departamento de Arequipa, así como su Prefectura, Corte Superior y oficinas administrativas.
El Consejo de Ministros convocó a elecciones para un Congreso Extraordinario y para Presidente y Vicepresidente, de acuerdo a las normas de la Constitución de 1856 y con la ley electoral promulgada por la Convención. Castilla salió electo como Presidente con 432 mil votos, seguido por el general Medina con 69 mil y Domingo Elías con 51 mil. Como Vicepresidente fue elegido Juan Manuel del Mar, antiguo ministro de Castilla. El nuevo Congreso se dedicó no solo a legislar, sino a reformar la Constitución promulgando una nueva en 1860, ya no de carácter liberal ni conservadora, sino una moderada que tuvo vigencia hasta 1919, siendo la de más larga vida en el Perú.
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