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Guillermina de Prusia (1774-1837)



Guillermina de Prusia (nombre completo en holandés: Frederica Louisa Wilhelmina; nombre completo en alemán: Friederike Luise Wilhelmine; Potsdam, 18 de noviembre de 1774 - La Haya, Palacio Noordeinde, 12 de octubre de 1837) fue la primera esposa del rey Guillermo I de los Países Bajos y por lo tanto la primera reina de los Países Bajos. También era conocida como Mimi.

La princesa Guillermina nació en Potsdam. Era la cuarta hija del rey Federico Guillermo II de Prusia y la reina Federica Luisa. Su educación estuvo dominada por el estricto régimen de su tío abuelo, Federico el Grande, pero en general se sabe muy poco acerca de su juventud. Dominaba varios idiomas. Guillermina tuvo una relación especialmente estrecha con su hermano durante toda su vida, quien más tarde se convertiría en el rey Federico Guillermo III de Prusia.[1]

El 1 de octubre de 1791, se casó en Berlín, a los 17 años de edad, con su primo Guillermo de los Países Bajos, hijo del estatúder Guillermo V de Orange-Nassau y la fiesta duró diecisiete días. El matrimonio fue organizado como parte de una alianza entre las casas de Orange y Prusia, pero también fue, de hecho, un matrimonio por amor y fue muy feliz. La joven pareja se fue a vivir al Palacio Noordeinde en La Haya. En 1795, los franceses invadieron la República Holandesa, y la familia principesca se fue al exilio. Primero se quedaron en Inglaterra, y desde 1796 en Berlín. En 1806, Guillermina tuvo que huir otra vez del ejército francés y dio a luz el 30 de agosto a un niño que nació muerto. Durante el viaje su hija Paulina cayó gravemente enferma y murió en diciembre en brazos de su madre. Guillermina apenas se podía separar del cuerpo de su hija y se temió por su salud mental. Guillermina deseaba unirse a su familia en Prusia, entonces ocupada por los franceses. Después de una petición a Napoleón, Guillermina fue autorizada a retirarse a Berlín bajo una estricta supervisión francesa, donde pudo mantener correspondencia durante corto tiempo con su marido. Después de que a su marido se le permitiera visitar a su esposa, llevó a su hijo mayor a Inglaterra, algo que Guillermina no aprobó completamente. Quería que sus hijos estuvieran con ella en Prusia, ya que era una madre dedicada y pretendía estar pendiente de su educación.

En marzo de 1813 los franceses tuvieron que retirarse de Berlín, pero volvieron a ocupar la ciudad poco después. Esta vez Guillermina buscó refugio en las propiedades que había comprado el año anterior en Silesia, donde vivió en condiciones bastante primitivas. Poco después de que Napoleón fuera derrotado por primera vez a finales de 1813, pudo dejar Silesia para ir a los Países Bajos a principios de 1814.

Guillermina se convirtió en reina de los Países Bajos en 1815. En ese momento, los Países Bajos incluían la actual Bélgica. La reina Guillermina fue modesta y se quedó en un segundo plano, y no desempeñó ningún papel dominante como reina. Sin embargo, dio generosos donativos. No fue una reina popular y se la criticó por aislar a la familia real. En las provincias belgas se censuraba su estilo alemán de vestir, pasado de moda, lo que le acarreó muchas burlas entre las mujeres de Bruselas, donde Guillermina pasaba el verano con su familia, alternando con La Haya. En el invierno pasaba temporadas en el Palacio Het Loo y en el Castillo Real de Laeken. También viajaba casi todos los años a Berlín, donde realizaba funciones de representación en nombre de su hermano Federico Guillermo, rey de Prusia.

Se interesaba por la pintura, asistía a exposiciones y protegió museos y artistas. Así, el famoso pintor Friedrich Bury vino a los Países Bajos para darle clases. Era considerada una aficionada con talento y fue nombrada miembro honorario de la Real Academia de Bellas Artes. Pintaba preferentemente escenas bíblicas y retratos de familia.

En el artículo 13 de la Constitución holandesa del 24 de agosto de 1815, los hijos de Guillermina fueron designados como legítimos herederos al trono holandés.[2]

A partir de 1820, su salud empeoró, y a partir de 1829 fueron raras su apariciones públicas. En abril de 1837, estando con el rey en Ámsterdam asistió a una representación teatral, sorprendiendo por su aspecto envejecido y su decadencia física. Hizo su último viaje entre mayo y junio a Berlín para asistir al bautismo de su nieto Alberto. Murió en el Palacio Noordeinde en La Haya en 1837, a los 62 años de edad, rodeada de su marido, sus hijos Guillermo y Federico y su nieto Guillermo. Está sepultada en la cripta real de la Nieuwe Kerk de Delft.





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