El haiku (俳句?) o haikú es un tipo de poesía japonesa. Consiste en un poema breve de diecisiete sílabas, escrito en tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente, según especialistas como R.H. Blyth o Fernando Rodríguez-Izquierdo. Sin embargo, hay quien señala una mayor variedad en el reparto de sílabas en el haiku clásico y moderno japonés, como Vicente Haya . Siendo precisos, se habla de «moras» o «jion», como unidades para medir la duración de los segmentos fonológicos, pero comúnmente se sustituyen por sílabas cuando se traducen o se escriben haikus en otras lenguas.
Según Octavio Paz, el haiku es “un organismo poético muy complejo. Su misma brevedad obliga al poeta a significar mucho diciendo lo mínimo. Desde un punto de vista formal, el haikú se divide en dos partes. Uno da la condición general y la ubicación temporal y espacial del poema (otoño o primavera, un ruiseñor); la otra, relampagueante, debe contener una elemento activo. Una es descriptiva y casi enunciativa; la otra, inesperada. La percepción poética surge del choque entre ambas. La índole misma del haikú es favorable a un humor seco, nada sentimental. El haikú es una pequeña cápsula cargada de poesía capaz de hacer saltar la realidad aparente”.
Roland Barthes a su regreso de Japón escribió en su libro El imperio de los signos, "el haiku reproduce el gesto indicativo del niño que muestra con el dedo alguna cosa, diciendo tan solo: ¡esto!, ¡mirá allá!, ¡oh!, ¡ah!".
Blyth lo llama "la poesía de la sensación", es más podría definirselo poesía de la sensación desnuda, que no pretende oscurecer algo con las palabras, sino iluminarlo.
La poética del haiku generalmente se basa en el asombro y la emoción (哀れ [aware]) que produce en el poeta la contemplación ante la realidad (tradicionalmente en un espacio de pura naturaleza). Siguiendo el régimen tradicional japonés, la composición suele contener alguna referencia directa o indirecta a la estación del año, mediante el uso de un kigo (季語) o palabra que evoca las estaciones. Los saijiki (歳時記) son listas extensas de palabras kigo en japonés, que el poeta puede utilizar. Originalmente la esencia del haiku es una escena «cortada» (切る [kiru]) mediante la conexión de dos imágenes separadas por un kireji (pronunciado en español como kireyi ) (切れ字), que es el término «cortante» o separador (suele transcribirse como un punto, coma, guion medio, punto y coma, etcétera).
Aunque la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española hayan aceptado el término en su Diccionario de la lengua española, consta como jaiku en los títulos de obras de algunos tratadistas.
Es común relacionar el haikú con el zen. Sin embargo, aunque el zen utilizó el haiku para la difusión de su filosofía, dista mucho de ser el origen del mismo. En el Man'yōshū (obra clásica de recopilación de poesía del siglo VIII) hay muchos poemas de 31 moras donde aparece ya la actitud característica del haiku: la Naturaleza no es excusa de los sentimientos humanos, sino objeto poético en sí mismo. O, lo que es lo mismo, el poema surge «del asombro del japonés primitivo por lo que ocurría en la Naturaleza».
Por un lado, Blyth y Fernando Rodríguez-Izquierdo afirman que el haiku es «religious poetry (poesía religiosa)», «satori», es decir, iluminación del budismo zen
En el polo opuesto se encuentran Vicente Haya y Jaime Lorente. El primero afirma que el Tao es la matriz del haiku (cfr. Aware o Haiku-Do) y el segundo indica que, además del Tao como raíz evidente, el haiku se nutre del budismo zen (en el aspecto del wabi-sabi y el "aquí y ahora") y del sintoísmo (la primitiva devoción y respeto hacia todos los seres de la naturaleza) -cfr. Shasei. Introducción al haiku.-La vinculación con el zen se produjo cuando en el siglo XVII Matsuo Bashō, monje budista, popularizó el haiku en Japón. En el siglo XX Daisetsu Teitaro Suzuki, gran maestro budista zen, enfoca el haiku como expresión poética del zen en su obra El zen y la cultura japonesa. A través de la obra de Reginald Horace Blyth, difusor del haiku en el mundo anglosajón, el enfoque de Suzuki se ha dado a conocer ampliamente.
Los jueju eran poemas chinos breves y son considerados por algunos especialistas como el antecedente del haiku, tanto por su estructura como por los temas que abordaban. Temáticas como captar el instante, la percepción del momento, la unión con la Naturaleza, el aquí y ahora, lo presente.
El haiku forma parte de una familia de formas poéticas japonesas en las que se combinan versos de cinco y siete moras. La forma métrica característica del haiku (un tercetillo cuyos versos tienen 5, 7 y 5 moras, respectivamente) aparece ya en el siglo VIII con el nombre de katauta. Dos katauta formaban un mondoo, un diálogo entre dos personajes, en el que el primer katauta es una pregunta y el segundo la respuesta a la misma.
Desde finales del siglo VIII, la forma poética más común es el tanka: se trata de una canción corta formada por dos estrofas desiguales. La primera, llamada hokku, sigue el patrón característico del katauta (y del haiku): un tercetillo 5-7-5, mientras que la segunda está formada por dos versos de 7 moras. Dado su predominio, al tanka se le conoce también como waka, siendo la «canción» por antonomasia.
Los tanka aparecían a menudo encadenados en una forma superior, el renga; así, a un tanka inicial le sucedían varias respuestas, que podían ser obra de diversos poetas. Cuando el renga tenía un tono humorístico, se le llamaba haikai renga (hai significa 'algo divertido' y kai quiere decir 'estrofa' o 'poema').
El haikai renga se consideraba una forma popular, sin demasiadas pretensiones artísticas. Fue en el siglo XVII cuando Bashō, a la vez que compone haikai renga, cultiva el hokku como una forma autónoma, dotándola de una poética nueva, influida por el budismo zen y heredera de la actitud de asombro y arrobo ante la naturaleza que aparece ya en las primeras manifestaciones de la lírica japonesa.
A estos hokku que no forman parte de una serie (renga) ni de un tanka y que tienen un elevado valor poético el poeta y crítico Shiki (1867-1902) los bautiza con el neologismo haiku, y a través de su revista literaria Hototogisu el término se populariza dentro y fuera de Japón. A partir de entonces, el haiku se consolida como una forma poética autónoma con sus propias convenciones y reglas.
El haiku tradicional consta de 17 moras (unidad lingüística de menor rango que la sílaba) dispuestas en tres versos de 5, 7 y 5 moras, sin rima. Aunque ya se ha señalado la posibilidad de una mayor libertad en el reparto de sílabas.
Excepcionalmente puede tener entre 16 y 23 moras, en cuyo caso se denomina hachô (haiku de metro roto). También hay haikus de 1, 2 o 4 versos. El haiku contemporáneo es más libre dentro de la brevedad, y en ocasiones desaparece el kigo.
Sobre esta cuestión, Jaime Lorente sostiene en su trabajo de investigación "Bashō y el metro 5-7-5" que de los 1020 hokkus analizados del maestro Bashō 151 no pueden encuadrarse en el metro 5-7-5, pues presentan mayor número de moras [sílabas]. En porcentaje representa un 14,8% sobre el total. Incluso estableciendo 50 poemas que, presentando este patrón 5-7-5, podrían enmarcarse en otra estructura, el resultado en porcentaje podría ascender hasta el 20% de hokkus [haikus] alejados de la medida clásica. Por lo tanto, Lorente concluye que el maestro Bashō se mostró cercano al patrón tradicional.
El haiku describe generalmente los fenómenos naturales, el cambio de las estaciones y la vida cotidiana de la gente. Su estilo se caracteriza por la naturalidad, la sencillez (no el simplismo), la sutileza, la austeridad, la aparente asimetría que sugiere la libertad y con esta la eternidad.
En la base del haiku hay una percepción directa de las cosas, apegada a lo sensible y libre de conceptos abstractos, por lo que no usa metáforas. Blyth lo define como «una mera nada, pero inolvidablemente significativa».
La piedra angular del haiku es el aware, una emoción profunda provocada por la percepción de la naturaleza. A menudo se trata de una emoción melancólica (el poeta, contagiado por el sufrimiento de los seres, siente su tristeza y de ahí nace su poesía), pero también la alegría exultante puede ser aware. Se trata de una conmoción espiritual, que es a la vez estética y sentimental.
Para que el aware sobreviva a través de las palabras, es preciso que el haijin (el poeta que escribe haiku) se elimine del proceso, se extinga. En el haiku genuino se produce una comunicación análoga a la no verbal (el haragei, arte de comunicarse sin palabras), sin confusión ni ruido.
El haiku, tal como se consolidó tras Bashô y Onitsura (siglo XVII), se concibe como un instrumento para el desarrollo espiritual, un camino de aprendizaje. Tras ellos, hay un antes y un después en el mundo del haiku.
La cultura japonesa es probablemente la única del mundo en la que ha arraigado y se ha extendido la costumbre de redactar, además de la última voluntad, un poema de despedida de la vida, que parece reflejar, más que ninguna otra cosa, el legado espiritual de los japoneses. Todos tienen su poema de despedida, que a veces componen poco antes de morir o mucho antes de que llegue el momento, con la conciencia de que ese es su jisei.
El jisei del monje poeta Issa es:
Chimpunkan —traducido por "tonterías"— es una palabra curiosa que viene a designar, en lenguaje coloquial, los sonidos ininteligibles de las palabras extranjeras.
Con el fin de acompañar el haiku, muchos poetas realizan una pintura, generalmente sin demasiada perfección. Matsuo Bashō fue el primer poeta en adoptar esta forma del haiku, que hoy domina en las grandes esferas de este género.
El autor de un haikai o haiku recibe el nombre de "haijin" o haikista en español. Los haijin más importantes de la historia de Japón son Matsuo Bashō, Yosa Buson, Kobayashi Issa, Chiyo-Ni, Masaoka Shiki, Ueshima Onitsura, Ritsurin Issekiro, Arakida Moritake, Yamasaki Sokan, Ihara Saikaku (también llamado Ibara Saikaku), Taneda Santôka, Ozaki Hôsai y Yamaguchi Seishi, entre otros.
Basho fue un monje budista del siglo XVII, el cual popularizó el haiku, dándole un aire de bella melancolía (wabi-sabi) y dotándolo de un sustrato zen trascendente. Uno de sus haikus más conocidos dice así:
Onitsura también vivió en el siglo XVII y fue monje budista. Según se dice, con solo siete años de edad compuso uno de los haikus más notables:
Vivió en el siglo XVIII y fue un pintor muy reconocido en su época y poeta de haiku. Se consideraba a sí mismo discípulo de Bashô, aunque no lo conoció. Su mirada se posa en los momentos en que aparentemente «no pasa nada», desafiando la vanidad humana. La obra de Buson, cuidada y de buen gusto, parte de lo mejor de sus antecesores, y esa distancia le proporciona una tranquilidad creativa con la que no contaron los haijin que le precedieron. Hay quien lo considera más logrado que Bashô. Un haiku representativo de su obra es el siguiente:
Vivió entre los siglos XVIII y XIX. Fue un monje budista y tuvo una vida personal muy trágica y triste. Issa es un corazón humano que se proyecta en lo que escribe, lo que le hace muy popular en Occidente. Muchos lo comparan con Francisco de Asís por su amor hacia los animales, que se aprecia en haikus como este:
Vivió en el siglo XIX. Saca el haiku del estancamiento en que había caído y toma como modelo a Buson, a su juicio mejor que Bashô. Shiki quiere retomar el camino de la belleza del haiku de Buson, depurándolo de todo misticismo o religiosidad. Es un agnóstico que consagra su vida a un modelo ideal de poesía. Sus consejos a los seguidores de su escuela fueron un alegato de libertad poética frente a las normas y la tradición.
Uno de sus haikus más famosos dice así:
Autor que escribe ya en el siglo XX. Es el heredero de una larga tradición poética y espiritual. Transforma sus vivencias más duras en oportunidades de crecimiento personal, de liberación. Dada su difícil y heterodoxa vida, el profesor Jaime Lorente considera que "Santôka, con permiso de Issa, es el poeta maldito de Japón".
El siguiente es uno de sus haikus más reconocidos:
A principios del siglo XVIII varias poetisas aprendieron haiku de Bashoo o sus discípulos, entre las que destacan algunos nombres como Den Sute-jo, Sonome, Shushiki, Sono-jo, Shoofuu-ni, Chigetsu, Sute-jo, Sono-jo, y sobre todo Chiyo-Ni.
Este haiku, según D. T. Suzuki, es un ejemplo de cómo la meditación ayudó a Chiyo a abrir su inconsciente, y por primera vez Chiyo sintió el haiku como una expresión de un sentimiento interior, pero desprovisto del sentido del ego.
Otro de sus haikus dice:
Este es uno de sus haikus más famosos, nacido del sentimiento de pérdida por la muerte de su hijo pequeño.
Y otro ejemplo más:
Además, escribió su haiku Jisei poco antes de morir:
Uno de sus haikus dice:
El siguiente es uno de sus haikus:
Uno de sus haikus dice:
Este es uno de sus haikus más famosos:
Este es una muestra de sus obras:
Este es uno de sus haikus:
El haiku fue muy utilizado por el budismo zen para transmitir sus preceptos, pero su influencia llegó al mundo occidental y marcó a famosos poetas del siglo XX, particularmente a través de Eiji Yoshikawa, marcando una vía de influencia de la literatura japonesa en Occidente.
Entre los poetas occidentales que han cultivado el género se encuentra Antonio Machado, los estadounidenses Ezra Pound o Jack Kerouac, el irlandés Seamus Heaney y el británico W. H. Auden. Más recientemente, ha sido reconocida la afición del Presidente del Consejo Europeo Herman Van Rompuy a escribir haikus.
En Argentina cultivaron ocasionalmente el haiku Jorge Luis Borges que en su libro La Cifra (1981) incluye 17 haiku, Álvaro Yunque con su libro 100 HAÏCAIS Y UN SONETO (1966) y Javier Adúriz. Otros autores argentinos más recientes, como Carlos Martian (Tañido de Haikus, 207 haikus argentinos, 2006, y Tangar, Haiku en Lunfardo, 2015), Rafael Roldán Auzqui (Haikus a flor de voz, 1997), Omar Lagraña (Concorhaikus, 2018) y Diego Gallotti (Veinticuatro poemas de amor, locura y otras yerbas, 2017, y Deconstrucción, un camino hacia la igualdad, 2020) mantienen el interés por el género.
Uno de los haiku de Jorge Luis Borges:
¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?
Uno de los haiku de Álvaro Yunque:
Metamorfosis
Naces gusano,
y te angeliza el arte,
dolor humano.
En Colombia, el haiku se desarrolló en el campo de la música, donde destaca la composición Koi no uta: tres haikus para voz cantada y cordófono pulsado (2002), de Johann Hasler, basada en haikus japoneses del siglo X. El trompetista de jazz Don Ellis editó un disco titulado Haiku (MPS, 1973), basado en diversos haikus tradicionales. También se puede reseñar el aporte del escritor Umberto Senegal (de Quindío) al desarrollo, la divulgación y la apropiación de esta forma poética foránea en las letras colombianas. Una de sus seguidoras, Laura Victoria Gallego, escribió un libro en la mejor tradición de Basho. Así mismo, Senegal acuñó el término "Haikuento", narración breve de un máximo de 10 palabras para el desarrollo de una historia de minificción.
En Chile Álvaro Patricio Robles (o Álvaro Rovles) desarrolló los "Neohaikus" o "Nanopoemas", textos poéticos breves, incluidos en la antología "Tótem" publicada en 2012.
El poeta chileno Luis Beltrán Echeverría , en su libro "Más allá del más allá"editado en el año 2012 presenta varios Haikus uno muy destacado es el siguiente :
Llora familia ,
la casa está vacía ,
murió mi madre...
Jorge Carrera Andrade usó en Microgramas (1940) la fauna, flora y folclore ecuatoriano, por lo cual su poesía fue denominada como indofuturista por la poeta chilena Gabriela Mistral: "Tres versos para aprehender con intensidad poética las cosas admirables y sencillas. El cosmos americano que regurgita ínfimo y a la vez inmenso para hacerse eterno". Carrera Andrade utiliza el haiku para, a base de metáforas, elucubrar una especie de aforismos filosóficos y universales referidos a la naturaleza y al cosmos, partiendo supuestamente del modelo de Basho.
En España se interesaron por el género los más importantes poetas del siglo XX. Antonio Machado es quien lo introduce en lengua española al iniciarse el siglo, produciendo una simbiosis entre la forma japonesa y las modalidades tradicionales de la poesía española, en un proceso que comienza en Soledades y culmina penetrantemente para el género en Nuevas canciones. Ha sido un género importante en la construcción poética de Juan Ramón Jiménez, Juan José Domenchina, Jorge Guillén, Federico García Lorca y Emilio Prados, y solo accidentalmente en el caso de Luis Cernuda, y el malogrado Jacobo Sureda. Por otra parte, fue muy relevante para la formulación de la "greguería" de Ramón Gómez de la Serna. En lengua catalana, Joan Alcover, Joan Salvat-Papassait, Rosa Leveroni y posteriormente lo han cultivado con especial distinción los catalanes Joana Raspall, Salvador Espriu y el mallorquín Llorenç Vidal , que comenzó a publicar sus haikais en 1969.
Durante la segunda mitad del siglo XX es posible afirmar que el género japonés se integró plenamente en los usos poéticos de la lengua española. Es extensísima la nómina de autores que con la más diversa fortuna, y con una u otra dedicación, lo han cultivado. Entre ellos, Eulogio Díaz del Corral, José María Sánchez Sánchez, Francisco Herrera de la Torre, Francisco Acuyo, Jesús Munárriz, Fernando Menéndez, Felipe Benítez Reyes, Beatriz Villacañas, Susana Benet, Xoán Abeleira, Elías Rovira, Luis Carril, Frutos Soriano, María Victoria Porras, Félix Arce, Isabel Pose, Mercedes Pérez, Manuel Díez Orzas, Jaime Lorente, Ruth Rodríguez y Agar Rodríguez, entre muchos otros.
No hay que olvidar la creación de la web "Rincón de haikus" por Luis Corrales, la publicación de antologías hispanas como "Un viejo estanque" de Frutos Soriano y Susana Benet, o la creación de revistas como Hojas en la acera y asociaciones como AGHA (Asociación de la Gente del Haiku de Albacete), que organizó diversos Encuentros Nacionales de Haiku (Ayna, Lagunas de Ruidera, Salobre) en 2017, organizado por haikunversaciones en Pamplona y el último, en 2019, organizado por el profesor Jaime Lorente en Toledo. La Universidad de Castilla-La Mancha también convoca a un certamen anual de haiku, cuyo fallo se conoce en el mes de abril.
En el año 2010, bajo la tutela de los profesores Vicente Haya, Félix Arce, Mercedes Pérez y Manuel Díez Orzas, se fundó la Escuela de Haiku Makoto, cuyo funcionamiento es a través de Internet y está dedicada al haiku en castellano con claros fundamentos en el haiku japonés y sus orígenes.
Por su parte, el profesor Jaime Lorente fue pionero al crear una Escuela de Haikus permanente en un centro educativo. Fue en Toledo, en el Colegio Mayol en el año 2014, y se mantiene en la actualidad.
En México destaca José Juan Tablada con sus obras Al sol y bajo la luna, 1918, y Un día… poemas sintéticos, 1919. Fue el primer poeta de lengua española en componer un libro íntegro del género, integrando motivos japoneses con modernistas y americanos.
También es indispensable nombrar la figura del premio Nobel de literatura Octavio Paz, quien introdujo plenamente el haiku a la literatura en español al traducir Sendas de Oku, obra de Matsuo Basho, publicada en 1957 en México, que fue la primera traducción realizada a un idioma occidental.
Otros poetas representativos del haiku mexicano son Efrén Rebolledo, Rafael Lozano, José Rubén Romero, Francisco Monterde, José María González de Mendoza y Pío Sotomayor.
Perú fue en Latinoamérica el país con mayor población de inmigrantes japoneses, y por ello el haiku en la poesía peruana tuvo una presencia importante en la obra de poetas como Alberto Guillén, Javier Sologuren, Alfonso Cisneros Cox, Carlos Zúñiga Segura, José Watanabe, José Luis Mejía, José Beltrán Peña, César Toro Montalvo, Cronwell Jara, Fanny Jem Wong, Enrique Verástegui, Cecilia Molina, Ricardo González Vigil, Gladys María Pratz, Max Dextre, Santiago Risso, Antonio de Saavedra, Alonso Belaúnde Degregori y Gonzalo D. Marquina Arcos.
En Venezuela el libro publicado por el mexicano José Juan Tablada llamado Poemas Sintéticos, en 1919, tuvo mucha influencia en el desarrollo del haiku . Destaca principalmente Wafi Salih, dedicada casi por completo al cultivo de este género, y con una considerable bibliografía de al menos 11 obras, en las que se pueden mencionar como ejemplo El dios de las dunas, y Caligrafía del aire . También Luz Marina Almarza y Federico Pacanins han escrito en este género, aunque en menor medida. .
El representante más reconocido en Uruguay es Mario Benedetti, que publicó en 1999 una obra dedicada al género, Rincón de haikus. También el poeta Federico Bello publicó en su libro "Cuarto menguante" un capítulo que se titula "Breve incursión en el haiku".
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