La batalla de Rivas del 11 de abril de 1856, también llamada segunda batalla de Rivas, es un conflicto bélico ocurrido en dicha fecha en la ciudad de Rivas, entre las fuerzas filibusteras de William Walker aliadas a las fuerzas del bando democrático de Nicaragua, y el Ejército Expedicionario de Costa Rica, comandado por el presidente Juan Rafael Mora Porras, aliado a las fuerzas legitimistas, como parte de la Guerra Nacional de Nicaragua y la Campaña Nacional de 1856-1857, con victoria costarricense y del bando legitimista. En Costa Rica, la batalla se recuerda principalmente por el episodio de la quema del mesón por Juan Santamaría. Es considerada la más importante de la primera fase de la Campaña Nacional, con un profundo trasfondo y significado en la formación de la identidad nacional costarricense. Los hechos de esta batalla constituyen una efeméride en Costa Rica y se celebran con un feriado, desfiles y actos cívicos y culturales.
Tras los hechos de la primera batalla de Rivas, entre julio y noviembre de 1855 y tras diversas batallas enmarcadas dentro de la Guerra Nacional de Nicaragua, William Walker había logrado hacerse, con el control del gobierno nicaragüense del presidente provisorio Patricio Rivas, el cual, bajo presión de Walker, había firmado un decreto de "colonización" para atraer más filibusteros y colonos estadounidenses a Nicaragua. Ante la amenaza que esto significaba para la integridad territorial costarricense, el presidente Juan Rafael Mora Porras había emitido dos proclamas entre noviembre de 1855 y marzo de 1856 advirtiendo del peligro filibustero y llamando a las armas al pueblo costarricense. El 1 de marzo, Mora Porras declaró la guerra a los filibusteros, marchando el ejército el 4 de marzo hacia Nicaragua. El 16 de marzo, una fuerza de los filibusteros al mando del coronel Louis Schlessinger invade Costa Rica, llegando a Santa Rosa, Guanacaste, el 19 de marzo.
El 20 de marzo de 1856 se libró en Santa Rosa de Guanacaste, Costa Rica, la primera batalla de la Campaña Nacional, conocida como Batalla de Santa Rosa. En esta batalla, el ejército costarricense propinó una contundente derrota a los filibusteros en tan solo 18 minutos, expulsándolos del territorio nacional hacia Nicaragua.
El 9 de abril de 1856, William Walker sale de Granada, Nicaragua, con la intención de atacar a los costarricenses que se encontraban en la ciudad nicaragüense de Rivas. La partida la hace con 550 hombres, a los que se unen en las cercanías de Nandaime 200 más que venían bajo las órdenes del coronel José Machado. La marcha se llevó a cabo por caminos polvorientos, con escasez de agua. Para ese día acampan en Ochomogo (Nicaragua), y es la primera vez que tienen noticias de la presencia del presidente costarricense Mora en Rivas.
La marcha continuó el 10 de abril. Este día acamparon en la orilla sur del río Gil González, logrando apresar a un hombre, portador de unas proclamas del presidente Mora para los legitimistas de Masaya. Esta persona describe en forma detallada la ubicación del ejército costarricense; las casas que ocupaban Mora y su estado mayor; el lugar en donde se encontraban las municiones y cuántas eran. Sin olvidar las piezas de artillería que defendían algunas de las calles. Datos que sirvieron a Walker como base para elaborar el plan de ataque sobre la ciudad de Rivas. Esta persona fue posteriormente ahorcada.
El plan de ataque a la ciudad de Rivas se preparó a medianoche, en una reunión en la cual participaron el capitán Dewitt Clinton, general B. D. Fry, coronel Ed. J. Sanders, mayor W. K. Rogers, mayor John B. Markaham, mayor Brewster, mayor O`Neal, coronel Bruno Natzmer y el coronel Machado, a los cuales Walker revela alguna información obtenida del capturado. Estos datos, además del conocimiento de Walker sobre la ciudad y las características de las casas por haber permanecido por algún tiempo en dicha ciudad y combatido anteriormente en este terreno, sirvieron a Walker de base para la elaboración de dicho plan.
Este plan fue el siguiente:
Los norteamericanos habían tomado todas las previsiones posibles y así lo relata el soldado norteamericano James Carson Jamison, Crónicas y Comentarios (1956, pág. 183):
Walker y sus tropas reinician la marcha el 11 de abril a las 3 de la mañana. Como guía iba el norteamericano doctor J. L. Cole, casado con una mujer nativa de la ciudad de Rivas. De camino reciben informes, de parte de unas mujeres provenientes de Rivas, de que los costarricenses ignoraban completamente los planes del ataque. Las crónicas señalan que el primer contacto entre ambos ejércitos se da en las cercanías del Obraje, entre los hombres de Walker que se habían separado un poco del ejército de Walker y un grupo de soldados costarricenses en misión de observación, al mando del mayor Juan Estrada y del capitán Macedonio Esquivel. La tardanza en el regreso de estos al cuartel general motiva la salida en su búsqueda del mayor Clodomiro Escalante, al mando del batallón Santa Rosa integrado por 400 hombres. Pero ante la noticia de la proximidad de las tropas de Walker, se les ordena por medio del capitán Alejandro Aguilar regresar de nuevo a Rivas. Los filibusteros llegan a Rivas y toman a las fuerzas costarricenses por sorpresa. Es la intervención del teniente José María Rojas lo que evita que el Estado Mayor costarricense caiga en manos de Walker, al arrebatar un fusil a un soldado y dar muerte de un balazo al jefe Machado, derribándolo del caballo, lo que hace que las tropas nicaragüenses de Machado se retiren y no apoyen a Sanders como estaba previsto.
Estableciendo una secuencia de acciones propiamente del ataque, encontramos primeramente al coronel Machado con su tropa de nicaragüenses emergiendo por la esquina noroeste del Mesón, a poca distancia del cuartel general, donde un certero disparo del teniente costarricense José María Rojas lo derriba de su caballo, muriendo en el acto. Esta situación hace que los soldados de Machado se devuelvan por el mismo camino, con el inconveniente de que se topan de frente al batallón Santa Rosa que regresaba apresuradamente, y quienes se aprovechan para hacerles muchas bajas.
Después el coronel Sanders, en su incursión hacia la plaza por la parte norte, con sus cuatro compañías de rifleros y junto al general William Walker, que logran apropiarse de un pequeño cañón que protegía Mateo Marín, junto a cuatro hombres, a los cuales dan muerte, quedando Marín herido. También Brewster con sus tres compañías de rifleros logran llegar al costado sur de la plaza, y el capitán Francis P. Anderson ataca fuertemente las casas ocupadas por los costarricenses, de los cuales algunos ocupan posiciones en la pequeña torre de la iglesia de San Sebastián, logrando que Anderson y sus hombres tuvieran que ponerse a cubierto. Natzmer y O’Neal también se sitúan en las casas del lado sur de la plaza y establecen un nutrido fuego contra los costarricenses. Mientras tanto el capitán Waters con sus hombres a caballo se apoderó del edificio de la iglesia desde cuyas torres disparaban intensamente.
La situación para los costarricenses fue caótica en los primeros momentos del ataque. La entrada tan rápida del ejército de Walker rindió sus frutos, en la medida en que los llevó a hacerse dueños de la plaza y de las principales casas que rodeaban a esta, estando a punto de apoderarse del depósito de municiones y del propio presidente Mora. Pero gracias a la intervención del coronel Lorenzo Salazar, al mando de un grupo de soldados que sacó de su cuartel, pudo recuperarse parte del control.
Mientras tanto el batallón Santa Rosa al mando del mayor Escalante, que venía de enfrentar a las fuerzas leonesas en las afueras de la ciudad, atacó el flanco derecho de los filibusteros o sea a las fuerzas de Sanders, cayendo en gran número los hombres del batallón Santa Rosa. Por otro lado, los capitanes Santiago Millet y Ramón Quirós se empeñaron en desalojar a una compañía enemiga al mando de Brewster que se encontraba bien protegida por una empalizada, no pudiendo concretar dicha misión. Mientras, por la esquina suroeste de la plaza apareció el general José María Cañas atacando a las gentes de Natzmer, O'Neal y Brewster, que se defendieron fieramente. Ante lo cual los hombres de Cañas también comenzaron a caer.
El panorama era desalentador. El batallón Santa Rosa y la columna de Cañas habían quedado totalmente destrozadas, pero el combate había definido áreas en poder de cada ejército: la mitad de la ciudad en su parte occidental había quedado en manos de los costarricenses y la otra en poder del ejército de Walker, que después de pelear en la calle y la plaza optaron por replegarse e introducirse en las casas más próximas. Tal es el caso del coronel Sanders, que junto a un buen número de soldados deciden refugiarse en el mesón de Guerra, dedicándose más a mantener sus posiciones que a atacar. La insatisfacción por la situación en que se encontraba la tropa de Walker, hace que éste le ordene a Fry, veterano de guerra, que con sus reservas ataque el Cuartel General, algo que Fry ve poco práctico, motivando que Walker quiera conducir él mismo a sus soldados, aventura de la que es obligado a desistir y llevado a sitio seguro por el coronel Kewen y un ayudante.
Jamison, en “Crónicas y Comentarios” (1956, pág. 184), retrata en alguna medida cuál era la situación que se vivía:
Sin poder avanzar, las tropas de Walker deciden mantener sus posiciones; como era el caso del cabildo y su anexa que se encontraba al lado norte y la de la señora Abarca o del doctor Cole, como también se le conocía. Ante esta situación, el coronel Manuel Argüello Arce, al mando de una fuerza de 100 hombres, lleva a cabo una arremetida, con el objeto de capturar el cabildo que estaba al lado norte de la plaza, entablando combate con un grupo de filibusteros al mando del teniente Gay y compuestas por el coronel W. K. Rogers, capitán N. C. Breckenridge, capitán Huston y otros nueve oficiales. Murieron más de la mitad de este grupo, entre ellos Gay y Huston, además del capitán Breckenridge, quien recibió una herida en la cabeza, motivo por la que muere poco después. Según Jamison en “Crónicas y Comentarios” (1956, pág. 188)
Finalmente el ejército norteamericano logra retener el edificio, y tanto norteamericanos como costarricenses se retiran después de una gran pérdida de hombres por ambos bandos.
Posteriormente, el presidente Mora decide atacar las casas del lado sur de la plaza, encomendando tal misión al general José María Cañas. La respuesta fue muy violenta, recibiendo un duro ataque por parte de los hombres de Walker que se encontraban en la plaza y la iglesia. En su huida, los hombres de Walker logran evadirse por los solares, llegando hasta la casa de la esquina de la iglesia, que era la casa del doctor Cole. En poder de los costarricenses quedaron solamente dos o tres casas de esa cuadra hacia el extremo oriental.
Ante la imposibilidad de conseguir el objetivo deseado, con respecto a obtener posiciones efectivas que permitieran tomar el Mesón de Guerra, las tropas costarricenses concluyen en la necesidad de incendiar dicho edificio. Era la única manera de hacer que los soldados de Walker abandonaran dicha posición. Es en esa oportunidad que Walker ejerce presión para negociar posiciones.
Obregón Loria (1991, pág. 130) refiriéndose al Mesón dice lo siguiente:
El lugar adecuado para aplicar este era indudablemente una de las esquinas del lado occidental del mesón (...) Se sabia que la persona que se situase en una de esas esquinas sería objeto del blanco de las balas filibusteras que salían principalmente de los baluartes que el enemigo tenía frente a la plaza, o sea, la casa frente a la esquina noroeste de la misma junto con su anexa la del cabildo, y la casa de Cole(...) Era por lo tanto mucho más aconsejable escoger la esquina suroeste del mesón, sobre todo teniendo en cuenta que ya había unas fuerzas costarricenses en las casas de la esquina suroeste de la plaza, las que podían neutralizar en mucho el fuego del enemigo por ese lado.
El estado mayor lo decidió así, y con el propósito de proteger a quien fuese a incendiar el mesón, dio órdenes a los soldados que se hallaban en la torre ubicada al frente de la esquina que se trataba de incendiar, para que disparasen en forma vigorosa y nutrida contra la casa de Cole y contra la fuerza que al mando de Brewster se hallaba situada en la plaza, protegida por las empalizadas.
Como voluntario para ir a quemar el mesón se presentó el teniente Luis Pacheco Bertora (...), y estando en esta operación, fue gravemente herido de tres balazos. Al caer Pacheco, llegó corriendo un nicaragüense que peleaba en las filas costarricenses, y arrebatando la tea de la manos del herido, la aplicó con decisión al edificio este soldado, cuyo nombre, según algunos, era el de Joaquín Rosales, cayendo mortalmente herido cuando las llamas comenzaron a propagarse, pero los filibusteros apagaron prontamente el incendio.
Como complemento a la información anterior, algunas notas de Jamison en “Crónicas y Comentarios” (1956, pág.191) relativas a la misma situación, que la plantea de la siguiente manera:
Estableciendo una cronología de acontecimientos, se puede afirmar que: a partir de las 4 de la tarde, el ejército costarricense recibe los refuerzos de Juan Alfaro Ruiz y Daniel Escalante que estaban estacionadas en La Virgen; que a partir de la 5 de la tarde, el fuego por ambos bandos había decaído; que para las 12 de la noche el mayor Máximo Blanco llega con las tropas que se hallaban en San Juan del Sur, ya que en horas de la mañana lo había hecho el primer comandante de dicha fuerza, el coronel Salvador Mora; también que durante el transcurso de las horas de la noche, Walker observa cómo los costarricenses iban tomando puntos importantes cerca de la iglesia, además de que estaban construyendo trincheras y de que su contingente iba en aumento, por lo que lo más conveniente era emprender la retirada.
Los hechos posteriores y el panorama que se vivía después de la batalla se ilustra en Obregón Loria (1991, pág. 132):
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También se obtiene una idea, con el objeto de completar los acontecimientos en Obregón Loria (1991, pág. 133):
Juan Rafael Mora hace su aporte de los hechos, mediante el siguiente parte de guerra, recogido por Calvo Mora (1909, pág. 29):
Para Obregón Loria (1991, pág. 124):
Resulta de alguna manera conveniente resaltar lo anotado por este autor, por el alto costo de vidas humanas que ello significó y por algunos rasgos de contradicción en cuanto a los motivos que llevaron a la recuperación del o de los cañones arrebatados a las fuerzas costarricenses por los hombres de William Walker.
Y sobre esto sigue acotando Obregón Loría (1991, pág. 124):
Resulta un tanto paradójico que el mismo Presidente Juan Rafael Mora, en el parte de guerra firmado en el cuartel general en Rivas el 15 de abril de 1856, denote cierto grado de desconcierto, cuando atribuye a un sentido de honor el costo tan grande en vidas que tuvo, según dice en: Calvo Mora (1909, pág. 28):
El primero en intentar la captura de dicho cañón fue el capitán Víctor Guardia con 45 hombres, de los cuales únicamente regresaron 13. En el segundo intento, el estado mayor ordena la recuperación de dicho cañón a Vicente Valverde y Zenón Mayorga, saliendo del cuartel acompañados de cien hombres, recibiendo el ataque de la gente de Walker encerrada en el mesón, así como de la que se encontraba en el cabildo, quedando la mayor parte de esta gente tendida en la calle. Entre los muertos estaba el capitán Valverde y entre los heridos el capitán Mayorga. Solamente doce soldados regresaron al cuartel general. Una tercera fuerza de cien hombres salió tras el mismo objetivo al mando de los capitanes Joaquín Fernández y Miguel Granados. Esta fuerza corrió la misma suerte, siendo totalmente desbaratada, regresando únicamente cuatro hombres al cuartel. El capitán Granados cayó herido y fue rematado al tratar de levantarse. El capitán Fernández resultó herido y fingiéndose muerto pudo salvar su vida.
Dentro de la gama de situaciones que se dan en el transcurso de la batalla y que involucran la cuestión del cañón, una que llama la atención fue la del papel desempeñado por un teniente coronel de apellido Barillier, un militar recién llegado de Francia -a quien el estado mayor consideraba, junto con un tal barón Von Bülow, verdaderos técnicos militares- y que fue traído, con grandes recomendaciones, para desempeñarse en el cargo de instructor militar. Mora y el estado mayor lo consideraban un gran estratega y acataban sus consejos e indicaciones al pie de la letra.
Es muy significativa la acotación que Obregón Loría (1991, pág. 126) hace sobre este militar:
James Carson Jamison, “Crónicas y Comentarios” (1956, pág. 183), soldado de Walker y cronista de la batalla de Rivas, nos da su versión particular de los hechos:
Concluye diciendo Jamison sobre los cañones en “Crónicas y Comentarios” (1956, pág. 185):
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