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Sofía del Palatinado



Sofía del Palatinado (La Haya, Países Bajos, 14 de octubre de 1630 - Herrenhausen, Hannover, 8 de junio de 1714) fue la penúltima de los trece hijos de Federico V, elector palatino y rey de Bohemia; y de Isabel Estuardo, princesa de Baviera, Escocia e Inglaterra. Fue, a través de su madre, heredera presuntiva al trono británico, pues su abuelo materno fue Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia.

Sofía nació en La Haya, donde sus padres vivían en el exilio después, de perder la Batalla de la Montaña Blanca. El reinado de Federico, su padre, terminó con la derrota de los ejércitos protestantes bohemios, por lo que Fernando II tomó el poder. Sofía y su familia fueron expulsados de los tronos de Bohemia y del Palatinado el 8 de noviembre de 1620.

Su padre, un calvinista, murió el 29 de noviembre de 1632, cuando Sofía tenía solo dos años. Fue hermana del elector Carlos I Luis del Palatinado y del conde Eduardo del Palatinado.

Ernesto Augusto logró que la Casa de Hannover fuera elevada a la dignidad electoral en 1692. Por lo tanto, Sofía se convirtió en Electora de Hanóver, el título por el cual es mejor recordada.

Sofía fue cortejada por su primo hermano, Carlos II de Inglaterra, pero rechazó sus acercamientos ya que pensó que la estaba usando para obtener dinero del partidario de su madre, Lord William Craven. Se casó en la ciudad de Heidelberg el 30 de septiembre de 1658, con Ernesto Augusto de Brunswick-Luneburgo, quien en 1692, se convirtió en elector de Hannover. A pesar de su temperamento celoso y sus frecuentes ausencias, Sofía amaba a su esposo. Estuvo ausente de 1664 a 1665, durante unas largas vacaciones con Ernesto en Italia, pero mantuvo correspondencia regularmente con la institutriz de sus hijos y se interesó mucho en su educación. A su regreso, tuvo 5 hijos más. En sus cartas, Sofía describe a su hijo mayor como un niño responsable y concienzudo que dio el ejemplo a sus hermanos y hermanas menores.

De este matrimonio nacieron 7 hijos:

Al principio, Sofía estaba en contra del matrimonio de su hijo, Jorge I de Gran Bretaña, y Sofía Dorotea de Brunswick-Luneburgo, pues despreciaba a su madre, Leonor Desmier d'Olbreuse, que no era de nacimiento real y había sido la amante de Federico antes de casarse con ella. Le preocupaba el estatus legitimado de Dorotea, pero finalmente fue conquistada por las ventajas inherentes al matrimonio. [1]

Jorge estaba indeciso en cuanto a casarse y permaneció soltero hasta 1676, cuando decide cumplir la palabra que le había dado a Leonor y se casa con su hija. En 1680, fue formalmente reconocida por su padre, Jorge Guillermo de Brunswick-Luneburgo, y toma el nombre de Sofía Dorotea de Brunswick-Luneburgo, siendo elevada al rango de princesa. El matrimonio fue terriblemente desdichado, los sentimientos de desprecio que sentía Sofía por su nuera, pronto fueron compartidos por el propio Jorge Luis. El matrimonio de Sofía Dorotea y Jorge, más tarde sería disuelto, no bajo el cargo de adulterio - de los cuales Jorge sí era culpable -, sino bajo la acusación de que Sofía Dorotea había "abandonado" a su marido.

Sofía se hizo gran amiga y admiradora de Leibniz mientras él era cortesano de la casa de Brunswick, desde 1676 hasta su muerte. Esta amistad dio lugar a una larga e interesante correspondencia, publicada en el siglo XIX, que revela a Sofía como una mujer de capacidad y curiosidad intelectuales inusuales en una mujer de su tiempo.

Además, dedicó mucho de su tiempo a la remodelación y mejora de los jardines del Schloss Herrenhausen, su residencia más frecuente.

Sofía desempeñó un papel importante en la historia británica y en la sucesión al trono. Como hija de Isabel Estuardo y nieta de Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra, era la pariente protestante más cercana de la reina Ana. La reina Ana de Gran Bretaña estaba casada con Jorge de Dinamarca, y de este matrimonio nacieron 19 hijos, de los cuales solo uno sobrevivió más allá de los dos años (Guillermo de Gloucester). [2][3]​A falta de descendencia propia, la opción personal de Ana tendría que haberse inclinado en ese tiempo, a su padre o a algún miembro de su familia. Sin embargo, consciente de la necesidad de un sucesor protestante, consintió el Acta de Establecimiento. En 1701, dicha Acta de Establecimiento, declara a Sofía como presunta heredera al trono británico, con el fin de eliminar cualquier demanda del católico Jacobo Francisco Eduardo Estuardo, así como negar la sucesión a muchos otros católicos que pudieran alegar tener mayores derechos. El Acta restringe el trono británico a los "herederos protestantes" de Sofía de Wittelsbach que nunca hayan sido católicos y ni se hayan casado con un católico. Hay actualmente casi 5.000 descendientes de Sofía aunque no todos están en la línea de sucesión al trono inglés. El Acta de Naturalización de Sofía de 1705 concedió la nacionalidad británica a los descendientes no católicos de Sofía (esta concesión fue modificada por leyes subsecuentes). [4]

Aunque considerablemente mayor que la reina Ana, Sofía disfrutaba de una salud mucho mejor. Sofía habría sido coronada reina de Gran Bretaña de no haber muerto dos meses antes que Ana. Durante una de sus acostumbrados paseos por la tarde en los jardines de Herrenhausen, al correr para refugiarse de una inesperada llovizna, tuvo un ataque y murió, el 8 de junio de 1714, a los 83 años de edad. Sofía fue enterrada en la capilla del Palacio de Leine, al igual que su esposo y, más tarde, su hijo Jorge. Después de la destrucción del palacio y su capilla durante la Segunda Guerra Mundial por los ataques aéreos británicos, sus restos fueron trasladados al mausoleo del rey Ernesto Augusto I, en los jardines Berggarten de Herrenhausen, en 1957.

A su muerte, su hijo mayor tomó su lugar como presunto heredero del trono de Inglaterra. Poco más de un mes después, en agosto, la reina Ana murió a la edad de 49 años, y Jorge I de Gran Bretaña se convierte en el nuevo rey.

Los últimos reyes de Prusia y emperadores alemanes, descienden de Sofía a través de su hija Sofía Carlota. La conexión entre los emperadores alemanes y la familia real británica, renovada gracias a diversas uniones matrimoniales entre las generaciones posteriores, tuvo grandes repercusiones históricas durante la Primera Guerra Mundial.



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