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Albino Luciani



Juan Pablo I (en latín: Ioannes Paulus PP. I), de nombre secular Albino Luciani (Canale d'Agordo, 17 de octubre de 1912-Ciudad del Vaticano, 28 de septiembre de 1978), fue el 263.er papa de la Iglesia católica y soberano de la Ciudad del Vaticano desde el 26 de agosto de 1978 hasta su muerte, ocurrida 33 días después. Su pontificado fue uno de los más breves de la historia, dando lugar al más reciente año de los tres papas. Fue el primer papa nacido en el siglo XX y también el último en morir en dicho siglo. Asimismo es el último pontífice italiano hasta la fecha, y el último de una larga sucesión ininterrumpida de papas italianos a lo largo de más de cuatro siglos, iniciada con Clemente VII en 1523.

Fue declarado Siervo de Dios por su sucesor, Juan Pablo II, el 23 de noviembre de 2003, el primer paso en el camino a la santidad. El papa Francisco confirmó su virtud heroica el 8 de noviembre de 2017 y le proclamó Venerable.

Antes de celebrarse el cónclave que lo eligió, expresó su deseo de no ser elegido, confesando a aquellos más cercanos a él que renunciaría al papado si era elegido, pero cuando los cardenales lo eligieron se sintió obligado a aceptar.[1]​ Fue el primer papa que eligió un nombre compuesto, "Juan Pablo", en honor a sus dos predecesores, Juan XXIII y Pablo VI. Explicó que quiso homenajear a ambos al sentirse agradecido y en deuda con ellos por haberle nombrado obispo y cardenal, respectivamente. También fue el primer papa en utilizar el número "I" en su nombre, llamándose "Juan Pablo Primero".

Sus dos sucesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI, han recordado su actitud cercana, amable y cariñosa en múltiples ocasiones. En Italia es recordado con los apelativos de "Il Papa del Sorriso" (El papa de la sonrisa)[2]​ e "Il Sorriso di Dio" (La sonrisa de Dios).[3]​ La revista Time y otras publicaciones se refirieron a él como "The September Pope" (El papa de septiembre).[4]

Albino Luciani nació en la pequeña localidad italiana de Forno di Canale, Belluno (llamada Canale d'Agordo a partir de 1964) el 17 de octubre de 1912. Hijo de Giovanni Luciani, un albañil, y Bortola Tancon. Fue bautizado por la matrona que ayudó en el parto, ya que se temía que muriera. Su bautismo fue formalizado dos días después por el párroco del pueblo, Achille Ronzon. Fue el mayor de cuatro hermanos del matrimonio Luciani; los otros hermanos fueron Eduardo, Nina y Federico, que falleció a corta edad. La familia de Luciani, de origen humilde, pasó penurias durante la Primera Guerra Mundial.

Aparte de Albino, sus padres tuvieron otro hijo varón llamado Eduardo y una hija mujer llamada Antonia.

Cuando tenía 6 años, recibió el sacramento de la confirmación de manos del obispo Giosuè Cattarossi. A los diez años, su madre murió y su padre contrajo nuevas nupcias con una mujer de gran devoción; fue entonces cuando nació su vocación sacerdotal, según él declaró, gracias a la predicación de un fraile capuchino.

En 1923 ingresó en el seminario menor de la localidad de Feltre. El novicio Luciani se fagocitó todos los libros del seminario, más importante aún era la capacidad que tenía para recordar absolutamente todo lo que leía. En los veranos el joven seminarista regresaba a su hogar, y se dedicaba a trabajar en el campo.

En 1928 marchó al Seminario Gregoriano de Belluno, donde fue ordenado subdiácono en 1934, diácono en febrero de 1935 y finalmente presbítero el 7 de julio del mismo año en la iglesia de San Pedro en Belluno. Dos días después fue nombrado cura capellán de su ciudad natal; meses más tarde fue transferido, como profesor de religión del Instituto Técnico de Mineros de Agordo. En 1937 fue nombrado vicerrector del Seminario Gregoriano de Belluno, cargo que ocupó hasta 1947. Entre otras materias, dio clases de teología dogmática y moral, derecho canónico y arte religioso.

En 1941, Luciani comenzó a estudiar para obtener un doctorado en teología negativa por la Pontificia Universidad Gregoriana, que requería un año de estancia en Roma. Sin embargo, sus superiores en el seminario querían que continuase dando clases durante sus estudios, lo que consiguió mediante una dispensa concedida por Pío XII el 27 de marzo de 1941. Su tesis, El origen del alma humana según Antonio Rosmini, se oponía frontalmente a la teología de Rosmini, y le proporcionó su doctorado magna cum laude. Tenía la virtud, lo que se ve reflejado en su tesis, de explicar en forma simple los conceptos más complicados. Es en estos años donde Luciani empieza a interesarse por los escritos de Rosmini.

En 1947 fue nombrado vicario general de la diócesis de Belluno por el obispo Girolamo Bortignon. Dos años más tarde, en 1949, fue nombrado director de la oficina de catequesis de la diócesis.

El 15 de diciembre de 1958, fue nombrado obispo de la diócesis de Vittorio Veneto por Juan XXIII y consagrado como tal en la Basílica de San Pedro, por el mismo papa, el 27 de diciembre de ese año.

Tomó posesión de la diócesis de Vittorio Veneto el 11 de enero de 1959. Durante 11 años ejerció su ministerio en esta diócesis, realizando su primera visita pastoral el 17 de junio de 1959. Se tomó su papel de obispo muy en serio, los sacerdotes de su diócesis no necesitaban pedir cita previa, sacerdote que llegaba sacerdote que era recibido. Dijo un sacerdote de la época del obispado de Luciani:

”.......era como si tuviéramos nuestro papa personal, en la mesa de Luciani siempre había dos o tres sacerdotes l ,era un hombre que no podía dejar de darse, solía visitar a los enfermos y a las personas con discapacidad, en los hospitales vivían en un estado de sobresalto , nunca se sabía si el obispo se presentaba ; se subía a su bicicleta, se acercaba a los hospitales y recorría las salas , también visitaba a los curas de las montañas para tratar los problemas específicos de su localidad”.

En 1962 asistió a la apertura del Concilio Vaticano II en Roma; estaría presente en cuatro de las sesiones de dicho Concilio.

El 15 de diciembre de 1969, Pablo VI lo nombró patriarca de Venecia, sucediendo a Giovanni Urbani y a Angelo Giuseppe Roncalli. Tomó posesión del cargo el 3 de febrero de 1970. El mismo Pablo VI lo elevó a la dignidad cardenalicia el 5 de marzo de 1973. En su primer Ángelus tras ser nombrado papa, recordó la vergüenza que pasó cuando Pablo VI se quitó su propia estola y se la colocó a él sobre los hombros:[6]

Luciani fue elegido en la cuarta votación del cónclave de agosto de 1978, un cónclave inusualmente breve, el segundo más corto del siglo XX, tras el de 1939. El cardenal protodiácono Pericle Felici fue el encargado de anunciar la decisión del Colegio cardenalicio de elegir al Patriarca de Venecia, Albino Luciani, como el 263° (ducentésimo sexagésimo tercer) papa de la Iglesia Católica, el 26 de agosto de 1978,[7]​ siendo así el tercer Patriarca de Venecia en ser nombrado papa, tras Giuseppe Melchiore Sarto (elegido como Pío X en 1903) y Angelo Giuseppe Roncalli (elegido como Juan XXIII en 1958). Escogió el nombre de Juan Pablo, convirtiéndose en el primer papa de la historia con un nombre compuesto, gesto con el que pretendía honrar a sus dos predecesores, Juan XXIII, que le nombró obispo, y Pablo VI, que le nombró Patriarca de Venecia y cardenal.[8]​ También fue el primer papa en usar el ordinal "primero" en su nombre.[9]

Se llegó a pensar que su elección fue debida a la división entre miembros de distinta ideología dentro del Colegio cardenalicio:

Entre los cardenales procedentes de fuera de Italia, en un Colegio cardenalicio cada vez más internacionalista, había figuras como la del cardenal Karol Wojtyła. En los días posteriores al cónclave, los cardenales declararon con satisfacción que habían elegido al "candidato de Dios".[8]​ El cardenal argentino Eduardo Pironio declaró que "hemos sido testigos de un milagro moral".[8]​ La Madre Teresa dijo: "Ha sido el mejor regalo de Dios, un rayo de sol del amor de Dios que brilla en la oscuridad del mundo".[8]

Tras su elección, Juan Pablo I tomó una serie de decisiones que hicieran "más humano" al papa, admitiendo públicamente que se ruborizó cuando Pablo VI le nombró Patriarca de Venecia. Fue el primer papa moderno en hablar en singular utilizando "yo" en lugar del plural mayestático, aunque las grabaciones oficiales de sus discursos fueron reescritas de un modo más formal por algunos de sus ayudantes más tradicionalistas, que reincorporaron el plural mayestático en notas de prensa y en las noticias de L'Osservatore Romano. También fue el primero en rechazar la silla gestatoria, hasta que le convencieron de que era necesaria para que los fieles pudieran verle.

Juan Pablo I eligió como lema de su papado la expresión latina Humilitas ("humildad"), lo que se reflejó en su polémico rechazo de la coronación y de la tiara papal en la ceremonia de entronización, sustituyéndola por una simple investidura[12]​ en contra de lo prescrito por la Constitución Apostólica Romano Pontifici Eligendo, promulgada por Pablo VI en 1975.

Una de sus declaraciones, de gran repercusión en la prensa, fue que "Dios es Padre, y más aún, es madre",[13][14]​ refiriéndose a Isaías, que compara a Dios con una madre que no olvida a su hijo Sion. El papa realizó este comentario durante su Ángelus del 10 de septiembre de 1978, en el que también pidió que se rezase por los Acuerdos de Camp David.[13]

Juan Pablo I tenía planeado promulgar una encíclica para consolidar las reformas del Concilio Vaticano II, que calificó como "un extraordinario acontecimiento de gran alcance histórico y de crecimiento para la Iglesia", y para reforzar la disciplina de la Iglesia en la vida de los cargos eclesiásticos y de los fieles. Como reformista, también lanzó algunas iniciativas como la devolución del 1% de los ingresos de cada iglesia para destinarlo a las iglesias del Tercer mundo. La visita del dictador Jorge Rafael Videla, presidente de Argentina, a la Ciudad del Vaticano, también causó gran controversia, especialmente cuando el papa le recordó las violaciones a los derechos humanos ocurridas en Argentina durante la llamada guerra sucia.[15]

El periodista John L. Allen afirma que "es casi seguro que Juan Pablo I no habría revertido las enseñanzas de Pablo VI, sobre todo porque no era un radical doctrinal. Además, como Patriarca de Venecia algunos han visto un endurecimiento de su postura en temas sociales con el paso de los años. No obstante, "es razonable suponer que Juan Pablo I no hubiera insistido en el juicio negativo en la Humanae Vitae tan agresiva y públicamente como Juan Pablo II lo hizo, y probablemente no lo habría entendido como una enseñanza casi infalible. Hubiera seguido siendo una cuestión más "abierta".[16][17]​ Según las versiones, mientras que como Patriarca de Venecia "Luciani era intransigente con su defensa de la enseñanza de la Iglesia y severo con aquéllos que por orgullo intelectual y desobediencia no hacían caso de la prohibición de la Iglesia sobre la anticoncepción", aunque sin condenar el pecado, era tolerante con aquellos que sinceramente han intentado y han fracasado el vivir de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia".[2]

Juan Pablo I era considerado un hábil comunicador y escritor, incluso publicó algunos escritos. Su libro Illustrissimi, que escribió cuando era cardenal, consiste en una serie de cartas dirigidas a un gran número de personajes históricos y ficticios. Entre ellas están las cartas dirigidas a Jesús,[18]​ al rey David,[19]​ al barbero Fígaro,[20]​ a la emperatriz María Teresa[21]​ y a Pinocho.[22]​ Otras están dirigidas a Mark Twain, Charles Dickens y Christopher Marlowe.

Juan Pablo I enseguida sorprendió con su simpatía y calidez personal. Hay voces que dicen que dentro del Vaticano era visto como un simple intelectual inconsciente de las grandes responsabilidades del papado, aunque David Yallop, autor del libro In God's Name (En nombre de Dios, en el que defiende la teoría de que Juan Pablo I fue asesinado), sostiene que estas voces son sólo el resultado de una campaña lanzada por gente del Vaticano que se oponía a las políticas de Luciani. En palabras del escritor John Cornwell, "le trataron con condescendencia"; un alto clérigo, hablando sobre Luciani, llegó a decir: "han elegido a Peter Sellers".[23]​ Los críticos comparaban sus discursos, con menciones a Pinocho, con los discursos más intelectuales de Pío XII y Pablo VI. Sus visitantes hablaban de su soledad y aislamiento, y del hecho de que fuera el primer papa en décadas en no tener un papel diplomático (como Juan XXIII y Pío XI) o curial (como Pío XII y Pablo VI) dentro de la Iglesia.

Su impacto personal, sin embargo, fue doble: su imagen de hombre amable, cercano y bondadoso enseguida cautivó al mundo entero. Esta imagen fue formada inmediatamente después de aparecer en el balcón de la Plaza de San Pedro después de su elección. Su presencia cordial le hizo una figura muy querida ya antes de empezar a hablar, en particular entre la prensa. También era un hábil orador. Mientras que Pablo VI hablaba como si estuviese exponiendo una tesis doctoral, Juan Pablo I producía amabilidad, cercanía e incluso risa.

Según sus ayudantes, no era el ingenuo idealista que sus críticos hicieron ver. Según el cardenal Giuseppe Caprio, Juan Pablo I aceptó su cargo y se dispuso a ejercerlo con confianza.[24]

Juan Pablo I fue el primer papa que admitió que la perspectiva del papado le había intimidado tanto que otros cardenales tuvieron que animarle a aceptar. Rechazó la milenaria tradición de la coronación papal y también la tiara.[25]​ En su lugar, optó por una simple misa de inauguración. En su notable Ángelus del 27 de agosto de 1978, el primer día completo de su pontificado, impresionó al mundo con su simpatía natural.

El ambiente de optimismo y cercanía establecido por Juan Pablo I nunca llegaría a avanzar por la brevedad de su pontificado. Fue encontrado muerto en su cama poco antes del amanecer del 29 de septiembre de 1978, 33 días después de su elección. Según las fuentes oficiales, el papa, de 65 años, murió de un infarto. Se ha dicho que el Vaticano ocultó algunos aspectos sobre el descubrimiento del cadáver.[26][27][28]​ Como es costumbre tras la muerte de un papa, no se realizó autopsia. Aunque esto, junto con declaraciones contradictorias realizadas tras la muerte del papa, han dado lugar a una serie de teorías de conspiración en torno a ella. Estas declaraciones se refieren a quién encontró el cadáver y dónde, a qué hora y qué papeles tenía en la mano. La Santa Sede todavía no ha investigado estos aspectos. El papa reposa en las grutas vaticanas desde el 4 de octubre de 1978.

El Vaticano afirma que Juan Pablo I falleció de un infarto en su cama y que no se llevó a cabo autopsia alguna por la oposición de sus familiares. Algunos aspectos de esta declaración oficial, sin embargo, se vieron contradichos más tarde: no fue el irlandés John Magee (posteriormente obispo), quien fuera secretario personal de Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, la primera persona en hallar el cadáver del Pontífice, sino una de las religiosas que se encargaban del trabajo doméstico y de nombre Vincenza, como se supo en 1988;[29]​ la familia del fallecido papa reveló en 1991 que la muerte no le sobrevino en la cama, sino en su escritorio;[30]​ y además, sí se le habría realizado una autopsia, según otros informes.[31]​ Estas incoherencias oficiales, junto a otros factores de índole económica, han dado origen a teorías conspirativas que apuntan a un envenenamiento del Pontífice.[32]

Juan Pablo I pretendía ahondar en las reformas iniciadas por Juan XXIII. La clarificación de las cuentas vaticanas era una de sus prioridades. Mientras fue patriarca de Venecia, en 1972, el Banco Vaticano vendió al Banco Ambrosiano, propiedad de Roberto Calvi, la Banca Cattolica del Veneto, sin consultar al obispado metropolitano de Venecia, del cual monseñor Albino Luciani era jerarca. El responsable de esta acción fue el arzobispo Paul Marcinkus, lo cual llevó a ciertas desavenencias entre Luciani, aún no nombrado papa, y el norteamericano, responsable de la dudosa administración vaticana de entonces. La Banca Cattolica del Veneto estaba especializada en préstamos con bajos tipos de interés hacia los más necesitados; quizá por esto el papa Luciani tomó cartas en el asunto. Giovanni Benelli, sustituto del secretario de Estado de la Santa Sede, le cuenta que existe un plan entre Roberto Calvi, Michele Sindona y Marcinkus para aprovechar el amplio margen de maniobra que tiene la Santa Sede: «evasión de impuestos, movimiento ilegal de acciones». La reacción de Luciani, recogida en el libro Con el corazón puesto en Dios: intuiciones proféticas de Juan Pablo I, es de una enorme decepción.

El 9 de mayo de ese mismo año de la muerte de Juan Pablo I, 1978, había sido asesinado el primer ministro de Italia, Aldo Moro, líder de la Democracia Cristiana. Las extrañas circunstancias del deceso de Albino Luciani —un ataque cardíaco, para alguien que gozaba de buena salud— y otros sucesos misteriosos, como que la defunción no fuese certificada por el forense vaticano, sino por otro, y lo precipitado de su embalsamamiento, dispararon la teoría de que en realidad Juan Pablo I fue asesinado. La doble confesión de la monja, sor Vicenza Taffarel, quien encontró el cadáver del sumo pontífice (en una primera versión: vestido aún, en su baño, posiblemente en el suelo, donde vomitó; y la otra: en su cama, con documentos desordenados y las gafas caídas de su rostro, ya despojado del hábito papal) inducen a pensar que fue envenenado.

Algunas obras de investigación abundan en la teoría del envenenamiento. El libro El día de la cuenta del sacerdote español Jesús López Sáez, presume que el sumo pontífice fue envenenado con una fuerte dosis de un vasodilatador.[31]​ El libro In God's Name (En el nombre de Dios), del investigador inglés David Yallop, defiende que fue envenenado por altos jerarcas de la Iglesia católica en complicidad con mafiosos vinculados con el Banco Ambrosiano y las hermandades secretas masónicas.[33]

En 1988 la Santa Sede abrió sus puertas al periodista John Cornwell y le dio todo tipo de facilidades para entrevistar a los testigos de la vida y muerte de Juan Pablo I, incluso algunos que nunca habían declarado en público sus vivencias. En su libro Como un ladrón en la noche. La muerte del papa Juan Pablo I plasma las entrevistas a los Secretarios del Papa difunto, a Paul Marcinkus, a la sobrina (médica de profesión) del Papa Luciani, a un sargento de la guardia suiza, a los embalsamadores, a periodistas, a un agente del FBI que trabajó en Roma, a Joaquín Navarro-Valls en Radio Vaticano, a los médicos del papa, etc. La conclusión fue que parecía inverosímil que el papa hubiera sido asesinado, atribuyendo su muerte a una conjunción de factores. Su carácter afable se vio aplastado por la burocracia vaticana y la presión de trabajo a la que fue sometido (el Cardenal Villot reconoció que se sentía culpable de haberlo agobiado de trabajo con maletas de documentos), la poca ayuda que recibió del entorno para desempeñar su nueva función, sus problemas de salud (sobre todo circulatorios, embolias, trombos, etc.) que combinado con el estrés y un posible descuido en la medicación, junto a la ausencia de trato por parte de los médicos del Vaticano, pudieron producir una embolia pulmonar la noche del 28 de septiembre de 1978. Varias fuentes acusaron a Cornwell de haber sido contratado por el propio Vaticano para dar esta información al menos en parte falsa, ya que se demostró que Albino Luciani no tenía ninguno de los problemas de salud mencionados, ni tomaba medicación alguna, lo que ha dejado numerosas dudas sin resolver sobre la muerte del sumo pontífice.[34]

En julio de 2019 fue publicado un libro por Anthony S. Luciano Raimondi, supuestamente gánster de la Familia Colombo y familiar del obispo Marcinkus, con quienes habrían perpetrado el asesinato de Juan Pablo utilizando valium y cianuro, cuyo móvil también habría sido encubrir un fraude masivo de títulos financieros.[35]

Juan Pablo I fue el primer papa en suprimir la coronación papal, y también el primero en elegir un nombre compuesto (Juan Pablo). Su sucesor, el cardenal Karol Wojtyła, escogió el mismo nombre en su honor.

El proceso de canonización de Juan Pablo I comenzó formalmente en 1990 con la petición de 226 obispos brasileños, entre ellos cuatro cardenales.

El 26 de agosto de 2002, cuando se cumplían 24 años de la elección de Juan Pablo I, el obispo Vincenzo Savio anunció el inicio de la fase preliminar de reunión de documentos y testimonios para comenzar el proceso de canonización. El 8 de junio de 2003, la Congregación para las Causas de los Santos dio su aprobación y el 23 de noviembre, el proceso se inauguró formalmente en la Basílica Catedral de Belluno, a cargo del cardenal José Saraiva Martins.[36][37]

La investigación en la diócesis concluyó el 11 de noviembre de 2006 en Belluno. En junio de 2009, la Santa Sede comenzó la fase "romana" del proceso de beatificación de Juan Pablo I, basándose en el de Giuseppe di Altamura Denora, que afirmó haber sido curado de cáncer. Una investigación oficial sobre el presunto milagro está en marcha.[38]​ El 26 de agosto de 2015 Giuseppe Andrich obispo de Belluno-Feltre aseguró durante el 37º aniversario de la elección de Luciani como Pontífice que por primera vez en la historia de la Iglesia, un Papa da testimonio de la causa de beatificación de otro Papa, refiriéndose Benedicto XVI.[39]​ Para que Luciani sea beatificado, los investigaciones tienen que certificar al menos un milagro. El 9 de noviembre de 2017 el papa Francisco aprueba el decreto que declara venerable a Juan Pablo I por el que reconoce sus virtudes heroicas.[40]​ Se concluye así la fase romana de la causa de canonización de Albino Luciani. Para su canonización, hace falta un segundo milagro.

El cardenal Karol Wojtyła fue elegido sucesor de Juan Pablo I como papa el 16 de octubre de 1978. Al día siguiente celebró una misa con el Colegio cardenalicio en la Capilla Sixtina. Tras la misa, dio su primera bendición Urbi et Orbi, que fue transmitida por radio al mundo entero. En ella prometió fidelidad al Concilio Vaticano II y rindió homenaje a su predecesor:[41]




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