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Alonso Fernández de Lugo



Alonso Fernández de Lugo (Sanlúcar de Barrameda, c. 1456 - San Cristóbal de La Laguna, 20 de mayo de 1525) fue un hidalgo y conquistador castellano responsable de la incorporación definitiva de las islas Canarias a la Corona de Castilla en el siglo xv.

Participó en la conquista de Gran Canaria y capitaneó las de La Palma y Tenerife, de las que sería posteriormente gobernador. También fue nombrado por los Reyes Católicos capitán general de Berbería «desde el cabo de Aguer hasta el de Bojador» y Adelantado de las islas Canarias.[1]

Hijo segundo de Pedro Fernández de Lugo, comerciante de ascendencia gallega, y de Inés de las Casas, Alonso de Lugo nació en Sanlúcar de Barrameda hacia el año 1456. Se conocen pocos datos de sus primeros años.[1]

Hacia 1475 se casa con su primera esposa, Violante de Valdés y de Gallinato,[nota 1]​ con la que tiene a sus hijos Fernando, Pedro y Beatriz. Este matrimonio finaliza en 1490 con el fallecimiento de Violante.[1][3]

En 1498 contrae segundas nupcias con doña Beatriz de Bobadilla, viuda del señor de La Gomera Hernán Peraza.[4]​ También enviuda Lugo de doña Beatriz, sin dejar descendencia de su unión.

Por último, Lugo se casa por tercera vez en 1514 con Juana de Massiéres, dama de la corte de Germana de Foix, de quien tiene dos hijas: Luisa y Constanza.[5]

En mayo de 1478 Alonso de Lugo se embarca en la expedición de conquista realenga de la isla de Gran Canaria comandada por el capitán Juan Rejón, el obispo de Rubicón don Juan de Frías, y el deán Juan Bermúdez.[1]

Lugo está presente en la fundación del real de Las Palmas, germen de la futura ciudad, y participa asimismo en la batalla de Guiniguada contra los aborígenes que tiene lugar poco después. En 1479 es enviado por los Reyes Católicos a la isla Pedro del Algaba como gobernador para impulsar la conquista frenada por los enfrentamientos entre Rejón y Bermúdez. Lugo era concuñado de Algaba, por lo que apoyó la causa de este y participó en los hechos que condujeron al aprisionamiento de Rejón y su envío a la Península. Sin embargo, Rejón escapa y regresa en 1480 a la isla, donde asalta el real y toma como prisioneros a Algaba y sus partidarios. El gobernador es ejecutado poco después, mientras Lugo, que había intentado evitar la muerte de su concuñado, es desterrado a la isla de El Hierro.[1][6]

Nombrado nuevo gobernador de Gran Canaria Pedro de Vera en 1480, Lugo vuelve a ser incorporado a las operaciones de conquista de la isla una vez desterrado Rejón. En septiembre de 1481 Vera envía a Lugo al noroeste de Gran Canaria para liderar la presencia castellana en el reino de Gáldar. En Agaete Lugo construye una torre, de la que es nombrado alcaide, y en la que sufre batallas, asedios y hambrunas.[1]

En 1482 llegan refuerzos a Agaete comandados por Hernán Peraza el Joven, que, junto a Lugo, consigue apresar al guanarteme de Gáldar Tenesor Semidán, hecho que conduce a la consumación de la conquista en abril de 1483.[6]

Pedro de Vera recompensa a Lugo por sus servicios con las tierras y aguas de Agaete, que pone en rendimiento y donde construye un ingenio de azúcar, en el que reside con su familia entre 1483 y 1491.[1]​ Desde este lugar hace incursiones a la isla de Tenerife donde lleva a cabo razias sobre los guanches.[7]

Alonso de Lugo parte a la corte en 1491 para concertar con los Reyes Católicos la conquista de la isla de San Miguel de La Palma. Los reyes se la conceden en junio de 1492, con la condición de que la acabara en un año y que corriera el capitán con los gastos de la empresa a cambio de beneficiarse de los quintos de la corona «de los captivos e ganados e bienes» de la isla.[1]​ Para armar la expedición Lugo se asocia con Juanoto Berardi y Francisco de Riberol, empresarios italianos afincados en Sevilla.[8]

El 29 de septiembre de 1492 Alonso de Lugo desembarca en Tazacorte con novecientos soldados entre castellanos y canarios. A su llegada a La Palma reafirma las paces con cuatro de los doce bandos de la isla que habían pactado anteriormente con el juez pesquisidor de Gran Canaria Francisco Maldonado y con el obispo de Canarias. La resistencia del resto de la isla fue escasa, con la salvedad del bando de Aceró liderado por Tanausú. Finalmente, y tras varios intentos infructuosos de penetrar en la Caldera de Taburiente donde se habían hecho fuertes los palmeros, el 3 de mayo de 1493 Lugo logra apresar a Tanausú, con lo que se da por concluida la conquista de la isla.[6][9]

Culminada la incorporación de La Palma a la Corona de Castilla, Lugo parte de nuevo hacia la Corte para capitular la conquista de Tenerife. Los Reyes le conceden los derechos en diciembre de 1493. Agradecido por los privilegios otorgados, renuncia a los setecientos mil maravedíes que los monarcas le debían por la conquista de La Palma, lo que provoca las quejas de sus socios de la empresa palmera Berardi y Riberol.[1]

Durante su estancia en la Corte, Lugo denuncia ante los Reyes la entrada esclavista que varios armadores sevillanos habían realizado en Anaga, bando de paces, y que ponía en riesgo la estrategia conquistadora que planeaba. Los Reyes mandan que los guanches esclavos sean liberados y entregados a Lugo para que los devolviera a la isla y poder retomar las paces. En cambio, les informa también de supuestas deslealtades por parte de los bandos de paces palmeros, para así justificar la venta de estos como esclavos.[1]

Para financiar la expedición de conquista, Lugo vende sus haciendas de Sanlúcar de Barrameda y Sevilla, y se concierta con varios comerciantes genoveses.[1]

A principios de mayo de 1494, el ejército conquistador desembarca en Añazo, donde Lugo funda el real de Santa Cruz como base de operaciones y reafirma las paces que Pedro de Vera había hecho con los bandos de Güímar, Adeje, Abona y Anaga.

Poco después Lugo se entrevista en la Laguna con el mencey de Taoro Bencomo, líder de los bandos de guerra —Taoro, Tacoronte, Tegueste, Daute e Icod— de la que resultan enemigos. Ambos bandos se retiran, y luego Lugo avanza hacia el interior de la isla para comenzar la conquista. En el barranco de Acentejo son cercados por los guanches, y se desarrolla la conocida matanza de Acentejo al quedar prácticamente destruido el ejército castellano. El propio Lugo resulta herido al recibir una pedrada en la mandíbula, y escapa del combate gracias a la ayuda de su sobrino Pedro Benítez de Lugo el Tuerto.[1]

Reunidos los supervivientes en el real de Añazo, Lugo ordena la retirada a Gran Canaria.[1]

Una vez en Las Palmas, Lugo recaba la ayuda del duque de Medina Sidonia, que envía a la isla un cuerpo de soldados veteranos de la guerra de Granada, así como de Inés Peraza y Beatriz de Bobadilla, señoras de Fuerteventura y Lanzarote, y de La Gomera y El Hierro respectivamente. Además, para poder financiarse nuevamente, el capitán conquistador tiene que vender todos sus bienes y posesiones, entre las que se encuentra su heredamiento de Agaete, y volver a concertar un acuerdo con los mismos armadores de la anterior entrada. Organizada la ayuda, Lugo parte hacia la corte para pedir a los Reyes una prórroga del plazo de culminación de la conquista, lo cual logra.[1]

Mientras espera la llegada de las tropas del Duque, Lugo regresa a Tenerife a principios de 1495. Durante esta operación refuerza la torre de Añazo, reafirma una vez más las paces con los reyes amigos y construye una nueva torre en la zona de Gracia.[1]

Las tropas peninsulares llegan en octubre al puerto de Las Palmas, donde son recibidas personalmente por Lugo; desembarcan en Añazo a principios de noviembre. Poco después de su arribada se internan en la isla y se encuentran con las fuerzas guanches en las llanuras próximas al campamento de Gracia. Se entabla así la conocida como batalla de La Laguna el 14 de noviembre, de la que resultan derrotados los guanches y muertos sus principales caudillos Bencomo y Tinguaro.[1]

A mediados de diciembre se reanuda la campaña, internándose Lugo y sus huestes hacia el reino de Taoro. Cerca del barranco de Acentejo vuelven a enfrentarse a los guanches en la llamada victoria de Acentejo, y esta vez los derrotados son los nativos. Esta victoria acaba prácticamente con la resistencia guanche. En los meses siguientes se llevan a cabo campañas de castigo y razias, hasta que Lugo licencia a gran parte de las tropas el 15 de febrero de 1496.[1]

En marzo, Lugo parte hacia la Península para vender los esclavos apresados y pagar así parte de sus deudas, y regresa enseguida a Tenerife. En mayo se presentan en el campamento del Realejo de Taoro los menceyes de los bandos de guerra para someterse a los conquistadores, con lo que se da por concluida la conquista de la isla. Lugo vuelve entonces a embarcarse rumbo a la corte para presentar ante los Reyes a los menceyes vencidos y recibir sus recompensas. Durante este tiempo, se llevan a cabo reclamaciones contra el capitán conquistador por parte de quienes le prestaron ayuda y servicios durante la conquista.[1]

Alonso Fernández de Lugo es nombrado por los Reyes Católicos gobernador de San Miguel de La Palma el 8 de junio de 1492, y de Tenerife el 28 de diciembre de 1493, además de recibir el derecho a repartir tierras y bienes en ambas islas.[1]

En 1501 por orden de los reyes Alonso de Lugo desembarcó en la costa africana y fundó una fortaleza. Los bereberes lanzaron ataques contra los castellanos que causaron la muerte de dos de los sobrinos del Adelantado, Pedro Benítez de Lugo el Tuerto y Francisco. Según Bartolomé de las Casas, Alonso Fernández de Lugo pudo huir solo gracias al sacrificio del capitán general de la expedición, Francisco de Peñalosa, y de otros veinte caballeros.[10]

Aunque los primeros historiadores ensalzan la personalidad de Alonso Fernández de Lugo, la historiografía moderna es más severa a la hora de enjuiciar su proceder, sobre todo al valorar su actitud desleal hacia los aborígenes de los bandos de paces, es decir, aquellos que habían pactado su rendición con los conquistadores.[1]

El historiador Antonio Rumeu de Armas definió a Lugo de la siguiente manera:[11]

Alonso de Lugo fallece el 20 de mayo de 1525 en su casa de San Cristóbal de La Laguna. Algunos autores consideran que fue envenenado por sus hijos para poder heredar el título de Adelantado.[12]

Inicialmente fue enterrado en el Real Santuario del Santísimo Cristo de La Laguna. Sin embargo, el 28 de julio de 1810 se produjo un gran incendio que destruyó totalmente el edificio, del que quedó en pie solamente la espadaña. Los restos quemados de Alonso Fernández de Lugo y de todos los sepultados en dicho lugar quedaron al descubierto, en un estado de total abandono.[13]

Los restos fueron exhumados en 1860, y permanecieron veinte años depositados en el Santuario del Cristo, hasta que en 1880 el ayuntamiento pidió su traslado a la Catedral de San Cristóbal de La Laguna, lugar en donde hoy se encuentran.[13]



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