Andrés A. Cáceres cumple los años el 10 de noviembre.
Andrés A. Cáceres nació el día 10 de noviembre de 1836.
La edad actual es 188 años. Andrés A. Cáceres cumplió 188 años el 10 de noviembre de este año.
Andrés A. Cáceres es del signo de Escorpio.
Andrés A. Cáceres nació en Ayacucho.
Andrés Avelino Cáceres Dorregaray (Ayacucho, 10 de noviembre de 1836-Lima, 10 de octubre de 1923), fue un militar y político peruano que luchó en la guerra del Pacífico y fue Presidente Constitucional del Perú en dos ocasiones: de 1886 a 1890 y de 1894 a 1895. Es el patrono del Arma de Infantería del Ejército Peruano.
En el Perú es considerado un héroe nacional, por haber luchado en todas las batallas importantes de la guerra del Pacífico (San Francisco, Tarapacá, Tacna, San Juan y Miraflores) y por haber liderado la resistencia en la sierra central contra la ocupación chilena, la llamada Campaña de la Breña (1881-1883). Dominaba el quechua, por lo que tuvo gran influencia sobre la población indígena de su país, a base de la cual formó un ejército regular, apoyado por guerrillas o montoneras. Fue conocido por sus soldados como «Taita Cáceres», mientras que los chilenos le apodaron «El Brujo de los Andes», debido a que solía evadir las maniobras envolventes planeadas con mucho celo por los generales chilenos, y porque actuaba con tanta fluidez que parecía estar presente en todas partes. En dicha campaña obtuvo el triple triunfo de Pucará, Marcavalle y Concepción, y aunque fue derrotado en Huamachuco, no se rindió y continuó organizando la resistencia. Los guerrilleros pro-cáceristas también alentaban al general a continuar su lucha con enfrentamientos con el ejército chileno. Ante el constante acoso guerrillero y la falta de aprovisionamiento las tropas chilenas tuvieron que replegarse a Lima, en diciembre de 1883, hasta la desocupación total en agosto de 1884, que es cuando Cáceres dio por consumada la guerra y el reconocimiento del Tratado de Ancón.
Después de la guerra con Chile, incursionó activamente en la política, fundando su propio partido, el Constitucional. Se enfrentó al presidente Miguel Iglesias, al que no reconocía como presidente constitucional por haber firmado el tratado de paz de Ancón con Chile con cesión territorial, desatándose una guerra civil. Una vez más, Cáceres demostró su estrategia militar al poner fuera de juego al ejército principal de Iglesias en la localidad de Huaripampa (sierra central peruana), acción que se conoce como la «huaripampeada» (1884). A continuación atacó Lima, donde sus fuerzas cercaron en el Palacio de Gobierno a Iglesias. Este renunció a la presidencia en 1885, siendo sucedido por un gobierno provisional, el mismo que convocó a elecciones en las que ganó abrumadoramente Cáceres. En este primer gobierno constitucional, de 1886 a 1890, Cáceres tuvo que llevar adelante la Reconstrucción Nacional, especialmente en el campo de la recuperación económica. Puso fuera de curso el billete fiscal o papel moneda, muy devaluado entonces; creó impuestos nuevos; intentó la descentralización tributaria; y para solucionar el problema de la enorme deuda externa firmó el Contrato Grace por el cual entregó los ferrocarriles a los acreedores. Volvió a la presidencia en 1894, en unas cuestionadas elecciones, que provocaron en su contra la formación de la Coalición Nacional, integrada por los demócratas y civilistas, encabezados por Nicolás de Piérola; se desató una sangrienta guerra civil que culminó con el asalto de los coaligados a Lima, ante lo cual Cáceres renunció y partió al exilio, en 1895. Volvió al Perú en 1899 y siguió participando en la política. Apoyó al presidente Augusto B. Leguía en su ascenso al poder en 1919, el mismo año en que el Congreso le ascendió a Mariscal, siendo el único militar de la guerra del Pacífico que llegó a ese máximo grado. De los tres principales héroes peruanos de la guerra con Chile (Miguel Grau, Francisco Bolognesi, y Andrés Avelino Cáceres), Cáceres fue también el único que sobrevivió a la guerra y que posteriormente se convirtió presidente del Perú.
La partida de bautismo de Andrés A. Cáceres está perdida. No obstante, tradicionalmente se acepta que nació el 10 de noviembre de 1836, pues él mismo celebraba en esa fecha su cumpleaños, así como también fue la fecha en la que se celebró el centenario de su nacimiento. Como respaldo se señala que es la misma fecha de la festividad de San Andrés Avelino, pues presumiblemente su nombre había sido escogido del santoral; aunque hay que señalar que Cáceres firmaba siempre como Andrés A., de modo que solo es una inferencia derivada de la fecha de su santo que su segundo nombre fuera Avelino. Una investigación realizada por el historiador Jorge Guillermo Leguía, llegó a la conclusión de que Cáceres nació en realidad el 4 de febrero de 1833, y que su segundo nombre era Alfredo El historiador afirmaba que esta información le había sido transmitida por Hortensia Cáceres, la hija del héroe, pero su investigación no ha tenido un amplio apoyo. Por tanto, prevalece la fecha tradicional.
Sus padres fueron Domingo Cáceres y Oré, hacendado de Ayacucho, y Justa Dorregaray Cueva, hija del coronel español Demetrio Dorregaray.Catalina Huanca (1543-1637), princesa inca-huanca, hija de Machu Apu Alaya, curaca de Atun Jauja (hoy Jauja, Concepción y Huancayo), y descendiente por vía materna del inca Huáscar. Esta Catalina Huanca fue una de las damas más acaudaladas y respetables de su tiempo; se decía que conocía los sitios donde se hallaban enterrados los fabulosos tesoros del templo de Pachacámac, que los indígenas habían puesto a resguardo de la voracidad de los españoles. Esta leyenda del «tesoro de Catalina Huanca» todavía se mantiene viva.
Por la línea materna estaba emparentado conCáceres cursó sus estudios escolares en el Colegio San Ramón de su ciudad natal.
En 1854, junto con otros jóvenes entusiastas, se sumó a un motín que estalló en Ayacucho en apoyo de la rebelión liberal conducida por el general Ramón Castilla contra el presidente José Rufino Echenique. Poco después, llegó a Ayacucho el ejército rebelde encabezado por el mismo Castilla. Seducido por la personalidad de este caudillo, Cáceres abandonó sus estudios y se enroló en el ejército. Él mismo cuenta este episodio, en una entrevista que dio a un diario de Lima en 1921:
Cáceres ingresó como cadete en el batallón Ayacucho, organizado por el general Fermín del Castillo. Luchó en batalla de La Palma, librada en las afueras de Lima, el 5 de enero de 1855, donde resultó herido en un pie. Por su actuación destacada fue ascendido a subteniente. En 1857 ascendió sucesivamente a teniente graduado y teniente efectivo.
Entre 1856 y 1858 apoyó activamente al gobierno de Ramón Castilla contra la rebelión de Manuel Ignacio de Vivanco en Arequipa, que derivó en la sangrienta guerra civil. Militaba entonces en la segunda compañía del batallón Ayacucho. Participó en las batallas de Yumina, Bellavista (Arequipa) y en el asalto final de Arequipa, entre el 6 y el 7 de marzo de 1858, por lo que fue ascendido a capitán. Durante este último combate, fue herido bajo el ojo izquierdo, lo que no comprometió su vista, pero le quedó una cicatriz que le cruzaba el párpado y le encerraba dicho ojo, dándole apariencia de tuerto. A pesar de que aún estaba convaleciente, fue uno de los primeros en marchar a la campaña del Ecuador (1858-1860).
Luego fue enviado a Francia como adjunto a la legación peruana encabezada por Pedro Gálvez Egúsquiza, estancia que aprovechó para someterse a diversos tratamientos médicos. De vuelta al Perú en 1862, integró la plana mayor del batallón Pichincha N.º 3 acantonado en Huancayo, al que organizó sus cuadros de reclutas y se trasladó con ellos a Lima. En 1863 fue ascendido a sargento mayor graduado.
Se hizo conocido por su abierta oposición al gobierno del presidente Juan Antonio Pezet, que había permitido la ocupación de las islas Chincha por la Escuadra Española del Pacífico y firmado el Tratado Vivanco-Pareja, que la ciudadanía peruana consideró claudicante. Por sus críticas fue exiliado a Chile con otros muchos oficiales, pero todos ellos consiguieron regresar al Perú, desembarcando en Mollendo para luego unirse a la Revolución Nacionalista encabezada por el coronel Mariano Ignacio Prado contra el gobierno de Pezet (1865).
Durante la campaña revolucionaria ascendió sucesivamente a mayor efectivo y a teniente coronel graduado, en abril de 1865. Participó en la ocupación de Lima y más tarde, ya con Prado como Dictador, en el combate del Dos de Mayo de 1866 contra la Escuadra Española del Pacífico en el Callao. Aquí estuvo al mando de 46 hombres y 30 voluntarios en el fuerte Ayacucho, desde el cual puso fuera de combate a las fragatas Villa de Madrid y Berenguela. En el parte respectivo, el coronel José Joaquín Inclán, jefe de las baterías del Norte, destacó su desempeño, calificándolo de «resuelto».
En 1870, se casó en Ayacucho con Antonia Moreno Leyva con quien tuvo tres hijas: Aurora Cáceres, Rosa Amelia Cáceres y Lucila Hortensia Cáceres.
En 1868 decidió abandonar la carrera militar y regresar a Ayacucho para dedicarse a la agricultura. Pero en 1872 retornó al servicio, para enfrentar a la rebelión del coronel Tomás Gutiérrez contra el presidente José Balta, originado por el descontento de un sector del ejército por la elección de Manuel Pardo y Lavalle, el primer presidente civil del Perú y el fundador del Partido Civil.
Su respaldo al presidente Pardo le ganó la simpatía de los líderes civilistas y fue nombrado subjefe del Batallón Zepita, acuartelado en San Francisco, en Lima. Fue en esta circunstancia cuando alcanzó súbita notoriedad, al reprimir personalmente una rebelión de varios sargentos de su batallón. Durante tres cuartos de hora y al frente de un retén de soldados, se batió a disparos con los amotinados, y él mismo mató de un certero tiro de revólver al cabecilla de la rebelión.teniente coronel efectivo, en noviembre de 1872.
Esta actuación le valió su ascenso aCon el mismo batallón marchó hacia Tarma y Chanchamayo para entrenar a sus soldados en trabajos de colonización. En 1874 fue uno de los encargados de sofocar la revolución de Nicolás de Piérola, que acabó siendo derrotado en la batalla del Alto de Los Ángeles, en Moquegua. Por esta acción fue ascendido a coronel graduado, en 1875.
Reteniendo el mando del Batallón Zepita, asumió la prefectura y la comandancia militar del departamento del Cuzco, cargo que desempeñaba al estallar la guerra con Chile.
Tras el comienzo de la Guerra del Pacífico el 5 de abril de 1879, Cáceres fue enviado a la cabeza del Batallón Zepita en defensa del Departamento de Tarapacá. Fue nombrado comandante de la 2.ª División del Ejército del Sur y ascendió a coronel efectivo en octubre de 1879.
Luchó contra el ejército chileno en las batallas de San Francisco (19 de noviembre de 1879) y Tarapacá (27 de noviembre de 1879). En esta última, su intervención fue decisiva para sellar la victoria peruana. En Tarapacá, una aldea situada al pie de la cordillera, se hallaban los restos del ejército peruano desmoralizado tras el revés sufrido en San Francisco, cuando llegó la noticia de que los chilenos coronaban las alturas y se disponían a atacarlos. De inmediato los peruanos se dispusieron a contrarrestar el ataque, destacando la división mandada por Cáceres, que logró subir hasta las alturas donde se atrincheraban los chilenos, lográndoles capturarles varios de sus cañones. Pero Cáceres hizo aún más: resistió el contraataque del enemigo, que venía reforzado con caballería y dos columnas. Cuando se le agotaron las municiones, se proveyó de los pertrechos de los chilenos caídos y emprendió otro ataque, apoyado por otros destacamentos. Hizo retroceder a los chilenos, a quienes no pudo perseguir por no contar con caballería. Tarapacá se constituyó así en un notable triunfo peruano, logrado por los restos de un ejército fatigado y desmoralizado, que no contaba con caballería ni artillería, y que aun así supo batir a un enemigo superior en poder de fuego. El aniversario de esta batalla se convirtió en el Día de la Infantería Peruana.
Pero la victoria de Tarapacá no cambió el curso de la guerra y las tropas peruanas optaron por retirarse al norte, desocupando el departamento de Tarapacá hasta llegar a Tacna. A Cáceres se le confió la vigilancia del litoral situado en las inmediaciones de Ilo. Luego fue trasladado a Tacna, donde el alto mando dispuso una concentración de fuerzas, cooperando en la reorganización del Ejército del Sur del Perú. Dicho ejército fue desplegado alrededor de la ciudad de Tacna con el objetivo de unir fuerzas con el ejército boliviano que era dirigido por el presidente de Bolivia en persona, el general Narciso Campero.
El ejército chileno desembarcó más al norte de Tacna, entre Ilo y Pacocha, sin hallar oposición; desde allí atacaron a las posiciones peruanas. Se libró la batalla del Alto de la Alianza o de Tacna, el 26 de mayo de 1880, donde Cáceres, otra vez al frente de batallón Zepita, tuvo una notable participación. Combatió con tanto ardor y con gran riesgo para su vida que sufrió la pérdida de dos caballos, y cuando la derrota era ya definitiva, reunió a los soldados dispersos y cuidó el orden de la retirada. Propuso reforzar la plaza de Arica, pero el comando dio por terminada la campaña y Cáceres se encaminó a Lima, donde llegó en agosto de 1880 para ayudar en la organización de la defensa de la capital.
En Lima, Cáceres fue nombrado comandante de la 5.º división de la reserva. Pasó a Huaral para entrenar a sus tropas. Por el camino iba reclutando los restos del ejército peruano junto a civiles que armaba. En octubre de 1880 fue reconocido como coronel efectivo.
El dictador Nicolás de Piérola Villena, quien dio un golpe de Estado al gobierno de Mariano Ignacio Prado Ochoa, preparó la defensa de Lima. Cáceres sostuvo que el desembarco del enemigo ocurriría más seguramente en el sur, pero Piérola, que decía tener información fidedigna al respecto, insistió en que aquello ocurriría en el norte, en el balneario de Ancón, hacia donde mandó un gran contingente de tropas. Tal como lo había prevenido Cáceres, las tropas chilenas desembarcaron en el sur, primero en Pisco, y finalmente en Chilca y Curayacu, zonas prácticamente desguarnecidas. Estaban bajo el mando del general Manuel Baquedano.
Con las tropas chilenas desplegándose por el sur, las fuerzas peruanas, en su mayoría integrada por civiles, esperaron el ataque del enemigo a la capital. Piérola formó en el sur de Lima, dos líneas defensivas extensas: la de San Juan, compuesta por trincheras y que iba desde el Morro Solar hasta Monterrico Chico, y la de Miraflores, que era la línea de reductos, que iba desde Armendáriz hasta el camino a Chosica.
Cáceres participó en las batallas de San Juan el 13 de enero de 1881, donde tuvo a su mando el IV Cuerpo. Tuvo que retirarse a Miraflores luego de haber sufrido fuertes pérdidas. Chorrillos y Barranco fueron incendiados, y según testimonios, parte de la tropa chilena se entregó a la embriaguez y a la reyerta. Esa misma noche Cáceres y César Canevaro insistieron en avanzar hacia Chorrillos, al frente cinco mil o más soldados peruanos, para hacer un ataque sorpresa a los chilenos. Piérola se negó a autorizar esta operación que consideró muy riesgosa. Aunque Cáceres, en sus memorias, insiste en sostener que se perdió una oportunidad única para infligir al enemigo un grave revés, lo cierto era que, descontando a los soldados chilenos ebrios e indisciplinados (quienes, según cálculos del historiador Carlos Dellepiane, no sobrepasaban el número de dos mil ), el grueso del ejército chileno se hallaba a cubierto de una sorpresa.
Dos días después, el ejército chileno venció la línea de Miraflores, donde Cáceres sufrió la perforación del fémur derecho. Acudió al puesto ambulatorio establecido en la calle de San Carlos y luego al ubicado en el colegio de San Pedro, donde fue atendido por el doctor Belisario Sosa. Pronto los chilenos inquirieron sobre su estado de salud, por lo que temió ser capturado, escondiéndose entonces en la celda del padre superior del Convento de San Pedro. El 15 de abril de 1881, todavía convaleciente y con la ayuda de su esposa y algunos amigos, salió de Lima, dirigiéndose hacia Jauja, en la sierra central.
El 26 de abril de 1881, el presidente Piérola lo nombró Jefe Político y Militar de los Departamentos del Centro de la República,Juan Martín Echenique. Por su parte, la Asamblea Nacional reunida en Ayacucho lo ascendió a General de Brigada (26 de mayo de 1881), por el heroísmo demostrado en las cinco batallas principales en las que actuó: San Francisco, Tarapacá, Tacna, San Juan y Miraflores.
en reemplazo deEn julio de 1881 el gobierno de Francisco García Calderón intentó atraerlo a su servicio ofreciéndole la primera vicepresidencia, pero Cáceres reiteró su adhesión a Piérola. En octubre, Piérola lo nombró ministro de Guerra. En noviembre, los jefes y oficiales de su ejército se rebelaron contra Piérola y le ofrecieron la presidencia de la república, que no quiso aceptar, pues consideró más apropiado respaldar (ahora sí) al presidente García Calderón Landa, que acababa de ser confinado a Chile por negarse a firmar la paz con cesión territorial. En la práctica, su lealtad fue hacia el vicepresidente Lizardo Montero, que asumió el gobierno en reemplazo del presidente deportado. Cáceres se conformó con mantenerse en el cargo de Jefe político y militar de los departamentos del Centro. Por entonces ya había empezado la campaña de la Breña.
La razón del abandono de su adhesión a Piérola se debió a que fue convencido de que con el gobierno de García Calderón/Montero se podría llegar a la paz con Chile a través de la mediación del ministro estadounidense en Lima, general Hurlbut, sin contemplar la cesión territorial. Pero esta expectativa no se cumplió y Piérola llegó incluso a afirmar que la defección de las fuerza militares de Cáceres en el centro y las de Montero en el sur, hicieron frustrar un supuesto ataque combinado que tenía planeado hacer con Bolivia para recuperar Tarapacá y Arica, así como otro ataque masivo a Lima. Cáceres, en sus Memorias, negó rotundamente haber sido informado de la existencia de tal plan.Ricardo Palma, firmada con el seudónimo de Hiram y publicada en el diario El Canal de Panamá (11 de enero de 1882), donde llama traidor a Cáceres por pasarse al bando de García Calderón, y propiciar así, según su opinión, el fracaso de los planes de Piérola de contratacar a los chilenos.
Existe también una carta dePosteriormente, el Congreso instalado en Arequipa nombró a Cáceres segundo vicepresidente de la República (23 de abril de 1883), en el que nominalmente se mantuvo hasta el fin del gobierno de Montero, poco después de la firma de la paz de Ancón.
Con fuerza y mucho carisma, Cáceres pudo levantar a las poblaciones de la cordillera para resistir la invasión chilena, especialmente gracias al apoyo completamente beligerante de la Iglesia peruana, dirigida desde el Convento de Santa Rosa de Ocopa. Estableció como su centro de poder el valle del Mantaro y a Ayacucho como su reserva.
Su ejército, que empezó con unos cuantos oficiales y 16 gendarmes convalecientes en el hospital de Jauja, llegó en su momento máximo a más de 3000 hombres. Sus soldados vestían modestamente aunque con igualdad de trajes; usaban mayormente fusiles Peabody y contaban con algunos cañones venidos a través de Bolivia. Pero carecían de caballería. Fue denominado Ejército del Centro. Era, efectivamente, un ejército orgánico, compuesto, en parte, de veteranos, sirviéndose de los guerrilleros solo como tropas de choque. Buena parte de estos estaban armados de rejones, lanzas y hondas; también eran expertos en el empleo de galgas que hacían rodar desde lo alto de los cerros sobre los pasos estrechos y desfiladeros. No obstante, los chilenos no reconocieron a estas tropas como ejército, calificándolo de guerrillas o montoneras, y por lo tanto, fuera de las formalidades de la guerra.
A lo largo de esta campaña, Cáceres fue apodado «el Brujo de los Andes», apelativo debido a que siempre burlaba las maniobras envolventes planeadas por los oficiales chilenos, y por la forma de dirigir sus ataques, actuando con tanta fluidez que parecía estar presente en todas partes.
Se hacía perseguir por terrenos difíciles hasta alturas insoportables para los adversarios, quienes caían víctimas del soroche; otra argucia que usaba era poner las herraduras de los caballos de forma inversa para despistar al ejército chileno.a) Primera expedición contra Cáceres.- Los chilenos enviaron contra Cáceres una primera expedición, muy confiados de obtener un triunfo rápido. El encargo fue dado a la División del teniente coronel Ambrosio Letelier, que logró llegar hasta la ciudad de Huancayo, cometiendo exacciones en las poblaciones adonde llegaba.Patricio Lynch (gobernador chileno de la ocupación) ordenó el regreso a Lima de la División Letelier. Este fue el primer fracaso chileno contra Cáceres.
En todo su trayecto, los soldados de Cáceres hostilizaron a estas tropas, logrando, además, arrebatarles el cupo de dinero y víveres que habían obtenido en Huancayo. Ante su impotencia para derrotar a los "breñeros", el contralmiranteLetelier demoró en retornar a Lima. En el trayecto destacó a una de las compañías del Regimiento Buín 1.° de Línea en la hacienda Sángrar (en la provincia de Canta y de propiedad de Norberto Vento), con el objeto de reaprovisionarse y descansar. Avisado el coronel peruano Manuel de la Encarnación Vento, que se encontraba en las cercanías, avanzó con sus tropas reforzadas por 50 guerrilleros canteños. Con esta fuerza sorprendió a los chilenos, acorralándolos en la hacienda Sángrar (26 de junio de 1881). Los chilenos se atrincheraron en el edificio de la capilla, dando tenaz resistencia. El resultado de este encarnizado combate de Sangrar fue favorable a los peruanos, que se retiraron rescatando el ganado que había confiscado el enemigo y llevándose dos prisioneros, así como 48 fusiles Comblain y abundantes cartuchos. A Letelier, que durante toda la campaña envió informes telegráficos a Lima sobre sus ficticios triunfos sobre masas de indígenas (que ni el mismo Lynch se los creyó) , no le quedó sino apresurar la retirada, cargando con los restos de su maltrecha División. Ya en Lima, fue sometido a juicio por apropiarse de los cupos cobrados indebidamente a las poblaciones. El departamento de Junín quedó momentáneamente libre de chilenos.
b) Segunda expedición contra Cáceres. Pucará, Marcavalle y Concepción.- Cáceres estableció su cuartel en Tarma, donde organizó nuevos batallones y se armó con cuatro piezas Krupp de retrocarga. Luego y de forma sucesiva estableció su cuartel en Chicla, Matucana y finalmente en Chosica, muy cerca de Lima, en octubre de 1881. Ante ello, Lynch organizó una segunda expedición, mucho más poderosa que la anterior. La dividió en dos divisiones, una a su propio mando, de 3000 hombres, que avanzaría hacia Canta y atacaría a Cáceres por la retaguardia; la otra, de 1500 hombres, bajo el mando del coronel Pedro Gana, que marcharía vía ferrocarril hacia Chicla, para atacar al adversario frontalmente. Era principios de 1882. Lynch trataba así de ejecutar la clásica maniobra envolvente, pero falló ante la habilidad del jefe peruano, que se retiró, oportunamente, hacia Tarma. Ante esta situación, Lynch decidió volver a Lima, encomendando al coronel Gana la persecución de Cáceres, para lo cual reforzó su destacamento hasta completarlo en 3000 hombres. Gana, por su parte, dejó el mando de la división al coronel Estanislao del Canto, y volvió también a Lima.
De Tarma, Cáceres pasó a Jauja y de allí a Huancayo, donde pasó revista a sus tropas, que sumaban 1300 hombres. Mientras tanto, Del Canto iba a su encuentro. Cáceres optó entonces por retirarse más al interior, pero al avanzar hacia Pucará se encontró con las fuerzas chilenas. Se produjo entonces el Primer Combate de Pucará (5 de febrero de 1882). Si bien inicialmente los chilenos creyeron tener éxito, se encontraron luego con una segunda línea de combate separada de ellos por una quebrada de difícil acceso, donde no podía maniobrar su caballería. Pronto descubrieron una tercera línea de fuego que los atacaba desde una altura dominante. Se produjeron una serie de combates escalonados. Fatigadas sus tropas, Del Canto ordenó la retirada hacia Sapallanga y luego hacia Huancayo, mientras que Cáceres continuó ordenadamente su marcha hacia Ayacucho. Durante el combate, Cáceres, gracias a su guardia personal, se salvó de una arremetida que para matarlo había desplegado un escuadrón de caballería enemiga.
De Pucará, Cáceres marchó por Acostambo, Huancavelica y Acobamba, y de allí a Julcamarca donde una terrible tempestad mermó sus fuerzas considerablemente, quedando reducido a 400 hombres, famélicos y harapientos. No obstante, continuó su marcha hacia Ayacucho. Se enteró que el coronel Arnaldo Panizo, subordinado suyo, se hallaba cerca de Ayacucho; este militar se había negado a entregarle sus tropas, las cuales sumaban 1700 hombres. A pesar de contar con menos fuerzas, Cáceres atacó a Panizo en Acuchimay, triunfando e incorporando esas tropas a su ejército (22 de febrero de 1882).
En Ayacucho, Cáceres se reorganizó durante algunos meses y logró reunir un ejército de 4000 hombres, con quienes salió nuevamente en campaña, en junio de 1882, rumbo hacia el valle del Mantaro, haciendo previamente movimientos de observación e incentivando a las guerrillas lugareñas a atacar al enemigo. Muchos pueblos de la región se le sumaron alborozados pues la incursión chilena se había hecho odiosa por sus exacerbados abusos y sus demostraciones de racismo hacia el hombre andino.
Cuando estuvo listo, Cáceres preparó un avance sobre las guarniciones chilenas de Marcavalle y Pucará, que se produjo el 9 de julio de 1882. Los peruanos atacaron por tres frentes: por la izquierda Tafur, por el centro Secada y por la derecha el propio Cáceres. Se produjo el segundo combate de Pucará y el combate de Marcavalle. La resistencia chilena solo duró quince minutos; luego entraron en acción los guerrilleros indígenas y los chilenos fueron perseguidos hasta Sapallanga Simultáneamente, entre el 9 y 10 de julio, la guarnición chilena de Concepción (que se hallaba al mando del capitán Ignacio Carrera Pinto), sufrió el ataque de los guerrilleros indígenas de Comas (al mando del coronel Juan Gastó), librándose el combate de Concepción, donde fueron exterminados los chilenos. A todas estas acciones se les conoce globalmente como el triple triunfo de Cáceres en Pucará-Marcavalle-Concepción.
Los chilenos retrocedieron hacia Huancayo, donde se hallaba el grueso de su división, y el día 11 de julio emprendieron la retirada a toda prisa, pasando por Jauja y Tarma, rumbo a Lima. El 19 de julio Cáceres ingresó triunfante en Tarma, cuando ya los chilenos se habían retirado. Coincidentemente, seis días antes, al otro extremo del Perú, los pobladores de Cajamarca se levantaban contra los abusos de una expedición chilena y lo derrotaban en la sangrienta batalla de San Pablo, triunfo peruano que no tuvo mayor significado que el de ser una singular gesta cívica protagonizada por los cajamarquinos, que luego sufrieron una feroz represalia chilena.
Comprendiendo Cáceres que sus enemigos debían retroceder en fuga y cargados de enfermos, ordenó al coronel Tafur que se adelantase para destruir el puente de La Oroya, ya que así quedaría cortado el camino hacia Lima. Pero Tafur no cumplió con la orden dada y Cáceres no pudo acabar con la estropeada División Del Canto, la que logró pasar por el puente de La Oroya en fuga salvadora hacia Lima. De todos modos, la segunda expedición chilena contra Cáceres había fracasado rotundamente: el número de bajas chilenas llegó a casi el 20% de la división, sin contar los enfermos e inutilizados. Muchos breñeros exhibían con orgullo las cabezas y restos mutilados de los soldados chilenos. Por segunda vez, el departamento de Junín quedó libre de invasores chilenos.
Por entonces, los chilenos presionaban al presidente García Calderón (entonces confinado en Chile) a que firmara la paz con cesión territorial. Las mismas presiones sufría el contralmirante Lizardo Montero, el vicepresidente establecido en Arequipa. Ambos mandatarios rechazaron tales exigencias, pero sucedió entonces el llamado Grito de Montán, el 31 de agosto de 1882, proclamado por el general peruano Miguel Iglesias, jefe de las tropas del norte, quien consideraba necesario firmar ya la paz, incluso con cesión territorial, antes que los chilenos continuaran destruyendo lo poco valioso que quedaba en el Perú. Cáceres rechazó tal planteamiento y anunció su voluntad de continuar la lucha.
c) Tercera expedición contra Cáceres. Huamachuco.- Los chilenos, viendo en Cáceres un obstáculo para finalizar la guerra, en abril de 1883 organizaron una tercera expedición contra el ejército de la Breña, esta vez mucho más poderosa que las anteriores, que reunía a 12 000 soldados, que mezclaban a veteranos con reclutas de los nuevos batallones enviados del sur, pero mejor equipados. Así, sobre Canta marchó la División León García con 2000 hombres; al mismo tiempo la División Del Canto se adelantó sobre Sisicaya con 1500 soldados; luego, la División Urriola con 3000 regulares se dirigió por el valle del Rímac; la División Gorostiaga caminó hacia Cajamarca con 2600 hombres; y finalmente, rumbo a Huaraz se dirigió la División Arriagada compuesta de 3000 soldados.
Mientras tanto, Cáceres decidió movilizarse hacia el norte para reforzar su posición y además para debilitar a Iglesias. El 1 de junio de 1883 llegó a Huánuco. Luego, atravesó el Callejón de Huaylas, cruzó la Cordillera Blanca, por un abra de 4800 msnm, subiendo después de la laguna de Llanganuco; de bajada, Vaquería, Seccha, Acobamba y llegó a Pomabamba, con dirección Norte hasta Huamachuco.
El 10 de julio de 1883, las fuerzas de Cáceres se enfrentaron a la división chilena del coronel Alejandro Gorostiaga en la batalla de Huamachuco. El ejército de Cáceres se dividía en dos: el Ejército del Centro, comandado por el coronel Francisco de Paula Secada, y el Destacamento del Norte, comandado por el coronel Isaac Recavarren. Según la versión oficial chilena, las tropas peruanas ascendían a unos 3800 hombres, mientras que las fuerzas de Gorostiaga no pasaban de 1500 a 1600, la mayoría reclutas. Según la versión de Cáceres, las fuerzas de los chilenos sumaban de 2000 a 2200 hombres, mientras que las tropas peruanas no pasaban de 2000, habiendo sido mermadas considerablemente con las deserciones, la larga marcha y las enfermedades. Los chilenos se parapetaron en el cerro Sazón, mientras que Cáceres ocupó la altura del Cuyurga y de otros cerros situados frente al Sazón; ambas posiciones se hallaban separadas por la pampa de Purrubamba. La batalla empezó muy de mañana, cuando dos compañías chilenas bajaron del Sazón y avanzaron por la pampa hasta llegar al pie del Cuyurga, siendo rechazados por los peruanos; una y otra vez el avance de los chilenos se repitió infructuosamente, generalizándose así la lucha, mientras se producía un cañoneo de una a otra altura. Cuatro horas después, las huestes de Cáceres eran dueñas de la pampa y se hallaban al pie de las pendientes del Sazón. Cáceres ordenó entonces bajar la artillería a la llanura para atacar con ella al desmoralizado enemigo y precipitar su desbande; la victoria parecía inminente, pero fue entonces cuando a los soldados peruanos se les acabaron las municiones, a lo que se sumaba la falta de bayonetas, indispensable para la lucha de cuerpo a cuerpo. Los chilenos aprovecharon esta situación e iniciaron un contraataque a bayoneta, apoyados por su caballería, la cual desbarató el transporte de las piezas de artillería. Luego de cinco horas y media de lucha, Cáceres fue derrotado.
En las semanas posteriores, la resistencia en la sierra central prosiguió. El 8 de agosto de 1883, los montoneros dirigidos por el soldado raso de origen indígena y veterano de las campañas de Tarapacá y la Breña, Aparicio Pomares, derrotaron a los chilenos en el cerro Jactay y liberaron Huánuco. En septiembre, los iquichanos se levantaron en Huanta (localidad de Ayacucho) contra la ocupación chilena y castigaron a los colaboracionistas.
d) Cuarta expedición contra Cáceres.- Si bien se ha dicho que Huamachuco significó el fin de la guerra, lo cierto es que Cáceres no se dio por vencido y marchó hacia Ayacucho, dispuesto a organizar un nuevo Ejército de la Breña.
Desde Huancayo (localidad de Junín) el comando chileno envió contra Cáceres una cuarta expedición, bajo el mando del coronel Martiniano Urriola. En el trayecto sufrió el acoso de los guerrilleros, motivando bárbaras represalias de parte del jefe chileno. Urriola entró por fin en Ayacucho el 1 de octubre, mientras Cáceres se retiraba a Andahuaylas (localidad de Apurímac) para organizar su nuevo ejército. Urriola permaneció hasta mediados de noviembre en Ayacucho.
Ante el peligro de no poder conseguir aprovisionamiento, en noviembre Urriola retornó a Huancayo; en el trayecto volvió a sufrir el acoso de los guerrilleros ayacuchanos. Para salir, debió vadear el río porque el puente estaba cortado y en el Combate de Izcuchaca, el 15 de noviembre, debió abrirse paso por el puente Verrugas clausurado y defendido por montoneros. Por su parte, Cáceres salió de Andahuaylas al frente de su nuevo ejército y emprendió la persecución de Urriola, pasando por Ayacucho, Huancavelica, hasta llegar a Tarmatambo en Junin. Allí se enteró que la paz con Chile ya era un hecho consumado: el gobierno peruano encabezado por Miguel Iglesias había firmado el Tratado de Ancón el 20 de octubre del mismo año, reconociendo la derrota y dando por terminada la guerra con Chile. Los chilenos recibieron la orden de abandonar la sierra central y replegarse a Lima. Cáceres se negó a reconocer el tratado y persistió en su resistencia, justificando su actitud de esta manera:
Su esperanza radicaba en el llamado Ejército del Sur, estacionado en Arequipa y bajo el mando de Lizardo Montero. Pero dicho ejército se disolvió sin disparar un tiro y fue entonces cuando Cáceres vio perdida toda posibilidad de ganar la guerra. Pero mantuvo por algún tiempo su cuartel en Huancayo, sin que los chilenos se arriesgaran a ocuparlo. Las fuerzas invasoras aún mantenían ocupada la localidad de Jauja, lo que sería su último bastión en la sierra central. Patricio Lynch envió a su secretario, el doctor Armstrong, como delegado para instar a Cáceres a un arreglo, a base de que reconociese el Tratado de Ancón, a lo cual el general peruano respondió:
Solo después de la total repatriación de las fuerzas chilenas y ante los hechos consumados, fue que Cáceres se vio obligado a reconocer el tratado de Ancón, pues consideró que era necesario iniciar de una vez la reconstrucción del país (6 de junio de 1884).
Pero no reconoció al gobierno firmante, es decir, el gobierno de Iglesias, y se empecinó en desalojarlo del poder. La oposición de Cáceres al gobierno de Iglesias originó una guerra civil, ante la consternación mundial que no entendía que eso pudiera ocurrir tras el fin de una guerra internacional tan larga y devastadora. Los partidarios de Cáceres se llamaban los «rojos» y los de Iglesias los «azules» por el color del gorro o quepí militar. En una primera fase, Cáceres atacó Lima, el 27 de agosto de 1884, pero fue rechazado. Se retiró entonces hacia el interior y reorganizó sus fuerzas. Las fuerzas gobiernistas, confiadas en su superioridad, partieron a combatirle. Entonces Cáceres sacó a relucir sus dotes de estratega y mediante una maniobra militar conocida como la «huaripampeada», engañó a las fuerzas de Iglesias atrayéndolas hacia las vecindades de Jauja (sierra central) y dejándolas allí aisladas, mientras él y sus fuerzas marchaban a Lima. Iglesias fue cercado en Palacio de Gobierno; viendo que el descontento hacia su gobierno era generalizado, renunció el poder el 3 de diciembre de 1885 y pasó al exilio. Se hizo cargo del poder el Consejo de Ministros, presidido por Antonio Arenas Merino, quien se encargó de convocar a elecciones generales.
A los tres días de instalado el Consejo de Ministros, se ordenó la realización de elecciones populares. La postulación de Cáceres a la presidencia fue hecha por su partido, el Constitucional, tras el cual se ocultó el Partido Civil, el partido de la oligarquía. Y es que esta, al no poder tomar directamente el poder, tuvo que secundar a un caudillo militar para conquistarlo. La candidatura de Cáceres no tuvo rivales; solo el Partido Demócrata de Piérola formó la oposición, aunque sin lanzar candidatos. La elección de Cáceres fue pues inevitable.
Cáceres asumió el mando el 3 de junio de 1886. Su mandato (de cuatro años, según la Constitución de 1860) significó la liquidación de la situación caótica originada por la guerra y a la vez el restablecimiento de la paz interna. Fue entonces cuando se sentaron las bases de la Reconstrucción Nacional.
En lo que respecta a la política interna, Cáceres gobernó con el apoyo de su partido, el Constitucional (integrado por sus amigos y partidarios), así como del Partido Civil. El Partido Demócrata, liderado por Nicolás de Piérola, no lo apoyó, pero tampoco le hizo oposición, porque consideraba que la nación necesitaba paz para la reconstrucción. Una característica de este régimen fue la inestabilidad ministerial (hubo en total diez consejos de ministros) debido a la amenaza de censura aplicada destempladamente por una minoría parlamentaria, de tendencia liberal, que también obstruyó por mucho tiempo la aprobación de importantes medidas, como la firma del Contrato Grace, por lo que acabó siendo expulsada del parlamento y reemplazada.
Un acontecimiento importante fue el discurso de Manuel González Prada en el Teatro Politeama en 1888, en el que se criticaba ferozmente al pasado republicano y a sus líderes, entre ellos Cáceres, así como un acentuado antichilenismo. Una frase de este discurso se ha mantenido en la memoria de los peruanos: «¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!». González Prada fundó el partido Unión Nacional, que se constituyó en la extrema izquierda del espectro político de entonces.
Punto trágico de este gobierno fue el sometimiento de las guerrillas campesinas indígenas en armas desde la Guerra con Chile, y que se oponían a volver al control de los terratenientes blancos. Cáceres envió contra ellos a las tropas del nuevo ejército peruano, los cuales derrotaron a los rebeldes, los mismos que hacía pocos años atrás habían sido breñeros al lado de Cáceres.
En el aspecto económico, los problemas más urgentes eran los siguientes:
El gobierno de Cáceres encaró este problema de la siguiente manera:
El problema de la explotación del petróleo en el yacimiento de La Brea y Pariñas, y que demandó la atención de casi todos los gobiernos peruanos hasta los años 1960, se originó inmediatamente después de la guerra con Chile, cuando se discutía el Contrato Grace. Dicho yacimiento pertenecía entonces a Genaro Elguero, y en la medición que se hizo en 1888 para el pago del impuesto correspondiente, se determinó erróneamente que solo abarcaba 10 pertenencias, determinándose el impuesto en solo 150 soles al semestre (15 soles por pertenencia). En 1890 el yacimiento pasó en arrendamiento a la empresa angloestadounidense London Pacific Petroleum Co., por 99 años, operándose de esta manera la penetración del capitalismo inglés en la naciente industria petrolífera.
Cáceres designó a su vicepresidente y partidario Remigio Morales Bermúdez como su candidato para las elecciones presidenciales programadas para el 13 de abril de 1890. Como contrincantes se presentaron Francisco Rosas, candidato por el Partido Civil; y Nicolás de Piérola, líder del Partido Demócrata. Como este último se mostraba como el favorito de los votantes, el gobierno se propuso ponerlo fuera de juego. Los principales dirigentes demócratas fueron perseguidos y encarcelados, Piérola entre ellos. Este instó entonces a sus seguidores a que se abstuvieran de votar. Contando, pues, con el control total del proceso electoral, Morales Bermúdez resultó elegido presidente de la República para el período 1890-1894.
Tras entregar el poder a su sucesor, Cáceres pasó a ejercer como ministro plenipotenciario en Inglaterra y Francia. En 1892 fue elegido Diputado por la provincia de Andahuaylas y en 1894 fue elegido como senador por Ayacucho .
Cáceres retornó en 1894, cuando finalizaba el gobierno de Morales Bermúdez, iniciando su campaña electoral para volver a la presidencia. Contaba naturalmente con el apoyo del gobierno. Pero el 23 de marzo de ese año Morales Bermúdez enfermó gravemente y dejó de gobernar; según la Constitución debía asumir el mando el primer vicepresidente Pedro Alejandrino del Solar, pero el Consejo de Ministros no quiso entregarle el poder, ya que Del Solar no le inspiraba confianza, pues se había mostrado contrario al apoyo gobiernista hacia la candidatura de Cáceres. Morales Bermúdez falleció el 1 de abril, día en que coincidentemente debía celebrarse las elecciones para elegir a su sucesor, las cuales fueron suspendidas.
Los caceristas presionaron para que el mando provisional fuera transferido al segundo vicepresidente, Justiniano Borgoño. Así se hizo y la misión del nuevo mandatario era convocar a nuevas elecciones. Pero Borgoño, además de la elección del Presidente, dispuso que se renovara totalmente el Congreso, argumentando que su composición no era representativa y que no gozaba de ninguna autoridad ni prestigio. Esto constituía un acto inconstitucional pues solo se podía renovar el Congreso por tercios. En realidad, Borgoño buscaba allanar el camino para la elección de su líder, el general Cáceres. Este, contando con el apoyo de todo el aparato gobiernista, triunfó y asumió el poder el 10 de agosto de 1894.
El segundo gobierno de Cáceres carecía de legitimidad y popularidad, por lo que fue inevitable que surgiera la guerra civil. La oposición fue liderada por el caudillo Nicolás de Piérola, fundador del Partido Demócrata, que se había unido a los civilistas, formando así la llamada la Coalición Nacional. La bandera de los revolucionarios era la libertad electoral, el fin del militarismo en el gobierno y la abolición de la contribución personal. En las provincias surgieron las montoneras pierolistas y caceristas, que lucharon entre sí. Desde Chincha, Piérola avanzó a Lima donde entró encabezando a sus huestes por la Portada de Cocharcas, el 17 de marzo de 1895. Durante tres días se prolongó la lucha en la capital, a pesar de que los caceristas habían sido forzados a retroceder a Palacio de Gobierno. Se calcula que murieron alrededor de mil personas, cuyos cadáveres quedaron insepultos, amenazando con desatar una epidemia. Frente a tal situación, el cuerpo diplomático se reunió y logró una tregua de 24 horas entre los dos bandos para sepultar los cuerpos. La paz fue prorrogada, y Cáceres, al ver que la mayoría del país estaba en su contra, renunció y partió al extranjero. Finalizó así la guerra civil, que propició la ascensión de Nicolás de Piérola, inaugurándose un nuevo período en la historia republicana del Perú (La República Aristocrática).
Luego de vivir en Buenos Aires de 1895 a 1899, Cáceres regresó al Perú y residió en Tacna y Arica, las provincias entonces bajo administración de Chile y que estaban a la espera de la realización del plebiscito que debería decidir su destino final. Como jefe del Partido Constitucional, Cáceres tuvo influencia en la política nacional durante la llamada República Aristocrática, época de predominio del civilismo. Fue elegido senador por El Callao entre 1901 y 1906 . Fue ministro plenipotenciario en Italia (1905-1909) y Alemania (1911-1914) y, de regreso al Perú, presidió la convención de partidos que en 1915 designó a José Pardo y Barreda como candidato a la presidencia de la República. Pero desde 1918 conspiró contra este gobernante y apoyó el golpe de estado de Augusto B. Leguía, que ocurrió el 4 de julio de 1919 y que fue el punto de partida del Oncenio.
La Asamblea Nacional, por ley N.º 4009 del 10 de noviembre de 1919, y en reconocimiento a su brillante conducción de la campaña de la resistencia contra Chile, le confirió el grado de Mariscal del Perú, asignándole una renta anual. Fue el único militar de la guerra del Pacífico (incluyendo a los de Chile) que llegó a ese máximo grado.
Se retiró al balneario de Ancón, donde falleció el 10 de octubre de 1923, a la edad de 90 años. Su muerte y entierro dieron lugar a una jornada de duelo nacional.
Su valioso testimonio de la guerra del Pacífico lo trasmitió a su hija, la escritora Zoila Aurora Cáceres, y al comandante Julio C. Guerrero, que fuera su adjunto militar en Berlín. La primera los dio a conocer en La campaña de la Breña (1927); y el segundo utilizó esos informes para publicar La guerra entre el Perú y Chile (Madrid, 1924) y Memorias del general Cáceres (Berlín, 1924 y Lima, 1973).
En el Perú, Cáceres es visto como un símbolo de la resistencia contra Chile, durante la guerra del Pacífico, un héroe que nunca se doblegó y que hasta el último instante organizó fuerzas para mantener viva la resistencia, pese a los reveses. Su figura es ampliamente recordada en la memoria colectiva de los pobladores de la sierra peruana, muchas veces a través de las tradiciones orales legadas por los descendientes de quienes conformaron el Ejército del Centro y las fuerzas guerrilleras de cada pueblo; otras veces mediante variadas manifestaciones culturales y folklóricas, como es el caso de las existentes en los Valles de Yanamarca-Acolla, San Jerónimo de Tunán, Hualhuas, Pucará, Chupaca y Sicaya en el valle del Mantaro.
En los últimos años, en reconocimiento de este simbolismo, un grupo de veteranos militares peruanos han organizado y adoptado el nombre Etnocacerista después de Cáceres. Los etnocaceristas ahora componen una fuerza política en el país andino.
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