En la mitología griega, Argos Panoptes (Άργος Πανοπτης, Argos ‘de todos los ojos’) era un gigante con cien ojos. Era por tanto un guardián muy efectivo, pues sólo algunos de sus ojos dormían en cada momento, habiendo siempre varios otros aún despiertos. Era un fiel sirviente de Hera.
Su gran servicio al panteón olímpico fue matar al monstruo ctónico con cola de serpiente Equidna cuando ésta dormía en su cueva (Homero: Ilíada, ii.783; Hesíodo: Teogonía, 295ff; Apolodoro: Biblioteca mitológica, II,1,2).
El último trabajo de Argos para Hera fue guardar una ternera blanca de Zeus. «Ata esta vaca con cuidado a un olivo en Nemea», le encargó. Hera sabía que la ternera era en realidad Ío, una de las muchas ninfas con las que Zeus se estaba apareando para establecer el nuevo orden. Para liberarla, Zeus mandó a Hermes que matase a Argos. Hermes lo logró disfrazándose de pastor y haciendo que todos los ojos de Argos cayesen dormidos con el sonido de su flauta de cañas y con historias. Luego lo decapitó con una espada en forma de media luna o, según una versión alternativa, arrojándole una pedrada.
Para conmemorar a su fiel guardián, Hera hizo que los cien ojos de Argos fuesen preservados para siempre en las colas de los pavos reales (Ovidio: Las metamorfosis I, 625; Apolodoro, Biblioteca mitológica II,1,3).
Sobre la genealogía de Argos Panoptes hay varias versiones, que lo hacen hijo de Agénor, de Ínaco, de Arestor y Micene, del rey Argos e Ismene, o de la Tierra, engendrado por ella misma. Algunos autores le atribuyen la paternidad de Yaso, rey de Argos, con la ninfa Ismene, la hija de Asopo.
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