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Burnout (síndrome)



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El síndrome de desgaste profesional[1]​ (en inglés, occupational burnout; coloquialmente, del trabajador quemado[2]​) es un padecimiento que se caracteriza por una respuesta prolongada de estrés ante los factores estresantes emocionales e interpersonales en el trabajo, que incluye fatiga crónica, ineficacia y negación de lo ocurrido.[3][4]

No se encuentra reconocido en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM)[5]​ aunque sí es mencionado brevemente en la Clasificación internacional de enfermedades bajo el código Z 73.0,[6]​ pero dentro del apartado relativo a “problemas relacionados con el abordaje de las dificultades de la vida”. Cabe indicar, eso sí, que en algunos países europeos a los pacientes con desgaste profesional se les diagnostica con el síndrome de neurastenia (ICD-10, código F 48.0), siempre que sus síntomas estén asociados al trabajo,[7]​ en concordancia con la lógica de planteamientos presentes en algunas investigaciones, que la vinculan con el síndrome de burnout, considerándolo, por lo tanto, como una forma de enfermedad mental.[8][9]

Para Fabián Quiroga, se trata de estrés laboral.[10]

El síndrome de desgaste profesional también se conoce como síndrome de desgaste ocupacional (SDO), síndrome del trabajador desgastado, síndrome del trabajador consumido, síndrome de quemarse por el trabajo, síndrome de la cabeza quemada y, coloquialmente, como síndrome del profesional quemado, síndrome del quemado y síndrome del trabajador quemado. En francés, se le conoce como surmenage (estrés), pero es una construcción de la que se pueden desprender un sinnúmero de definiciones, por lo que es posible indicar la inexistencia de una única conceptualización.[11][12][13][14]​ y que han incidido también en la aparición de diferentes modelos explicativos.[15][16]

Desde la aparición del primer concepto de síndrome de desgaste profesional en 1974, presentado por Herbert Freudenberger,[17]​ muchos investigadores han aportado innumerables conceptos, entre los que vale la pena nombrar a Pines y Kafry (1978),[cita requerida] Dale (1979),[cita requerida] Edelwich y Brodsky 1980,[cita requerida] Maslach y Jackson (1981),[cita requerida] Feigley (1984)[cita requerida] y a Raedeke y Smith (2001).[cita requerida]

Este síndrome lo describió por primera vez H. B. Bradley en 1960, como metáfora de un fenómeno psicosocial presente en oficiales de policía de libertad condicional, utilizando el término staff burnout.[18]

Posteriormente, en 1974, Freudenberger propuso un concepto centrado en un estudio netamente organizacional. Propuso que son sentimientos de agotamiento y frustración, además de cansancio, que se generan por una sobrecarga de trabajo, e incluyó, en su explicación, el término de adicción al trabajo, y fue también el primero en proponer este tipo de relación asociada a un desequilibrio productivo. Posteriormente, en 1980, amplió su teoría y conceptualización, y agregó que estos sentimientos se deben a cargas irracionales de trabajo que se imponen a sí mismos o que les imponen quienes los rodean.[cita requerida]

Para este mismo año aparece Cherniss, quien lo concibió como un proceso y propuso tres momentos, uno asociado a un desequilibrio entre la carga laboral y las posibilidades del sujeto de responder de forma óptima a esta, un segundo momento que habla de la presencia de una respuesta emocional negativa fuerte y un último momento que propone un cambio conductual y actitudinal en el que se sumerge el sujeto. Contemporánea a esta propuesta, surgió la de Edelwich y Brodsky, quienes lo relacionaron más con una pérdida progresiva de la energía, motivación e ideal asociada a las profesiones de ayuda a su cargo y propusiaron también fases progresivas, entusiasmo, estancamiento, frustración y apatía.[cita requerida]

Por otro lado, en 1976, la psicóloga social Christina Maslach lo presentó ante un congreso de la Asociación Estadounidense de Psicología (APA), y lo definió como un síndrome tridimensional que consideraba como dimensiones de análisis a los siguientes constructos: agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal, y que ocurriría entre sujetos que trabajan en contacto directo con clientes o pacientes.[19]

En 1980, en tanto, Herbert Freudenberger publicó su libro titulado Burn Out: The High Cost of High Achievement. What it is and how to survive it, texto que se ha transformado en un referente primordial para el abordaje primigenio del síndrome de desgaste profesional.[20]​ Posterior a ellos en el año 1981 las autoras Maslasch y Jackson aportan el hasta ahora más aceptado concepto del síndrome, en el que proponen que este es tridimensional y que dentro de estas dimensiones se encuentran el agotamiento emocional, la despersonalización (en la que se generan actitudes de sarcasmo ante sus compañeros de trabajo) y la reducida realización personal.

En general, los más vulnerables a padecer el síndrome son aquellos profesionales en los que se observa la existencia de interacciones humanas trabajador-cliente de carácter intenso o duradero, sin considerar por cierto a un cliente en particular sino, más bien, a uno o varios.[8][9]​ Dichos profesionales pueden ser caracterizados como de desempeño satisfactorio, comprometidos con su trabajo y con altas expectativas respecto a las metas que se proponen,[21]​ en las que el desgaste profesional se desarrolla como respuesta a estrés constante y sobrecarga laboral.[22][23]

El síndrome de desgaste profesional es muy frecuente en personal sanitario (médicos, enfermeras/os, farmacéuticos, odontólogos, nutricionistas, psicólogas/os, terapeutas ocupacionales, trabajadores sociales, terapeutas familiares y consejeros matrimoniales, así como personal administrativo)[24][25]​ y docente[16]​ no escapando por cierto otros profesionales como deportistas de élite,[15][26]​ teleoperadores (operadores de Centros de llamadas), ingenieros, personal de las fuerzas armadas,[27][28]​ y en general, en diversas profesiones de las que actualmente, se observa un creciente interés por analizar.[19]

Respecto al género, diversas investigaciones apuntan a que las mujeres presentan mayor prevalencia que los hombres.[11]

En 1981, Maslach y Jackson propusieron las siguientes dimensiones del síndrome de desgaste profesional:

Los síntomas del síndrome de desgaste profesional se han categorizado en cuatro grupos, donde se desarrollan de forma progresiva, estas son:

Lo principal es un fuerte sentimiento de impotencia, ya que desde el momento de levantarse ya se siente cansado. El trabajo no tiene fin y, a pesar de que se hace todo para cumplir con los compromisos, el trabajo nunca se termina. La persona que lo padece se vuelve anhedónica, es decir, que lo que anteriormente era motivo de alegría ahora no lo es, en otras palabras, pierde la capacidad de disfrutar. Aun cuando se tiene tiempo, se siente siempre estresado. A diferencia de lo que ocurría al principio, el trabajo ya no produce incentivos para la persona afectada con desgaste profesional. Visto por otras personas, aparenta sensibilidad, depresión e insatisfacción.[29]

El síndrome de desgaste profesional suele deberse a múltiples causas, y se origina principalmente en las profesiones de alto contacto con personas, con horarios de trabajo excesivos. Se ha encontrado en múltiples investigaciones que el síndrome ataca especialmente cuando el trabajo supera las ocho horas diarias, cuando no se ha cambiado de ambiente laboral en largos periodos de tiempo y cuando la remuneración económica es inadecuada. El desgaste ocupacional también sucede por las inconformidades con los compañeros y superiores cuando lo tratan de manera incorrecta, esto depende de tener un pésimo clima laboral donde se encuentran áreas de trabajo en donde las condiciones de trabajo son inhumanas.

Existen dos factores de riesgo para la aparición del síndrome de desgaste profesional.

Uno de los instrumentos más utilizados para medir el desgaste profesional es el denominado Maslach Burnout Inventory (MBI) creado por Christina Maslach y Susan Jackson, que utiliza un enfoque tridimensional para su evaluación utilizando los siguientes componentes: realización personal en el trabajo, cansancio emocional y despersonalización.[31]​ En función de este instrumento, dichas autoras estimaron un conjunto de puntajes comparativos del MBI para diversos campos de trabajo, pudiéndose indicar que el grado de desgaste profesional en cada uno de ellos sería:[31]

Respecto a la prevalencia de este síndrome, la información disponible es fragmentada, no habiendo aún algún estudio epidemiológico que permita visualizar el porcentaje de población real que la padece, aunque existen investigaciones que se han abocado a realizar esfuerzos en torno a determinar la prevalencia en diversos campos.[32]

En este contexto, en una investigación realizada a una muestra de 11 530 profesionales de la salud residentes en España y América Latina, se pudo constatar que la prevalencia de burnout en este tipo de profesionales fue: 14,9 % en España, 14,4 % en Argentina, 7,9 % en Uruguay, 4,2 % en México, 4 % en Ecuador, 4,3 % en Perú, 5,9 % en Colombia, 4,5 % en Guatemala y 2,5 % en El Salvador.[33]

Por otro lado, respecto a la prevalencia existente en docentes latinoamericanos, se aprecian diversas investigaciones tendientes a determinarla, pudiéndose indicar que para el caso de México alcanzaría al 35,5 % (en una muestra de 698 docentes de 51 escuelas),[34]​ para Chile un 27,4 % y con proclividad un 47,2 % (en una muestra de 479 profesores de educación pre-escolar, básica o primaria y media o secundaria)[35]​ y para Perú un 40 % (en una muestra de 616 docentes de educación primaria y secundaria).[36]

Existen diversos modelos explicativos de este síndrome, y aunque los primeros provinieron desde la teoría psicoanalítica, se puede indicar que los principales modelos explicativos del burnout se encuentran en la psicología social,[37]​ pudiéndose al menos mencionar los siguientes:[38][39][40]

Flippin en el año 1981 realiza el primer aporte del síndrome desde la psicología aplicada al deporte, abriendo este campo de estudio que se ha extendido hasta la actualidad, y del que han formado parte desde niños de escuelas de formación, hasta adultos de la tercera edad y deportistas de alto rendimiento, siendo estos últimos los más estudiados.

Feigley y Fender también conceptualizan este síndrome desde la psicología deportiva, pero en el a diferencia de las propuestas anteriores le dan más relevancia a la carga de entrenamiento y su agotamiento físico.

Y es el autor Fayos en 1999 quien propone que el efecto más contundente de la presencia de este síndrome es el abandono de la práctica deportiva y el deterioro e factores mentales tales como la motivación. La historia del síndrome de desgaste profesional o también conocido como síndrome de estar quemado inicia en el año de 1974, cuando el psicólogo Herbert Freudenberger trabajaba con un grupo de personas que manifestaban síntomas físicos y psicológicos, presentaban un estado de agotamiento, ocasionado por elevadas exigencias en el campo laboral.En el contexto Colombiano específicamente se han realizado algunos estudios del síndrome, entre ellos destaca el realizado por Flórez en el 2012, en el que al aplicar el instrumento ABQ donde se encuentra que los deportistas de la muestra obtienen una puntuación alta en la dimensión de despersonalización. 

A través de la historia han aparecido varios instrumentos para la valoración del síndrome, pero debido a su falta de validez en sus propiedades psicométrica no han sido aceptado dentro del campo de investigación, dentro de los instrumentos válidos se encuentran:

Para Singh, Goolsby y Rohoads, desgaste profesional y estrés laboral son conceptos muy diferentes.[cita requerida]




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