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Caudillos



Caudillo (del latín: capitellium, cabeza) es un término empleado para referirse a un cabecilla o líder, ya sea político, militar o ideológico.

Aunque en un sentido amplio este término se utiliza para cualquier persona que haga de guía de otras en cualquier terreno,[1]​ el uso le ha dado a la palabra caudillo una cierta connotación política. Por lo general se emplea como referencia a los líderes políticos de los siglos XIX y XX.

La aparición en el siglo XIX de numerosos caudillos en distintos países sudamericanos, fue un fenómeno social denominado caudillismo.

En la Historia Argentina del siglo XIX, se llamó caudillos a los distintos jefes de los ejércitos de las provincias de Argentina, que combatían entre sí, en particular a los que enfrentaron el centralismo de los gobiernos de Buenos Aires. Se trata, en general, de un término de uso militar. Estos jefes militares utilizaban grados militares convencionales, sobre todo el de general o coronel. Tenían arraigo popular, y lograban reunir ejércitos de entre 500 y 7000 hombres por su carisma y por la identificación con los intereses populares. Casi la totalidad de los caudillos que se enumeran seguidamente fueron líderes carismáticos del Partido Federal y la población que le fue adherente fue principalmente de gauchos.

La historiografía clásica ha denostado ese término y al Partido Federal al cual en general pertenecían, mientras que la corriente histórica revisionista ha reivindicado exitosamente su figura en el imaginario popular.[2]

El caudillismo en la Argentina puede ser clasificado en tres grandes etapas: la de los caudillos de la Independencia que luchaban contra las fuerzas llamadas realistas como Artigas y Güemes; la de las Autonomías Provinciales enfrentándose a unitarios y otros caudillos como Quiroga, López, Ibarra, Heredia, Aldao, Bustos y Ferré entre otros, terminando con la victoria de Urquiza sobre Rosas en Caseros; finalmente hay una tercera etapa tras la victoria de Mitre ante Urquiza en Pavón, estos caudillos encabezan revueltas de diversas provincias contra la hegemonía de Buenos Aires, destacan Peñaloza, Jordán y Varela.[3]

Entre los caudillos más conocidos de la historia argentina, se pueden contar antes de 1852:

Entre los caudillos argentinos más importantes después de 1852:

Los siguientes son los principales caudillos de la historia de Chile:[11]

Véase: los Supremos.

Durante la Guerra de Independencia de México:

Durante la Revolución Mexicana y posteriores:
Véase: Cristeros

Principales caudillos entre 1824 (independencia de Perú) y 1841 (muerte de Gamarra):

Principales caudillos durante la anarquía posterior a la muerte de Gamarra:

Caudillos durante y después de la guerra del Pacífico:

Durante la Guerra de Independencia de Venezuela (1810-1823) se incluyen a:

Durante el período de las guerras civiles venezolanas (1830-1903) se incluyen a:

La Guerra Civil Española, iniciada con el golpe de Estado de julio de 1936, dio origen a una jefatura política representada por el caudillaje de origen circunstancial, que luego se legalizaría como una forma permanente de ejercicio del mando.[15]

En el franquismo, la figura del Caudillo constituye la suprema institución de la jerarquía política, no solo en el orden de la representación política, sino también en el ejercicio del poder político.[16]​ Los rasgos que caracterizaban la figura del jefe de Estado eran los siguientes:

Según Torcuato Fernández Miranda la suprema magistratura del poder puede presentarse bajo tres modalidades: caudillaje, regencia y monarquía.[cita requerida] Las Leyes Fundamentales optan por la primera de estas tres posibilidades jurídicas de encarnación de la Jefatura del Estado. En el caso de España, el caudillaje era un título excepcional de autoridad individualizado, y en este sentido irrepetible que descansaba en «un derecho de fundación consagrado por una proclamación y una adhesión también excepcionales». De este modo, al reconocer como no cabe sucesión normal, deben buscarse nuevas formas institucionalizadas, y no restauradas ni reinstauradas de designación o sucesión.[cita requerida]

Con anterioridad a esta controvertida utilización del concepto y el término «caudillo», el escritor Benito Pérez Galdos puso en boca de su personaje Gabriel de Araceli, protagonista de la primera serie de los Episodios nacionales, y para afinar en el retrato del Juan Martín el Empecinado, esta descriptiva reflexión...[17][18]



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