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Christian Wolff



¿Qué día cumple años Christian Wolff?

Christian Wolff cumple los años el 24 de enero.


¿Qué día nació Christian Wolff?

Christian Wolff nació el día 24 de enero de 1679.


¿Cuántos años tiene Christian Wolff?

La edad actual es 345 años. Christian Wolff cumplió 345 años el 24 de enero de este año.


¿De qué signo es Christian Wolff?

Christian Wolff es del signo de Acuario.


¿Dónde nació Christian Wolff?

Christian Wolff nació en Breslau.


Christian von Wolff, también conocido como Christian Freiherr von Wolff (Breslau, Silesia, 24 de enero de 1679 - Halle, 9 de abril de 1754), fue un filósofo alemán[1]​ que tuvo una destacada influencia en los presupuestos racionalistas de Kant. No obstante, su racionalismo está más cerca de Descartes que de Leibniz.

Hijo de un artesano, estudió teología luterana y filosofía en Breslau. Desde 1699 cursó estudios de física y matemáticas en Jena. En 1702 se trasladó a Leipzig, donde se doctoró en filosofía (1703) con la tesis Philosophia practica universalis mathematica methodo conscripta. Obtuvo la cátedra de matemáticas en la Universidad de Halle (1706), por recomendación de Leibniz. Su pensamiento y su lección Oratio de Sinarum philosophica practica (1721), sobre la filosofía de los chinos, motivó que diversos profesores de Teología y pietistas le acusaran, entre otras cosas, de ateo, por lo que fue destituido (1723) por orden de Federico Guillermo I de Prusia, quien temía que las ideas expuestas por Wolff sirvieran de excusa a los soldados para desertar. La acusación de ateísmo era infundada; en su obra posterior Theologia naturalis (2 vol., Leipzig 1736-37), defiende la idea de un ser necesario, creador y providente, y concibe a Dios como un ser perfectísimo y realísimo. Sin embargo, no deja de ser significativo que su pensamiento diera ocasión para aquella acusación y que teólogos protestantes vieran pronto en su racionalismo una tendencia a deformar y mal interpretar la religión y el cristianismo.

Desterrado de Prusia y prohibidas sus obras en 1723, fue acogido por el landgrave de Hesse-Kassel y enseñó hasta 1740 en la Universidad de Marburgo, uno de los principales centros intelectuales del protestantismo. Llamado en 1740 por Federico II de Prusia, volvió a Halle, de cuya Universidad fue nombrado canciller en 1743. Dos años más tarde obtuvo el título de barón. Wolff permaneció en Halle hasta su muerte. Su abundante obra (entre 1703 y 1753 publicó 67 títulos en 23 vol.), en alemán y latín, está siendo nuevamente editada, desde 1962, por H. W. Arndt y J.F. Cole respectivamente, bajo los títulos: Gesammelte deutsche Schriften y Gesammelte lateinische Schriften.

El trabajo fundamental de Wolff fue la divulgación e interpretación de la filosofía de Leibniz, aunque se aparte de la idea de la mónada y sustituya la armonía preestablecida por la teoría de Spinoza de la correspondencia entre orden del pensamiento y de la realidad. Las controversias entre católicos y protestantes, por un lado, y por otro, sobre todo, Leibniz y Descartes le inspiraron su método filosófico; es decir, quería que fuese el mismo que el de las matemáticas. Con ello queda Wolff inscrito en el más agudo racionalismo; bienintencionado y poco original, con poderosa capacidad de sistematización, se limitó a difundirlo en sus clases y manuales, con más profundidad que el llamado movimiento de la Ilustración en el s. XVIII.

En el prólogo a la segunda edición de la Crítica de la razón pura (1787), Kant considera a Wolff «el mayor de todos los filósofos dogmáticos». Ciertamente, Wolff convirtió el disperso racionalismo leibniziano en un racionalismo sistemático-dogmático. En sus Pensamientos racionales sobre Dios, el mundo y el alma de los hombres, y sobre todas las cosas en general (Leipzig 1719) intenta armonizar la metafísica con la fe cristiana, pero cosificando y simplificando conceptos, por lo que fue objeto de la crítica de Kant. Es de notar que Kant conoció la filosofía y metafísica más a través de Leibniz y Wolff, entonces predominantes en la enseñanza alemana, que a través de los filósofos más realistas (como Tomás de Aquino). Wolff pensaba que en su obra recogía lo que denominaba «filosofía perenne», cuando en realidad se apartaba de ella, de la filosofía realista del ser, para volcarse en un racionalismo que Kant tenía bastante razón en criticar. Pretendía Wolff una certeza racional absoluta, para lo cual trataba de reducir a racional y necesario lo irracional y contingente, y suprimir límites entre los principios de razón suficiente y contradicción. Con ello abría paso al idealismo y al monismo consiguiente; y así, autores posteriores, inspirados en la línea Spinoza, Leibniz, Wolff, incidirían en el s. XIX en un declarado idealismo, que se resuelve en panteísmo o en materialismo.

Schopenhauer, en su obra Parerga y paralipómena, al criticar a Fichte, Schelling y Hegel, dice de Wolff:

Su moral es igualmente racionalista.[3]​ En Ius naturae (8 vol., Leipzig 1740-48) desarrolla su teoría del Derecho natural, en la línea racionalista de Pufendorf y entronca también con el iusnaturalismo. Establece la correlación entre derecho y deber. Considera que el hombre tiene deberes hacia sí mismo, hacia la sociedad y hacia Dios. Uno de los principales deberes del hombre es perfeccionarse y conseguir la felicidad. Del mismo modo, también debe el hombre promover la perfección y la felicidad de sus semejantes. Pero en todo ello, su racionalismo no le permite comprender bien las relaciones y diferencias entre entendimiento y voluntad, entre libertad y responsabilidad, entre esencia y acto de ser. Su idea del Estado paternalista influyó en el despotismo ilustrado. También se advierte la huella de Wolff en El contrato social (1762) de Rousseau. De trascendencia para la lengua alemana fue el uso científico que de ella hizo Wolff, contribuyendo a fijar la terminología filosófica germánica. El que Wolff llamase «filosofía perenne» a su pensamiento contribuyó a que, engañados por ese nombre, muchos neoescolásticos del s. XIX se dejasen influir por él, lastrando en parte el realismo más propio de la tradición escolástica, y llevándoles a ciertas polémicas especulativas poco útiles, que comenzaron a superarse en el siglo XX. A Wolff se debe, p. ej. (con sus obras Psychologia empirica, Leipzig 1732 y Psichologia rationalis, ib. 1734 ), el que haya perdurado por mucho tiempo el equívoco nombre de «Psicología racional» como distinta de la «empírica», para lo que debe llamarse más bien «Psicología filosófica», que es también, y no puede dejar de serlo, empírica.



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