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Ciencia y tecnología en Argentina



La ciencia y tecnología en Argentina constituye un conjunto de políticas, planes y programas llevados a cabo por el Estado, las universidades e institutos nacionales, las empresas, y otros organismos y asociaciones nacionales e internacionales orientadas hacia la investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) en Argentina, así como las infraestructuras e instalaciones científicas y tecnológicas. El país, según datos de 2018, invierte el 0,49% de su PBI en investigación y desarrollo, siendo el 67% de esta inversión realizada por el estado.[2]

La actividad científico-tecnológica pública es coordinada y planificada principalmente por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MinCyT), aunque se pueden encontrar entes y organismos de investigación en otros ministerios. El MinCyT traza sus lineamientos a través de planes estratégicos como Argentina Innovadora 2020. Una de sus principales políticas durante las primeras décadas del siglo XXI es el Programa Raíces que permitió repatriar a más de 1000 científicos,[3]​ revirtiendo la tendencia de fuga de cerebros que existía en la Argentina.[4]​ La actividad científica del país se concentra fundamentalmente en el CONICET y las universidad nacionales, mientras que la producción tecnológica tiene como eje a diversas instituciones estatales sectoriales como la CNEA, el INTA, el INTI y la CONAE, entre otros.

El principal organismo de investigación científica en la Argentina es el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Es una institución dependiente del MinCYT que abarca todas las áreas del conocimiento y es considerada una de las más prestigiosas en América.[5]​ El CONICET está organizado en institutos, que gozan de autonomía temática y científica y su personal supera las 20.000 personas entre investigadores, profesionales, técnicos y becarios doctorales y posdoctorales.[6]

Argentina desarrolló una sólida tradición de investigación en las áreas de biomedicina, física y ciencias agrarias. La investigación en biomedicina le dio tres Premios Nobel al país: Bernardo Houssay (1947, el primero en Latinoamérica), Luis Federico Leloir (1970) y César Milstein (1984). Si se incluyen los Premios Nobel de la Paz, Argentina llega a un total de cinco Premios Nobel,[7]​ siendo el país latinoamericano más galardonado. A ellos se podría sumar a la bióloga Sandra Myrna Díaz quien recibió el Premio Nobel de la Paz como miembro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático en 2007.[8][9][10]​ En el campo de la física, Juan Martín Maldacena recibió el premio Yuri Milner de Física Fundamental en 2012.[11]

En temas como la informática, la nanotecnología y la biotecnología se desarrollan programas bien estructurados que tienden a concentrar esfuerzos y dar sentido a las capacidades que se desarrollan.[12]​ En biotecnología se destacan hitos como la producción de hormonas en vacas clonadas[13][14]​ y el desarrollo de nuevas variedades transgénicas de cereales y leguminosas tolerantes a agroquímicos o a estrés.[15][16]​ En informática se produjo un aumento sostenido en la cantidad de empresas de software tras la sanción de la Ley del Software y su sucesora la Ley de Economía del Conocimiento.

Argentina tiene importantes capacidades en tecnología nuclear y satelital, siendo pionero en América Latina.[17]​ Es el único país del continente americano ―junto con Estados Unidos― que produce y exporta satélites.[18]​ En materia nuclear produce el ciclo completo de la energía nuclear y provee de reactores nucleares a diversos países, diseñados y producidos en el país. En ambas áreas los principales actores son la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) y la empresa pública INVAP. El centro educativo más importante en la temática es el Instituto Balseiro, considerado como una de las instituciones científicas más prestigiosas del país y la región.[19][20]

Entre algunos de los más eminentes avances en materia de desarrollo armamentístico se cuenta el misil AS-25K, uno de los últimos desarrollos de CITEFA y que se presentará en versiones aire-mar y aire-superficie. También construye helicópteros, aviones y radares militares y civiles para el control del tráfico aéreo y lucha contra el narcotráfico.

La historia de la ciencia y la tecnología en Argentina describe la trayectoria de las políticas científicas y los descubrimientos y desarrollos que se realizaron en este país.

La Argentina cuenta con una larga tradición en la investigación científica que comienza con las universidades virreinales del siglo de oro español y los científicos jesuitas de los siglos XVI y XVII,[23]​ se continúa con los astrónomos y naturalistas del siglo XIX, como Florentino Ameghino. Y, con la aparición de las universidades nacionales, comienzan los primeros esfuerzos por sistematizar y formalizar el estudio científico, así surgen las universidades nacionales de Córdoba (fundada en 1613 y nacionalizada en 1854), Buenos Aires (1821), del Litoral (1889), La Plata (1897) y Tucumán (1914).

Durante el período de posguerra se produce una transformación del sistema científico nacional. En gran medida por la creación del CONICET, organismo creado a imagen y semejanza del CNRS francés, que se encarga de financiar los recursos humanos necesarios para la investigación científica (becarios e investigadores). Durante este período también se crearon organismos específicos para la investigación en tecnología agropecuaria (INTA), industrial (INTI), nuclear (CNEA), de defensa (CITIDEF) y espacial (CNIE, actual CONAE). A nivel regional se destaca la creación de la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC) de la provincia de Buenos Aires.[24]​ Argentina tiene una larga tradición de investigación biomédica, que le ha dado al país tres Premios Nobel: Bernardo Houssay (1947, el primero de Latinoamérica), Luis Federico Leloir (1970) y César Milstein (1984).

Este período de desarrollo del sistema científico termina abruptamente en 1966 con un episodio conocido como a Noche de los Bastones Largos que provoca una fuga de cerebros hacia países desarrollados. La persecución política e ideológica continuaría hasta el final de la última dictadura militar en 1983.

Con el regreso de la democracia se normaliza la situación institucional en los organismos de ciencia y técnica que pasan nuevamente a manos civiles pero el presupuesto del sector es escaso. El gobierno de Carlos Menem (1989-1999) produce nuevos cambios en el sistema científico argentino con la creación de la ANPCyT (1997) que absorbe la función de brindar subsidios y créditos que tenía CONICET hasta ese momento. Durante este período las vacantes en el sistema científico fueron casi nulas generando una nueva fuga de cerebros, que continuaría durante el gobierno de De la Rúa (1999-2001) al sumarse el factor de la crisis económica.[25]

Los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) llevan adelante la reapertura de las convocatorias a nuevos investigadores y becarios en CONICET y la repatriación de investigadores a través del Programa Raíces.[26]​ En 2007 se crea por primera vez el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MinCyT), dedicado a la planificación y coordinación del área.[27]​. Hasta ese entonces, existía solamente la Secretaria de Ciencia y Técnica, con un estatus subalterno. El presupuesto del área sufre recortes significativos durante el gobierno siguiente de Mauricio Macri (2015-2019)[28]​ que culmina su acción en ciencia y tecnología con la supresión del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y su degradación al nivel de secretaría. El acceso al CONICET para jóvenes investigadores es nuevamente reducido, lo cual origina una nueva fuga de cerebros. Durante el primer año de Alberto Fernández (2019-), se vuelve a crear el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva que sigue sufriendo, sin embargo, de déficits de presupuesto significativos.

La política científica nacional se encuentra plasmada en planes creados por el MinCyT en colaboración con actores de la comunidad científica. Estos planes sirven a modo de "hoja de ruta" para que el ministerio defina los objetivos a corto y mediano plazo del sistema de ciencia y tecnología nacional que luego quedan plasmados en planes operativos.

Este documento, publicado en 2005, propone cuatro metas estratégicas para el año 2015:[37]

Argentina Innovadora 2020 es un plan estratégico del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva donde se hace un análisis del sector científico nacional y se proponen lineamientos para los siguientes diez años. Lanzado en 2013, este plan propone una reorientación del sistema científico teniendo en cuenta los siguientes puntos:[38]

En 2018 comenzaron las reuniones de la Comisión Asesora para el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (CAPLANCYT) para redacatar el plan Argentina Innovadora 2030.[39]​ Los principales desafíos del plan son:[40]

La financiación para investigación, desarrollo e innovación en Argentina proviene de seis fuentes principales:

El país destina el 0,63 de su PBI a investigación y desarrollo, siendo el segundo país que más invierte en América Latina por detrás de Brasil (1,2%) pero muy lejos de los países desarrollados que invierten alrededor del 3%.[41]​ De ese total el 78% es invertido por el estado (organismos de CyT y universidades) y el 19% por el sector privado (datos de 2015).[42]

El ámbito principal donde se desarrolla la investigación científica en la Argentina es en el sistema público, que se compone de diferentes organismos e instituciones.

Una parte importante de la investigación científica que se realiza en Argentina proviene de las universidades e institutos de formación superior, en especial de las estatales. Las Universidad Nacionales se sostienen en los principios de la Revolución Universitaria de 1918, que establece autonomía y formación democrática en sus gobiernos, curricula y política de extensión.

Los docentes universitarios están obligados a realizar tareas de investigación (o de extensión) si su cargo tiene dedicación exclusiva, situación en la que se encuentra solo el 12 % de la planta.[43]​ A ellos se le suman investigadores y becarios de CONICET que trabajan en institutos de doble dependencia CONICET-Universidad.

El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) es el principal organismo dedicado a la promoción de la ciencia y la tecnología en Argentina, dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación.

Instituido como organismo autárquico, los ejes de sus acciones radican en: el otorgamiento de becas para estudios doctorales y posdoctorales, las carreras del Investigador Científico y Tecnológico y del Personal de Apoyo a la Investigación, el financiamiento de proyectos y de Unidades Ejecutoras de investigación, y el establecimiento de vínculos con organismos internacionales gubernamentales y no gubernamentales.[44]

Las áreas de interés del CONICET incluyen gran parte de las disciplinas de la ciencia, desde las ciencias de la ingeniería, las exactas, las biológicas hasta las sociales y humanas. El personal se encuentra descentralizado, trabajando principalmente en Institutos de CONICET (75 %) y en universidades públicas (18 %).[45]

La Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación, también conocida como Agencia I+D+i o simplemente Agencia, es un organismo dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Argentina, dedicado a promover el financiamiento de proyectos científicos y tecnológicos.

La Agencia I+D+i, a través de sus cuatro fondos, promueve el financiamiento de proyectos tendientes a mejorar las condiciones sociales, económicas y culturales en la Argentina.

Existen otros organismos especializados en determinadas temáticas:

En noviembre de 1995, la Unesco eligió a la Argentina como la sede sur para instalar el Observatorio Pierre Auger en Malargüe, provincia de Mendoza, el cual comenzó a funcionar en 2005. Se trata de un emprendimiento conjunto de más de 20 países en el que colaboran unos 250 científicos de más de 30 instituciones, con la finalidad de detectar partículas subatómicas que provienen del espacio exterior denominadas rayos cósmicos.

Se han construido hasta el momento cinco satélites de investigación científica, la mayoría en cooperación con otros países:



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