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Cine clásico de Hollywood



El cine clásico de Hollywood es una caracterización que refiere a un modo institucionalizado de producción cinematográfica. Tal forma de producción resultan de un proceso global, que asumió formas particulares de acuerdo a situaciones locales concretas: recursos financieros, técnicos y humanos, características del público, tradiciones y convenciones artísticas, etc. En este caso, la industria cinematográfica estadounidense logró una posición privilegiada desde la década de 1910 hasta la década de 1960, ya que poseía una industria en consolidación y la Primera Guerra Mundial, en vez de ocasionarle inconvenientes, significó una valiosa oportunidad en tanto le facilitó abastecer los mercados que los países europeos habían descuidado, dadas las limitaciones impuestas por la confrontación bélica.

Hollywood se iría convirtiendo en estos años, no solamente en sinónimo de cine norteamericano, sino también en el paradigma del cine institucional. Este paradigma estuvo vigente entre 1917 y 1960 aproximadamente. David Bordwell ha planteado que alrededor de 1910, la mayoría de películas de ficción utilizaban sistemas narrativos, temporales y espaciales similares, al tiempo que se consolidaba el sistema de producción de estudio con su particular división del trabajo y su carácter marcadamente industrial. En 1960 la mayor parte de las compañías productoras se habían pasado a la televisión que desde la década anterior se había constituido como el medio de entretenimiento hegemónico, las estrellas habían dejado de tener contratos de exclusividad con los estudios, los productores también se habían vuelto independientes y se había roto la integración vertical a través de la cual unas cuantas compañías controlaban la producción, la distribución y la exhibición, a lo que se sumaba que el código Hays que regulaba lo que podía ser mostrado y lo que no, estaba herido de muerte. Además, el cine de arte y ensayo atravesaba su mejor momento formal y comercial, y se había alcanzado cierto estándar tecnológico con el color de gran definición, el sonido de alta fidelidad y el formato panorámico.

En este sentido, el cine clásico de Hollywood no hace referencia exclusivamente a ciertas convenciones formales ni a un conjunto de películas específicas, sino que es un sistema de práctica cinematográfica: esta consiste en una serie de normas estilísticas ampliamente aceptadas, que constituyen un sistema integral de producción cinematográfica que a su vez las soporta a ellas. Estas normas constituyen una determinada serie de supuestos acerca de cómo debe comportarse una película, acerca de qué historias debe contar y cómo debe contarlas, del alcance y las funciones de la técnica cinematográfica y acerca de las actividades del espectador. Estas normas formales y las funciones se crearán, tomarán forma y encontrarán apoyo dentro de un modo de producción: un conjunto característico de objetivos económicos, una división específica del trabajo y modos particulares de concebir y ejecutar el trabajo cinematográfico.” Si bien no hay ninguna película totalmente “clásica”, pues todas estas representan un equilibrio inestable de las normas clásicas, es posible identificar el clasicismo de este sistema dado su énfasis en la armonía formal, la destreza técnica y el control de las respuestas del espectador. Este énfasis se sustentaba en una serie de normas estilísticas basadas en el realismo (entendido como verosimilitud de los acontecimientos, aunque obviamente con amplias excepciones que variaban según los géneros), el montaje de continuidad, la invisibilidad de la narración, la reducción de la ambigüedad y la universalidad de las historias.

Se trata de un cine marcadamente narrativo, en el cual todos los elementos cinematográficos se subordinaban a la narración. Se trataba, entonces, de un cine de desglose o, si se prefiere, de un cine que tenía que recurrir constantemente a la metonimia en tanto solamente propone fragmentos al interlocutor para que este pueda referirse, inmediatamente, a la totalidad sugerida. Pero esto únicamente es posible si entre cada uno de los fragmentos, así como entre estos y la totalidad, existen relaciones obvias, lazos muy estrechos. La idea de continuidad resulta por lo tanto indispensable para este principio de desglose: continuidad cronológica entre los planos que se suceden, pero también continuidad lógica entre los primerísimos primeros planos y los grandes planos generales, como entre los varios trozos de acción o del mundo que se representan por separado. La obviedad de las relaciones entre los fragmentos está dada por una lógica que privilegia decididamente la causalidad, centrada en los personajes. Causalidad, consecuencia, motivaciones psicológicas claras, deseo de superar los obstáculos y conseguir los objetivos, son los motores de las películas clásicas.

Los personajes son claramente definidos desde un comienzo y generalmente presentan personalidades estables en todo el filme, lo cual sumado a una historia casi siempre estructurada en torno a un estado de equilibrio, la ruptura de este y, finalmente, su restablecimiento, hacen que el espectador sea conducido a través de la película. Gilles Deleuze ha denominado a esta estructura “la gran forma”, que ha representado como "SAS", en la cual S equivale a situación y A a acción, en donde la desviación o ruptura provocada por una acción solamente existe para ser colmada o resuelta a través de otras acciones.

Como parte del cine institucional, el cine clásico de Hollywood construye un sujeto cuya ubicación es difícil de definir, que viaja a través del espacio-tiempo del filme, viaje que está garantizado por el montaje en continuidad. En la dimensión temporal, la continuidad de los gestos y las acciones de un plano a otro, fueron las principales herramientas para dejar lo suficientemente claro que un cambio de plano era un avance en el desarrollo cronológico. En la dimensión espacial, fue fundamental orientar al espectador y esto se realizó a partir del supuesto de que los planos se filmarían y se montarían de modo que este quedará siempre en el mismo lado con respecto al desarrollo de la historia, más allá de la cuarta pared, aunque en una butaca móvil a diferencia del espectador teatral, para esto se utilizó la denominada regla de los 180º, acompañada del plano/contraplano, la continuidad de mirada, de dirección. Todos estos recursos se constituirían en convenciones cinematográficas que siguen utilizándose ampliamente. Puede concluirse que los rasgos clásicos gozan de una envidiable vitalidad, pero el sistema en el que se formaron y adquirieron sentido ha desaparecido, lo que ha hecho que estos rasgos se combinen en la actualidad con elementos cinematográficos “modernos” y “contemporáneos”.

Los historiadores del cine utilizan los términos «Era Dorada de Hollywood» y narrativa clásica de Hollywood para designar a la vez un estilo visual y de sonido para películas y un modo de producción utilizados en la industria cinematográfica de Estados Unidos de América aproximadamente entre los años 20 y los años 60. El estilo clásico significa fundamentalmente un cine basado en el principio de la continuidad o en la edición con un estilo "invisible". Es decir, la cámara y la grabación de sonido no deberían llamar la atención del espectador. En esa época las películas en los estudios de Hollywood se rodaban de forma parecida a la que se utilizaba para ensamblar los coches en las cadenas de montaje de Henry Ford. No había dos películas exactamente iguales, pero la mayoría seguían un género: Western, comedia, cine negro, musical, cine de animación, cine biográfico, etcétera, y los mismos equipos creativos solían trabajar en las películas producidas por el mismo estudio; por ejemplo, Cedric Gibbons y Herbert Stothart siempre trabajaron en las películas de la MGM, Alfred Newman trabajó para la Twentieth Century Fox durante veinte años, casi todas las películas de Cecil B. De Mille fueron producidas por la Paramount, las películas del director Henry King fueron en su mayoría rodadas para la Twentieth Century Fox, etc. Se podía llegar a adivinar qué estudio había producido cada película por los actores que aparecían en ella; cada estudio tenía su propio estilo y su toque característico que hacía posible averiguarlo -una cualidad que no existe en la actualidad.

Cada película tenía ligeras diferencias y, en contraposición a los fabricantes de coches, la mayoría de las personas que intervenían en el rodaje eran artistas. Por ejemplo, To Have and Have Not (1944) es famosa no solo por su pareja de protagonistas Humphrey Bogart y Lauren Bacall, sino también por haber sido escrita por dos futuros ganadores del Premio Nobel de Literatura: Ernest Hemingway, autor de la novela en la que se basó la película, y William Faulkner, que trabajó en la adaptación para la pantalla grande. Sin embargo, rodar películas todavía era un negocio y las productoras hacían dinero operando bajo el llamado sistema de estudios. Los principales estudios tenían a miles de personas en nómina -actores, productores, directores, escritores, especialistas, mecánicos y técnicos. También poseían cientos de teatros en ciudades y pueblos repartidos por todo el país- teatros que proyectaban sus películas y que siempre necesitaban material fresco.

Muchos historiadores hacen hincapié en la gran cantidad de buenas películas que surgieron en este período de férreo control de los rodajes. Una de las razones que hizo esto posible fue que, con tantas películas en producción simultáneamente, no todas tenían que ser un éxito de taquilla. Un estudio podía arriesgarse con un proyecto de presupuesto medio que tuviese un buen guion y actores relativamente desconocidos: Citizen Kane, dirigida por Orson Welles (1915-1985), cumplía estas premisas. En otros casos, directores con una gran personalidad como Howard Hawks y Frank Capra se pelearon con los estudios para imponer sus visiones artísticas. El sistema de estudio alcanzó, probablemente, su apogeo en 1939, que vio el estreno de clásicos como: Gone with the Wind,o The Wizzard of Oz.



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