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Circo Sarrasani



Sarrasani es el nombre de un famoso circo cuya sede estuvo en Dresde, Alemania. Fundado en 1912, actuaba en un edificio llamado "El palacio del circo" con capacidad para 5.000 espectadores, siendo el primero de su tipo en emplear energía eléctrica.

La primera carpa se erigió en 1901 en la ciudad de Meißen, cercana a Dresde. El célebre "Palacio del circo" data de 1912. El gran domo central tenía 57 metros de diámetro y 47 metros de altura interior, con una pista de 14 metros de diámetro que, entre otros recursos, podía llenarse de agua o elevarse hasta 17 metros.

El circo y todas sus dependencias se incendiaron durante el bombardeo de Dresde el 13 de febrero de 1945.

En los periodos de entreguerras y posguerra, el circo realizó giras por Europa y Sudamérica. En 1923 viajó en el vapor Ludendorff a Buenos Aires, Montevideo, Río de Janeiro y São Paulo. Cuando murió el hijo de su fundador Hans Stosch en 1941, la dirección quedó a cargo de su viuda y heredera Trude Stosch-Sarrasani y su mano derecha, el húngaro Gábor Némedy. En 1948, en una de las giras sudamericanas, fue nombrado "Circo Nacional Argentino" por Eva Perón.[1]

El escritor argentino Gustavo Bernstein relató su historia en el libro Sarrasani, entre la fábula y la epopeya (Biblos, 2000), una crónica novelada en la que acompaña el derrotero del mítico circo por Europa y América en el marco de los sucesos sociopolíticos del último siglo. Distingue tres etapas estéticas en su trayectoria según la conducción estuviera en cabeza de su fundador Hans Stosch-Sarrasani (alias Senior), de su hijo Hans Stoch-Sarrasani hijo (alias Junior) o de su esposa Trude Stoch-Sarrasani.[2]

La historia de Circo Sarrasani contiene dos lineamientos fundamentales. Por un lado, los ribetes épicos de una empresa faraónica inmersa en los embates políticos y las crisis más trascendentes del último siglo. Por el otro, una saga familiar pugnando por permanecer a la vanguardia del espectáculo entre los avatares sociales de dos convulsionados continentes: Europa y América. “Circo Sarrasani” nació como tal en 1901 y llegó a tener un patrimonio de 400 animales y una cifra similar entre artistas y técnicos, albergando troupes de los sitios más lejanos y exóticos del orbe con los que –a la manera de un Arca de Noé– atravesaba el océano a lo largo del siglo. Bajo esta suerte de “campana de cristal” convivían tanto chinos, japoneses, indios, turcos, marroquíes, javaneses, gauchos, etíopes, indios sioux o blancos europeos, como elefantes, camellos, caballos, tigres, leones, hipopótamos, osos, cebras, camellos y demás especies, mientras en el mundo se sucedían los eventos dramáticos de la historia contemporánea: la Primera Guerra Mundial, la crisis del 30, el surgimiento del nazismo, la Segunda Guerra, los sucesivos golpes militares o la caída del Muro de Berlín. Es así que además de su prestigio artístico o de su vasto anecdotario, la historia de Sarrasani no ha estado exenta de los embates políticos y las crisis más trascendentes del siglo XX, incluyendo la persecución y la manipulación del poder. Valga con referir que durante la Primera Guerra Mundial el estado alemán le requisó las carpas para campañas militares y los elefantes, camellos y caballos para transportar pertrechos de guerra, diezmando totalmente el circo; que se reconstruyó a partir del '17 con artistas rusos emigrados de la revolución bolchevique, que en su primera gira por Sudamérica en 1924 arribó como "embajador cultural" del Segundo Reich y fue condecorado por el entonces presidente argentino Marcelo T. de Alvear; que volvió a sucumbir con la crisis del '30; que en 1933, cuando consiguió rearmarse, comenzaron los reiterados roces con el régimen nazi, obligándolo a exiliarse y buscar distancia nuevamente en Sudamérica; que fue recibido con honores por el general Agustín P. Justo en Argentina; que al fallecer Hans Stosch-Sarrasani, su hijo negoció con Joseph Goebbels el regreso a Alemania para las olimpíadas de Berlín debiendo "depurar" el circo de judíos; que a partir del ´39 se le acotó el territorio de las giras y se vio obligado a contratar sólo artistas del Eje; que al tiempo de heredar la empresa, su esposa Trude fue puesta en prisión por "conductas antialemanas"; que luego fue liberada para que el III Reich pudiera contar con sus funciones durante la guerra; que la familia se salva milagrosamente del bombardeo a Dresde del 13 de febrero de 1945; que renació en Buenos Aires con el madrinazgo de Evita y que Perón lo declaró "Circo Nacional Argentino" en 1950.[3]​ Fueron por ello sus controvertidos vínculos con estos sucesos, además de los lineamientos que revolucionaron estéticamente la historia del arte circense, los que le otorgaron al nombre Sarrasani la dimensión mítica que hoy ostenta. Sus directores históricos fueron Hans Stosch-Sarrasani (alias Senior, Hans Stosch-Sarrasani (h)(alias Junior), Gertrude Helene Kunz (alias Trude).

Hans Stosch-Sarrasani, alias Senior, el fundador; un soñador, un visionario del espectáculo de principios de siglo obsesionado con la idea de grandeza, quien concibe proyectos faraónicos y milagrosamente los hace realidad. Su historia comienza como una fábula: un niño de 15 años que a finales del siglo XIX se escapa de su hogar y deambula por establos de la Alemania rural hasta conseguir albergue en un circo de suburbios, donde guiado por dos tutores (los payasos Eugen y Didic) se convierte en Clown domador adiestrando a su pequeño caniche Polka. Pero en un momento de su vida la fábula trastoca en epopeya, porque ese modesto artista monta una empresa imponente y se transforma en el precursor del circo más prestigioso y más moderno de su época. Su idea estética era la de un coliseo que estuviera a la vanguardia tecnológica y cuya pista fuera un encuentro de culturas de los cinco continentes. Su circo se convirtió en una gran megalópolis itinerante por Europa y Sudamérica. Ver transitar esa fastuosa caravana de artistas y animales por la Europa de principios de siglo era en sí mismo un espectáculo. Verla desembarcar en los diversos puertos sudamericanos y transitar por la selva tropical brasileña era ya una imagen del mejor Werner Herzog o de la pluma genial de Joseph Conrad.[3]​ En cada metrópoli que arribaba, sólo el armado de la “ciudad circense” se convertía en un espectáculo ciudadano que convocaba multitudes. Su fachada conocida como “Las mil y una noches” –por sus reminiscencias decorativas de la Alhambra– e iluminada mediante de 28.000 lámparas de colores, transformaba el campamento en una suerte de espejismo nocturno en la ciudad. La función era presentada por el mismo Hans Stosch quien salía a escena en su vestimenta de maharajá, liderando a un tropel de 14 elefantes. En 1912, además, construyó su casa matriz, el edificio de circo más moderno de su época, con capacidad para 5.000 personas, en la ciudad de Dresde. En su criterio estético primó la voluntad de no avenirse a la creciente influencia norteamericana del espectáculo de tres pistas que invadió Europa a principios del siglo pasado y aferrarse en cambio a la tradición europea del circo de una pista. Concibió también la idea de un "circo étnico", entendiendo a la carpa como una campana de cristal donde confraternizaban razas y culturas de los cinco continentes. Y asimismo promovió la implementación permanente de tecnologías de vanguardia aplicadas tanto al espectáculo como a su arquitectura: Sarrasani contaba ya en las primeras décadas del siglo XX con el más moderno edificio circense instalado en la ciudad de Dresde provisto, entre otras cosas, por un sistema de radiadores de calefacción bajo los asientos y de una pista hidráulica que permitía el ascenso y descenso de la escena y que se convertía además en una inmensa piscina donde se desarrollaba la famosa "pantomima acuática"; la fachada de su carpa itinerante contaba con una iluminación de 28.000 lámparas a lo largo de 60 metros de extensión; y poseía una flota de seis aviones y un globo aerostático se adelantaban a la caravana anunciando el arribo de las futuras funciones. En 1928 renovó su parque automotor con 150 vehículos de las firmas Daimler Benz, Hanomag y Opel que le permitieron independizarse definitivamente del ferrocarril. Todo este impetuoso auge tecnológico, no obstante, se vio acosado por la catástrofe en variadas oportunidades. En 1914 el estado alemán le requisó los animales y los vagones del circo para cumplir con el “servicio auxiliar de guerra”; los artistas foráneos además retornaron a su patria y el circo quedó diezmado. Se rearmó en 1917 con un grupo de artistas rusos emigrados de la revolución bolchevique y en 1924 lanzó su primer viaje a Sudamérica donde amasó una fortuna. La crisis del 30 vuelve a embestir los destinos del circo.[4]​ A éste contexto se le sumaba el carácter díscolo y sumamente independiente de su director, el cual le ocasionó no pocos inconvenientes con los burócratas del poder. La negativa a ceder el edificio para un acto político del por entonces ascendente nacionalsocialismo lo enemistó con el régimen nazi y una vez que éste tomó el poder lo obligó a emigrar de Alemania en 1933. Su circo, demasiado poblado de judíos –a tal punto que en los corrillos del nacionalsocialismo el Sarrasani era denominado despectivamente el "Judenzircus" (circo judío), sirvió de excusa ideal.[3]​El rumbo apropiado que encontró el director para salir de la crisis era un retorno a Sudamérica. En 1934, víctima de un ataque cardíaco y una creciente hidropesía muere en la ciudad de San Pablo, Brasil. Funda el circo en 1901 y lo dirige hasta su muerte en 1934.

Hans Stosch-Sarrasani (h), alias Junior, su hijo, hereda un gran nombre pero también una caótica situación financiera, y aún peor, una pésima relación con las autoridades políticas de su país. Su padre, si bien era un hombre austero, ordenado y metódico en su vida personal, era a la vez un empresario desmesurado en sus gestas. Sus impulsos rebasaban toda lógica. Tanto en sus proyectos como en sus reacciones personales ofrecía una marcada tendencia a los excesos. La megalópolis armada en torno a Sarrasani no era obra de la casualidad. Y tamaña empresa heredada con semejante déficit no dejaba mucho margen de maniobra. Pero Junior sin embargo la saca a flote. No genera importantes innovaciones estéticas pero su pragmatismo y su sentido de la realidad le permiten al circo sobrevivir a su peor crisis desde su fundación. Fue él quien achicó el tamaño del circo convirtiéndolo en una empresa más ágil y transportable por todos los territorios, hecho que le amplió la cantidad de ciudades plausibles de incorporar en sus giras. Fue él también quien renegoció con el ministro Joseph Goebbels el retorno del circo a Alemania en 1936, para las olimpíadas de Berlín, luego del auto-exilio sudamericano impuesto por su padre.[5]​ Pero al contrario de su progenitor, fue un diplomático nato, exhibiendo notables dotes en su relación con los poderes de turno tanto en Sudamérica como en Europa. El circo, bajo su conducción, era frecuentemente visitado por autoridades políticas, militares y eclesiásticas (el cardenal Eugenio Pacelli, entre otros, quien se encontraba en Buenos Aires para un Congreso Eucarístico y tiempo después deviniera en el controvertido Papa Pío XII[3]​ sospechado de oscuros pactos con los nazis). Como devolución de gentilezas, Junior se convirtió en un permanente invitado de honor a las ceremonias institucionales, castrenses o religiosas del país. Al revés de su padre también, llevaba una vida personal mucho más disipada y proclive a los desbordes (se comenta incluso que solía beber en exceso).[1]​ Dirige el circo durante siete años, hasta 1941, fecha en que fallece a los 44 años de edad.

Gertrude Helene Kunz, alias Trude, esposa de Junior, una bella y angelical joven, se hace cargo del circo con sólo 28 años de edad, en plena Segunda Guerra Mundial y con el régimen nazi instalado en el poder. La forma en que dirige el circo, no obstante, es notoriamente distinta a la de sus predecesores masculinos: jamás un tono elevado de voz, jamás una orden; por el contrario, siempre su tono era el de una delicada sugerencia. La joven directora era además una artista ecuestre, una ecuyere que salía a la pista vestida de hada madrina y hacía danzar a su tropilla de blancos lipizzanos entre arrullos, con un candor y una candidez delicadísima. Si bien mantiene una cordial relación con Goebbels –quien ve en su bello rostro y en su juventud un ícono de identificación nacional–, en 1944 es puesta en prisión delatada por un empleado suspendido del circo. Se la acusó de conductas antialemanas y de esconder artistas judíos en su circo. Al tiempo es liberada como medida política para que el circo continuara sus funciones en plena guerra, pero como instrumento de presión queda retenido su compañero, Gabor Némedy, acróbata húngaro que conducía el circo junto a ella. Sin permiso para emprender giras y limitadas sus funciones a su casa matriz, Trude padece en consecuencia el bombardeo aliado a Dresde, uno de los más brutales de la Segunda Guerra (donde se probaban por primera vez las bombas de fósforo blanco), del que se salva milagrosamente refugiándose en los sótanos del edificio. Destruido el circo (convertido literalmente en escombros, al igual que el resto de la ciudad) y habiendo perdido todo, se escapa de la llegada del ejército estalinista y retoma su carrera de ecuyere trabajando para varios circos de Alemania Occidental hasta que en 1948 es invitada a relanzar Sarrasani en Buenos Aires con la presencia en el estreno de la pareja presidencial: Perón y Evita. A partir de su excelente relación con la primera dama argentina, el circo se convierte nuevamente en un suceso y es elevado a la categoría de “Circo Nacional Argentino” en 1950.[6]​ Siguiendo con el linaje vanguardista del fundador, la directora impulsa el desarrollo de una carpa de aluminio con la que emprende una gira por Brasil y se instala en San Pablo. También, intenta diseñar una carpa de plástico rígido, proyecto que finalmente queda frustrado. Sus últimas funciones datan de 1972. Gabor Némedy, su pareja y su compañero de aventuras, muere en Buenos Aires en 1981. Trude pasó sus últimos días en San Clemente del Tuyú, junto al Kiki, un perrito sumamente vivaz que rescató de la calle. Falleció el 4 de junio de 2009.[7]

Coordenadas: 51°03′33″N 13°44′43″E / 51.05917, 13.74528




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Cuqui, nacido en Mar del Plata, Argentina:
Este es mi apodo de pequeño, es en época de unos 9 años (año 1947) con mi amigo Carlitos hicimos una maqueta del circo poblada de pequeños leones y tigres de plomo y le pusimos el nombre del Sarrasani, nombre que evoca momentos felices de mi vida.
2022-08-07 09:22:01
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