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Declinación del latín



Las declinaciones del latín son el conjunto de casos o variaciones en las palabras (sustantivos, adjetivos, pronombres y determinantes) de ese idioma. Es posible diferenciar tres categorías: género gramatical, número gramatical y caso gramatical. El género gramatical puede tener tres valores (masculino, femenino y neutro), el número, dos (singular y plural) y el caso, hasta seis formas (aunque frecuentemente dentro de un paradigma varias de las formas son iguales).

El latín tiene cinco paradigmas o "modelos de declinación". Cada modelo de declinación se basa en el tema o terminación de la raíz (y en los adjetivos también su género gramatical). Los diferentes casos se expresan mediante un sufijo (o morfema gramatical) añadido a la raíz de la palabra. La flexión de los adjetivos varía según su género gramatical.

El análisis tradicional de los paradigmas distingue seis casos: nominativo, vocativo, acusativo, genitivo, dativo y ablativo (marginalmente existen residuos de caso locativo para algunas pocas palabras).[nota 1]​ Este sistema de casos del latín ha desaparecido de los nombres en la mayoría de lenguas romances, aunque sigue siendo usado en los pronombres personales, también algunas lenguas románicas como el rumano, el francés antiguo y algunas lenguas retorrománicas en sus estadios antiguos poseen caso. Las demás lenguas solo conservan un sistema de casos hoy en día, mientras que otras conservan vestigios.

El latín heredó seis de los ocho casos gramaticales originales del protoindoeuropeo: el nominativo, el vocativo, el acusativo, el genitivo, el dativo y el ablativo. El caso locativo indoeuropeo sobrevivió en las declinaciones de algunos topónimos y sustantivos, como Roma "Roma" (locativo Romae) o domus "casa" (locativo domi). Algunas formas adverbiales que acaban en -e son vestigios del caso instrumental.[1]​ Además en latín existen cinco grandes grupos de flexión nominal o "declinaciones":

En latín, los adjetivos concuerdan con los sustantivos que acompañan no solo en género y número, sino también en caso gramatical. También ocurre cuando el sustantivo y el adjetivo pertenecen a declinaciones diferentes. Por ejemplo, en la frase poeta bonus magnas aves habet,[nota 2]​ "poeta" y "bonus" son nominativos singulares de la primera y la segunda declinación, respectivamente, mientras que "magnas" y "aves" son acusativos plurales de la primera y la tercera declinación.

El orden de enseñanza de los casos es generalmente N-V-Ac-G-D-Ab. Eso refleja la tendencia de casos diferentes a compartir terminaciones similares (véase tendencias sincréticas más abajo).[2][3]​ Sin embargo, algunas escuelas enseñan los casos en el orden N-G-D-Ac-Ab-V. Las lenguas modernas que emplean sistemas de casos gramaticales suelen emplear el orden propio al presentar los casos latinos.

El nominativo marca, generalmente, el sujeto de una oración o sus atributos.

Sin embargo, en latín hay otros usos del nominativo:

En esta frase, hay un complemento de denominación (Rōma)[nota 3]​ y un complemento predicativo del sujeto (caput).[nota 4]

El vocativo marca el ser o entidad al que uno se dirige y, si es necesario, los adjetivos que acompañan a este sustantivo.[4]​ Una expresión vocativa es una expresión utilizada para dirigirse directamente a alguien o algo, incluyendo en la frase la identidad de la persona a la que uno se dirige.

Fragmento de Eneida (29 a. C.-19 a. C.), de Virgilio (70 a. C.–19 a. C.):

Con la primera palabra de este fragmento, el poeta se dirige a su musa, queriendo remarcar que se dirige precisamente a ella. Por ello, musa se encuentra en caso vocativo.

El acusativo marca, generalmente, el complemento directo de un verbo transitivo, es decir, el objeto sobre el que se produce la acción del verbo.[5]

Sin embargo, el acusativo también puede tener otras funciones:

El genitivo marca, generalmente el complemento del nombre de un sustantivo. En la mayoría de casos, indica una relación de posesión en la que el sustantivo en genitivo es el poseedor. Los usos del genitivo se pueden dividir en adjetivales y adverbiales.

Sin embargo, el genitivo también puede tener diversas otras funciones:

El dativo marca, generalmente, el complemento indirecto de un sustantivo. En la mayoría de casos, indica una situación en la que el sustantivo en dativo es el que recibe el complemento directo ("Juan da un bolígrafo a Ana"; Ana es el CI porque recibe el CD, que es el bolígrafo).[13]

En latín, el ablativo es el caso con más usos diferentes. A grandes rasgos se puede decir que las palabras en ablativo cumplen funciones de complemento circunstancial de tiempo, de lugar, etc. Muchos sintagmas en ablativo se pueden traducir por adverbios: cum celeritate se traduce por "rápidamente" (literalmente, "con velocidad"). El ablativo latino unifica tres casos presentes en el antiguo indoeuropeo: el separativo, el instrumental y el locativo.[3]

El caso locativo sirve para indicar el lugar donde se produce la acción. Es un caso extremadamente raro en latín; es un vestigio del indoeuropeo que solo se aplica en los nombres de las ciudades y de islas pequeñas, así como en algunas palabras aisladas. Mientras que todos los demás sustantivos utilizan el ablativo con una preposición, las palabras en locativo nunca llevan preposición.[16]​ Es idéntico al genitivo singular de la primera y la segunda declinación, y en el resto de casos es idéntico al ablativo, excepto en el caso del sustantivo domus ("casa"), que tiene el locativo domi.[17]

El sincretismo, un fenómeno lingüístico en el que dos o más valores morfosintácticos comparten la misma terminación,[18]​ es habitual en el latín.

El nominativo, vocativo y acusativo de las palabras neutras en plural siempre acaba en -a, con algunas excepciones (algunos pronombres demostrativos, relativos y similares; en estas formas, el plural neutro tiene la misma forma que el nominativo singular femenino).[3]

El vocativo plural siempre es idéntico al nominativo plural, y el vocativo singular es idéntico al nominativo singular excepto en la segunda declinación y en algunas palabras griegas (el vocativo de Marcus es Marce y el vocativo de Aeneas es Aenea).[19]

El acusativo singular siempre acaba en una vocal corta seguida de -m, excepto en algunas palabras neutras con raíces inusuales. El acusativo plural de las palabras masculinas y femeninas siempre acaba en una vocal larga más -s, igual que el nominativo plural de la tercera, cuarta y quinta declinación.

El genitivo singular es igual que el nominativo plural en las palabras masculinas y femeninas de la primera y segunda declinación.

El dativo singular es igual que el genitivo singular en las palabras de la primera y quinta declinación.

El dativo y el ablativo son siempre iguales en plural.[20]​ También es el caso en el dativo singular de la segunda declinación, algunas palabras de la tercera declinación de tema en -i, y las palabras neutras de la cuarta declinación.

Cuando se utiliza el locativo, es idéntico al ablativo en la cuarta y quinta declinaciones. El locativo, el ablativo y el dativo son idénticos en el plural.

El latín tiene cinco declinaciones diferentes, que se distinguen principalmente por la terminación de la raíz:

Sin embargo, la evolución del latín ha provocado cambios fonéticos en la terminación de algunas palabras, haciendo que el nominativo por sí solo no siempre sirva para determinar a que declinación pertenece una palabra en concreto (por ejemplo, saltus, "salto"). Por este motivo, las palabras latinas se enuncian con el nominativo más el genitivo, y es en esta forma como se encuentran en la gran mayoría de diccionarios. Por ejemplo:

También se puede escribir el genitivo de forma abreviada. Así, los ejemplos anteriores se escribirían natio, -onis y bellum, -i.

Las palabras que se rigen por la primera declinación son aquellas que tienen el tema en -a. Gran parte de los sustantivos y adjetivos castellanos acabados en -a tienen su origen en palabras de la primera declinación latina. La gran mayoría de palabras de esta declinación son de género femenino, sacadas, a excepción de, nombres propios de hombre (Sulla) o nombres que designan oficios tradicionalmente reservados al hombre (pirata). Los adjetivos son siempre femeninos. Tanto las palabras femeninas como las masculinas se declinan del mismo modo.

La primera declinación del latín también incluye algunas palabras griegas, que derivan de la primera declinación del griego antiguo. La declinación en singular de estas palabras es irregular. En ocasiones, estas palabras griegas son declinadas como si fueran palabras originales latinas. Por ejemplo, se puede usar el nominativo athleta en lugar del original athletes.

Hace falta remarcar varias peculiaridades de esta declinación:

Las palabras que se rigen por la segunda declinación pueden tener el tema en -us, -er o -um. Muchos sustantivos y adjetivos castellanos de género masculino tienen su origen en palabras de esta declinación. En lenguas como el catalán, las palabras derivadas de palabras latinas de la segunda declinación han perdido casi siempre la marca (mim en lugar de mimus o cel en lugar de caelum), mientras que otras lenguas románicas, como el castellano, el portugués o el italiano, han conservado esta marca en forma de terminación -o (toro, inverno, amico). Los sustantivos o adjetivos regidos por esta declinación son en su mayor parte masculinos o neutros, aunque también hay nombres femeninos (habitualmente, nombres de árboles).[nota 7]​ Tanto las palabras femeninas como las masculinas se declinan del mismo modo, mientras que las neutras se declinan de manera diferente en nominativo, vocativo y acusativo.

La segunda declinación del latín también incluye algunas palabras griegas, que derivan de la segunda declinación del griego antiguo. La declinación en singular de estas palabras es irregular. A veces, estas palabras griegas son declinadas como si fueran palabras originales latinas. Por ejemplo, se puede usar el nominativo theatrum en lugar del original theatron.

Las palabras que se rigen por la tercera declinación pueden tener dos tipos de tema: tema en consonante o tema en -i. Muchos sustantivos y adjetivos castellanos de género tanto masculino como femenino tienen su origen en palabras de la tercera declinación latina. En castellano, las palabras derivadas de palabras latinas de la tercera declinación suelen conservar la raíz del étimo latino sin grandes modificaciones (animal - "animal", religio - religión). Las palabras de la tercera declinación tienden a variar más entre el nominativo y vocativo singular y el resto de casos (tempus, -ores, "tiempo"). Inicialmente, la declinación de las palabras de tema en consonante y los de tema en -i era bastante diferente, pero a partir del siglo I a. C. la flexión de los primeros se impuso a la de los últimos.

En el nominativo y vocativo singulares, el morfema de caso es variable. Tienen morfema -s (nominativo sigmático) los temas en oclusiva (-p, -b, -c, g-, -t ' y -d) y -me. En cambio, tienen morfema Ø (es decir, sin ninguna desinencia) los temas en -l ', -r, -s ' y -n, así como todas las palabras neutras independientemente de su tema.

Para construir el nominativo, las palabras con una raíz acabada en oclusiva no añaden ninguna desinencia si son de género neutro. Si son de género masculino o femenino, añaden el morfema -s. La fusión de este morfema con la raíz puede provocar determinados cambios en la palabra:

Las palabras de tema líquido (-l y -r), nasal (-n y -m) o fricativo (-s) forman el nominativo singular con desinencia Ø, con la excepción de hiems ("invierno"), que lo forma con la desinencia -s.[22]

Se trata de palabras de tema en -s que solo conservan el tema original en el nominativo y el vocativo singular. En el resto de casos, la -s pasa a ser -r por un fenómeno conocido como rotacismo.[24]​ Por ejemplo os, oris ("boca")

Los sustantivos con nominativo en -us y genitivo en -eris u -oris son neutros en la gran mayoría de casos. Son ejemplos genus, generis ("género") o tempus, temporis ("tiempo").

Para conocer el tema de estas palabras no hace falta fijarse en el nominativo, sino en el genitivo. La raíz que se obtiene al retirar la desinencia -is del genitivo es el tema que se mantiene a lo largo de la flexión. Por ejemplo, para encontrar la raíz de pontifex, pontificis ("pontífice"), se sacaría la desinencia -is del genitivo, dando como resultado el tema pontific-.

Algunas palabras de la tercera declinación tienen la raíz acabada en -i. Dentro de este grupo de palabras se pueden distinguir tres subgrupos diferentes:

Del mismo modo que los sustantivos, los adjetivos de la tercera declinación también se pueden clasificar según si tienen el tema en -i o en consonante; son ejemplos ingens, ingentis ("enorme") y veter, veteris ("viejo"), respectivamente.

Los adjetivos de tema en consonante no presentan ninguna complicación particular, pero los de tema en -i son más complejos.[25]​ La mayoría de ellos tienen una doble terminación: -is para el masculino y el femenino y -e para el neutro. El nominativo, vocativo y acusativo plurales del neutro son diferentes, pero los otros casos son idénticos a sus homólogos en masculino y femenino. Estos adjetivos también tienen el ablativo singular en -i para que no se confunda con el nominativo, vocativo o acusativo del neutro.

En castellano, los adjetivos de tema en -i se han transformado a menudo en adjetivos que son iguales tanto en masculino como en femenino.

Sin embargo, hay excepciones: adjetivos que en latín solo tenían una terminación pero que en castellano han adoptado una segunda para expresar el género femenino, como por ejemplo "agrio, agria".[26]

Un segundo conjunto de adjetivos presenta una forma idéntica para los tres géneros en el nominativo y vocativo singulares. En determinados casos, la -i de la raíz cae, provocando un contacto entre la -t de la raíz y la desinencia -s del caso. Como consecuencia de este contacto, la -t de la raíz desaparece.

Finalmente, un grupo reducido de adjetivos presenta una forma diferente para cada uno de los tres géneros en el nominativo y vocativo singulares. Estos adjetivos se enuncian con las tres formas: acer, acris, acre ("agrio").

Las palabras que se rigen por la cuarta declinación tienen el tema en -u.[27]​ A diferencia de otras declinaciones, la cuarta declinación solo puede contener sustantivos. Las palabras masculinas y femeninas forman el nominativo singular añadiendo la desinencia -s, mientras que los neutros lo forman sin añadir ninguna morfema (desinencia Ø).

Aunque pueda parecer que la terminación -ibus del dativo y el ablativo plurales sea idéntica a la que se da en la tercera declinación, en realidad esta deriva de una forma primitiva -ubus. En los casos donde podría haber confusión con una palabra de la tercera declinación (artus, "miembro", de la cuarta declinación, y ars, "arte", de la tercera, por ejemplo), el sustantivo de la cuarta declinación conserva la desinencia primitiva. Así pues, siguiendo el ejemplo ya citado, el dativo y ablativo plurales de artus sería artubus, y no artibus.[3]

Hace falta destacar el sustantivo domus ("casa"), que ha heredado una declinación compleja del antiguo indoeuropeo. Se trata de un nombre de la cuarta declinación que declina algunos casos siguiendo la segunda declinación:

Las palabras que se rigen por la quinta declinación tienen el tema en -e.[28]​ Todas las palabras de la quinta declinación son sustantivos de género femenino, excepto dies, diei ("día"), que en singular puede tener cualquiera de los dos géneros. Las palabras de la quinta declinación forman el singular añadiendo la desinencia -s. Solo hay dos palabras que tengan la declinación completa con todos los casos, dies, diei y res, rei ("cosa").[3][nota 8]

Como la palabra res tiene un significado muy vago e impreciso (comparable al de su homólogo en el castellano actual, "cosa"), se la puede combinar con adjetivos para darle un significado más concreto. Así pues, res gestae significa "gestas", y res familiaris (literalmente, "cosa familiar") quiere decir "patrimonio".[3]​ Finalmente, hace falta destacar la palabra res publica, que literalmente significa "la cosa pública" y que en castellano moderno ha dado la palabra "república". Aunque en latín se podía escribir como una única palabra (respublica), a la hora de declinarla, el sustantivo y el adjetivo se flexionaban por separado:[29]

Como en otros idiomas, en latín los demostrativos sirven por indicar la distancia temporal o espacial entre el orador y algo. También, como en otras lenguas románicas, en latín los demostrativos pueden tener una función de sujeto (refiriéndose a un sustantivo que ya ha sido mencionado antes o que es conocido por todos los interlocutores) o de complemento adjetival.

Hay tres demostrativos, que se declinan de la siguiente manera:[30]

En la forma femenina, los demostrativos se basan en un tema en -a, mientras que en masculino y neutro se basan en un tema en -o. Las excepciones son las terminaciones del genitivo y dativo singular, que son -ius e -i, respectivamente, para los tres géneros.

Las formas hic, haec y hoc se escribían originalmente como hi, hae, ho, pero durante la evolución de la lengua se les añadió la desinencia -ce. En latín clásico, esta desinencia perdió la -e y solo se conserva en las formas monosilábicas. La -m del acusativo se transforma en -n delante de esta desinencia. Como en castellano, el uso del demostrativo puede tener un valor despectivo: Cum esset iste Agrigenti [...] ("Estando este [Verres] en Agrigento [...]").[3]​ Un uso adicional del demostrativo en latín es para dar énfasis.

Los adjetivos pueden tener tres tipos de grados. El grado más habitual es el grado positivo, donde el adjetivo simplemente denota una cualidad del sustantivo:

En cambio, cuando se quiere comparar la intensidad de esta cualidad en comparación con otra, se utiliza el grado comparativo. El comparativo puede ser de superioridad, de igualdad o de inferioridad:

En latín, el comparativo de superioridad también se puede formar añadiendo unas terminaciones especiales a la raíz del adjetivo: -ior para el masculino y el femenino, -ius para el neutro. Estas terminaciones se declinan como los adjetivos de tema en consonante.

El grado superlativo va más allá. Indica que la cualidad del sustantivo es superior no solo a la de otro sustantivo, sino a la de todos los demás. También puede denotar que la cualidad del sustantivo es máxima.

El superlativo latino se forma añadiendo la terminación -issimus, -issima, -issimum a la raíz del adjetivo. Esta desinencia se declina como un adjetivo de tema en vocal.[31]​ Una excepción son los adjetivos acabados en -er, que utilizan las desinencias -errimus, -errima, -errimum (un vestigio de esto en el castellano es el superlativo "wikt:paupérrimo"). Una segunda excepción son algunos adjetivos acabados en -ilis, que hacen el superlativo en -illimus, -illima, -illimum.

Los números cardinales son los que se usan para describir cantidades exactas: uno, sesenta, ochenta y tres, etc. Se pueden usar como pronombres o como adjetivos determinantes. En latín, la inmensa mayoría de números son invariables, y los únicos que se declinan son el uno, el dos, el tres, las centenas y los millares. Por su propia naturaleza,[nota 9]​ los numerales no se declinan por número, sino únicamente por género y caso.

Unus se declina igual que los adjetivos en vocal, excepto en el genitivo y el dativo, donde toma las terminaciones de la declinación pronominal. Duo tiene una flexión híbrida de los temas en -a, en -o y en consonante.[32]​ Finalmente, tres se declina igual que los adjetivos en -i de la tercera declinación.

Por otro lado, el número cien (100) es indeclinable, pero sus compuestos (doscientos, seiscientos, mil novecientos, etc.) se declinan igual que los adjetivos en -us, -a, -um. Finalmente, el número mil (1.000) tiene dos formas: mille, que es invariable; y millia, que se declina como los nombres neutros de la tercera declinación.

Los números ordinales indican la posición que ocupa la palabra modificada dentro de una serie; por ejemplo, el octavo emperador es el que viene detrás del séptimo, pero antes del noveno. Su flexión en latín es muy sencilla: se declinan igual que los adjetivos en -us, -a, -um.[33][nota 10]

Los pronombres relativos son aquellos que sustituyen a un nombre que ya ha sido mencionado anteriormente e introducen una oración subordinada relativa, cumpliendo una función de nexo.

Excepto quem y quibus (formados a partir del interrogativo indefinido antiguo de tema en -i), los pronombres relativos se declinan como un adjetivo de tema en -o para el masculino y el neutro, y de tema en -a para el femenino. El género neutro también presenta un refuerzo dental -d en el singular, y en plural sustituye la terminación típica neutra -a por -ae. También hace falta destacar que, como en el caso de los pronombres demostrativos, el genitivo y dativo singulares de los pronombres relativos tienen la misma forma para todos los géneros.

Los pronombres interrogativos sustituyen a un nombre o un adjetivo en una oración interrogativa. Son idénticos a los pronombres indefinidos, de los cuales solo se diferencian por la entonación interrogativa. Estos pronombres se declinan exactamente igual que los relativos excepto en el nominativo singular masculino y neutro, y el acusativo singular neutro.

En estos compuestos, el pronombre definido es la única parte que se declina, y el resto del compuesto permanece invariable.

Los demostrativos que hacen referencia a un sustantivo que ha sido mencionado antes sin establecer ningún tipo de relación sintáctica son los denominados demostrativos anafóricos. En castellano, esta idea se expresa con los demostrativos "este", "esta", como por ejemplo en la frase "El gato atrapó a la rata cuando esta estaba distraída". En este caso, "esta" sustituye a "rata". Aparte de su función anafórica principal, y como ya se ha dicho más arriba, en determinadas circunstancias estos demostrativos pueden tener la función de pronombres personales de tercera persona. En el genitivo, toma la función de adjetivo posesivo.

Los demostrativos enfáticos son un tipo de demostrativos anafóricos que, como indica su nombre, dan más énfasis a la expresión. La primera forma de demostrativos enfáticos se forman añadiendo la partícula -dem al demostrativo anafórico, dando como resultado idem, eadem, idem. La forma "ídem" se ha conservado en castellano con el significado de "lo mismo".[38]

La parte del demostrativo se declina igual que el anafórico, mientras que la partícula -dem permanece invariable. Se producen algunos cambios fonéticos:

Algunas palabras solo se declinan en singular:

En cambio, otras palabras solo se declinan en plural:

Hay sustantivos neutros indeclinables que solo existen en el nominativo y acusativo singular. En total, hay seis sustantivos de este tipo:

Hay sustantivos que pueden variar de género. Algunos nombres de la segunda declinación existen en neutro y en masculino, pero conservan el mismo significado. Por otro lado, algunos nombres tienen un género en singular y un género diferente en plural.

Algunos sustantivos tienen un significado diferente en singular y en plural.

El sistema de casos latino se ha perdido en la mayor parte de lenguas romances. Sin embargo, este sistema influyó en el desarrollo de las mismas, como por ejemplo en la formación de los plurales: mientras que en las lenguas romances orientales, como el italiano, los plurales derivan del nominativo de la primera y la segunda declinaciones (plural en -i o -e), en castellano y otras lenguas romances occidentales los plurales derivan del acusativo (plural en -s). Hay otros ejemplos relevantes de la influencia de los casos latinos en las lenguas hijas.

En la mayoría de las lenguas romances quedan pocos vestigios del sistema de casos. El más destacado es la declinación de los pronombres personales según la función gramatical que cumplen (sujeto, complemento directo o complemento indirecto). Por ejemplo, los pronombres personales se "declinan" de la siguiente manera en castellano:[nota 13]

El sistema de casos del latín se erosionó en la parte occidental del imperio a partir del siglo III d. C. La mayor parte de lenguas romances presentan pocas evidencias de la existencia de caso, modernamente solo el rumano conserva vestigios del sistema de casos y además conserva el género neutro latino, pero funciona de una manera bastante diferente al original. De hecho, las palabras neutras no tienen una flexión propia, sino que simplemente funcionan como palabras masculinas en singular y como palabras femeninas en plural. Esta característica incluso ha llevado a algunos estudiosos a afirmar que quizás el neutro rumano es el resultado del contacto con las lenguas eslavas geográficamente próximas, y no una continuación del neutro latino.[40]​ También ha sobrevivido el sistema de casos, aunque se han reducido y el rumano solo presenta un caso nominativo-acusativo, un caso genitivo-dativo, y un caso vocativo. Se observa una cierta tendencia a la desaparición del vocativo, ya que cada vez se sustituye más por el nominativo.

Además del rumano, el francés antiguo y el antiguo sursilvano[41]​ (dialecto del romanche) conservan vestigios del caso. El rumano hasta la actualidad, el francés antiguo hasta el siglo XIII o XIV y el antiguo sursilvano hasta el siglo XVIII.

En rumano y también en catalán, en asturiano, en gallego y en portugués el numeral dos (2) todavía conserva formas diferentes para el masculino y para el femenino, como en el latín duo, duae. Hay que destacar que la desaparición del sistema de casos latino se ha visto acompañado por un aumento significativo del uso de las preposiciones, que a grandes rasgos tienen la misma función, indicando el papel sintáctico del nombre que acompañan dentro de una frase.

El sistema de casos latino no ha tenido una influencia importante en las lenguas no romances con las cuales entró en contacto. Esto es debido a que las lenguas indoeuropeas con un sistema de casos tienden a ser muy conservadoras en este aspecto, y por consecuencia se resisten mucho a las modificaciones por influencia extranjera. En cambio, las palabras latinas que han pasado a ser préstamos lingüísticos para estas lenguas sí que pueden conservar vestigios de su origen latino. Por ejemplo, en inglés los términos antenna ("antena"), radius ("radio") y curriculum ("currículum") se pluralizan como antennae, radii y curricula, en lugar de pluralizarse como palabras típicamente inglesas: antennas*, radiuses* y curriculums*, aunque estos sufijos adoptan una pronunciación que no corresponde a la latina. También se pueden observar que ambas terminaciones dependen del campo semántico, como por ejemplo antennas y antennae, donde el sufijo regular hace referencia a la antena de un aparato (normalmente en el habla cotidiana) y el préstamo del latín hace referencia a la antena de un animal (en el campo semántico de la biología, normalmente en un ámbito científico).



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