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El Estado y la revolución




El Estado y la revolución es un libro escrito por Lenin entre agosto y septiembre de 1917, mientras se encontraba en la clandestinidad en Finlandia. Es un texto fundamental, en la medida en que fue redactado entre la primera etapa (febrero) y la segunda etapa (octubre) de la revolución rusa de 1917. Por eso se ha considerado que esta obra, junto con otras del mismo período, proporciona claves para comprender la idea que tenía Lenin de lo que iba a ser y de lo que debía ser dicha revolución.

Se trata de un texto plagado de citas textuales, de lecturas y comentarios a los clásicos del marxismo en relación con la cuestión del Estado, respecto de la cual consideraba que teóricos posteriores (como Plejánov o Kautsky) no habían hecho más que tergiversar el marxismo.

Lenin comienza explicando el modo en que el Estado surge de las contradicciones de clase, es decir de las luchas de clases, para someterlas en torno a los intereses de la clase dominante. Como vemos en el siguiente fragmento:

Sin embargo, los autores liberales, argumentan que «el Estado es precisamente el que concilia las clases».[2]​ Ahora bien, el hecho de querer conciliar las clases cuando objetivamente hay, en toda formación social bajo el modo de producción capitalista, un conflicto de intereses entre ellas, supone en sí mismo una toma de partido por la clase dominante y una consiguiente opresión de una clase por otra. Esta conciliación de las clases es la tarea fundamental del Estado: conciliación de las clases, con la condición de su subordinación a los intereses de la clase dominante.

En su libro Reforma o revolución, Rosa Luxemburgo ha intentado profundizar esta tesis teórica de la siguiente manera:

Como explica este texto, el dominio de una clase sobre otra no tiene que entenderse necesariamente como el ejercicio de una violencia manifiesta, ni siquiera intencionada. Los intereses de la clase dominante pueden ser solidarios, en determinadas circunstancias, de los intereses de la clase dominada. Esto no es lo importante: lo importante es que la clase dominante busca esta conciliación, precisamente para seguir ejerciendo su dominio de clase. En las circunstancias en que los intereses de las clases son manifiestamente conflictivos, se rompe con esa armonía.

Según expone Lenin, el Estado surge de la sociedad, pero separado de ella, ejerciendo la fuerza sobre ella. Esa fuerza consiste principalmente en «destacamentos especiales de hombres armados, que disponen de cárceles y otros elementos».[4]​ Los instrumentos principales por los que se ejerce esta fuerza son la policía y el ejército permanente. Por eso Lenin presenta aquí una primera alternativa comunista: la organización armada espontánea de la población. Ello no es posible para el Estado burgués «porque la sociedad civilizada está dividida en clases enemigas y, además, irreconciliables, cuyo armamento 'espontáneo' conduciría a la lucha armada entre ellas».[5]​ Esta realidad oculta sale a la luz cuando los acontecimientos revolucionarios revelan los enfrentamientos de clase, y vemos cómo cada clase se sirve de sus propios «destacamentos de hombres armados» para el servicio de sus intereses de clase.

Lenin subraya que el Estado constituye el instrumento para la dominación de una clase sobre otra. La extinción del Estado o comunismo es un proceso en dos pasos. En primer lugar la toma, previsiblemente por la violencia (no por otra cosa sino porque se prevé que será contestada violentamente), por parte del proletariado de la maquinaria del Estado. Ello conduce a la dictadura del proletariado o socialismo, un Estado que como tal ejerce una dominación de clase, solo que en este caso una dominación en la que los que mandan son la masa del pueblo: por tanto, una «dictadura», pero paradójicamente, más democrática y además transitoria.

La democracia burguesa se ejerce como una dictadura de la burguesía sobre el proletariado:

Por el contrario, la dictadura del proletariado, siendo dictadura de una clase, es no obstante la dictadura de la clase más numerosa sobre la menos numerosa. Y es la dictadura de una clase que no busca sostener su situación de dominio sino hacer desaparecer los antagonismos de clase. Esa es su democracia.

Y es una «dictadura» transitoria porque pretendiendo la abolición de todas las clases, con ello el Estado, existente como fuerza coercitiva de una clase sobre otra, sencillamente se irá disolviendo. Ello es así por cuanto que una vez que el Estado se convierte en representante fiel de la propia sociedad (cuando sencillamente la reproduce, en vez de ser su ortopedia, de deformarla por la fuerza) es sencillamente superfluo.

En resumen, dos fases para la desaparición del Estado y la implantación del comunismo:

Ahora bien, ¿por qué tipo de organización hay que sustituir al Estado burgués en la primera fase del comunismo? En este sentido, Lenin recurre al análisis marxista de la experiencia de la Comuna de París.

En primer lugar, según extrae Lenin de los textos de Marx, sustituir esos "destacamentos de hombres armados" por el pueblo armado: "¡Y por cuanto la mayoría del pueblo es la que reprime por sí misma a sus opresores, no es ya necesaria una 'fuerza especial' de represión! En este sentido, el Estado comienza a extinguirse".[8]​ En definitiva, el ejército popular sirve para evitar la existencia de un ejército del Estado por encima de la sociedad. Esto contribuye a la extinción del Estado en el sentido de que al identificarse el ejército con la sociedad sencillamente lo que hay es la sociedad armada y no el instrumento del Estado llamado ejército. En segundo lugar,

en tanto que tales tareas

En tercer lugar, la desaparición del parlamentarismo:

Ahora bien,

dice Lenin citando a Marx. Esencialmente, de lo que se trata es de que no puede haber profesionalización de la política: el parlamentarismo desaparece en cuanto es el proletariado el que se organiza autónomamente para hacerse cargo de la política.

En cuarto lugar, acerca de la unidad de la nación,

Pero explica a continuación:

Centralismo proletario que se opone al centralismo burgués, militar y burocrático. Más adelante vuelve Lenin sobre el tema:

Esta teoría es precisamente la que fundamenta su texto sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación.[cita requerida] Ello no significa la ruptura, significa deshacer las relaciones de dominación, lo que conduciría a la posibilidad de renegociar nuevas relaciones igualitarias y de cooperación.

En quinto lugar, dar una solución, como propone Engels, del problema de la vivienda, fundamentalmente expropiando los edificios desaprovechados, que abundan en las ciudades. En un periodo de transición, no es probable que esas viviendas sean gratuitas, pero ello resultará natural al cabo, con la extinción del Estado.

Se ha hablado de dos fases del comunismo: Lenin las detalla como "primera fase de la sociedad comunista" (lo comúnmente llamado socialismo), y como «fase superior de la sociedad comunista» (lo comúnmente llamado, sin más, comunismo).

Y

Esta etapa superior del comunismo se caracteriza especialmente por la desaparición de la separación entre trabajo intelectual y trabajo manual. Es previsible que con la educación de los trabajadores, así como con la simplificación de la organización (pareja al desarrollo tecnológico) las labores de contabilidad, y en general el «trabajo intelectual» puedan ser llevadas a cabo por cualquier obrero. Así pues, no hay obreros especializados en este tipo de trabajo —de hecho, pueden rotar en su desempeño— y desaparecen estas jerarquías, al tiempo que queda establecido un salario igual para toda la población. Igualmente, postula Lenin que este comunismo convertirá el trabajo, de una obligación, en una necesidad vital, de modo que los hombres trabajarán voluntariamente. A esto se suma la provisión de artículos de consumo según las necesidades individuales. «Toda la sociedad será una sola oficina y una sola fábrica, con trabajo igual y salario igual».[18]​ Sobre este comunismo, Lenin escribe:

Ahora bien, dos observaciones finales. Por un lado, que según Lenin esta segunda fase aun siendo un proyecto para el futuro, no correspondía estudiarla por el momento: eso sería caer en el utopismo y olvidar la situación concreta, algo enteramente ridículo, pues no se puede trazar la línea hacia una nueva sociedad sin ningún teórico marxista ha pensado en ella, al contrario de los pensadores anarquistas, que partiendo del principio de que «los medios justifican el fin», para los que no existen etapas más que los periodos de antes de la revolución, el momento de esta y después de aquella, no temen proyectarse hacia el futuro, aunque tampoco entregando un modelo determinado de sociedad sin Estado, pero que si, respondiendo a una época determinada, Proudhon propone el mutualismo, Bakunin el colectivismo y Kropotkin, aunque no el único, el comunismo anarquista, —la lucha de clase del proletariado por establecer el Estado socialista—. Por otro, que esta segunda fase, que no es ni siquiera un esbozo, es precisamente lo que más interesa a los ideólogos burgueses, que insisten en la imposibilidad y el absurdo de este comunismo:

Por eso es preciso dejar al margen los debates abstractos sobre ese comunismo e insistir en la situación presente, que es la única que podemos imaginar de un modo concreto.

Ante todo, El Estado y la revolución va dirigido contra el olvido intencionado de estos temas por parte de los teóricos de la II Internacional.[22]​ En particular, Lenin dirige sus ataques contra Kautsky y Plejánov.

Lenin centra su polémica con Plejánov en el tratamiento que éste da del anarquismo. Lo que Lenin encuentra inconcebible, es el modo en que Plejánov puede entrar en esa polémica ignorando por completo que la oposición entre marxismo y anarquismo se centra en la problemática de la revolución frente al Estado. Según Lenin, Plejánov encara la cuestión de un modo oportunista, por cuanto elude esta problemática.[cita requerida]

Kautsky es bien conocido por su polémica con Bernstein y los oportunistas. Sin embargo, es preciso recordar, según apunta Lenin, las vacilaciones de Kautsky en esta polémica, y que explicarían más tarde su posición «socialchovinista» —es decir, su apoyo nacionalista a la guerra imperialista— entre los años 1914 y 1915.

Y la razón de estas vacilaciones, Lenin la encuentra una vez más en una posición oportunista respecto del Estado. En su polémica con Bernstein, Kautsky «escamoteó la diferencia más esencial entre el marxismo y el oportunismo en cuanto a las tareas de la revolución proletaria».[23]​ Al dejar la cuestión de la revolución como un asunto para el porvenir, Kautsky estaba haciendo una concesión vital al oportunismo, y estaba de hecho pasándose a las posiciones políticas de los oportunistas.

Anton Pannekoek formaba parte de la línea de izquierda del SPD, junto con Rosa Luxemburgo y Karl Radek. Pannekoek acusaba a Kautsky por su pasividad respecto de la problemática de la revolución y de su relación con el Estado. Pannekoek habla precisamente de la necesidad de luchar no solamente contra la burguesía, por hacerse con el poder del Estado, sino también de luchar contra el propio Estado.[24]

Lo que le interesa a Lenin es el modo en que Kautsky responde a estas críticas —independientemente de la idoneidad del planteamiento que de Pannekoek, con quien Lenin no está del todo de acuerdo. Kautsky sitúa la cuestión como una oposición entre socialdemócratas y anarquistas: los socialdemócratas pretenden conquistar el Estado, los anarquistas pretenden destruirlo. Desde este punto de vista, Pannekoek sería inconsecuente al pretender ambas cosas al mismo tiempo. Sin embargo, Lenin considera que la posición de Kautsky es oportunista en tanto que ignora la necesidad de que una revolución vaya a transformar la naturaleza misma del Estado. Kautsky reduce el problema a la gestión del poder del Estado por parte de una élite burocrática, que gobierna en nombre de la clase obrera. Al hacerlo así, no soluciona la cuestión de la transformación del Estado en una máquina verdaderamente democrática, bajo el control directo de órganos democráticos y participativos —como los soviets.

En las Tesis de abril, Lenin se refirió ya a una serie de tareas fundamentales en el seno de su partido:

El Estado y la revolución, escrito tan solo cuatro meses después de la lectura pública de las "Tesis", estaba relacionado justamente con estos dos últimos puntos.

Marcando las distancias con la II Internacional, Lenin inauguraba una ruptura dentro del movimiento obrero que se concretaría después en la formación de la III Internacional o Internacional Comunista. Esta escisión en el movimiento obrero internacional marcaría posteriormente todo el siglo XX, con la oposición entre partidos "socialdemócratas" y partidos "comunistas" de inspiración leninista, a veces (aunque no siempre) alineados con la URSS y sometidos a sus directrices políticas.

Más allá de la coyuntura en la que fue escrito, El Estado y la revolución ha ejercido una influencia constante en el pensamiento político radical de todo el siglo XX. Ha sido libro de cabecera para distintas corrientes comunistas, que van desde el estalinismo al trotskismo o al maoísmo. Su influencia indirecta puede rastrearse desde el Mayo francés a los nuevos movimientos globales. Su propuesta de un Estado sometido al control de asambleas verdaderamente democráticas, por alternativa al parlamentarismo burgués, ha sobrevivido más allá del socialismo estalinista. El libro sigue editándose.



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