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Extranjerismo



Un extranjerismo es una expresión que un idioma toma de otro, sea para llenar un vacío semántico o como alternativa a otras expresiones ya existentes. Puede mantener su grafía y pronunciación original, en cuyo caso en gramática tradicional se le da el nombre de barbarismo, o puede adaptarse a la lengua que lo acoge o lo adapta.

Al préstamo del latín sin apenas cambios se le denomina cultismo. Al préstamo tomado del idioma francés, se le denomina galicismo; al del inglés, anglicismo; al del náhuatl, nahuatlismo; al del idioma alemán, germanismo; al del griego, helenismo; al del italiano, italianismo; al del árabe, arabismo; al del portugués, lusitanismo; al del catalán, catalanismo, al del gallego, galleguismo, al del valenciano, valencianismo; al del euskera, vasquismo; y en el caso del idioma español se le denomina hispanismo.

Los exotismos son palabras que denotan personas, animales, vegetales o instituciones que no existen en la lengua receptora, como coyote, coihue o guillatún.[2]​ Un xenismo es prácticamente lo mismo: palabras que reflejan una realidad propia de una cultura extranjera, como sushi o tsunami.

En el idioma español, la introducción de extranjerismos suele y ha sabido corresponder a distintas modas y épocas; durante los siglos de la invasión musulmana en la Edad Media española, por ejemplo, se incorporaron numerosos arabismos, así como galicismos a través del Camino de Santiago [cita requerida]; durante el Renacimiento, por el contrario, se añadieron no pocos italianismos relacionados con las artes [cita requerida]; durante el Siglo de Oro, por el contrario, fueron los vocablos españoles los que pasaron a distintos idiomas con el nombre de hispanismos, e incluso algunos vocablos que se habían transvasado al español desde las lenguas indígenas americanas [cita requerida]. Luego, con el auge de Francia y de todo lo francés en el siglo XVIII, se introdujeron en el castellano numerosos galicismos relativos sobre todo a la moda y a la gastronomía [cita requerida]. En el siglo XIX, siglo de la ópera, se introdujeron numerosos términos musicales del italiano, y al auge tecnológico de la Revolución industrial en Inglaterra y Alemania correspondieron los tecnicismos germánicos e ingleses [cita requerida]. Durante el siglo XX, por el contrario, la avalancha de anglicismos aumentó a causa de la pujanza de los Estados Unidos, los relativos a la tecnología (la informática, sobre todo), la economía y el entretenimiento (cinematografía y deporte, sobre todo) [cita requerida].

En el ámbito hispánico, sin embargo, hay que decir que la recepción de los extranjerismos por parte de las repúblicas hispanoamericanas y por parte de España ha sido muy diferente por los condicionamientos de vecindad geográfica y cultural; así, por ejemplo, Hispanoamérica es especialmente susceptible a los anglicismos, mientras que España es particularmente proclive a los galicismos y los préstamos de otras lenguas peninsulares, como el catalán, el gallego y el vasco [cita requerida].

Para indicar que una palabra procede de otra lengua, en textos impresos en letra redonda es muy frecuente —y la Real Academia Española lo recomienda— reproducir los extranjerismos crudos en letra cursiva [3]​—o en redonda si el texto ya está en cursiva—, aunque escribirlos entrecomillados también es correcto según la RAE.[4]



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