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Fernando Herrera



¿Qué día cumple años Fernando Herrera?

Fernando Herrera cumple los años el 15 de abril.


¿Qué día nació Fernando Herrera?

Fernando Herrera nació el día 15 de abril de 597.


¿Cuántos años tiene Fernando Herrera?

La edad actual es 1427 años. Fernando Herrera cumplió 1427 años el 15 de abril de este año.


¿De qué signo es Fernando Herrera?

Fernando Herrera es del signo de Aries.


¿Dónde nació Fernando Herrera?

Fernando Herrera nació en Sevilla.


Fernando de Herrera (Sevilla, 1534 - 1597) fue un escritor español del Siglo de Oro, apodado con el nombre de "El Divino". Hoy es conocido como poeta, pero en su época era más bien un erudito, muy metido en las cuestiones de su época, sean literarias o religiosas.

Inicia en España la crítica textual, aplicándola a la gran cuestión textual en la España de su época, el texto de la poesía de Garcilaso. Herrera tiene mucho que ver con la sagrada posición de Garcilaso en la literatura española. Sus ‘’Anotaciones sobre Garcilaso’’ es el primer estudio dedicado a solo un español (militar por más señas). Garcilaso es por ello el primer autor a quien se dedica un estudio crítico.

Su poesía parte de la herencia petrarquista, en la que pretende introducir novedades, y él mismo plantea su producción como una profundización con respecto de Garcilaso de la Vega. En este sentido, Herrera es autor de unas famosas Anotaciones a la poesía de Garcilaso (Sevilla, 1580), donde, entre otras cosas, pone de relieve el carácter de imitador de los clásicos en lengua romance de Garcilaso e historia los distintos géneros poéticos usados por él. Es un comentario erudito.

La obra literaria de Herrera es variada, teniendo en cuenta, además, las obras perdidas. Entre sus obras conservadas destacan unas en prosa, como la Relación de la guerra de Chipre y suceso de la batalla naval de Lepanto y el Elogio de la vida y muerte de Tomás Moro, semblanza de su vida con valoraciones de su pensamiento político.

Entre las no conservadas figuran varios poemas de carácter épico y mitológico como La gigantomaquia, sobre los titanes; El rapto de Proserpina y Gestas españolas de valerosos.

La mayor parte de lo que sabemos sobre la vida de Herrera proviene del Libro de los verdaderos retratos (Sevilla, 1599) del pintor y poeta Francisco Pacheco, que incluye un epigrama latino de Rodrigo Caro a su retrato. Nació en Sevilla en el seno de una muy humilde familia (era hijo de un cerero),[1]​ y se educó a las órdenes de los maestros Pedro Fernández de Castilleja y maese Rodrigo de Santaella sin obtener, a lo que parece, título académico alguno.

Trabó amistad con don Álvaro de Portugal y Colón, II conde de Gelves, casado con doña Leonor Fernández de Córdoba y Milán de Aragón, hija del señor de Valenzuela (Córdoba), llegados a Sevilla en 1559, que, desde muy pronto, se convirtieron en sus protectores, y esta última en su Musa, la enamorada que aparece aludida en sus versos como Luz, Lucero, Lumbre, Estrella, Eliodora, Aglaya y Divino resplandor.

Hacia 1565 o 1566, tras haber recibido órdenes menores, se convierte en beneficiado de la iglesia de San Andrés. Frecuentó el reducido círculo de intelectuales y poetas sevillanos que se formó alrededor del humanista Juan de Mal Lara, entre los que se encontraba el pintor Francisco Pacheco y otros poetas, que darían lugar a la llamada Escuela sevillana de pintura.

Juan Rufo y otros contemporáneos señalaron su carácter áspero, retraído y orgulloso, que parece combatir su biógrafo Pacheco al escribir que llevaba una vida horaciana sin excesos:

Este mismo biógrafo afirmaba que, si al leer alguna obra se le señalaban defectos, Herrera la rasgaba. En 1572 publica en Sevilla su Relación de la guerra de Chipre y suceso de la batalla naval de Lepanto, en que incluyó su celebérrima Canción en alabança de la Divina Magestad por la victoria del señor don Juan en la batalla de Lepanto. Tras la muerte de su musa en 1578, Herrera se dedicó a corregir y limar los versos nacidos de su amor juvenil. La publicación de su comentario a los poemas de Garcilaso de la Vega (Obras de Garcilaso de la Vega con anotaciones de Fernando de Herrera [Sevilla, 1580]) originó una agria polémica entre los admiradores del poeta toledano. Un castellano, con el seudónimo de Damasio, escribió una carta feroz contra Herrera, y el Conde de Haro, Juan Fernández de Velasco, que era condestable de Castilla, redactó unas Observaciones del Licenciado Prete Jacopín, vecino de Burgos, en defensa del príncipe de los poetas castellanos Garcilasso de la Vega, vecino de Toledo, contra las Anotaciones que hizo a sus obras Fernando de Herrera, poeta sevillano. A este ataque y el anterior contestó Herrera con un opúsculo Al muy reverendo padre Prete Jacopín, secretario de las Musas, impreso por primera vez en Sevilla, en 1870. El conde de Gelves muere en 1581 a causa de la epidemia que asolaba a la sazón la ciudad de Sevilla.

En 1582, después de haber atormentado a los impresores con sus caprichos tipográficos—quería que se fabricara un tipo para una ‘’i’’ sin punto encima—y de haber corregido a mano las erratas de muchos de los ejemplares impresos, Fernando de Herrera publica por fin una breve antología de su obra poética: ‘’Algunas obras’’, en edición no venal, ya que no lleva la tasa acostumbrada. Su semblanza biográfica de Tomás Moro (Elogio de la vida y muerte de Tomás Moro, Sevilla, 1591) fue la última obra que publicó en vida. En 1619 el pintor Francisco Pacheco, autor, por lo demás, del conocido retrato del poeta acompañado de un elogio con un epigrama latino de Rodrigo Caro, publicó una recopilación póstuma de la producción lírica de Fernando de Herrera: Versos de Fernando de Herrera, que contiene 372 poemas, seis de ellos repetidos; algunos expertos han puesto en duda la autenticidad de algunos de ellos, porque la lengua es muy diferente, con cultismos y más arcaizante; seguramente Pacheco utilizó unos manuscritos antiguos de Herrera o retocó los textos, o ambas cosas a la vez. Un manuscrito de la Biblioteca Colombina, con el título de Obras de Fernando de Herrera, natural de Sevilla, recogidas por don Ioseph Maldonado de Ávila y Saavedra. Año 1637, que publicó José María Asensio; contiene 28 poemas inéditos y varias copias de las Anotaciones.

La poesía de Fernando de Herrera se considera un hito ineludible en la superación del petrarquismo en las letras españolas y, por ahí, un eslabón importantísimo en la evolución de la poesía cultista castellana desde Garcilaso de la Vega a Luis de Góngora. Se han perdido algunas obras juveniles de Herrera, la mayoría de épica culta e inspiradas en Claudiano: La gigantomaquia, El robo de Proserpina, Amadís. También se ha perdido el "poema trágico" de Los amores de Lausino y Corona, que debía cantar las relaciones del poeta con Leonor de Milán. Se conservan menciones a un poema heroico sobre grandes personajes españoles y a otro didáctico sobre "la origen y orden firme de las cosas". Se ha perdido también un Arte poética citada por Francisco de Medina en el prólogo a las Anotaciones, y una Historia general de España citada por Francisco de Rioja y Rodrigo Caro. En 1592 se publicó Tomás Moro, una biografía del santo inglés escrita por él que al parecer es un fragmento de la Historia de las cosas más notables que han sucedido en el mundo. José Manuel Blecua ha editado todos los textos líricos conservados del poeta.

Fernando de Herrera fue un gran perfeccionista del verso; ingenió una ortografía más ajustada al sonido de las palabras y una puntuación especial para señalar las pausas de la elocución, los hiatos, las sinéresis y las dialefas. Despreció la falta de vigor masculino de algunos líricos de la primera mitad del siglo XVI. La simbología lumínica y sus varias coagulaciones metafóricas en sus versos amorosos tiene que ver con el platonismo que acusan; como "claroscuro sentimental" lo califica el hispanista Oreste Macrí. Se trata de un amplio cancionero petrarquista que atraviesa por tres estados: una revelación amorosa que contiene el elogio cortesano y galante de la belleza de la amada; un estadio de fugaz relación humana y, por último, una vuelta de la amada a la inicial tibieza que tiñe el amor del poeta en los colores de la nostalgia: surge el canto a la noche y a la oscuridad y el ubi sunt?. Este desengaño le impulsará hacia la poesía moral. La muerte de Leonor da fin a este cancionero in vita con varias composiciones al deceso. Sin embargo, como poeta petrarquista, sus logros empalidecen algo ante la fuerza de su vena épica, mucho más inspirada, y depurada de los excesos retóricos gracias a una contención y esencialidad que le viene de los modelos bíblicos de la misma, que sigue con preferencia a los italianos. Puede considerarse, en conjunto, por su poesía atormentada y prebarroquista, dentro del Manierismo.

LUD.— ¿Esos son todos los que hay ahora en España?



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