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Francisco de Argañaraz y Murguía



Felipe II de España

Francisco de Argañaraz y Murguía, también citado como Francisco de Argañarás y Murguía (Amézqueta de la Hermandad de Guipúzcoa, Castilla la Vieja de la Corona de España, 1561 o 1563 - San Salvador de Jujuy, Virreinato del Perú, 1604) fue un militar, explorador, conquistador y colonizador español, que en 1593 fundó la ciudad de San Salvador de Jujuy en la gobernación del Tucumán —en donde se había asentado la ciudad de Nieva de 1561 a 1562 y la aldea española de San Francisco de Álava de 1575 a 1576, en lo que actualmente es la República Argentina— y desde 1594 hasta 1596 se convertiría en el primer teniente de gobernador de Jujuy.

Francisco de Argañaraz y Murguía habría nacido en el año 1561 o 1563 en el pueblo vasco de Amézqueta, provincia de Guipúzcoa, hijo del capitán Martín Ochoa de Argañarás y Verasategui y de Leonor de Murguía y Salinas, proveniente de los señoríos del poblado de Astigarraga. De familia hidalga, su abuelo paterno Martín Ochoa de Argañarás Garicano había tomado protagonismo en la custodia del duque Juan Federico I de Sajonia, tomado prisionero durante la Batalla de Mühlberg durante el reinado de Carlos V.[1]

Sobre su padre, Francisco escribió:[2]

Sin embargo, la prematura partida y muerte de su padre en combate dejó a la familia en una situación de insolvencia e imposibilidad de mantener tierras y propiedades heredadas, las cuales eran administradas por el cuñado de este último, Felipe de Murguía, en favor de su mujer y sus hijos. Francisco se crio entre las adversidades heredadas y la enseñanza militar. Una vez, ya en América, la casa solar y las propiedades quedaron a arrendadas a favor de su madre. Los últimos arrendatarios fueron sus parientes y colaboradores Francés de Argañaraz y su esposa Magdalena de Sarestuain. La situación financiera y sus gravámenes consumieron las propiedades a lo largo del tiempo. El resto de la familia se trasladaría con el paso de los años al nuevo continente y a Francia en menor medida.

A mediados de 1584, con escasa edad y reconocido por sus antecedentes familiares, fue nombrado para acompañar a Juan Ramírez de Velasco, que había sido nombrado por la corona como gobernador de la provincia del Tucumán.[1]

El flamante gobernador escribiría en cartas al rey:[1]

Partió hacia Andalucía, embarcándose en Sanlúcar de Barrameda en 1584, llegando a la ciudad de La Plata en noviembre de 1585 y en julio de 1586 arribó a Santiago del Estero, estableciéndose allí y fue regidor del cabildo. Se casó con Bernardina Mejía Mirabal, hija del reconocido conquistador Hernán Mejía Miraval, y participó en numerosos choques contra los indígenas.[3]

Existían para ese entonces siete ciudades en la provincia —Santiago del Estero, San Miguel de Tucumán, Londres, Córdoba, Esteco, Salta y La Rioja— en las cuales se concentraba la totalidad de la población española. Sin embargo, dos zonas permanecían deshabitadas por españoles debido a la hostilidad de los indígenas que las habitaban: los valles Calchaquíes y la Quebrada de Humahuaca. En esta última, que servía de vía de comunicación con el Perú, en dos oportunidades habían fracasado las fundaciones de ciudades: Nieva (1561), que duró menos de dos años, y San Francisco de la Nueva Provincia de Álava (1563), que no llegó a cumplir un año.[4]

Ramírez de Velasco volvió a intentar la conquista: había encomendado la fundación de una ciudad en el valle de Jujuy al capitán Pedro de Trejo pero este no tuvo los medios para tan ambiciosa empresa ni convenció a los pobladores de Santiago del Estero de seguirlo. De modo que encargó la misión al ya experimentado Argañaraz. Este reunió gente suficiente en Salta y partió con cien españoles y numerosos indígenas hacia el valle de Jujuy, donde debió derrotar repetidas veces a los jujuyes, ocloyas y omaguacas antes de fundar, el 19 de abril de 1593, la ciudad de San Salvador de Jujuy.[3]​ Asumió don Francisco el cargo de teniente de gobernador, justicia mayor y capitán a guerra de la nueva ciudad, que desempeñó con prudencia y sabiduría. La ciudad fue dotada de una jurisdicción que coincide con los límites aproximados de la actual provincia de Jujuy, más el este y noreste de la actual provincia de Salta.[5]

Al año siguiente se produjo la guerra de los omaguacas liderada por el cacique Viltipoco contra el Imperio Español por la invasión de su tierra, en la que Argañaraz logró la victoria al apresar al cacique en una incursión sorpresiva nocturna en Purmamarca.[6]​ La ciudad se pobló rápidamente, impulsada por el comercio entre el Tucumán y Potosí.

Argañaraz planeó hacer una campaña hacia las selváticas regiones ubicadas al este, en el valle de San Francisco, para enfrentar a los chiriguanos, pero un complicado pleito de jurisdicciones lo impidió:[7]​ en 1594 se presentó en Jujuy el capitán Juan Ochoa de Zárate, con poderes otorgados por la Real Audiencia de Charcas para asumir el gobierno de la ciudad y ponerla en dependencia de la ciudad de Tarija. El cabildo de Jujuy optó por desobedecer a la Audiencia, mientras Argañaraz se trasladaba a Charcas, donde logró hacerse reconocer como teniente de gobernador. Ochoa de Zárate debió contentarse con la encomienda otorgada a su favor de los ocloyas y omaguacas.[8]​ Por su parte, los pueblos de Casabindo, Cochinoca —estos dos en la Puna— y Palpalá quedaron bajo jurisdicción de los vecinos de Jujuy.[9]

El maestre de campo don Francisco de Argañaraz y Murguía redactó su testamento en la ciudad por él fundada ante el escribano Juan Rodríguez de Figueroa, el 13 de enero de 1602. Entre sus bienes declara deudas impagas denunciadas y documentadas, además de sus mayorazgos en España; las encomiendas de Osas, Gaypetes, Tilcaras y Guizpitas, una estancia en el valle de Zapla y una fundición de metales en Cochinoca. Todo lo cual ordena a su mujer que a su muerte venda y arriende:

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También junto a este testamento había aconsejado a su esposa regresar al País Vasco, pero ese deseo no se cumplió, y sus hijos permanecieron en el norte de la actual Argentina, con numerosa descendencia hasta la actualidad.[3]

Históricamente se consideró que su muerte se produjo días después de escribir su testamento en 1602. En la actualidad, y sobre la base de nuevas investigaciones, los historiadores aceptan como más probable su muerte entre 1603 y 1604.[1]

De acuerdo a la ejecutoria de nobleza de 1581, los testigos repiten textualmente una descripción física de su gobernador, coincidiendo en que era:[1]

El apellido fue originalmente "Argainaratz", es de origen vasco y es del tipo toponímico (como la mayoría de los apellidos de ese origen) su grafía está compuesta en lengua euskera, su significado aproximado sería: cumbre de rocas brillantes, haciendo alusión a la ubicación de la casa solar.

Durante la edad media el actual territorio de España estaba constituidos en diversos reinados medievales. Estos con los años se fueron unificando (a través de guerras) a la monarquía preponente castellana, siendo este el caso de gran parte de los territorios del antiguo Reino de navarra. El resto del territorio fue absorbido por la unificación francesa, quedando así disuelto este antiguo reino y, a su vez dividido entre ambos países. La Corona española (y posteriormente la Corona francesa) prohibió los dialectos y culturas ajenas al castellano, de modo que los súbditos debieron cambiar sus nombres, por lo que el apellido fue castellanizado a "Argañaras". Con ese apellido llegó Francisco de Argañaraz a América, pero tiempo después —poco antes de su muerte— comenzó a firmar con la "z" al final ("Argañaraz"). Se presume que este hecho fue como conmemoración a su tierra natal, puesto que en estos años también dio a conocer el escudo de armas de su familia materna y pidió a su familia volver a su tierra.

Con la partida de Francisco a América, su extenso linaje se radicó allí. El resto de la familia fue mermando —como la mayoría de la población vasca— y los que quedaron, migraron en su mayoría al Río de la Plata. El resto fue a Francia, donde la grafía cambió a "D'Argaignarats" y también a "Argaignaratz".




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