José Fructuoso Rivera y Toscana (Durazno, gobernación de Montevideo, 17 de octubre de 1784 - Melo, Uruguay, 13 de enero de 1854) era un militar y político de Uruguay, que participó en las luchas independentistas, fue el primer presidente constitucional y también fundador del Partido Colorado.
Era hijo de Pablo Hilarión Perafán de la Rivera Bravo, un poderoso terrateniente de la zona de San José de Mayo dueño de un saladero, y de Andrea Toscano. De modo que perteneció al grupo de los estancieros, opuestos al monopolio de los comerciantes peninsulares.
Se unió a la Revolución Oriental en el interior de la Banda Oriental, en la zona de Minas, y se destacó como caudillo en el centro de la provincia. Se incorporó a las fuerzas de José Artigas, y a sus órdenes participó en la Batalla de Las Piedras (1811). Cuando Artigas y la división enviada en su ayuda desde Buenos Aires inició el primer sitio de Montevideo, Rivera fue destinado a intentar detener la invasión portuguesa. Cuando ésta se hizo incontenible y el gobierno porteño pactó con el virrey Elío, se unió al Éxodo Oriental, siguiendo a Artigas.
Participó de una expedición a las Misiones Orientales a órdenes de Eusebio Valdenegro y Fernando Otorgués, y luego se incorporó al segundo sitio de Montevideo, a órdenes del coronel Manuel Vicente Pagola. Pero se retiró con Artigas, cuando este enfrentó al general José Rondeau, que seguía la política del Directorio de someter a las provincias a un gobierno nombrado y dirigido desde Buenos Aires. Nacía en este momento el federalismo en el Río de la Plata.
Después de la toma de Montevideo por Carlos María de Alvear, Rivera fue el jefe de las tropas orientales en la Batalla de Guayabos, derrotando a las tropas de Manuel Dorrego, el 10 de enero de 1815. Poco después, Alvear ofreció a Artigas la independencia de la Provincia Oriental, que el jefe federal rechazó indignado. En sus filas figuraban grupos de indígenas tapes guaraníes. Las tropas de Dorrego huyeron en desbandada, y poco después el director Alvear entregaría el control de la Banda Oriental a Artigas y sus partidarios. Mientras las fuerzas de Otorgués provocaban desmanes contra los ciudadanos de la capital, Rivera comenzó a ser visto por la gran mayoría de los criollos, de los los caudillos rurales, por el grupo de comerciantes y "doctores", así como también por los aliados de los portugueses y antes lo habían sido de los realistas, como la garantía de orden.
Cuando se produjo la Invasión Luso-Brasileña, a partir de 1816, Rivera secundó inicialmente a Artigas, destacándose como uno de los jefes que lograron algunas victorias. No obstante, fue derrotado en la Batalla de India Muerta, en noviembre de ese año, lo que permitió a los portugueses ocupar Montevideo.
Su actuación pública históricamente ha sido fruto de polémica. Algunos historiadores e investigadores como Eduardo Picerno señalan que
En efecto, mientras que Manuel Belgrano buscaba legitimar ante las potencias de ese momento la total independencia rioplatense ante la Santa Alianza, con lo que tal alianza exigía, gobiernos monárquicos (era el único modo que parecía viable en el año 1816 a pocos meses de establecida la "Santa Alianza" y el restauracionismo monárquico absolutista entre las potencias del mundo, Belgrano buscaba como solución de compromiso un país rioplatense totalmente independiente y tras su viaje a Europa notó que las potencias sólo aceptaban países gobernados monárquicamente, la solución inicial belgraniana fue que la regenta Carlota asumiera como reina de las Provincias Unidas del Río de la Plata siendo tales provincias totalmente independientes de todo poder extranjero y teniendo una monarquía constitucional, luego Belgrano se dio cuenta de lo infundado de su optimismo en cuanto a una regenta que también ostentaba el gobierno brasileño y optó por una solución más audaz: que un inca –un descendiente de Tupac Amaru II, probablemente Juan Bautista Túpac Amaru último descendiente reconocido de Túpac Amaru II– fuera el "rey" nominal limitado por una Constitución democrática del nuevo extensísimo país constituido por los estados rioplatenses); absolutamente por el contrario Rivera directamente se sometió a Portugal y luego al Imperio del Brasil, convirtiéndose en uno de los oficiales de Portugal y de Brasil en el territorio de la Provincia Oriental.
A mediados de 1818, varios jefes artiguistas comenzaron a cuestionar la estrategia defensiva de su jefe; el único oficial notable que no se pronunció en contra del caudillo fue Rivera, por lo que Artigas le entregó el mando de las divisiones más poderosas. Esto causó la defección de muchos de sus subordinados, entre ellos Rufino Bauzá y Manuel Oribe, que pasaron a Buenos Aires. Por su parte, el director Supremo Pueyrredón le ofreció el mando de las tropas orientales, desplazando a Artigas, pero Rivera no aceptó.
No obstante, Rivera obtuvo algunas victorias en los combates de Chapicuy y Queguay Chico, pero fue finalmente derrotado en la Batalla de Arroyo Grande.
Cuando la derrota de las tropas orientales en la Batalla de Tacuarembó el 22 de enero de 1820, Rivera se encontraba acampando en el paraje Tres Árboles, en el Partido de Vera de la Provincia Oriental (actualmente Departamento de Paysandú), cercano a la costa del río Queguay Grande. Y al enterarse de la derrota y casi desaparición del ejército Oriental, licenció a parte de su tropa. Desde Mataojo – actual departamento de Salto – Artigas le ordenó que se incorporara a su ejército, pero Rivera rodeado por el enemigo, celebró un armisticio con el jefe portugués Bento Manuel Ribeiro, pacificando la provincia, al acordar que a los criollos no se les quitara la tierra y que a él se lo reconociera como comandante de la campaña. Ese sitio, es conocido por los lugareños como el “Valle de la Libertad” y árboles plantados a cien años de esa acción, simbolizan ese encuentro, donde un criollo y un portugués, sellaron el fin de una conflagración, que había desvastado la campaña y empobrecido a la población Oriental, en un conflicto de tantos años. Rivera, como forma de convencer al ejército invasor de su supuesta lealtad, en una carta fechada 13 de junio de 1820 al gobernador Francisco Ramírez, descubierta por Picerno, Rivera se habría ofrecido a "ultimar" a Artigas, a quien consideraba un "monstruo, déspota, anarquista y tirano".
Hay quienes, como Manuel Flores Silva, sostienen que esta carta, publicada originalmente por Hernán F. Gómez en su clásico "Corrientes y la República Entrerriana" (1929, Corrientes), se "justifica" en función del contexto y las dotes de Rivera como "hombre político", que permanentemente se adaptaba a las circunstancias. Tras la batalla de Tacuarembó, Artigas se encontraba derrotado y sin apoyo de Ramírez. A su vez, Ramírez había creado la República de Entre Ríos, que incluía a Corrientes y Misiones, y tenía relaciones con Buenos Aires.
Tras firmar un armisticio con el gobernador de la Provincia Cisplatina – dependiente del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve – Carlos Federico Lecor, se incorporó al ejército de Portugal. Sus soldados, vencida ya toda posible resistencia, lo siguieron. En julio de 1821 formó parte del Congreso Cisplatino que convalidó la anexión de la Provincia Cisplatina a Portugal. Formó parte del Club del Barón, germen del Partido Colorado.
Cuando el Imperio del Brasil anunció su independencia de Portugal, Rivera secundó a Lecor, que siguió al Emperador Pedro I en su intención de expulsar a los portugueses de Montevideo. A sus órdenes ingresaron algunos oficiales artiguistas que habían sido liberados, como José Antonio Berdún y Juan Antonio Lavalleja, pero en ellos era más claro que buscaban la independencia de Brasil de la Provincia Oriental, ubicada en la Banda Oriental.
El cabildo de Montevideo invitó a Rivera a unirse a ellos en la continuidad de la dominación portuguesa, con la esperanza de que cuando finalmente los europeos se retiraran, concediera la independencia a Montevideo y su jurisdicción. A la invocación del cabildo al patriotismo de Rivera, este respondió que el patriotismo es la búsqueda de la felicidad de la patria, que él entendía como sinónimo de paz.
En noviembre de 1823, las tropas portuguesas entregaron Montevideo al general Lecor, que ingresó en la ciudad y proclamó anexada la Cisplatina al Imperio del Brasil. Otorgó a Rivera el título de Barón de Tacuarembó y lo nombró comandante de campaña.
Por su parte, Lavalleja y otros oficiales habían partido hacia Buenos Aires. Desde allí lo invitaron a unirse a quienes buscaban la independencia de la Banda Oriental, pero Rivera entregó esas cartas a Lecor.
Durante la invasión lusobrasileña y en los años que le siguieron, las fuerzas invasoras, destruyeron propiedades inmuebles y sobre todo, las que pudieran servir de defensa de los criollos, saquearon el ganado oriental e instalaron saladeros con mano de obra esclava; la población pecuaria, principal riqueza de la región, se redujo drásticamente.
En 1825 se produjo la gesta de los Treinta y Tres Orientales bajo el mando de Juan Antonio Lavalleja quienes, en lo que se conoce como la Cruzada Libertadora, desembarcaron en la playa de la Agraciada el 19 de abril de ese año. El 29 de abril Lavalleja y Rivera se reunieron en un rancho en las cercanías del arroyo Monzón, ubicado en el actual departamento de Soriano. Allí se produjo un abrazo entre ambos caudillos para sellar su unión en la lucha independentista contra las fuerzas brasileñas.
Existe controversia sobre la veracidad del abrazo entre Lavalleja y Rivera. Rivera, al servicio de Brasil y al mando de setenta hombres, habría ido a enfrentar a Lavalleja en las inmediaciones del arroyo Monzón. Pero este habría sido capturado por los patriotas al mando de Lavalleja, quien le habría ofrecido sumarse a los revolucionarios bajo amenaza de ser fusilado.
El general José Brito del Pino en su "Diario de la Guerra del Brasil", escrito durante esa campaña, expresó: "Se pudo ir (Rivera) al galope y cuando llegó, recién se apercibió de su engaño y de que se hallaba prisionero de los mismos que iba a combatir. Como al verlo todos desnudaron sus espadas, creyó que iba a ser muerto y lleno de terror le dijo a Lavalleja: "Compadre, no me deje Ud. asesinar". Aunque otras versiones, anotan que Rivera, se unió voluntariamente y desmienten esa versión. Ya que sería inverosímil, que Rivera, se dejara atrapar, tan fácilmente y con el apoyo que le dio, a ese movimiento.
Fue entonces que las fuerzas acaudilladas por Rivera se incorporaron a las fuerzas patriotas comandadas por Lavalleja y por el después general Julián Laguna.
La incorporación de Rivera constituyó un hecho fundamental para el éxito de la campaña, debido a su enorme prestigio, lo que determinó que el alzamiento contra la dominación imperial se generalizara en todo el territorio de la Banda Oriental. En pocos días, la expedición ya contaba con varios miles de partidarios. El Congreso de La Florida declaró el día 25 de agosto la independencia de la Provincia Oriental y su unión
El 4 de septiembre, Rivera fue derrotado por Bento Manuel Ribeiro , el jefe de la caballería "gaúcha" de Río Grande del Sur, futuro jefe de la revolución antiimperial de los farrapos, pero el 24 de septiembre logró el desquite en la Batalla del Rincón, en que derrotó al coronel José Luís Mena Barreto (padre), que resultó muerto. El 12 de octubre, unidas las fuerzas de Rivera y Lavalleja, lograron la decisiva victoria en la Batalla de Sarandí sobre el coronel Ribeiro. De este modo se cerró el sitio sobre Montevideo.
Las victorias de Rivera y Lavalleja, entusiasmaron a la opinión pública de Buenos Aires y del interior, de modo que en diciembre, el Congreso de las Provincias Unidas proclamó la reincorporación de la Provincia Oriental. Esto causó la declaración de guerra de parte del Emperador, dándose comienzo a la Guerra del Brasil. El Congreso respondió con otra declaración de guerra y reunificó al país, eligiendo como primer presidente del mismo a Bernardino Rivadavia; Rivadavia, se dedicó a organizar un ejército capaz de enfrentar al ejército de ocupación.
A principios de 1826, por orden del comandante militar nombrado por Rivadavia – el general Martín Rodríguez – Rivera atacó por segunda vez a Ribeiro. Pero esta vez se negó a capturar a los fugitivos, y cuando Rodríguez le ordenó perseguirlo hasta el río Cuareim, tampoco obedeció la orden, e incluso dio aviso al jefe enemigo. De tantas batallas como contrarios y de trabajar juntos después, habían construido una amistad, que a Rivera lo hizo mirar, al caudillo riograndense, como su aliado, pensando en una futura República, conformada entre orientales y riograndenses. El 17 de junio, por exigencia de Lavalleja, Rodríguez arrestó a Rivera y lo envió a Buenos Aires, informando de lo sucedido. El presidente ordenó arrestar a Rivera, pero en el mes de septiembre, este escapó hacia Santa Fe, donde se puso bajo la protección del gobernador Estanislao López.
Durante el período más álgido de la Guerra del Brasil, Rivera permaneció inactivo en Santa Fe. Mientras la guerra terrestre era ampliamente favorable a las Provincias Unidas – que sancionaron una Constitución que cambiaba su nombre oficial por el de República Argentina – la guerra naval, pese a las victorias del comandante argentino Guillermo Brown causaba graves daños a la economía de Buenos Aires, por el estricto bloqueo naval a que era sometido el Río de la Plata.
De modo que el presidente Rivadavia decidió ceder a las presiones de Gran Bretaña para que declarara la independencia del territorio en disputa, vieja aspiración británica, que de acuerdo al Derecho Internacional de la época, establecía, que si dos países compartían un río, en este caso el río Uruguay, su navegabilidad era libre, de lo contrario, sería controlada por el país. Entre su doctrina, Gran Bretaña, siempre presionó para la libre navegación de los grandes ríos, para favorecer el comercio entre las naciones. Para ello, el presidente Rivadavia, envió a Manuel José García a Río de Janeiro, donde este excedió sus instrucciones y firmó una Convención Preliminar de Paz, por la que Argentina renunciaba a la soberanía sobre la Provincia Oriental. El tratado, aunque fue rechazado, causó la caída de Rivadavia. En su lugar, el nuevo gobernador de Buenos Aires, Manuel Dorrego, asumió únicamente este título, al que adosó el de Encargado de las Relaciones Exteriores de la República Argentina. En tal carácter decidió continuar la guerra.
Pero la situación económica de la provincia de Buenos Aires era crítica, y las demás provincias estaban muy resentidas con los sucesivos gobiernos porteños, por lo que no prestaron ayuda alguna. De modo que Dorrego buscó alguna medida extraordinaria que le permitiera volver a tomar la iniciativa.
Un tratado firmado entre Dorrego y Estanislao López, anunciaba un acuerdo para llevar adelante un plan ideado al parecer por López, que Rivera había hecho suyo e informado del mismo al gobernador porteño:
El general Lavalleja, jefe del ejército republicano, rechazó por completo estos planes, especialmente por la participación de Rivera en los mismos.
Rivera fue enviado como avanzada a la provincia de Entre Ríos, pero fracasó en reunir voluntarios en ese territorio, por lo que en febrero de 1828 se trasladó a la Provincia Oriental. Lavalleja ordenó a su segundo – el general Manuel Oribe – perseguir a Rivera, pero este tuvo tiempo de reunir unos 400 hombres, con los cuales marchó rápidamente hacia el norte. El 20 de abril, esquivando a Oribe, Rivera cruzó el río Ibicuí y comenzó la invasión de las Misiones Orientales.
Tras una serie de combates, Rivera logró conquistar las Misiones Orientales; Estanislao López quiso ponerse al mando de la campaña, pero, rechazado por Rivera, terminó por regresar a Santa Fe. Dejó a órdenes de Rivera las tropas correntinas del comandante López Chico, con lo que el jefe oriental logró reunir alrededor de 1000 hombres. A fines de mayo ocupaba todo el antiguo territorio de las Misiones Orientales.
Rivera asumió el mando político, pero apenas pudo hacer algo más que proclamar la autonomía de su provincia. Los brasileños, temiendo un ataque a Porto Alegre, se mantuvieron a la defensiva.
Mientras tanto, presionado por el bloqueo y su propia precaria situación económica, Dorrego accedió finalmente a firmar la paz con Brasil, con la condición de que la Provincia Oriental fuera un estado independiente. El Emperador terminó por acceder a las mismas condiciones para la paz, pero exigió a cambio la retirada de Rivera y el reconocimiento de su soberanía sobre las Misiones Orientales. El asunto de las Misiones fue determinante en la firma de la Convención Preliminar de Paz firmada el 27 de agosto. Por aquella época, Gran Bretaña, la gran potencia del siglo XIX, propiciaba la creación de los “estado tapón“, entre dos países de grandes dimensiones.
De modo que Rivera inició la marcha hacia el sur en el mes de noviembre. Arreando todo el ganado disponible, llevando consigo a toda la población indígena y todos los bienes que pudieron transportar, llevó la población de las Misiones hasta la margen sur del río Cuareim. Por un acuerdo con el mariscal Barreto, encargado de custodiar su retirada, Rivera logró ser autorizado a establecerse sobre ese río, en lo que resultó el antecedente para la futura fijación en el mismo del límite norte de la República Oriental del Uruguay.
Rivera estableció a los exiliados en una villa que llamó Santa Rosa del Cuareim, pero que desde entonces fue conocida como Bella Unión. El territorio al norte del Cuareim fue incorporado a la Provincia de Río Grande de Sao Pedro.
Tras su regreso a la Banda Oriental, Rivera fue nombrado Comandante de Campaña. Contaba a su favor con el prestigio ganado en la breve campaña, mientras Lavalleja cargaba con el desgaste de su larga gobernación y su comandancia del ejército, además del desprestigio causado por el golpe de estado de fines de 1827, por el que había eliminado la influencia del partido del caído presidente Rivadavia. Se aseguró la lealtad de los jefes de departamento del interior y la alianza de los dirigentes de Montevideo que habían sido partidarios de Lecor. En las elecciones de agosto de 1830 logró una cantidad de representantes en ambas cámaras legislativas de Uruguay más que suficiente para que lo proclamaran, en octubre de ese año como Presidente triunfando de este modo sobre la candidatura de Lavalleja. Asumió dicho cargo el 6 de noviembre de ese año.
Durante este primer período de gobierno enfrentó los graves problemas de un Estado naciente con instrumentos adecuados para resolverlos. El primer problema al que debió enfrentarse es que el Estado carecía de eficacia a nivel de la Administración Pública; había organismos por crear, funciones por atribuir, responsabilidades por delegar, sumado a la falta de personas capacitadas para gestionar tareas de gobierno. En segundo lugar, el nuevo Estado debía prestar atención preferentemente a sus relaciones internacionales. Era necesario perfeccionar la independencia con un tratado que reemplazara la Convención Preliminar de Paz y era primordial la fijación con precisión de los peligrosamente indefinidos límites con Brasil. En tercer lugar, el Estado ya nacía con deudas. Era necesario crear impuestos, para solventar a las necesidades más inmediatas, del estado naciente.
El caudillo era un buen negociador, dotes aprendidas de su padre, reconocido comerciante rioplatense y su mayor fuerza radicaba en la vinculación personal con la gente de campo, donde residía la mayor parte de la población, por lo que gobernó el interior recorriéndolo una y otra vez, compartiendo el poder formal del Estado con el grupo que sería conocido como "Los cinco hermanos", dirigido por Lucas Obes, al que también pertenecían Nicolás Herrera, Julián Álvarez, Juan Andrés Gelly y José Ellauri con quienes también colaboró Santiago Vázquez. Estos intentaron establecer una organización estatal por medio de recursos formales (leyes y decretos), pero el país real escapaba a su voluntad porque carecía de fuerza política para imponerla. El resultado fue que era necesaria la presencia de Rivera en el interior del país.
La política llevada adelante por los ministros de Rivera fue liberal, librecambista y orientada a favorecer los intereses del puerto, el comercio instalado y a los estancieros, de forma de poder cobrar impuestos. Su gobierno reconstruyó el puerto de Montevideo, emitió la primera moneda del país, vendió tierras fiscales en gran cantidad, fundó la Escuela Normal de Montevideo, donde funcionaron tres escuelas primarias. Su gobierno fue, en términos generales, difíciles por los frecuentes levantamientos de Lavalleja y los indios que no se acomodaban a las nuevas circunstancias. Sus ministros, intentaron un buen manejo de los bienes públicos, y el propio presidente de la República, aportó a los fondos públicos, al comprar una gran estancia en Paysandú, que ocupaba desde los tiempos de la revolución. También autorizó la entrada de esclavos negros, desde Brasil que bajo el eufemismo de "colonos sometidos a patronato", consiguieron la libertad.
El gabinete de gobierno fue el siguiente:
El exgobernador Lavalleja, desplazado, aprovechó algunos disturbios en el interior – ocasionados por la indefinición en los títulos rurales – para intentar varias revoluciones: en junio de 1832, atacó Durazno. Poco después, el coronel Eugenio Garzón fracasó con un intento de golpe de estado, y ambos tuvieron que huir. En febrero de 1833, entró por Cerro Largo el argentino Manuel Olazábal, pero al carecer de apoyo debió retirarse. En marzo de 1834, Lavalleja desembarcó cerca de Colonia y cruzó el país reuniendo gente, pero terminó expulsado por el otro extremo del país, en Cuareim.
Rivera, que permanecía la mayor parte del tiempo en el interior, se encargó personalmente de reprimir cada uno de estas revueltas.
También se lo acusa de responsable– aunque principalmente a través de su sobrino Bernabé Rivera – en el ataque de algunos charrúas y otros indios, que no se adaptaron a las nuevas condiciones de vida del nuevo país. El episodio más destacado tuvo lugar en la llamada Matanza de Salsipuedes: ante los reiterados ataques a estancias de parte de indígenas charrúas, a los que se unieron algunos otros indios que venían de Bella Unión, Rivera invitó a varios caciques a un parlamento. Se trataba de un ardid, en que fueron muertos 40 indígenas, y quienes escaparon fueron posteriormente perseguidos.
De ese enfrentamiento huyeron muy pocos individuos y se los tuvo por exterminados a partir del envío a París, a efectos de ser "estudiados", aunque esa propuesta científica, finalmente no fue tal y fuera del conocimiento de Rivera, fueron exhibidos como parte de un show circense, conocido como los últimos charrúas, pequeño grupo formado por una mujer y tres hombres. Otros charrúas lograron escapar hacia Brasil.
Bernabé Rivera, siguió persiguiendo a otros grupos indígenas, combatiendo otras sublevaciones en Bella Unión. En una de ellas, fue emboscado y muerto por los indígenas. Los sublevados de Bella Unión terminaron por ser diseminada en distintos puntos del interior uruguayo. Mientras algunos grupos de charrúas y otros indígenas, pasaron a la Argentina.
En 1835, Rivera, que había intentado evitar los alzamientos lavallejistas, apoyó a Manuel Oribe su Ministro de Guerra, como candidato a presidente al propio Oribe, con lo cual dividió a los partidarios de Lavalleja.
Al asumir el mando el general Oribe, Rivera, asumió el cargo de Comandante General de Campaña; en el interior, este cargo estaba prácticamente fuera de la autoridad del presidente.
Oribe se encontró con un tesoro nacional exhausto, ante tantos alzamientos, un notable problema administrativo y el interior del país en manos de su oponente. De modo que el presidente cesó a Rivera en el cargo.
Quizás la principal causa del cese de Rivera, fue la revolución de los farrapos (1835 - 1845), en el sur del Brasil, con el resultado de que los derrotados de ambos bandos huían hacia el Uruguay. Inicialmente Rivera prestaba apoyo al general riograndense Bento Manuel Ribeiro, su antiguo compañero en la Cisplatina, de modo que Oribe se vio obligado a quitarle su poder militar, para no atraerse represalias de parte del Imperio brasileño.
De modo que Oribe suprimió la comandancia de campaña. Falto de tacto, indultó a los partidarios de Lavalleja que Rivera había castigado, y después de algún tiempo repuso la comandancia de campaña, pero nombrando para el cargo a su hermano Ignacio Oribe.
Interpretando todos estos hechos como ataques en su contra, en julio de 1836 Rivera inició una revolución contra el presidente Oribe. Apenas un mes más tarde, el presidente Oribe lo derrotó en la Batalla de Carpintería, obligándolo a huir hacia Porto Alegre. Fue en esa batalla que se utilizaron por primera vez las divisas blancas para Oribe y rojas para Rivera, dando lugar a la fundación del Partido Blanco (renombrado como Partido Nacional en 1872) y el Partido Colorado, de los cuales estos dos personajes son considerados fundadores. Estos son los llamados Partidos Tradicionales en Uruguay, y siguen existiendo hasta la fecha.
Desde allí regresó con gran apoyo brasileño, y llevando como oficiales a muchos militares argentinos pertenecientes al Partido Unitario, entre ellos el general Juan Lavalle. Por su parte, Oribe negó el permiso a la escuadra francesa durante el conflicto entre ese país y el gobernador porteño Juan Manuel de Rosas. De todos modos, la flota francesa bloqueó el Río de la Plata, incluyendo al puerto de Montevideo.
En esas circunstancias, Rivera obtuvo el triunfo en la Batalla de Palmar sobre Ignacio Oribe, gracias a la conducción en combate del porteño Juan Galo Lavalle que era uno de los aliados y apoyos que tenía Rivera. Las fuerzas de Rivera controlaron todo el interior del país y sitiaron Montevideo. Con la capital sitiada y el puerto bloqueado – e incluso bajo amenaza francesa de bombardear la ciudad – Oribe presentó la renuncia a la presidencia, aunque se reservó el derecho de reclamar contra la imposición violenta de la misma. A continuación se retiró a Buenos Aires, donde el gobernador lo recibió como al presidente constitucional del Uruguay. En esa época, Rosas le puso el mote de "pardejón", que no era un gesto racista, sino que se refería a un tipo de mulo salvaje y difícil de amansar.
Por su parte, Rivera reunió a la Asamblea Nacional y lo eligieron presidente. Su gobierno volvió a las características del primero: compartió el poder con los técnicos, de su primer gobierno, y recorrió el interior del país.
Los federales argentinos – que ya en la época de las revoluciones de Lavalleja habían prestado ayuda a este – se negaron a reconocer el gobierno de Rivera. En un primer momento, no intentaron atacarlo, pero el gobernador correntino Genaro Berón de Astrada firmó una alianza con Rivera, aunque este no le envió ayuda alguna. El gobernador enterriano Pascual Echagüe derrotó a Berón de Astrada con ayuda de emigrados “blancos” uruguayos, y a continuación invadió Uruguay.
Rivera no salió a su encuentro, sino que se hizo perseguir, arrastrando a sus enemigos cada vez más lejos de sus bases de operaciones y más cerca de Montevideo. Por ello, a pesar de su inferioridad numérica, derrotó a Echagüe en la Batalla de Cagancha, del 29 de diciembre de 1839.
Durante todo su gobierno, Rivera se vio implicado en la guerra civil argentina, cuyo correlato fue la llamada Guerra Grande (1839 - 1851), en el Uruguay. Tras su alianza con Berón de Astrada, apoyó la rebelión contra Rosas del sucesor de este, Pedro Ferré, y los sucesivos comandantes de los ejércitos correntinos, Lavalle y José María Paz.
Sin demasiada participación de Rivera, y faltándole también el apoyo francés, Lavalle llevó la guerra al norte argentino y fue derrotado por Oribe, puesto por Rosas al mando del ejército federal argentino. Por su parte, Paz derrotó a Echagüe e invadió Entre Ríos, pero debió retirarse hacia el este, buscando la protección de Rivera. Este firmó con Paz y Ferré un tratado de alianza y unió los ejércitos argentinos contrarios a Rosas y el ejército colorado uruguayo. El general Oribe marchó hacia el este, alcanzando al ejército al mando de Rivera en Arroyo Grande, en Entre Ríos. El 6 de diciembre de 1842, en la que hasta entonces fue la batalla más importante por el número de combatientes – y también por el número de muertos, que incluyeron las represalias que siguieron a la batalla – de la historia de América del Sur, Rivera fue derrotado completamente.
Debe destacarse que, pese a que ambos bandos eran por lo general muy sangrientos con los derrotados, Rivera – a diferencia de Oribe – no permitía represalias masivas sobre los prisioneros.
Rivera huyó hacia Montevideo, perseguido de lejos por Oribe; la Guerra Grande se trasladó al Uruguay.
Su gabinete de gobierno fue el siguiente:
Oribe inició el Sitio de Montevideo el 16 de febrero de 1843. Mientras el general Paz organizaba las tropas sitiadas, con las que impidió a largo plazo que la ciudad cayera en poder de los blancos y federales, Rivera se dirigió con algunas fuerzas al interior del país, intentando disminuir las fuerzas sitiadoras, aunque sin posibilidades reales de enfrentar a los jefes federales que recorrían el país. Entre estos se destacó Justo José de Urquiza gobernador de Entre Ríos.
El 1º de marzo de 1843, el Congreso declaró terminado el período de gobierno de Rivera, reemplazándolo por Joaquín Suárez al frente del llamado Gobierno de la Defensa. Por su parte, Oribe organizó el Gobierno del Cerrito en las afueras de la capital.
Rivera siguió comandando un ejército en el interior, esquivando a Urquiza y retirándose al Brasil cada vez que lo necesitó. En la ciudad, la defensa quedó principalmente a cargo de la Legión Francesa (Jean C. Thiebaut), la Legión Italiana (Garibaldi), la Legión Vasca, la Legión Argentina unitaria y tres batallones de negros o morenos y pardos libertos.
Finalmente, el 27 de marzo de 1845, Urquiza alcanzó y derrotó por completo a Rivera en la Batalla de India Muerta, obligándolo a exiliarse en el Brasil. Fue arrestado y enviado preso a Río de Janeiro, donde recuperó la libertad meses después. El gobierno de la Defensa lo nombró embajador en Paraguay, y se embarcó hacia allí y llegó a Montevideo para recoger sus credenciales el 18 de marzo de 1847. En los días siguientes, varios batallones comenzaron a conspirar para llevar a Rivera nuevamente al gobierno, de modo que el gobierno le ofreció un cargo diplomático en Europa, que fue orgullosamente rechazado. En respuesta, fue arrestado y la comisión presidida por Santiago Vázquez decretó su destierro.
El 1º de abril se sublevaron el batallón de vascos, los negros libertos que formaban parte de la infantería y otras fuerzas comandadas por César Díaz y Venancio Flores, pidiendo la liberación de Rivera. Melchor Pacheco y Obes dimitió de su cargo de comandante general de armas y se embarcó hacia Europa.
Rivera descendió del barco aclamado por la multitud y fue nombrado general en jefe de Ejército de Operaciones. La Asamblea de Notables fue reorganizada, incorporándose varios personajes leales a Rivera; Gabriel Antonio Pereira ocupó el Ministerio de Gobierno y Hacienda y Miguel Barreiro el de Relaciones Exteriores.
Durante su breve período de preeminencia, Rivera envió una expedición a reconquistar Paysandú y Mercedes. Simultáneamente intentó llegar a un acuerdo pacífico con Oribe, pero el presidente Suárez lo desautorizó. Como resultado dimitieron Barreiro y Pereira, y Flores se marchó hacia Brasil.
Rivera logró iniciar una campaña por el interior del país, pero sus fuerzas fueron destruidas en enero de 1847 en la Batalla del Cerro de las Ánimas, en Tacuarembó, por Ignacio Oribe y Servando Gómez.
Cuando Rivera intentó llegar a un nuevo acuerdo con ocho condiciones – fin de la guerra, devolución de propiedades confiscadas, elecciones, etc. – por lo que el gobierno decretó finalmente su destierro de la República “Por todo el tiempo que dure la presente guerra”. El 4 de diciembre de 1847 fue arrestado por los coroneles Lorenzo Batlle y Francisco Tajes en Maldonado y deportado a Brasil en un buque francés.
Permaneció en Río de Janeiro con prohibición absoluta de abandonar la ciudad hasta la entrada de Urquiza al Uruguay, donde levantó el sitio de Montevideo por un acuerdo con Oribe, que se retiró de la política.
El presidente Juan Francisco Giró le prohibió el regreso, pero el 25 de septiembre de 1853 fue derrocado por un golpe militar dirigido por Venancio Flores. Este nombró un Triunvirato de Gobierno, formado por él mismo, y los generales Lavalleja y Rivera, ambos exiliados.
Pero antes de llegar a destino, falleció el general Lavalleja – el 23 de octubre – y al llegar a Melo, en el rancho de su amigo Bartolo Silva, el general Fructuoso Rivera falleció a su vez el 13 de enero de 1854.
Aunque la Guerra Grande terminó en 1852, el legado de enfrentamiento militar entre Oribe y Rivera perduraría en Uruguay hasta 1904, año en que ocurrió la Revolución de 1904, último gran enfrentamiento armado entre blancos y colorados.
Rivera ha sido y sigue siendo un icono del Partido Colorado. Dentro del partido, diversos movimientos políticos se han visto reflejados en él, como el Riverismo, fundado por Pedro Manini Ríos. Es defendido por figuras políticas como Julio María Sanguinetti y Manuel Flores Silva y respetado por numerosos políticos blancos. Algunos partidarios de izquierda condenan sus acciones, especialmente el llamado por algunos etnocidio charrúa durante su mandato, argumento rebatido por otros historiadores, al entender que defendía los intereses del estado y el bienestar general de sus ciudadanos, en combatir a unos pocos indígenas inadaptados a un nuevo estado, que buscaba consolidarse. Cabe destacar, que siendo un hombre de fortuna, murió en la pobreza más absoluta. No sólo se lo recuerda por haber sido el primer presidente de la República, sino también, por ser el impulsor de la creación del Estado Oriental del Uruguay, al provocar con la invasión a las Misiones Orientales, la firma del tratado en la Convención Preliminar de Paz de 1828.
Caudillo pragmático, imprevisible y negociador, Tomás de Mattos, dijo de él: "Hombre de muchos pliegues". Fructuoso Rivera, criollo, oriental, revolucionario, caudillo, primer presidente la República, sigue siendo una figura controvertida, que lo deja como una leyenda, de diferentes lecturas, dentro de la Historia Nacional uruguaya.
(Presidente del Senado)
(1er. Presidente constitucional)
1830-1834
(3er. Presidente constitucional)
1839-1843
(Triunvirato de 1853)
1853-1854
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