La Fuerzas Armadas de la Unión Europea comprenden las diversas fuerzas armadas nacionales de los Estados de la Unión de los 27, ya que el ámbito de la política de defensa se ha mantenido básicamente en el ámbito de los estados-nación. La integración europea sin embargo, se ha profundizado en este campo en los últimos años, con la elaboración de una rama de Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD) para la Política exterior y de seguridad común de la Unión Europea (PESC), así como la creación de las distintas fuerzas internacionales en torno a la defensa de la UE. Una serie de operaciones militares de la PCSD han sido desplegadas en los últimos años. La principal alianza militar en Europa sigue siendo la OTAN, que incluye 21 de los estados miembros de la UE, así como otros países europeos (incluyendo al Reino Unido, antiguo miembro de la Unión), Estados Unidos y Canadá.
La canciller alemana Angela Merkel destacó en el mes de enero de 2017 la necesidad de crear un ejército europeo manifestando que desde el punto de vista de algunos de los socios de la UE no existe una “garantía eterna” para la cooperación militar con los europeos. En el pasado, otros líderes prominentes, incluyendo el expresidente francés Nicolas Sarkozy, el exministro italiano de asuntos exteriores Franco Frattini y el ex primer ministro belga Guy Verhofstadt han apoyado la defensa común para la Unión. Esta posibilidad, que requiere el apoyo unánime entre los Estados miembros, fue establecida formalmente en el Artículo 42 del Tratado de la Unión Europea a partir de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa el 1 de diciembre de 2009.
Además, el Tratado de Lisboa extendió la disposición a la cooperación reforzada para que estuviera disponible para su aplicación en el ámbito de la defensa. Este mecanismo permite que un número mínimo de Estados miembros pueda profundizar la integración en el marco institucional de la UE, sin la necesidad de la participación de los Estados miembros reticentes.
Su máximo responsable es el Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, el español Josep Borrell desde el 1 de diciembre de 2019.
Conceptos como "unión europea de la defensa", "soberanía europea" o "autonomía estratégica" se han convertido en un lenguaje común para significar la ambición de la UE de actuar como un actor internacional y contribuir a dar forma al “nuevo orden mundial”. No obstante, este concepto no ha sido definido con precisión y es interpretado de forma ambigua, cuando no contradictoria, por lo que el término ha contribuido a eludir el debate sobre la definición estratégica de la UE. En 2020, la idea de una autonomía de defensa parcial contaba con un apoyo amplio y creciente entre los líderes europeos, pero no cuando se combinaba con la idea más ambiciosa y costosa de la soberanía total en la defensa.
Genéricamente el concepto de autonomía estratégica se vincula a las capacidades indispensables para llevar a cabo acciones militares autónomas.Estado miembro de la UE, ya que debido a la perdida capacidad militar para garantizar su soberanía individualmente, los gobiernos deben evaluar qué partes de su defensa se "europeízan" y el nivel de especialización al que optan.
Específicamente, el concepto cuenta con tres dimensiones: política (estrategia), operativa (capacidades) o industrial (equipos). Su implementación obliga a redefinir el concepto de soberanía de cadaEn su Libro Blanco sobre la Defensa de junio de 2017, la Comisión Europea amplió su enfoque industrial de la autonomía a otros aspectos asociados con la regulación de las inversiones estratégicas extranjeras, la cantidad del gasto de defensa y proporcionar una mejor relación calidad-precio a través de adquisiciones multinacionales y la reducción de la dependencia europea de terceros países para componentes clave. Eventualmente, el aumento del gasto europeo en defensa podría dar lugar a discusiones industriales y políticas a ambos lados del Atlántico a medida que se negocian contratos estratégicos. Sin embargo, las discusiones intraeuropeas también presentan desafíos como la preferencia nacional o el desacuerdo sobre las regulaciones de exportación de armas.
Por otra parte, la premisa de que la UE debe avanzar hacia una autonomía estratégica que le permita actuar sin someterse a las presiones de EE.UU. o China, impulsó la retórica de Ursula von der Leyen sobre una “Comisión Europea Geopolítica”. Adicionalmente, el entonces comisario europeo de Comercio Phil Hogan consideró necesario “pensar cómo garantizar la autonomía estratégica”, pero dejó claro que ese concepto no significa que se deba buscar la autosuficiencia, ya que dada la complejidad de las cadenas de suministro, esto sería un objetivo inalcanzable.
Solamente algunos Estados de la UE disponen de criterios propios de autonomía estratégica que puedan aplicar a nivel comunitario. El gobierno de Francia ha considerado que las autonomías estratégicas nacional y europea, se refuerzan mutuamente en la medida en que aumentan sus posibilidades de actuación, por lo que le interesa desarrollar la autonomía estratégica europea. El sentido de autonomía está más arraigado en Francia que en otros Estados porque una potencia nuclear precisa de una libertad de acción amplia y porque dispone de un sector industrial bajo control público. Por su parte, en el ámbito industrial, el objetivo del gobierno alemán es preservar sus tecnologías críticas nacionales y aumentarlas mediante la cooperación europea al respecto. Sin embargo, en la progresiva construcción de la autonomía estratégica, el contexto geopolítico y la “crisis existencial” de la UE han favorecido iniciativas bilaterales de carácter militar en el eje franco-alemán. Estos países ven necesario aumentar la autonomía estratégica de la UE porque complementa –no sustituye– a su propia capacidad nacional.
A pesar de los avances hechos en política europea de defensa y seguridad, sigue sin existir un ejército puramente europeo. Esto es, una fuerza militar apoyada y financiada por los Estados miembros de la Unión Europea, y que actuaría directamente bajo las directrices de la UE.
La discusión y creación de una armada europea ha sido siempre un tema de difícil discusión, principalmente, por la existencia de otros cuerpos de seguridad dependientes de los estados-nación o de organismos internacionales, como es el caso de la OTAN. Otro aspecto de difícil debate lo constituye el propio papel que desempeñaría la armada europea: ¿su objetivo se centraría en el mantenimiento de la Paz o también serviría para ofrecer ayuda humanitaria después de desastres naturales y hambrunas? Y, además de todo ello, una cuestión que queda sin resolver es la de quién lideraría dicho cuerpo, y cómo lo llevaría a cabo.
A pesar de la falta de claridad, los federalistas europeos apoyan su creación. Según este movimiento, Europa debería detentar su propio ejército para aprovechar la oportunidad de aumentar el valor añadido en su defensa y, sobre todo, garantizar la autonomía estratégica de la Unión Europea. Por otro lado, además de permitir una reducción en gastos en defensa, mediante la puesta en común de consumos militares, esta iniciativa estaría a disposición permanente de las Naciones Unidas y, por lo tanto, permitiría acceder a un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.
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