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Preferencia



Preferencia es un concepto usado en ciencias sociales, particularmente en economía. Asume una elección real o imaginaria entre ciertas alternativas y la posibilidad de ordenarlas. Más generalmente, puede verse como una fuente de la motivación. En ciencias cognitivas, las preferencias individuales determinan elección de los objetivos.

Por ejemplo, se suele preferir la felicidad al sufrimiento o a la tristeza. Además, usualmente se asume que se suele (aunque no siempre) preferir un mayor consumo de un bien normal a un consumo menor.

En microeconomía, las preferencias de los consumidores y otras entidades se modelan con relaciones de preferencia.

Sea un conjunto de alternativas posibles, mutuamente excluyentes, entre las que debe elegir un agente. En suponemos definida una relación binaria , llamada relación de preferencia, de manera que, para , lo cual quiere decir que la alternativa es preferida o indiferente a la alternativa . A partir de la relación de preferencia se definen otras dos relaciones, de la siguiente forma:

Para que la relación de preferencia sea racional ha de verificar otras dos propiedades matemáticas:

Las preferencias se pueden realizar en torno a ciertos temas. En economía se suele emplear con canastas de bienes o compra de servicios. En inteligencia artificial, sin embargo, se utilizan los estados del mundo externo.

A partir de las preferencias se puede crear una función de utilidad, la cual asigna una numeración real siempre y cuando respete las preferencias establecidas sobre .

Por ello, una función es una función de utilidad que representa la relación de preferencia sobre el conjunto si:

Para cualquier relación de preferencia hay muchas funciones continuas de utilidad que la representan. Asimismo, cualquier función de utilidad puede usarse para construir una única relación de preferencia.

Si un consumidor tiene una relación de preferencia que viola la transitividad, entonces alguien poco escrupuloso puede sacar provecho de ello. Si, por ejemplo, el consumidor tiene una manzana, y prefiere las manzanas a las naranjas, las naranjas a los plátanos, y los plátanos a las manzanas. Entonces, el consumidor pagaría una cantidad x para cambiar su manzana por un plátano, porque prefiere los plátanos a las manzanas. Tras esto, pagaría x por cambiar su plátano por una naranja, y otra vez x para cambiar la naranja por una manzana, y así sucesivamente.

La completitud es más cuestionable. En la mayoría de las aplicaciones, S es un conjunto infinito y el consumidor no es consciente de todas las preferencias. Por ejemplo, no hay por qué decidir si se prefiere ir en vacaciones en avión o en tren si no se tiene suficiente dinero para ir de vacaciones (aunque también se puede soñar con lo que se haría de ganar la lotería). Sin embargo, la preferencia puede interpretarse como una elección hipotética que puede realizarse, en lugar de un estado consciente de la mente. En este casi, la completitud asume que el consumidor siempre puede decidirse entre sí es indiferente o prefiere una opción cuando se le presenta cualquier par de opciones. La relación de indiferencia ~ es una relación de equivalencia. Así que se tiene un conjunto cociente S/~ de clase equivalente de S que forma una partición de S. Cada clase de equivalencia es un conjunto de paquetes que son igualmente preferidos.

Si solo hay dos artículos, las clases de equivalencia pueden representarse gráficamente como curvas de indiferencia. A partir de la relación de precedencia de S se tiene una relación de preferencia en S/~. A diferencia de lo anterior, en este caso hablamos de una relación antisimétrica y un orden total.

Todo lo expuesto es independiente de los precios de los bienes y servicios e independiente de la capacidad adquisitiva del consumidor. Esto determina lo realizable (lo que puede costearse). En principio, el consumidor elige un paquete dentro de sus capacidades cuando lo prefiere al resto de posibles paquetes; con lo que maximiza la utilidad.

También entre otros tipos de preferencias se encuentra seleccionar a uno mismo.

Sabemos que la satisfacción de una persona no depende únicamente de los bienes materiales que consume, sino también de sus actitudes psicológicas, de las presiones de su grupo social, de sus experiencias personales y del entorno cultural en general.[2]​ Los economistas tienen un interés general por analizar estas influencias, pero normalmente tienen que estrechar su enfoque. Por tanto, una práctica común consiste en dirigir nuestra atención exclusivamente a las elecciones entre opciones cuantificables (por ejemplo, las cantidades relativas de alimentos y cobijo que han sido adquiridas, el número de horas trabajadas por semana o la elección entre tasas fiscales concretas), pero manteniendo constantes todos los demás factores que afectan el comportamiento. Todos los análisis económicos de las elecciones para maximizar la utilidad recurren al supuesto ceteris paribus (manteniendo todos los demás factores como constantes), a efecto de facilitar el análisis de las elecciones en un contexto simplificado.

Como un ejemplo importante del supuesto ceteris paribus, veamos el problema de un individuo que debe elegir, en un momento determinado, si consume bienes de entre . Supondremos que podemos representar la forma en que el individuo clasifica estos bienes empleando una función de utilidad con la fórmula

Donde las se refieren a las cantidades de los bienes que podría elegir y la notación “otros” nos recuerda que, para el análisis, mantenemos constantes muchos aspectos del bienestar del individuo.

La economía de la conducta investiga las circunstancias en las que la conducta humana es consistente e inconsistente con estas suposiciones. Se ha encontrado, por ejemplo

Kreps, David (1990). A Course in Microeconomic Theory. Nueva Jersey: Princeton University Press. ISBN 0-691-04264-0

Mas-Colell, Andreu; Whinston, Michael; y Green, Jerry (1995). Microeconomic Theory. Oxford: Oxford University Press. ISBN 0-19-507340-1



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