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Güija



La güija (según la grafía recomendada por la RAE)[1]​ u ouija (del francés "oui" (sí) y del alemán "ja" (sí), pronunciado /uíya/) es un tablero de madera que tiene alfabeto y números con el que supuestamente se establece contacto con espíritus.

El tablero güija tiene un origen impreciso, en la moda espiritista de hacia finales del siglo XIX que dio lugar a una patente registrada el 10 de mayo de 1880 declarando al estadounidense Elijah Jefferson Bond como su inventor y a Theresa Maupin y Charles W. Kennard como titulares. No está claro si Bond o los titulares inventaron realmente algo o simplemente patentaron una de las muchas planchettes (‘planchitas’) o «tablas parlantes»[cita requerida] para comunicarse con los espíritus que circulaban por Europa y Estados Unidos. En todo caso, Kennard creó la empresa para la fabricación del tablero y comenzó a vender los primeros ejemplares en 1890. Kennard inventó asimismo el nombre ouija, afirmando que era una antigua palabra egipcia que significaba ‘mala suerte’. Afirmaba que su origen se remontaba hasta el antiguo Egipto, aunque no presentó ninguna evidencia que probara tal afirmación. Posteriormente, la patente fue vendida a William Fuld, antiguo empleado de Kennard, cuya compañía comercializó el juguete hasta que Parker Brothers adquirió los derechos en 1966. Fue Fuld quien afirmó que la palabra ouija era una mezcla de los vocablos oui y ja, que significan ‘sí’ en francés y alemán, respectivamente. Actualmente, otras empresas comercializan este tablero, que en inglés se llama witchboard (‘tablero de bruja’) y fue creada por la empresa MISIS[2]

La güija tiene muchas similitudes con la zairagia, un antiguo sistema de adivinación árabe que se practica pintando letras del alfabeto dentro de unos círculos que representan las esferas celestes. La divisiones de cada círculo se extienden hasta su centro y llevan el nombre de rayos. En cada rayo vemos inscrita una letra, cada una de las cuales tiene un valor numérico. Para hacer una consulta se deben partir de las letras que forman la pregunta y de la situación astronómica en el momento en que se hace la pregunta, luego se transponen estos datos en factores numéricos que a su vez serán transformados en letras y así darán una respuesta.[3]

El tablero güija tiene como objetivo el contacto (con o sin entrar en un trance mental) de las personas que participan en la sesión con espíritus o «almas en pena», personas y mascotas fallecidas.[cita requerida]

El tablero güija tiene un puntero movible (de forma triangular o de otra forma; también puede ser un vaso vacío) en medio del tablero de juego. Todos los jugadores ponen sus dedos índices sobre el triángulo. A cada lado del tablero hay un sí y, del otro lado, un no; arriba un hola y abajo un adiós y en forma circular las letras del abecedario. Para comenzar el juego, cada participante hace una pregunta y espera a que el puntero se mueva hasta una letra, luego hasta otra, hasta formar una palabra coherente.

En un experimento realizado por el profesor de secundaria Larry Bayou, en el cual los participantes no veían las letras que señalaban, no se formó ni una sola palabra coherente en el tiempo que duró la prueba. Esto demostraría que son los participantes quienes realmente crean las palabras (ya sea de manera voluntaria o inconsciente), y que por lo tanto necesitan ver el tablero.[4]

Esto da pie a la teoría de la acción ideomotriz, es decir, el movimiento del vaso (o pieza que sirva de marcador o puntero) se lograría mediante pequeñas presiones de los dedos de cada participante.[5]

Desde el punto de vista religioso, la crítica apunta no a la falta de efectividad del tablero güija, sino precisamente a su efecto. Según algunas corrientes religiosas, jugar al tablero güija equivale a dar paso a entidades sobrenaturales malignas del más allá, que pueden causar daño a los jugadores.

La postura católica oficial es que, más allá de los efectos peligrosos de esta y otras prácticas (espiritismo, adivinación, hechicería), las mismas son contrarias al respeto que se debe tener a Dios porque «encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2.116).

El exorcista José Antonio Fortea, en su libro "Summa Daemoniaca", afirma que en la mayor parte de los casos de posesión demoníaca se producen tras participar en ritos esotéricos como la ouija, espiritismo, santería afrocubana, macumba, vudú, etc.[6]



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