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Gran Vía



¿Dónde nació Gran Vía?

Gran Vía nació en Madrid.


La Gran Vía es una de las principales calles de la ciudad española de Madrid. Comienza en la calle de Alcalá y termina en la plaza de España. Es un importante hito en la ciudad desde su construcción a principios de siglo XX visto desde el punto de vista comercial, turístico y de ocio. En este último aspecto es famosa por sus cines, si bien en los últimos años algunos de ellos han cerrado y otros se han reconvertido al teatro musical, por lo que el tramo comprendido entre la plaza de Callao y la de España se conoce como el «Broadway madrileño». El tramo comprendido entre la red de San Luis y la plaza de Callao alberga en la actualidad numerosas tiendas de cadenas internacionales de moda.

En la actualidad el tráfico rodado está permitido, aunque en diciembre de 2016 y 2017 llevó a cabo temporalmente la peatonalización de varios de los carriles de tráfico.[1]​ A finales de marzo de 2018, el Ayuntamiento de Madrid comenzó la peatonalización de un carril de cada sentido en un plan de ampliación de aceras y remodelación de algunas plazas de los alrededores de la calle, así como la creación de una zona de prioridad residencial.[2][3]

Ya desde mediados del siglo XIX se venía pensando en la apertura de una vía que comunicara el noroeste y el centro de la ciudad y facilitara el tránsito por el entramado de callejuelas que conformaban el centro histórico de la ciudad, abriéndolas así hacia el ensanche proyectado por Carlos María de Castro. En 1862, tras la reforma de la Puerta del Sol realizada cinco años antes y la posterior prolongación de la calle Preciados hasta la zona de la actual plaza de Callao, la Junta Consultiva de Policía y Ornato del Ayuntamiento elaboró un primer proyecto consistente en la prolongación de la citada calle hasta la plaza de San Marcial, donde actualmente se encuentra la plaza de España, para lo que, entre 1862 y 1868 se crea la plaza de Callao. El plan, para el que se expropiaron más de 30 solares y que contemplaba la creación de una vía de 13 metros de ancho, no llegó a realizarse.

El 3 de marzo de 1886 se aprobó el Proyecto de prolongación de la calle Preciados, describiendo una gran avenida transversal este-oeste entre la calle de Alcalá y la plaza de San Marcial, obra del arquitecto Carlos Velasco, que ofrecía tres alternativas para unir la calle de Alcalá, desde la iglesia de San José, con la actual plaza de España. El proyecto presentaba una avenida de 25 o 30 metros de ancho con glorietas en los cruces con las calles más importantes. Este proyecto fue el origen de la zarzuela La Gran Vía, con música de Federico Chueca y libreto de Felipe Pérez y González. La obra, estrenada el 2 de julio de ese mismo año y que cosechó un gran éxito, recoge el sentir popular sobre la transformación que suponía la construcción de la nueva vía. El proyecto tampoco se llevó a cabo por la oposición los vecinos, la falta de presupuesto y la muerte de Velasco en 1888. Como dato curioso, aunque ya presente en otras calles similares de ciudades europeas, se puede señalar que Velasco propuso pavimentar la calzada con madera.

En 1897 los arquitectos municipales José López Sallaberry (autor también del proyecto y construcción del Edificio Blanco y Negro en la calle de Serrano, 61) y Francisco Andrés Octavio Palacios (autor del proyecto y construcción del Asilo de la Paloma, actualmente Instituto Virgen de la Paloma, en la Dehesa de la Villa) fueron encargados de hacer un nuevo proyecto y en 1899 presentaron su Proyecto de reforma de prolongación de la calle de Preciados y enlace de la plaza del Callao con la calle de Alcalá. Los herederos de Velasco les acusaron de copiar el proyecto de este, pero la acusación fue desestimada, aprobándose el nuevo plan el 2 de julio de 1901. En él se proponía la realización de la obra dividiéndola en tres tramos: Avenida A (534 metros), desde la plaza de san Marcial (actual calle de los Reyes) hasta la de Callao; el Bulevar (409 metros), desde Callao hasta la Red de San Luis y Avenida B (417 metros), desde la Red de San Luis hasta la calle de Alcalá. La longitud total sería de 1.316 metros y el ancho de 25 metros, salvo el bulevar que tendría 35 metros.

Comenzaba así la que se convertiría en una de las mayores intervenciones urbanísticas del Madrid de la época. Con ella se lograría, según constaba en el proyecto, la comunicación directa entre los barrios de Argüelles y Salamanca; la descongestión de la Puerta del Sol; la desaparición de todo un cúmulo de calles estrechas y antihigiénicas y un más cómodo enlace entre las estaciones de Atocha y Príncipe Pío. Aunque el proyecto de obras fue aprobado el 21 de agosto de 1904, los trabajos no comenzaron de inmediato debido a la oposición de los vecinos y comerciantes de la zona y a las dificultades financieras, ya que se demolieron más de 310 casas y tuvieron que expropiarse 30 solares. En tres subastas sucesivas de obras, en 1905, 1906 y 1908, no hubo ningún postor, hasta que en 1909 se adjudicaron al banquero francés Martín Albert Silver por 29 millones de pesetas, firmándose la escritura el 19 de febrero de 1910 por el alcalde de la ciudad, José Francos Rodríguez.

Las obras comenzaron por fin el 4 de abril de 1910 (después de unos largos años pensando en cómo hacerla), con la presencia del alcalde, José Francos Rodríguez, el presidente del gobierno, José Canalejas, y la familia real encabezada por el rey Alfonso XIII, lo cual da idea de la importancia que se dio a la obra en su época. La familia real se acomodó en una tribuna situada junto a la «Casa del Ataúd» (donde hoy está el Edificio Metrópolis) y adornada con tapices de la serie de la historia de Absalón de la Real Fábrica de Tapices. Además del rey, asistieron la Reina Madre, María Cristina, las infantas Isabel y María Teresa y el príncipe Adalberto de Baviera. También se dispusieron otras dos tribunas, una para miembros del Ayuntamiento y otra para el Cuerpo Diplomático, ambas adornadas con tapices de la serie de los Faetones.

A las once de la mañana llegó el rey acompañado de su esposa, Victoria Eugenia de Battenberg y, tras escuchar la Marcha Real y los discursos del alcalde y del presidente, descendió de la tribuna real, se dirigió a la casa del cura, anexa a la iglesia de San José, y comenzó su demolición con una piqueta de plata que le entregó Martín Silver. Los obreros comenzaron inmediatamente a trabajar. El primero de ellos se llamaba Álvaro Guadaño.

El proyecto de construcción contemplaba la demolición de gran cantidad de caserío, incluyendo varias iglesias, y la desaparición o transformación de numerosas calles. El área afectada sería de 142.647,03 m², que incluían 358 fincas y 48 calles, construyéndose 32 manzanas nuevas. Según los datos conservados, se demolieron 312 casas, se nivelaron 44 lotes de terreno, se desenlosaron 8.856 metros de aceras y se deshicieron 26.365 m² de empedrado y adoquinado y se quitaron 14.335 metros de cañerías de agua y de gas y 274 farolas. Para ello se transportaron y nivelaron 61.799 metros cúbicos de escombros y 31.997 de terraplenes. Posteriormente se enlosaron 18.777 m² de acera, se adoquinaron con granito 35.616 m² y se asfaltaron 11.373 m²; se construyeron 2.502 metros de alcantarillas y se canalizaron 1.315 metros para acometidas de agua, gas y electricidad, así como 7.024 metros de tubo de plomo. También se instalaron 174 bocas de incendio y tomas de agua, 219 farolas a gas y 66 lámparas con candelabros.

Siguiendo el plan propuesto por Sallaberry y Octavio, la construcción se llevó a cabo en tres etapas:

El primer tramo, entre la calle de Alcalá y la de Montera se realizó entre 1910 y 1915. El 28 de marzo de 1917 se comunicó oficialmente que las obras estaban acabadas, aunque la entrega definitiva se produjo el 18 de julio de 1924. Denominada en el proyecto Avenida B, recibió el nombre de calle del Conde de Peñalver, en homenaje al alcalde que firmó el comienzo de las obras (hoy en día esta denominación corresponde a otra calle de la ciudad).

Para su construcción se demolieron importantes edificios, como el colegio de Nuestra Señora de la Presentación (conocido popularmente como «de las niñas de Leganés»), el palacio Masserano, el palacio de la duquesa de Sevillano o la llamada, por su estrechez, «Casa del Ataúd», en la esquina con Alcalá.

En sustitución de las derribadas, se crearon seis nuevas manzanas, sobreviviendo solo el oratorio del Caballero de Gracia, cuyo ábside, que quedó al descubierto al ser derruida la casa que lo tapaba, es hoy en día visible desde la Gran Vía.

También desapareció la calle de San Miguel, que sirvió de guía para la construcción de este primer tramo y que discurría por lo que hoy es la parte sur de la calzada de la actual avenida, y se modificaron otras nueve. En este tramo, todos los edificios construidos dedicaban sus primeras plantas a comercio y oficinas.

El segundo tramo, «el Bulevar», entre la Red de San Luis y Callao, se realizó en los siguientes cuatro años, entre 1917 y 1922, aunque la entrega definitiva de obras fue el 20 de agosto de 1927. Se denominó avenida de Pi y Margall, en recuerdo del que fuera presidente de la Primera República Española.

Para la construcción de esta segunda fase se tuvieron que demoler 125 fincas y cuatro calles, transformándose otras trece. Entre ellas desapareció todo el tramo de la calle Jacometrezo que iba desde la plaza de Callao hasta la Red de San Luis, ya que su trazado sirvió de guía aproximada para la construcción de este segundo tramo.

En 1921, antes de finalizar las obras, se constató que el bulevar arbolado del proyecto original dificultaría el tráfico rodado, por lo que se decidió suprimirlo. Se construyeron en este tramo doce manzanas nuevas, una de las cuales alberga el Edificio Telefónica, que en su época fue el rascacielos más alto de Europa.

En 1922, Horacio Echevarrieta se hizo cargo de las obras de construcción de la Gran Vía, en sustitución de Martín Albert Silver.

El tercer tramo, estaba previsto que siguiera en la dirección de la calle Jacometrezo, hacia la cuesta de San Vicente, en prolongación casi recta con el segundo tramo, pero se cambió para empalmar con la calle de la Princesa, lo que resultó ser un acierto, así que se construyó entre la plaza de Callao y el norte de la de España; fue comenzado el 16 de febrero de 1925 y se terminó en 1929 aunque la entrega de obras fue el 22 de septiembre de 1932 y algunos edificios no se concluirían hasta después de la Guerra Civil. Se denominó en el proyecto Avenida A, aunque estaba pensado su nombre posterior de calle Eduardo Dato, en homenaje al que fuera presidente del gobierno.

En un principio estaba proyectado que tuviera 25 metros de ancho, como la Avenida B, pero después se decidió ampliarlo a 35, como el bulevar. Fue el tramo de más difícil construcción de los tres, ya que al contrario de lo que ocurrió con los dos primeros y las calles de, respectivamente, San Miguel y Jacometrezo, en este último no había ninguna vía que sirviera de guía, por lo que hubo que hacer numerosos desmontes y derribar muchas manzanas. Con su construcción desaparecieron diez antiguas calles y se reformaron otras nueve y tres plazas, entre ellas la de Leganitos, al final de su calle homónima y que daría lugar a la plaza de España. Otra dificultad añadida fue las numerosas reclamaciones interpuestas por los propietarios negándose a las expropiaciones.

El principal problema surgió a la raíz de la propuesta en 1926, por parte del concejal marqués de Encinares, para que este último tramo tuviera los mismos 35 metros de ancho que el primero. Al estar ya construido el palacio de la Prensa (sobre la manzana 374 del tramo anterior), el ensanchamiento sólo podía hacerse por el sur pero esto exigía la demolición de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús, en la manzana 495 e inaugurada en 1901, a lo que los jesuitas se negaron. El expediente duró varios años, pero todo acabó cuando el 1 de mayo de 1931 un grupo de personas prendió fuego a la Casa Profesa. Esto, sumado a la disolución de la Compañía de Jesús a comienzos del siguiente año por el gobierno de la República, hizo que se archivara el caso y se continuasen las obras.

Ya en los años cuarenta, tras el paréntesis de la Guerra Civil, se reformaría la plaza de España, colofón de la Gran Vía, aunque no forme, estrictamente hablando, parte de ella. La plaza albergaría posteriormente dos de los edificios más representativos de la ciudad, el Edificio España y la Torre de Madrid.

La primera modificación de la Gran Vía, como ya se ha dicho, fue la eliminación, en 1921, poco después de ser construido, del bulevar que había en su tramo intermedio. La mayoría de los edificios no ha sufrido modificaciones importantes desde su construcción, aunque sí cambios en las fachadas, algunos radicales, como el que albergaba el desaparecido teatro Fontalba.

En 1972 se desmontó el templete de entrada a la boca de metro de la Red de San Luis, obra de Antonio Palacios, y se trasladó a Porriño (Pontevedra), localidad natal del arquitecto. Reordenada la zona, confluencia con la calle Montera, se instaló una fuente diseñada por Manuel Herrero Palacios y con esculturas de Gerardo Martín Gallego.

En el año 2002 se reformó la calzada y las aceras para intentar darle un aspecto homogéneo a la calle. Se cambió el pavimento por uno nuevo de granito y se instalaron nuevos bancos, paradas de autobús, kioscos y barandillas de acero al mismo tiempo que se eliminaron todas las jardineras de cemento. También se sustituyeron las farolas y se retiraron las columnas publicitarias, conocidas popularmente como "chirimbolos", instaladas por el Ayuntamiento a mediados de los años noventa por toda la ciudad y que habían provocado un fuerte rechazo entre la ciudadanía por su aspecto estético. En los años posteriores el ayuntamiento fue añadiendo nuevos chirimbolos publicitarios de nuevo diseño.

En 2009 la fuente de Herrero Palacios fue eliminada. El Ayuntamiento anunció la colocación de una reproducción del templete de Antonio Palacios en su primitiva ubicación. Pero en 2009 se peatonalizó la calle de la Montera y no se colocó el templete de Palacios.[4]

En marzo de 2018 se dio inicio a una serie de obras en la calle que supusieron la ampliación del ancho de las aceras y mejora de la accesibilidad, una reducción en el número de carriles (pasaron de tres por sentido a dos por sentido), la construcción de un carril-bici en un tramo de la avenida, la colocación de bancos para sentarse, la plantación de nuevos árboles e instalación de fuentes públicas de agua, así como la renovación de semáforos y alumbrado público con el objetivo de lograr una mayor eficiencia energética. Los resultados se inauguraron a finales de noviembre.[5]

A lo largo de su historia, la Gran Vía ha tenido diversos nombres oficiales, y también otros populares. En un primer momento, como ya se ha dicho, su construcción se dividió en tres tramos, que fueron dedicados a sendos personajes relevantes de la época. La Avenida A se llamó calle Eduardo Dato; el Bulevar, avenida de Pi y Margall y la Avenida B, calle del Conde de Peñalver.

Tres meses antes de comenzar la Guerra Civil, en 1936, los dos primeros tramos pasaron a denominarse Avenida de la CNT. Ya en tiempos de la Guerra, serían conocidos como Avenida de Rusia. Este nombre volvería a cambiarse en noviembre de 1937 por el de Avenida de la Unión Soviética, colocándose una placa conmemorativa de piedra con los escudos de la II República Española y la Unión Soviética y el texto "Homenaje de los amigos de la URSS".

Durante este período también tuvo otros nombres populares como Avenida de los obuses o, la zona del bulevar, Avenida del quince y medio, en referencia a los proyectiles que el ejército franquista lanzaba sobre los pisos superiores del edificio de la Telefónica, que era usado como observatorio militar. En 1937 el tramo llamado Eduardo Dato recibió el nombre de avenida de México.

Al finalizar la Guerra Civil en 1939, con la victoria franquista y su entrada en Madrid, la calle pasó a llamarse desde el 24 de abril Avenida de José Antonio, en homenaje a José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange Española. También se denominó de igual forma la estación de metro de Gran Vía. Pese al nombre impuesto por el régimen, muchas personas continuaron llamándola Gran Vía.

En 1981, durante la Transición Española y siendo alcalde de Madrid el socialista Enrique Tierno Galván, el Ayuntamiento cambió el nombre de veintisiete calles, entre ellas el de la Avenida de José Antonio, que desde entonces se denomina, por primera vez oficialmente, simplemente Calle Gran Vía.

Además de para servir como vía de comunicación este-oeste de la ciudad, la Gran Vía fue planificada como punto de encuentro de los ciudadanos y como área recreativa y comercial. En estos dos aspectos, supuso un cambio en las costumbres de los madrileños, ya que albergó los primeros grandes almacenes de la ciudad, escaparates de lujo, grandes salas de cine o cafés que se harían muy frecuentados durante sus primeras décadas de vida.

El primer tramo, entre Alcalá y la Red de San Luis, estuvo dedicado desde el comienzo al comercio de lujo, a imitación de otras calles surgidas en el siglo XIX por toda Europa, como la Rue de la Paix (París); Regent Street (Londres) o la Galleria Vittorio Emanuele II (Milán). Cabe destacar tiendas de moda como Almacenes Rodríguez, Samaral o Sánchez-Rubio; joyerías como Aldao, Brooking, Grassy, Perera o Sanz; concesionarios de automóviles, como Chenard-Walker, Fiat, Ford o Hispano-Suiza; cafés como el Abra, Chicote, Pidoux o Sicilia Molinero; compañías de seguros como La Unión y el Fénix o Seguros La Estrella; y hoteles, como el Hotel de Roma. Aunque todavía perdura alguna firma de prestigio, a partir de los años sesenta del siglo XX este uso comenzó a decaer, dando paso a otros establecimientos menos especializados. También se instalaron en esta zona varios casinos, los centros de reunión de la alta burguesía de principios del siglo XX.

El segundo tramo, hasta Callao, es el más espacioso, como corresponde a su antiguo diseño de bulevar. Desde el comienzo, con la apertura de la estación de metro de Gran Vía en 1919, fue un continuo ir y venir de gentes. Aquí, por ejemplo, se abrieron los primeros grandes almacenes de Madrid, los Almacenes Madrid-París, inaugurados en enero de 1924 y siendo uno de los primeros de la ciudad en contar con escaleras mecánicas, tras su quiebra el edificio sería comprado por Sepu (Sociedad Española de Precios Únicos) en 1934 para la apertura de su sucursal en Madrid. Otros dos grandes almacenes, El Corte Inglés y Galerías Preciados, surgieron junto a la plaza de Callao. También se establecieron numerosas compañías de seguros, la mayoría propietarias de los edificios en que se ubicaban. A partir de los años cincuenta, con el auge del turismo y la instalación de numerosos hoteles, se produjo su época dorada, con la apertura de cafés, bares y salas de fiestas, como el famoso Pasapoga. También son de destacar, característica que comparte con el siguiente tramo, los edificios que se construyeron para albergar, de modo polivalente, salas de cine y teatro, como el Palacio de la Música o el Cine Avenida. En los años 80, en Gran Vía 25, abrió sus puertas una tienda de la emblemática cadena de venta de discos Madrid Rock.

El tercer tramo, hasta la plaza de España, albergó espacios destinados al ocio, como cines, teatros, salas de fiestas y cafeterías “a la americana”, y comercios como librerías y tiendas de tejidos, entre otras. También edificios completamente de oficinas. Durante la Guerra Civil, por su proximidad al frente situado en la Ciudad Universitaria y en la Casa de Campo, esta zona de la Gran Vía fue la que más se resintió. Destacan de nuevo los edificios dedicados a salas de cine como el Palacio de la Prensa, el Callao, el Capitol, el Coliseum, el Rialto, el Imperial o el Teatro Lope de Vega.

Los edificios de la Gran Vía, al formar parte de un plan unitario, presentan todos una altura similar y respetan el ancho de la calle. Sin embargo, al haber sido construidos a lo largo de casi medio siglo, muestran una obvia evolución en su arquitectura, desde los estilos historicistas del primer tramo hasta el funcionalismo de la zona cercana a la plaza de España.

Los edificios entre la calle de Alcalá y la Red de San Luis presentan estilos historicistas. Algunos pretendían recuperar el pasado arquitectónico español, siendo construidos en estilo neobarroco o neorrenacentista; otros son de inspiración francesa. En la mayoría se utilizó la piedra y estructura metálica. Entre ellos cabe destacar:

Los edificios del antiguo bulevar son de estilo más afrancesado y algunos de estilo americano:

En el tercer tramo se construyeron edificios más modernos, de estilo racionalista, aunque también hay algunos en los que perdura el eclecticismo anterior.

Ya en la plaza de España, destacan el Edificio España y la Torre de Madrid, ambos con más de 100 metros. Este último, construido en 1957, fue durante muchos años el edificio más alto de la ciudad hasta la construcción de la Torre Picasso.

Por la Gran Vía discurren las líneas 1, 2, 3, 44, 46, 74, 75, 133, 146, 147, 148, 001, 002, N16, N18, N19, N20 y N21 de la EMT Madrid.



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